viernes, 13 de mayo de 2011
Sobre el discurso de Cristina
El tema del discurso de ayer de Cristina es ineludible.
Hay formas de abordarlo: en clave de “negociación política” según la cual habría que leer entre líneas mensajes que atañen a la decisión de presentarse o no a la reelección, y mediante los cuales se “marca la cancha” y se dan definiciones acerca de quién conduce qué proyectos y a partir de qué herramientas; o una lectura más ingenua, relacionada directamente con posicionamientos ideológicos y que pueden definir rumbos de acción de este o futuros gobiernos.
Por comodidad, elijo la segunda opción.
Hay una primera cuestión que nos queda clara más o menos a todos (¿una de las 4 cosas en las que todos los argentinos estamos de acuerdo?). Nadie puede reservarse el poder de veto sobre decisiones de los otros poderes (salvo la presidenta, que así lo dice la constitución).
Con esto hago alusión a que un primer disgusto causado por Moyano fue su amenaza de “parar el país”, por una cuestión judicial privada, no del ámbito laboral.
Extendiendo ese principio, y flexibilizándolo, en un mismo orden de cosas pueden hallarse algunas actitudes de sindicatos, en cuestiones que son propias de reclamos sindicales, pero que como sostuvo la presidenta son de carácter particular, perjudican incluso a gente que atraviesa situaciones más complicadas que la de los trabajadores sindicalizados que toman esas medidas, y ponen en juego la paz social y por lo tanto la gobernabilidad.
Este mensaje pudo haber sido dirigido a varios gremios: que responden a Barrionuevo, gremios de la CTA, los delegados del subte o los de Kraft y Pepsico de filiación troskista, etc. Sin embargo, es inconcebible que por la forma del mensaje no se entendiera que la referencia era a “los propios”, a los “que dicen apoyar”.
Ahora bien, este pedido de responsabilidad sindical, puede vincularse con otros hechos.
Cristina hace poco se reunió con gente de la CTA. Venía de reunirse con la gente de la UIA (que desde que asumió De Mendiguren dejaron de ser el “enemigo” que fueron durante el mandato de Méndez…).
Y esa reunión con la CTA fue aprovechada por Cristina para darle una señal a la UIA. Qué bueno lo que hizo el SUTNA de Wasiejko con Firestone. Ese es el mecanismo adecuado para definir la participación de los trabajadores en las ganancias de la empresa. Un modelo que casualmente a la UIA no le disgusta tanto: discutir empresa por empresa, o tal vez, convenio por convenio. Incluso la presidenta habló de un “bono por productividad”. Celebran en la UIA esa definición.
Así, además, queda casi enterrada la posibilidad de generalizar a través de una ley un derecho consagrado en la Constitución, actualmente incumplido, tal era la idea de la CGT, explícitamente refutada por Cristina en esos mismos términos: “no generalizar”.
Y después están los rumores, nunca confirmados ni tampoco desmentidos.
Las reuniones de Cavalieri, Lezcano y West Ocampo. Los acercamientos de éstos a Barrionuevo. Las intenciones de catapultar la figura de Gerardo Martínez.
El mismo dirigente de la UOCRA (Gerardo Martínez) que fuera Secretario General de la CGT durante el gobierno de Menem, cuando se modificaban algunos marcos de protección de los trabajadores para “abaratar el costo laboral”.
Acá no vamos a sostener que Moyano sea un angelito.
Ahora, lo que no se puede decir (si se lo compara con el resto de los dirigentes de la CGT antes nombrados) es que sea “desleal”. Porque Moyano fue siempre leal a la actitud de defender (bien, mal, más o menos, con excesos) los intereses de los trabajadores. Y una parte importante de lo recuperado en estos años le corresponde a su esfuerzo.
De algunos elogiados y postulados para su reemplazo (para generar un sindicalismo responsable, que no apriete, que no extorsione a nuestra “burguesía nacional”) no se puede decir lo mismo, sino más bien todo lo contrario.
Es absolutamente lógico “marcar la cancha”, es muy legítimo intentar poner los límites, mostrar claramente quién conduce, y definir qué actitudes no son aceptables y los sindicatos deberían desistir de llevarlas a cabo. Hasta puede tener réditos políticos (no en votos, tal vez; sí en “imagen”)
Pero está bien ver completo el panorama y facturarle a cada actor lo que corresponde. Y pagarle también a cada uno por sus méritos y deméritos.
Está en juego que los próximos 4 años los dediquemos exclusivamente a la “batalla cultural”.
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