jueves, 28 de febrero de 2013

Salvatore y su derramamiento

Dice Nicolás Salvatore:
Una banda de improvisados en New York
Audiencia sobre los hold outs. Ante un tribunal duro, el abogado argentino le dijo a una jueza republicana que si el fallo fuera adverso Argentina no iba a pagar. La jueza repreguntó: ¿Ud. quiere decir que no va a acatar un fallo de esta corte? 
Este suicidio jurídico es exactamente el mismo error que cometió esta banda con el Juez Griesa. El equipo económico-jurídico pretende ir a un partido diciéndole al juez que sólo va a aceptar el resultado si gana (falta de sentido común). Obviamente, después de la audiencia se desplomaron los precios de los bonos, porque el mercado (el mundo) ya está descontando un fallo desfavorable, y un posterior default. 
No crean que se trata de una estrategia, simplemente nuestro equipo económico-jurídico no entiende cómo funciona el mundo, son una banda de improvisados, de decimocuarta categoría. 
No entiendo (tal vez porque peco de "prudente"?) cómo se puede ir tan en seco alguien, haciendo juicios tan taxativos sin tener información interna de cómo se suscitan los hechos.

Yo voy a arriesgar una posibilidad, que tal vez sea desmentida en el futuro. No conozco el tema "desde adentro". Peco, en la misma tónica de Salvatore. Con el atenuante de que lo hago simplemente para desbaratar la taxatividad de la urgencia irreflexiva adolescente del profe.

Vemos la baja de las cotizaciones de los bonos con ley Nueva York. La recompra es más accesible. Puede descontarse un default. Incluso abonar esa idea, colaborar a que se instale.
Después, puede procederse, descontando el fallo desfavorable, a pagar anticipadamente los vencimientos de bonos con ley Nueva York de este año (son 280 millones de dólares en el primer semestre del año; poco, y la plata ya está presupuestada), adelantándonos al fallo adverso, con lo cual las consecuencias de éste no se harían patentes todavía, es decir, no habría default por ahora.

Y con el tiempo por delante diagramar un esquema de canje de bonos con legislación Nueva York, por otros con legislación argentina, con cláusula que obligue al canje al total de los tenedores si es aceptado por más del 70%, y con el posible accionar de algunos amigos que puedan recomprar parte de esos bonos a bajo precio, para seguir alivianando el peso de esa deuda.

Me parece que es demasiado temprano como para dar por terminada la cuestión.

lunes, 25 de febrero de 2013

Turismo y dólar


En mayo de 2012, tuve la suerte de poder viajar a Europa. Si bien ya existían algunas restricciones a la compra de divisas financieras por parte de particulares, los límites eran más flexibles. Todavía no había que justificar la compra a los fines turísticos, y de acuerdo a los ingresos registrados del individuo se obtenía derecho a comprar cualquier tipo de moneda en cantidad restringida, siempre y cuando la situación tributaria del postulante fuera regular.

Con lo cual, si uno tenía un ingreso medio y pagaba los impuestos podía hacer un viaje de esas características con bastante efectivo conseguido legalmente y a precio oficial (el paralelo no era todavía un valor de referencia para nadie, ya que la brecha con el oficial era baja).
Entonces, con el tipo de cambio oficial a mano para tomar como medida de los precios, la gran preocupación de todos los argentinos que estaban en condiciones de viajar y con los cuales pude intercambiar alguna opinión era que Europa estaba más barata que Buenos Aires. Especialmente, España.
Discrepo respecto de los juicios demasiado tajantes en ese sentido. Pero había al menos una paridad de nivel de precios que ante la dispersión podía dar la idea de una buena canasta de productos que específicamente en Madrid se conseguían más baratos que en Argentina. Repito: tomando como referencia el que en ese momento era el único tipo de cambio utilizado: el oficial.
Pasaron apenas 9 meses de aquel momento.

En febrero de este año, gracias a Dios, pude viajar por turismo a conocer las cataratas del Iguazú.
El comentario casi unánime de los argentinos en el lugar era que Brasil, Uruguay y hasta Paraguay estaban muy caros para los argentinos. El tipo de cambio que tomaban como referencia era el ilegal, a más de 7 pesos por billete. Lógico, debido a la imposibilidad práctica casi total de conseguir billetes en el mercado oficial. No pude comprobarlo, pero supongo que las casas de cambio en esos destinos, reconocerían un tipo de cambio superior a los 7 pesos por dólar (y a partir de esa paridad, establecen las cotizaciones del peso en las otras monedas).
Aunque las compras en lugares como Ciudad del Este ya parece que no son tan convenientes como en otras épocas, puede hacerse todavía alguna diferencia si se paga con tarjeta de crédito (cambio oficial + 15%). Dicen los que operan o promocionan la plaza.

La baja autoestima colectiva y la alta propensión al auto escarnio de los argentinos hace que mientras el primer fenómeno (lo barato de Europa) fuera adjudicado masivamente a los altísimos precios que se pagan en Argentina, el segundo fenómeno se endilgue a la falta de valor de nuestra moneda.

La realidad es que son fenómenos de alta ligazón uno con otro. Y de causas concurrentes.
Si nuestro poder adquisitivo se deprecia a valores internacionales, es porque somos más baratos y viceversa.
Y si los países extranjeros son más baratos es porque el valor de nuestra moneda (y de nuestros ingresos) está más fuerte.

En mercados administrados como el argentino, una diferencia tan abrupta en las dos puntas de un período de 9 meses, se debe no a tendencias de largo plazo, sino a una combinación de subsidios, asignaciones de recursos, y golpes de mercado (entendidos estos no solamente como acciones deliberadas por parte de operadores con poder de formación de precios y tendencias, sino también como reacciones colectivas de desconcierto, al borde de las corridas, cosa que puede haber pasado por ejemplo en algún momento en el mercado ilegal del dólar).

Las conclusiones a sacar de este aspecto son bastante claras: al cambio oficial nuestra moneda está sobrevaluada. Al cambio paralelo está sobredepreciada.

Ese margen permite operar en la regulación de precios e incentivos. Algunos dirán que un esquema de tipo de cambio desdoblado como el actual (que lo es, a pesar de la reticencia oficial a blanquearlo) combina lo peor de una devaluación con lo peor de una sobreapreciación cambiaria (como la de la convertibilidad). Esta opinión tiene un claro sesgo de clase: personas con capacidad de viajar al exterior, al mismo tiempo preocupadas por la pérdida de competitividad que implica pagar salarios a valor oficial del dólar.
O sea, somos baratos a la hora de conseguir divisas para gastar afuera, pero somos caros a la hora de tener que colocar nuestros productos en los mercados para competir con los extranjeros.

Visto desde algún otro punto en la pirámide social, digamos que la no dolarización a precios ilegales de los servicios públicos o algunos alimentos de segundas marcas nacionales genera algún efecto positivo en términos relativos.

De todos modos, el desdoblamiento cambiario, que a su vez se combina con una batería de medidas arancelarias y para-arancelarias que modifican al infinito el nivel cambiario del comercio exterior según el tipo de productos, tiene como una de sus consecuencias la desorientación, la respuesta compulsiva por parte de las personas, y por ello mismo la generación de una serie de tendencias y movimientos fácilmente aprovechables por quienes manejan más y mejor información para obtener beneficios en detrimento de otros.
Seguramente, no es una situación deseable, entendida como un ideal a alcanzar deliberadamente. Sino la forma de responder de un modo perfectible a la complejidad del asunto.

Que esta situación se vuelva una trampa perdurable, o que tenga corto alcance, va a depender del caudal de ingreso de divisas en este año 2013.
Más allá de la soja, y de las buenas campañas en otros productos agrícolas, hay un margen interesante para aprovechar la afluencia del dólar turístico al país. Tal vez haya algún obstáculo adicional a partir de las dificultades que aporta la complejidad del esquema (en dónde compro, en dónde vendo, a cuánto, por qué). Veremos.

viernes, 15 de febrero de 2013

Dos tipos de cambio oficiales

El desdoblamiento del tipo de cambio rige de hecho en la Argentina hoy.
La demanda por encima de la oferta empujarían la cotización del dólar hacia arriba (y con riesgo de over-shooting). Cosa que se ha evitado a través de la intervención directa de varias oficinas públicas, con el fin de mantenerla en los valores que el Gobierno en general considera óptimos para la coyuntura, sin ceder a cambios bruscos operados por actores interesados.
Es sintomático cómo muchas veces se habla de intervención de "ventas amigas". Valdría que nos refiriéramos de forma análoga a las compras. Como "enemigas". Enemigas de la política oficial de no ceder a los intereses de la devaluación brusca, y al atesoramiento extraordinario de ganancias que para algunos especuladores esto significaría.

Lógicamente, el valor considerado óptimo por el Gobierno es variable, y siempre está afectado por una tasa de devaluación esperada en un período de tiempo. Esta tasa puede promover la aceleración de la devaluación o su retraso. Pero la moneda no flota libremente, ni desde hace un tiempo ya, se mueve en una banda de subas y bajas, por lo cual hay, hoy en día (aceptémoslo), una especie de tablita informal según la cual los operadores van previendo el comportamiento del valor oficial del dólar.

A pesar de esto (o tal vez por esto mismo) se restringió el acceso a dólares para los casos de los más especulativos de los motivos.
La inaccesibilidad al dólar financiero (o divisas en general) sirve a los efectos de resguardar una cotización subsidiada del dólar comercial.
Este dólar comercial subsidiado tiene varias implicancias en lo concreto:
-en el precio de los artículos importados. Más baratos que si la cotización del dólar subiera. Esto le permite al gobierno encarecer o abaratar selectivamente. Para abaratar está el precio oficial del dólar (subsidiado). Para encarecer, las barreras arancelarias (consensuadas en el Mercosur, para productos extra-Mercosur) o las barreras para-arancelarias (como fueron las licencias no-automáticas y son hoy más levemente las DJAI, con visado de la secretaría de comercio exterior). La idea es perjudicar lo menos posible el ingreso de insumos, bienes de capital y piezas de los mismos, con escasa o nula posibilidad de reemplazo en el mercado local. La complejidad sin embargo de esta tarea de análisis y fiscalización a través de lo que se conoce como matriz insumo-producto, hace que en la práctica se sucedan hechos no deseables. Consecuencias de la intervención.
-También en la rentabilidad de la exportación influye el subsidio al dólar. En este caso, negativamente. Los exportadores pierden de ganar. Porque la cotización que se les reconoce en el mercado formal para la liquidación obligatoria de las divisas cobradas es bastante menor a la del mercado informal. Por eso proliferan las maniobras elusivas. No sólo para evadir impuestos sino para ocultar cobros de divisas y poder liquidarlas más caras o atesorarlas de manera "informal". Igualmente, estas maniobras no son atribuíbles totalmente al esquema. Existen desde siempre. Los exportadores y los traders suelen ser grandes escatimadores de divisas.

El subsidio al dólar comercial es, en última instancia, un subsidio al poder adquisitivo del peso. Y de quienes tienen ingresos fijos en pesos principalmente. Decir esto en un contexto inflacionario puede resultar irritante para personas sensibles. Pero es verdad.

Ahora bien, ¿qué pasa con el otro dólar?
Hay un importante número que se dejó de transar a partir de las restricciones a la compra.
Una parte se sigue manejando en la informalidad. Lo que se llama "dólar blue".
Y una parte bastante signficativa sigue siendo subsidiada.
Me refiero a las divisas que se les venden a los turistas que se van al exterior, o la financiación con tarjeta de crédito para compras en el extranjero, gravadas con un conveniente (por lo magro en relación a la brecha con el dólar informal) 15% a cuenta de Ganancias o Bienes personales, lo cual funciona como un incentivo al uso de la tarjeta fronteras afuera.

Hay una cosa para tomar en cuenta. Si uno se va a un país vecino, y en lugar de hacer los trámites ante la AFIP para comprar las divisas, las compra directamente, de modo legal, de manera formal, en el país de destino le van a reconocer un tipo de cambio muy cercano al "blue".
Por esto es que aquellos beneficiados por la generosidad de la AFIP de autorizar la compra de divisas para viajes, se ven incentivados a comprar las divisas en la Argentina antes que en cualquier otro país, lo cual exacerba la demanda.

Podemos comparar con otros países: a ningún español que venga a la Argentina se le ocurriría comprar pesos en España, porque, si los consigue, le saldrían más caros que acá. Es una de las ventajas (entre las miles de desventajas) de tener una moneda fuerte, se me dirá.
Sin embargo, todo es cuestión, en economía, de definir incentivos y desincentivos a través de las asignaciones de recursos.

Lo que hace AFIP, al autorizar compras de divisas para viajes según el estado patrimonial del postulante, termina provocando que los viajeros de mayor poder adquisitivo se vean beneficiados con el subsidio al tipo de cambio oficial. Lo mismo, aquellos que tienen límite alto en sus tarjetas de crédito, o incluso pueden operar adelantos de efectivo con las mismas (en este caso, ni siquiera pagan el 15%).

Por este motivo me parecería a esta altura saludable blanquear el desdoblamiento de hecho del tipo de cambio, oficializando la existencia de dos cotizaciones: una comercial y la otra financiera. A 5 y 8 pesos respectivamente. Total, el comportamiento por expectativas que se quiso evitar al no blanquear el desdoblamiento de hecho no sólo ocurrió igual sino que ya se amortizó en gran parte (incluido parte del riesgo de over-shooting).

En este aspecto, coincido plenamente con lo que según la operación de hoy de Marcelo Bonelli sostiene el marxista Kicillof (aunque no por supuesto con toda la pavada esa del "peso federal", espero que exclusivamente atribuíble a la imaginación de Bonelli y su fiel ayudante Cobos, o viceversa).

miércoles, 13 de febrero de 2013

La guerra de monedas y la "necesidad" de tener determinado tipo de problemas, para estar a tono con la tendencia parisina

Bueno, parece que en el mundo se desarrolla un nuevo episodio de la "guerra de monedas". Que le da mucha volatilidad a las cotizaciones y que tiende a depreciar algunas monedas fuertes, como el dólar o el yen, lo cual redunda en pérdida de competitividad de los países cuyas monedas no acompañan estos movimientos sino que por propia lógica de reciprocidad hacen el movimiento opuesto.
Como sabemos (no sólo en Argentina pasa esto) los precios son mucho más elásticos al alza que a la baja, de manera tal que la volatilidad termina por provocar efectos de alza, no compensados por las bajas del ciclo declinante de la volatilidad.

Insólitamente, a algunos personajes les parece negativo que Argentina esté relativamente blindada de los efectos de estos flujos inconstantes de capital que dejan las cuentas financieras de los países emergentes en situación de indefensión. Nuestros vecinos exitosos (no sólo Brasil, sino también Chile, Perú, Colombia) empiezan a vislumbrar las complicaciones de tales movimientos.

Porque por un lado, el flujo creciente de inversiones que se genera por la existencia de liquidez a nivel global, más la expulsión de capitales para inversión cortoplacista desde los países con monedas en vías de debilitamiento, provocan un fenómeno de sobreapreciación cambiaria. 

Digamos: una inflación galopante de precios de activos financieros (papeles de compañías, títulos públicos, etc.). Que es un incentivo extraordinario para la exposición al endeudamiento externo. Tomar crédito externo es baratísimo para las empresas de estos países. 
Y al mismo tiempo, por esta vía de apreciación, se van reduciendo los márgenes de rentabilidad de la exportación (salvo de aquellas materias primas cuyos precios aumentan por el mismo fenómeno de sobreliquidez más expansión de la demanda global) y de competencia con el ingreso de bienes extranjeros. Esto último lo sufren principalmente aquellos países que tienen tratados de libre comercio con los EEUU, ya que los bienes producidos en ese país se abaratan relativamente respecto de los potenciales competidores nacionales.

Pero además estos vecinos  nuestros que hicieron las cosas "bien" vislumbran una serie de problemas adicionales.
Por un lado el encarecimiento relativo de la moneda china. El máximo demandante de minerales del mundo. Por ejemplo, de hierro brasileño. La apreciación relativa del yuan puede provocar un freno a la producción industrial y al rubro de la construcción en este país, que si bien no será demasiado grave, puede tener como consecuencia un leve amesetamiento en el precio de algunos commodities.
Justamente aquellos commodities, minerales, que mayores ingresos de divisas por vía comercial le dan a nuestros países modelo (Chile, Perú). Lo cual significaría que se acrecentaría la dependencia de los flujos de capital computados por cuenta financiera. El ingreso de guita bajo la forma de créditos o participaciones del capital, que deviene naturalmente en una fuente de salida de divisas en el corto plazo.
Esto en principio no sería tan mal, ya que compensaría un poco el proceso de apreciación cambiaria.

Ahora bien, un esquema de estas características sólo es sustentable en tanto no se revierta el flujo creciente de capitales especulativos que ingresan para alimentar más la inflación de activos que le restan competitividad a la economía. 
Y ya dijimos que una de las características de este circuito es la volatilidad.

Los emergentes están preocupados por esto. No sólo sufren la pérdida de competitividad productiva, sino que temen que se les revierta el flujo subrepticiamente, lo cual lejos de corregir las distorsiones de la sobreapreciación paulatinamente, lo haría de golpe y arrasando con todo. 
Todos preocupados por esto, salvo los "aislados del mundo", los que vamos a contramano, que tenemos otras complicaciones grandes, pero no estas justamente.

Ahora, pensar que los apologistas de estos modelos vecinales nos suelen criticar la dependencia del precio de la soja... Y eso que comparado con la afluencia de capital financiero y los precios de los minerales, el precio de la soja es el menos potencialmente volátil de los tres.
Yo creo que si los mejores alumnos latinoamericanos quieren proyectar su futuro, pueden pensar en Europa. Pero sin tiempo ya para alcanzar el nivel de desarrollo humano que tiene Europa.

martes, 12 de febrero de 2013

Base monetaria y depreciación del peso, según el modelo práctico de Sturzenegger, apto para que lo entienda cualquiera (pero mal)

Clarín publica hoy los resúmenes y consideraciones generales de un trabajo realizado por los economistas del Banco Ciudad, al mando de Federico Sturzenegger.
El tema: inflación y poder adquisitivo.

Dicen los economistas que un salario de de $8000, con una inflación de 25% anual, pierde a lo largo del año en poder de compra unos $1000. A razón de 1% mensual (llegan a este número aplicando un modelo según el cual el que cobra un billete tiende a gastarlo antes de que se consume su depreciación, de manera tal que en el plazo de un mes, aquella plata gastada antes de cumplido ese plazo, pudo evitar parte de la depreciación).
Dejo de lado las consideraciones concernientes a un hipotético plazo fijo de 20 mil pesos, que fue puesto en análisis a los fines de agrandar la cuenta, contando lo que se depreció el mismo en tanto recibió intereses menores a la inflación.

Concentrémonos entonces en el salario de 8 mil pesos. Que pierde, según el estudio, 1000 pesos en un año en poder adquisitivo.
Esta es la factura que según el estudio debería pasarle un trabajador al estado en concepto de devolución del impuesto inflacionario.
Creo que en realidad la cuenta está mal hecha (si lo que en realidad interesa es medir poder adquisitivo del salario, cosa de la que empiezo a dudar), porque no considera el acumulado, que con el nuevo nivel de precios que cada mes se establece después de una inflación mensual de 2%, es la base de la próxima depreciación. Por lo que creo que en un año, si se tomara en cuenta ese elemento, la suma de poder adquisitivo resignado por la inflación sería mucho mayor. Pero no importa, ya que nos hacen la concesión, sigamos adelante. Después de todo, al análisis de Sturzenegger evidentemente no le importa medir el poder adquisitivo.

Resulta que en el mes 13 se produce el incremento salarial nominal que tiende a compensar esta pérdida de poder adquisitivo registrada en un año. Supongamos un índice de incremento que iguale la inflación anual: 25%.

El mes 13, el trabajador que cobra 8 mil recibirá un incremento de salario igual a 2 mil pesos, para empezar a cobrar a partir de ahí 10 mil pesos. El doble de lo que Sturzenegger calculó que se le depreció el poder adquisitivo.

Visto de esta forma, entonces, podemos reformular las conclusiones: el "impuesto inflacionario" puede ser visto como una especie de préstamo que el asalariado le hace al estado, que de ese modo incrementa su gasto. La inflación resultante redunda en aumentos en la retribución del capital, que luego (un año más tarde) retribuye al asalariado su aporte bajo la forma de actualización nominal del salario, más un plus (el doble).
Con lo cual, con las demás condiciones estables, vuelve a dar vueltas la rueda de consumo que mantiene en funcionamiento el círculo.

La verdad es que este tipo de esquemas, que intentan ser ilustrativos para llamar la atención con cuantificaciones más cercanas a la cotidianeidad que el cálculo matemático aplicado a la economía, tienen la sola misión de intentar infructuosamente domar la realidad para acomodarla a una determinada visión ideológica de la misma.

Lo único que se concluye del análisis de Sturzeneger y su equipo es que existe una depreciación nominal de la moneda y un incremento más o menos acorde a esta dinámica de la base monetaria. Una novedad que nadie había notado. El resto es adorno, sobre el cual, como vemos, cualquiera puede concluir exactamente lo contrario.


sábado, 9 de febrero de 2013

De igual a igual: Hermes Binner vs. Pibe trosko

Pibe trosko es un personaje de tuiter. Escribe bromas, bastante efectivas, desde el semi-anonimato que le confiere el uso de un nombre ficticio, no reconocido por el Renaper del ministro Randazzo..

Pero con una de sus últimas intervenciones (me refiero al pibe trosko; el ministro sigue haciendo de a 7 mil documentos por minuto, haciendo méritos para que lo contrate el gobierno chino a esta altura) propició una definición política de un presidenciable precoz, que pareciera que quiere que 2015 llegue rápido así no lo encuentra tan viejo.

Resulta que Pibe trosko hizo un chiste sobre marihuana. Le pidió a Hermes Binner que lo llame, porque se le había terminado. La marihuana.
Y el políticamente inexperto (y probablemente un poquito pelotudo) que maneja la cuenta del candidato presidencial blue lo mandó a pedirle "faso" a la camioneta del ministerio de desarrollo social "que encontramos".

Repito: "que encontramos". Dijo Hermes.

Entonces por una pavada y de la forma menos pensada, el salame que le intercepta la billetera a Hermes (y probablemente a los santafesinos, ejem), haciéndole creer que se necesita tener tuiter para ganar las elecciones (como Obama que "ganó gracias internet") hizo lo que el socialismo entero rehuyó desde que se conoció la primera noticia de vínculos entre la policía santafesina y el narcotráfico: se hizo cargo de que la narco-pólicía santafesina le responde al poder político.
Porque si decís "encontramos" en referencia a una camioneta que encontró Tognoli, es como que no te podés hacer el pelotudo nunca más.

Amén de que estás legitimando lo que probablemente haya sido una operación política, y de distracción.

Bueno, después nos preguntamos por qué no hay opción al kirchnerismo. Es bastante obvio: los dirigentes opositores más encumbrados (el opositor que más votos sacó en las últimas presidenciales; el mejor intendente del país, según la publicación Comunas) tropiezan con tribilín y el pibe trosko (quien me merece el mayor respeto, ojo).

Qué grande Hermes! Cómo lo hizo callar al Pibe trosko, eh. Una pequeña demostración de la talla de estadista ante la que nos encontramos.
Hermes 2015. Y esta vez sí votenló.

jueves, 7 de febrero de 2013

"Control de precios"

¿Va a funcionar el "control de precios"? Y... depende de qué entendamos por "funcionar".
Primera cuestión: más que control de precios, se trata de un acuerdo. Una especie de tregua, para ver qué pasa.
Moreno viene a ser una especie de organizador de la orgía. Por ahora conserva el poder que los actores le otorgan de saber cómo hay que hacer para ponerla sin que te rompan mucho el culo. O al menos que te lo rompan sin violencia, con cariño. De a uno por vez.

Desde la óptica del llano, la cadena de formación de precios es vista como un conglomerado chico y homogéneo de tipos que se ponen de acuerdo en 10 minutos. La verdad es que no es tan así. Hay infinidad de elementos que aportan a los equilibrios. Piezas que se sostienen unas con otras, como en el Jenga, el juego que hizo famoso Gerardo Sofovich.

Lógicamente, un acuerdo como el planteado, tiene una fecha de vencimiento estricta. E incluso puede empezar a resquebrajarse antes. Dependerá de que nadie saque el palito que empiece a hacer caer a los demás.
Uno de los supuestos en los que se asienta la jugada es que todos los participantes están sentados arriba de márgenes que les permiten sufrir algún perjuicio momentáneo, y operar con tiempo para corregirlo. O convencer de que el nuevo orden de distribución de márgenes es el adecuado. Y maniatar al que se rebele.
En el óptimo, llegamos a abril, nos sentamos a revisar las cuentas, y empezamos a evaluar qué aumentos se pueden justificar, hasta qué nivel hacerlos llegar, y por cuánto tiempo se podría sostener esa misma situación. O sea, buscar un nuevo punto de equilibrio para mantenerlo congelado por un tiempo breve, y comprometernos a repetir la operación.
La realidad, sin embargo, nunca condescenderá al óptimo.

El acuerdo de precios, entonces, hay que tomarlo con pinzas. Sus efectos, en realidad.
El punto auspicioso pasa por la posibilidad de establecer negociaciones, con firmas de documentos y compromisos explícitos. Para erradicar de a poco el factor "desconfianza cruzada". Y que en la orgía, cojamos un rato cada uno, sin preocuparnos de que nos agarren desprevenidos y nos fuercen.

Por eso, hay que tratar de incluir en los acuerdos a la mayor cantidad de actores posibles. Y ligar los acuerdos entre sí.
Hay que empezar a trabajar fuertemente con los sindicatos para evaluar modelos de actualización salarial en paritarias que relajen un poco la tensión de nominalidad.
Por ejemplo, si agarrás a la gente de SMATA, la podés convencer de sellar un acuerdo con poca nominalidad (menos de 20%), pero en el cual las automotrices cedan una parte de las utilidades para participación de los empleados a fin de año, o de cada trimestre.

Los últimos retoques al impuesto a las ganancias pueden ser una prenda de cambio interesante. Ya sabemos de la inamovilidad del mínimo no imponible en niveles que para la idiosincracia argentina se consideran bajos (cuánto más alto sea el índice de actualización salarial promedio, más bajo será el mínimo no imponible en términos relativos, es decir más personas pagarán ganancias). Pero resta ver el tema de la actualización de escalas y modificación de alícuotas. Eso podría descomprimir los reclamos de actualización salarial de algunos gremios importantes.

Y queda, además, la cuestión fiscal. Que hay que acomodarla de a poco, trabajando fuertemente sobre el rubro subsidios.

En las consecuencias que el control de precios produzca sobre estos dos últimos ítems está la base de que "funcione" o no.
Lamentablemente, magia no hay. Y Moyano una vez más, tiene algo de razón.
Pero la alternativa moyanista es sumar unos 10 o 15 morochos fornidos, y unas 10 o 15 vírgenes a la orgía descontrolada. Puede decirse que es cuestión de gustos. A mí no me parece.