viernes, 30 de septiembre de 2011

Tomar deuda, o no



Estandarte del kirchnerismo: el desendeudamiento.
Los últimos dos años, los vencimientos de deuda externa fueron afrontados con reservas del BCRA. El Estado le paga a sus acreedores y se endeuda con el Banco Central.
Los compromisos quedan en casa, y si bien el stock de deuda no se reduce, la exposición a los vaivenes de las finanzas internacionales se aminora bastante.

Ahora bien. Como la ley de convertibilidad no fue derogada, sino sólo el artículo que fijaba la paridad del dólar y el peso en 1 iguales, sigue existiendo la figura "reservas de libre disponibilidad". El BCRA está obligado a mantener reservas que respalden el total de la base monetaria al tipo de cambio vigente (acá hay un punto, porque el TC no es fijo, sino variable, es decir, si las reservas caen por debajo de la base monetaria, automáticamente sube el tipo de cambio y problema contable resuelto...el contable solamente).

El punto es que las reservas de libre disponibilidad, es decir las que sobran respecto de la base monetaria, se van agotando. Porque crece la base monetaria y las reservas no (incluso decrecen un poco en el actual contexto).

Con lo cual, se especula con que no habrá la cantidad suficiente como para afrontar con ellas los vencimientos de deuda (con la misma operatoria de estos últimos dos años). Salvo que se produzca una devaluación importante. Tema en el que no habría que meterse demasiado.

La cuestión es que la cosa empieza a tomar un color adicional. El escollo para cumplir con los pagos de deuda, para el estado nacional, no está dado en la situación fiscal. Sino en la posibilidad de conseguir divisas con las cuales pagar la deuda en moneda extranjera.
O sea, el meollo es descubrir si la economía argentina seguirá generando ingresos excedentes de divisas como hasta ahora, o si los egresos harán más exiguo el saldo.
Se impone esta segunda, como posibilidad (tampoco es seguro).

Entonces, habría que ver qué vías alternativas de ingresos de divisas se presentan en el menú, o qué tapones pueden ponerse a las vías de egreso de divisas, muy activas actualmente.
No vamos a demorarnos en la discusión sobre las importaciones, sobre las que ya hablamos en otros posteos.
Hay un par de cuestiones a explorar, sobre las que también ya hicimos consideraciones: la fuga de divisas, muy relacionada con la liquidez con la que cuentan bancos y grandes y medianos ahorristas; y las remesas de utilidades a sus casas matrices que hacen las multinacionales (incluso algunas que son argentinas cuando necesitan que el estado las defienda de las expropiaciones bolivarianas, pero hacen la declaración de impuestos en Luxemburgo).

Estos dos últimos elementos son potables, pero de dificultoso cumplimiento (como todo bah). Y encima, por ahí tampoco alcanzan.

De modo que yo no iniciaría una cruzada abierta contra la toma de deuda en los mercados voluntarios, como si fuera una acción diabólica, porque la volatilidad de ciertas situaciones exige cierto pragmatismo preventivo.

Por lo demás, la última vez que Argentina salió a los mercados voluntarios de deuda (sin mencionar los canjes de Boudou) fue en 2007, cuando Néstor decidió emitir BODEN, comprados por el compañero Chávez, aunque prontamente vendidos en el mercado secundario. Las altas tasas convalidadas (que no me acuerdo si no le valieron alguna causa a Lorenzino) y no alguna razón de índole ideológico hicieron que la operación no se repitiera.

Lo que quiero decir es que, respecto a la toma de deuda, si lo podemos evitar mejor. Y si no, tenemos la suerte de que no se nos muera nadie. Estamos en 45% del PBI, más o menos. Y casi la mitad del stock de deuda del sector público es intra-estado. En ese aspecto, estamos bien. Bastante bien.

Después de todo, con la revaluación real del peso de este último año, incentivamos la salida a los mercados de capitales externos de las empresas argentinas (con poco volumen por la situación internacional), lo cual constituye también una fuente de ingreso de divisas en el presente, que devenga una promesa de salida futura.
Y que aunque sean empresas privadas y no el Estado, la verdad es que las deudas las terminamos pagando entre todos igual. Porque funciona así la cosa. Y no está al alcance de ningún actor político en la actualidad y en el corto plazo modificar esa situación.
Ahora, si nos quisimos creer que estábamos haciendo una revolución, ya con las fantasías ajenas no me meto. Pero la realidad es que se hace lo que se puede, como se puede (y no es poco, no hay que avergonzarse tampoco).

En fin, medio que me calenté. Innecesariamente.

Tendría que ser invitado a 678 a hablar de estos temas. A Sandra Russo le daría un pico de presión. Muy probablemente en el primer corte sería expulsado a trompadas. Y con justicia.

miércoles, 28 de septiembre de 2011

El espinoso tema de los subsidios (3º capítulo)


Lo dijimos en el posteo anterior. Creemos que el principal problema del esquema de subsidios es fiscal.

Con costos creciendo a 25% anual, con todos los precios de la economía variando a esa tasa de año a año, mantener congeladas las tarifas, como desde hace 8 años, implica ya no la mantención de fuertes montos destinados al pago de subsidios, sino el incremento de los mismos.
Ninguna novedad, viene pasando todos los años.

El aumento en los montos destinados a subsidio no sólo se relaciona con la suba de costos. También, con los mayores volúmenes demandados.
Entonces, la plata destinada a subsidios tiene un patrón de crecimiento proporcionalmente mayor al de la demanda de los servicios implicados, y al de los costos que afrontan las empresas que brindan esos servicios. Y suele superar, en la práctica, las previsiones que se hacen en el Presupuesto.

Por otro lado, puede hacerse también un razonamiento rudimentario, que sirve para vincular la cuestión fiscal con la justicia distributiva.
El famoso tema de que los subsidios universales insumen recursos del Estado que van a parar (en buena medida) a los bolsillos de quienes no lo necesitan.

Tomemos el criterio que usa el Estado Nacional para informarle a los clientes, en las boletas, que el valor que pagan es bastante inferior al que deberían pagar.
A los fines prácticos: hay una tarifa "real", y una tarifa "subsidiada". La diferencia entre una y otra es el monto que cada cliente recibe indirectamente en concepto de subsidio.

En tanto la parte subsidiada de la tarifa aumenta, podemos decir que es cada vez mayor la cantidad de plata destinada a subsidio que es usufructuada por quienes no lo necesitan.

Un primer paso en la resolución del conflicto sería revaluar las tarifas al mismo nivel en que aumentan anualmente los costos.
Si la tarifa, entonces, está un 300 o 400% por debajo del valor "real", se podría resolver un incremento tarifario del 25%, acorde con la suba de costos, con lo cual, en términos reales, los subsidios aumentarían menos (o si somos optimistas, podríamos pensar que no aumentarían).

Las tarifas segmentadas, para que paguen más los que más tienen y menos los que más necesitan de los subsidios, son una idea fabulosa.
Pero su implementación es dificultosa, sino imposible. Y una implementación deficiente puede ser peor que nada. Recordar, por favor, la situación del 2009.

martes, 27 de septiembre de 2011

La hipótesis de la caída del consumo

Es un hecho posible, en un futuro no muy lejano.

La inyección de pesos parece abandonar el destino de consumo, y vira a la compra de dólares. Resguardo de valor.

Las políticas expansivas, no expanden como antes.

Varias cosas hay para concluir de esto.
Primero: los pesos inyectados van a parar, en muy buena proporción, a manos de personas que no tienen consumo atrasado.
Antes que comprar, prefieren ahorrar. La estrategia de incentivar el consumo, y poner el ladrillo inicial para la construcción de un círculo virtuoso que desde allí sostenga la mayor producción y la generación de empleo, se choca con un escollo distributivo. El "mercado" prefiere absorber. Se ajusta, esteriliza. Los pesos para consumo no están siendo dirigidos a las manos correctas (entendiendo por "correctas" aquellas que permitan honrar la estrategia citada).
Entonces, hay ahí un espacio por donde explorar la absorción fiscal (indirectamente). Que la que usan para comprar dólares, la gasten en tarifas de luz y gas. Ajuste selectivo. El problema es la implementación.

Además: como opción de resguardo de valor, el dólar aparece barato. La expectativa de devaluación suele ser más atractiva, para el pequeño ahorrista, que una tasa de interés real negativa para plazos fijos. Que exige el esfuerzo y el temor de dejar la plata en el banco.

La devalaución administrada es la única forma capaz de cumplir con el objetivo de los tipos de cambio diferenciales para las distintas actividades, a niveles de competitividad adecuados.
La recuperación del equilibrio fiscal, sin expansión del gasto por encima de los ingresos, es el único camino a explorar para evitar que las acciones cambiarias se trasladen a precios inmediatamente. Para retardar el proceso de revaluación, digamos.

En posteos anteriores, habíamos iniciado una serie, sobre subsidios. El tercer capítulo (nunca publicado) se disponía a criticar la idea de que el esquema de subsidios podía ser sustentable.
El problema del esquema de subsidios es fiscal. Principalmente.

Para quienes quieran ver en estas reflexiones incoherencia, recordamos que siempre sostuvimos (y seguimos haciéndolo) que el único objetivo a cumplir siempre, invariablemente, era la relación virtuosa entre consumo y empleo. Si el esquema hace que ese vínculo se rompa, entonces algo habrá que cambiar.

viernes, 23 de septiembre de 2011

La devaluación de Brasil


Otra vez con la "devaluación" en Brasil.
Provocada por una avalancha de compra de dólares por parte de particulares (ahorristas, inversores, bancos). Pomposamente suele usarse el anglicismo "flight to quality" para describir estos comportamientos masivos, y a veces poco racionales.
La gente sale desesperada a proteger sus ahorros, adquiriendo activos seguros. Y el dólar está catalogado como el más seguro. Al menos por ahora.

Resulta que en el afán por ver situaciones complejas para el futuro de la Argentina, cualquier movimiento ascendente del tipo de cambio brasilero es visto desde acá como una amenaza. Que constituye paralelamente una nueva oportunidad para el sector industrial de ejercer el lobby público, las presiones aceptables, en favor de la devaluación del peso.

La cuestión es que, como ya pasara en 2009, pocos elementos hay para pensar que la baja del precio del Real vaya a ser convalidada por la autoridad monetaria como una tendencia de largo plazo.
Es (la devaluación), más claramente un producto de la volatilidad de los mercados financieros mundiales, que pronto se resolverá convergiendo (el valor del Real) a los mismos guarismos anteriores al inicio de la actual caída abrupta.

Solamente una cosa puede decirse, y es que el mínimo recorte de la tasa de interés de referencia (en valores reales muy altos igualmente) haya dado un toque adicional de liquidez, que hubiere hecho que la demanda de dólares fuera un poquito mayor. Todo en subjuntivo.
Nada, como para justificar el título que da por hecho algo que hasta ahora no está confirmado.
Porque Brasil no devaluó. Quiero decir, la autoridad monetaria brasilera no dispuso una devaluación de su moneda (está, incluso, tratando de intervenir para evitarlo), sino que el comportamiento del mercado lo devaluó. Y casi con seguridad, sólo efímeramente.

jueves, 22 de septiembre de 2011

Mercedes


Una de las noticias de los últimos días fue "el giro" del Central.
Salió a vender dólares a futuro (montos impactantes) a la misma cotización del dólar contado, para sacarle presión a la demanda.

Una política agresiva de venta, que dio resultados en lo que habían fracasado las estrategias anteriores: enfriar la demanda minorista de dólares.

La idea, supongo, es meter la cotización del dólar en el freezer por unos días, hacerle perder plata a quienes hayan hecho alguna especulación de corto plazo, y después volver, cuando las condiciones de mercado sean más normales, a la vieja política de devaluación administrada.

Más, teniendo en cuenta que Brasil dejó que se le devaluara la moneda, lo cual nos quitaría, a priori, competitividad.
Igual, no confundir las fluctuaciones de la cotización del Real, que flota libre, con una decisión meditada de la autoridad monetaria brasilera de devaluar, cosa que no se verifica más que en la reducción de un cuarto de punto de la tasa de interés de referencia. Es decir, el gasto de la devaluación del Real lo hizo una situación especial, puntual, del mercado.
Por otro lado, los datos de inflación en Brasil van a ser determinantes en los próximos meses, para ver cómo siguen.

En relación a la estrategia agresiva de venta del BCRA, recordamos lo que decíamos en una entrada anterior.
Si la intención era obtener estos resultados, habrá que reconocer que se perdieron unos 2.000 millones de dólares de reservas, vendiendo al contado, con cuentagotas, sin alcanzar objetivos.

Los fanáticos de Mercedes, supongo, ya vendrán a ponerme en mi lugar.

martes, 20 de septiembre de 2011

A good recession


Nicolás Tereschuk (Escriba) comenta hoy unas ideas de Machinea.

El objetivo (de las ideas de Machinea) es expresar de forma convincente que la reducción de la inflación no necesariamente conduciría a una recesión.
Hay una infaltable mención a la recuperación de la credibilidad estadística. Cuya influencia en la obtención de tasas de inflación más bajas no está de ninguna manera probada, ni siquiera avalada por el sentido común. Esto no implica que uno sostenga que la manipulación estadística es buena para el tema de la inflación.
Pero tampoco es necesario comprar el paquete de que la recuperación de la credibilidad del IPC (que es algo así como devolverlo al territorio de opacidad mediática en el que se encontraba antes de que los tenedores de bonos que indexaban por CER lo visibilizaran) va a operar el milagro de bajar unos puntos los aumentos de precios.
Ni siquiera a fuerza de repetir insistentemente la palabra "expectativas" resultan convincentes quienes así lo sostienen. Hoy el IPC no disciplina ninguna expectativa, pero las mismas se rigen por números más o menos estables que oscilan entre el 20 y el 25%. Hacer converger al IPC con esos números, ¿modificaría alguna expectativa? Verso.

El punto sustancial de las ideas de Machinea es el que Nicolás describe así:


Un acuerdo de cuánto van a ganar los empresarios y cuál va a ser el salario de los trabajadores. Y al mismo tiempo que eso, menor crecimiento de la oferta monetaria y del gasto público.
Nótese que no hablamos de reducciones, ni recortes, sino menores ritmos de crecimiento en cada caso.
Ahora bien, nos dice Machinea que todo esto hay que hacerlo en forma coordinada porque si no, va mal la cosa.


Por más que se quiera eludir la palabra ajuste, por impopular, no hay otra forma de describir este plan coordinado.
Estoy casi seguro, además, de que no hay otra palabra que pueda describir más apropiadamente un plan anti-inflacionario (cualquiera) que la palabra ajuste.
Aún los que, como en el caso de las ideas de Machinea, sean a priori los menos drásticos y fueran llevados a cabo con eficiencia (lo cual es extremadamente complejo, al nivel de complejización que va de la planilla de cálculo a la realidad cotidiana de las personas de carne y hueso y sus interrelaciones).

Mejor, entonces, que desestimar la posibilidad de una recesión para intentar quitarle dramatismo al escenario es aceptar que, con un ajuste del crecimiento de 9% a 5% o 4% no estaríamos ante una recesión en términos técnicos, pero causará un efecto similar en la sensibilidad de quienes deban re-acostumbrarse a que sus bolsillos sean menos generosos, lo cual en los casos de los ingresos menos abultados implicaría severas restricciones de consumo.
Por todo lo cual no deja de asombrar que los analistas preocupados por los efectos nocivos de la inflación en  el poder adquisitivo de los más pobres no lo estén también por los efectos peores que un plan anti-inflacionario podría tener sobre esos mismos poderes adquisitivos.

Sagazmente Nicolás descubre que el modelo que Machinea elige para comparar su propuesta con una realidad histórica es el del segundo plan quinquenal de la década peronista, de Alfredo Gómez Morales, de recuerdo no tan dulce para los asalariados como el del plan quinquenal que lo precedió. Seguramente, no por casualidad es así.

Los yanquis usan una expresión para definir situaciones como la que estaría necesitando la Argentina para moderar su expansión y ponerse a la altura de los "países serios": "a good recession", le dicen.
La palabra "recession" no admite dudas. Acompañarla por el adjetivo "good" es una definición ideológica.
Aún cuando sea inevitable, no será nunca buena.

sábado, 17 de septiembre de 2011

Importaciones, saldo comercial y restricción externa.


La aceleración de la demanda de dólares y el continuo achicamiento de los saldos de balanza comercial promovieron la prematura reaparición de un concepto con poco rating en los últimos años: restricción externa. Es la carencia que sufre un país en el ingreso de divisas, de acuerdo a los niveles de utilización de las mismas requeridos para conservar su situación, o mejorarla.

El único compromiso que podría sufrir Argentina en el corto plazo tiene que ver estrictamente con la situación de  la deuda pública.
La incapacidad de afrontar pagos con recursos generados genuinamente, la necesidad de obtener esos recursos por vía del endeudamiento.

La complicación para afrontar las obligaciones de deuda pública, para Argentina, no derivan de la situación fiscal.
No es un problema de desequilibrio entre los ingresos y los gastos del sector público. Son esferas diferentes.

Quiero decir, Argentina no va a tener más o menos posibilidades de afrontar los pagos de deuda pública sin endeudarse adicionalmente, a partir de que restrinja o no los gastos del Estado, o de acuerdo a que aumente o no los montos de recaudación. Al menos en un primer movimiento. Las derivaciones secundarias que pueda tener el equilibrio o el desequilibrio fiscal sería motivo de otro análisis.

El punto es: por más que el Estado argentino recaude (en pesos) todo el equivalente al pago de sus gastos, más lo que necesita pagar deuda (interna o externa), no va a poder afrontar sus pagos externos si no encuentra en la plaza local a quién comprarle los dólares necesarios, con los pesos excedentes de recaudación.

Por lo tanto, la necesidad del Estado argentino de endeudarse en dólares, externamente, no está relacionada con el comportamiento de las cuentas fiscales, sino con la cuenta corriente. En la que se computan los ingresos y egresos de divisas que se producen en el país, ya sea por acciones del sector público o del sector privado.

La creencia de que a la restricción externa se le responde con disciplina fiscal es desastrosa en sus consecuencias. Pero ese también es otro tema.

El estado argentino, entonces, no debería preocuparse más que lo normal por el desenvolvimiento de las cuentas fiscales.
El meollo está en la desproporción que hay entre el incremento en las vías de salida de divisas y el comportamiento menos dinámico en las vías de ingreso genuino de divisas.

Algunos puntos a tener en cuenta: el crecimiento de las importaciones está muy ligado al crecimiento de la economía. Está bien mirar la dinámica de la sustitución de las importaciones, fomentarla, pero pensar que la dependencia de la Argentina de los bienes producidos en el exterior puede ser corregida por Giorgi y Moreno con acuerdos con las automotrices para la exportación de aceitunas, o restringiendo el ingreso de Chivas Regal, es un chiste. (Aunque tampoco está mal cuidar divisas que se aplican a la compra de bienes de consumo que pueden ser sustituidos por bienes nacionales sin más perjuicio que el de los paladares refinados). Digamos: no está mal, pero no resuelve definitivamente el tema "importaciones".

Argentina depende fuertemente de la importación de bienes de capital, insumos y bienes intermedios. Y la pujanza de algunas actividades no tradicionales, mano de obra intensivas y fundamentales para la diversificación productiva, también. La caída de la actividad en 2009 mostró los mayores efectos en la baja de las importaciones.
Ahí hay un punto como para ver que la merma en las importaciones no es deseable en sí misma.

Si existe un proyecto de desarrollo hay que saber que una de las aristas negativas que tiene es un incremento peligroso en los montos por importación, en el corto plazo. Hay que manejarse con eso. Y hay que ver cómo se genera divisas y cómo se cierran vías de escape, para no alterar el proceso completo.

domingo, 11 de septiembre de 2011

Cordobesismo, vernismo y resultado electoral


La "intromisión" de la presidenta en el armado de las listas legislativas para las próximas elecciones fue muy cuestionada. por considerársela excesiva.
Se discutió, en la previa, largamente.

Cuando el resultado electoral era incierto, pudo haberse cuestionado la estrategia de la presidenta por considerársela más o menos eficaz. Pudo parecer mejor tomar alguna otra decisión. Pudo pensarse en resistir la estrategia presidencial, protegiendo los lugares de decisión propios. Algunos lo hicieron. Como Verna, o De La Sota.


Los resultados electorales, abultados, acomodaron un poco las cosas. Y los malestares fueron sepultados por votos y derivaron, en los casos más complicados, en resignación.
Después del 14 de agosto, si algo quedó claro, es que la presidenta tiene los votos, ganados por sí misma, y no necesita de nadie, más de lo que nadie necesita de ella.

De poco sirve, entonces, interponer pruritos éticos. Se disputó políticamente. Y la "facción" triunfadora legitimó su imposición con votos. La estrategia resistida resultó ganadora. Y en ese punto es difícil discutir nada más.

Queda empezar a delinear, para la próxima, tal vez, la necesidad de despojarnos del miedo a las internas (que sean las abiertas, si es eso lo que con legitimidad política se impone). Tal vez estos escarceos, estas escaramuzas, encuentren un ámbito más apropiado para realizarse.

Podría ser.

miércoles, 7 de septiembre de 2011

Los hechos desmienten a las especulaciones audaces.

Las elucubraciones expuestas en los posteos anteriores resultaron falsas. Deschavadas cruelmente por las más recientes decisiones del Banco central.

Hoy la entidad monetaria ofreció, de entrada y antes de que hubiese demanda desbordante, 600 millones de dólares. Esa actitud agresiva le dio relativos frutos. Mantuvo la cotización del dólar estable, vendiendo solamente 80 millones, bastante menos que días anteriores.
Aparte, el mayorista bajó, lo cual puede mostrar una tendencia.

Pero no conformes con este desaire del que fui víctima, también me mandaron a guardar el paralelismo rústico entre la liquidación de activos (venta de reservas) y absorción de pasivos (no renovación de LEBACS y NOBACS y absorción de pesos).
Porque el martes (mi posteo mañanero carecía de esta información) el BCRA colocó LEBACS y NOBACS por más de 3 mil millones de pesos.
En lo que puede leerse, sin embargo (y para compensar un poco), como un reconocimiento de que la oferta extra de pesos derivada de la no renovación de esos instrumentos vencidos se convertía casi automáticamente en demanda de dólares.

En fin, las especulaciones (mías) derrumbadas, la estrategia del central vuelve a mostrar el mismo hilo que hasta ahora (parecería).

La demanda de dólares y la acción del banco central: ¿qué busca el banco central?


Hay fuerte demanda minorista de dólares. Que se suma a la demanda mayorista. Por tanto la cotización tiende a subir.
Para evitarlo el Central interviene (y se apoya incluso en otras entidades oficiales que también tienen poder de fuego).
El Central vende, y es eficaz. Porque consigue frenar las expectativas de  mayor devaluación cuando se lo propone. O sea, tiene el poder de fuego necesario.

Sin embargo, se puede ver la cosa de otra forma.
El Central vendió más de 500 millones de dólares en 4 días. Y mantuvo el dólar en una franja que considera aceptable. Con subas de un centavo o medio centavo cada dos días, aproximadamente.

Esta demostración de fuerza que el Central le hace al mercado puede mirarse desde otra perspectiva. Es decir, si el Central tiene el poder de fuego necesario como para aniquilar la expectativa, ¿por qué actúa con cuenta gotas, y una vez que la demanda ya se le disparó?
Esos 500 millones de dólares en ventas, pudieron haberse ofrecido más concentrados, en menor tiempo, haciendo bajar la cotización del dólar. Y repetido en varios días el procedimiento.
Incluso, en un plazo más prolongado, se podría haber disciplinado a los demandantes, haciéndoles perder plata. En 2008, Redrado lo hizo. A instancias de Néstor. Abarajó la corrida inundando la plaza de dólares. La cotización bajó como 10 centavos y se la mantuvo así por un tiempo. El mercado se disciplinó, y desistió de las presiones.

Tenemos que entender, entonces, que al no pesar hoy en la autoridad monetaria un factor importante (el miedo a la corrida) ésta actúe con otro criterio. Y no pretenda eliminar la demanda de dólares, sino usarla, administrarla. Para que le haga el gasto, justamente, de comprar dólares.
El Central liquida parte de sus activos, y absorbe de esa forma parte de sus pasivos (no renueva Lebacs y Nobacs, y esteriliza sin costo los pesos que quedan sueltos).

La apuesta parece ser la de mantener la devaluación administrada y que no se traslade a precios.
Estamos en época electoral y no voy a decir más. Las conclusiones que las saque cada uno.

martes, 6 de septiembre de 2011

Producir alimentos


La agroindustria es una actividad económica de mucho volumen en la Argentina. Pero no es una rama industrial.
Alimentos y bebidas sí es una rama industrial.

Si bien Alimentos y bebidas y agroindustria no son lo mismo tienen un alto porcentaje de superposición entre ambas. Una parte sustancial del producto de la agroindustria es base necesaria para el desarrollo de la rama industrial Alimentos y bebidas. También produce (la agroindustria) para otras ramas, como la producción de combustibles.

En los alrededores de la agroindustria se desarrollan otras actividades complementarias. La de maquinaria agrícola, por ejemplo, que hace aportes de capital importantes al mejoramiento de la productividad agroindustrial.
También la biotecnología que pone el desarrollo científico específico al servicio del fortalecimiento de la producción (dándole cobertura contra la variabilidad climática, por ejemplo).
O los productos químicos, cuya utilización bajo la forma de fertilizantes es necesario alentar para darle sustento a la actividad.

Para la conformación de los encadenamientos productivos que transformen a los productos de la agroindustria en alimentos y bebidas con mayor nivel de sofisticación es fundamental el aporte de los bienes de capital.

Como insumo de varias de esas ramas tenemos a los desarrollos de software, o piezas producidas por las autopartistas.

Generar cadenas productivas es darle complementariedad a estas expresiones.
Todas estas ramas industriales, marcadas en negrita, integran el plan de desarrollo estratégico para el año 2020, sobre el cual se está trabajando.

Ahora bien, estos intentos no son viables hoy sin atender a la contradicción más fuerte que plantea la coyuntura.

Argentina cuenta con ventajas comparativas inmejorables no, como se dice, para la producción de alimentos y bebidas, sino para la producción de materias primas utilizables en la producción de alimentos y bebidas. Que, procesadas, pueden ser productos de alta sofisticación y muy buenos precios, aparte de generar empleos calificados bien remunerados.

La estructura de la economía argentina, sin embargo, no tolera de buen modo el desarrollo de ramas industriales. No podemos competir en costo salarial con países que cuentan con ejércitos de reserva provenientes del sector rural (por suerte), no tenemos la facilidad de acceso a capital con que cuentan otros países que se apalancan con el ahorro ajeno, tampoco tenemos la posibilidad de desarrollar escalas productivas sin establecer una fuerte y peligrosa dependencia de mercados de exportación.

En esas condiciones, las buenas posibilidades que el mercado mundial ofrece para la comercialización de materias primas o semi elaborados con destino de insumo para la producción de otros bienes más sofisticados, ponen un escollo a la posibilidad de agregar valor en origen.
Es algo lógico, cuánto más alto es el valor de la materia prima, más se acota el margen dentro del cual colocar toda la estructura de costos de un sector que no cuenta con grandes ventajas para rebajar el resto de los costos, comparado con los de sus competidores.
En algunos productos, sin embargo, Argentina lo logró. A costa de una fuerte concentración sectorial, casi siempre.

En la estructura económica actual de la Argentina la contradicción principal la ofrecen los altos costos de industrialización y los bajos costos relativos de producción y comercialización de algunas materias primas (con grandes márgenes de rentabilidad).

Argentina suma, además, una dificultad muy grande en esta batalla. El rol asignado en la división internacional del trabajo.
Argentina tiene, repetimos, ventajas comparativas inmejorables para la producción de materias primas agrícolas. Por dotación de recursos naturales. Por clima, extensiones de tierras cultivables y posibilidad de aplicar tecnología para mejorar la productividad de las mismas.
"El mundo necesita alimentos", dicen por ahí.
Es parcialmente cierto, y parcialmente falso. El mundo necesita que Argentina produzca materias primas.
Dónde se agrega valor (si en origen o a 10.000 km.), dónde se convierte la materia prima en alimento y bebida para consumo humano, al "mundo" le importa un corno. En todo caso, donde sea más barato.

Los desafíos son grandes, y los conflictos son insuperables. Si vale la pena afrontarlos es para cumplir objetivos: producir más riqueza, pero repartirla conveniente y equitativamente.

lunes, 5 de septiembre de 2011

El muerto y el favorito


Escucho:
"no hay una sola "oposición". No es lo mismo Duhalde que Binner...".
Y es inevitable descubrir el tono que favorece la evocación del segundo por sobre la del primero.

Podría adjudicarse a la suerte dispar de los personajes la distinta valoración. Que crea mitos. Más fuertes e invulnerables que los peores prejuicios.

La enfática desigualdad adivinada, que distingue a los dos ejemplares opositores, se completa con análisis profundos, y deducción de conspiraciones, mediante el hilván metódico de los indicios.

En la "marcha por Candela" hay una bandera que expresa una consigna. Muy parecida, casi igual, al título de un libro. De reciente aparición y autor ilustre: Eduardo Duhalde. Y nunca falta un "detective" al que se le ocurre hacer el vínculo.
Que, para nuestro sentido común, aceptémoslo, sale fácil. Sin esfuerzo
El impotente Duhalde es, según nuestra mitología, el malvado secretamente ominipresente. Su nombre siempre aparece para dar una explicación política de corto vuelo a algo que tal vez no la tenga.

Con auxilio de la metodología del autocumplimiento de las profecías, y de las peticiones de principio, Duhalde es pasible de haber estado en todo. En todo lo malo.
Agitar su fantasma (como buen muerto político, apenas su fantasma sobrevive) nos da la tranquilidad de no tener que hacernos la mala sangre de descubrir que el "modelo" no será capaz de conjurar todo lo desagradable.

En el reparto de roles, en cambio, Binner salió beneficiado.
Y por eso nadie le va a facturar nunca algunas declaraciones oportunistas y especulativas (por uno o dos votos más para el 23 de octubre) sobre lo que habría que hacer para evitar que pase lo de Candela. Con el cuerpo recientemente reconocido.

Si alguien pide, en cambio, que se haga la lista de los dirigentes políticos que se comportaron como aves de rapiña en este asunto, el gobernador socialista de Santa Fe saldría indemne.
Es la ventaja que el dirigente "de izquierda" se dispone a explotar para ser segundo en octubre: el desconocimiento.
Ese desconocimiento que lo exime de pagar el costo por la falta de decoro.

Cargado completito en la generosa cuenta de Duhalde. Que, como buen muerto, va a hacer cualquier cosa menos quejarse.

viernes, 2 de septiembre de 2011

50 mil millones ( -1 )

Las reservas del BCRA bajaron ayer hasta 49.979 millones de dólares. Por abajo de los 50 mil millones.

Esto pasa como consecuencia de una demanda de dólares muy fuerte, y una intervención importante del BCRA (venta) para contener el precio del dólar. Que de todos modos viene subiendo. A un ritmo anualizado de 12%.

Esto da un par de puntos para analizar.
Primero: ver la correlación entre la demanda de dólares y la liquidez en pesos. Por ejemplo, en esta última semana el Central no renovó LEBACS y NOBACS en número importante.
Esos papeles se habían colocado anteriormente a los bancos, con buena tasa de interés, con el objetivo contracíclico de mantener pesos inmovilizados. "Esterilizar" la emisión hecha para comprar dólares y mantener alto el tipo de cambio.
Entonces, si en lugar de renovar el instrumento el Central paga, vuelca al mercado los pesos que mantenía inmovilizados, y que lógicamente se invertirán.
Así, confirmaríamos la hipótesis de que el proceso conocido como "fuga de capitales" es intrínseco al esquema. Y surge con mayor o menor fuerza, según las circunstancias.
Por ejemplo, la demanda de dólares se enfriaría si faltaran pesos, pero se calienta cuando hay.
Pesos que podrían comprar bienes, o meterse en plazo fijo (la tasa sube a 13%)  o, en momentos en que los "expertos" aseguran que después de las elecciones podría haber una devaluación, podrían ir a compra de dólares. Que es lo que ocurre.
O sea, hay plata en la calle = inflación y fuga, auto compensadas, aleatoriamente (como efectos residuales de muchas otras cosas buenas, como más empleo, más producción, mejor poder adquisitivo en líneas generales).

La demanda de dólares, entonces, sería un sucedaneo de la licitación de LEBACS y NOBACS. O sea, esteriliza pesos. Porque, al no convertirse (esos pesos) en demanda de bienes, dejan de presionar sobre los precios.

Contrariamente, la suba del dólar recorta un poco el efecto de apreciación por inflación (si se evita el traspaso a precios).
O sea, si no se acelera la inflación (cosa que no debería pasar por lo que mencionábamos en los párrafos anteriores), el alza nominal del dólar compensa un poco más la pérdida de competitividad por alza de costos.

Ahora, casualmente mientras nosotros vemos cómo se van dando algunos mínimos indicios de que se podría recuperar un poquito la competitividad cambiaria, Brasil baja en 0,5% la tasa de interés, y el Real se devalúa un poquito también. No porque quieran jodernos a nosotros, sino porque tienen miedo de que (tanto pensar en la inflación) se les termine frenando demasiado la actividad (hay datos en ese peligroso sentido).
Es decir (una vez más) el orden de los factores será distinto. Pero el nivel cambiario de los dos países (Argentina y Brasil) tiende a moverse parejo.
Entonces, tal vez no deban pasar tanto por ahí las preocupaciones. Sugerimos (humildemente) desde acá.