viernes, 28 de septiembre de 2012

El Ipc, el FMI, Harvard y la mar en coche

En estos días, desde la amenaza de Cristine Lagarde y hasta las incisivas preguntas a Cristina de los jóvenes créditos universitarios de Georgetown y Harvard, cobró fuerza nuevamente la discusión sobre las estadísticas del INDEC.

La presidenta, de algún modo, hizo lo que debía esperarse de una presidenta: defender las estadísticas oficiales, más que nada resaltando la falta de sustento científico que tienen las mediciones alternativas, que son el núcleo sin el cual las críticas a los números del INDEC se difuminan, digamos. Medio al pedo preguntarle. Qué va a decir? El INDEC manda fruta y la posta la tiene Melconián?

Se valió para eso (defender las estadísticas oficiales) de la colaboración de los dirigentes opositores con responsabilidad de gobernar, que en los presupuestos que elaboraron para hacer aprobar en las legislaturas correspondientes pusieron un número de inflación esperada alineado con el del INDEC. Al igual que la administración nacional.

Sin embargo, el Gobierno está desaprovechando la oportunidad de señalar un elemento que hace del defecto virtud.
El IPC, igual que cualquier medición de precios de cualquier instituto estadístico de cualquier país, es pasible de ser criticado desde la visión del "consumidor común", que no ve reflejado en ese número esotérico producto de la alquimia estadística lo que podríamos llamar su sensación térmica de bolsillo.
Algo que en algún momento Moyano señaló como el "índice del supermercado", en oposición al "cuestionado" IPC.

Los índices de precios que elabora la estadística ni siquiera tienen esa función. Son números técnicos empleados para usos específicos. En una economía con inflación bastante más baja que la Argentina estos números técnicos pasan desapercibidos. Aún cuando sus usos son más sórdidos.

Por caso, el uso por antonomasia de ese número técnico es eliminar o contener en valores bajos la nominalidad en el aumento salarial.
Es decir, si el número esotérico de inflación según la ciencia estadística es 2%, casi que no vale la pena ajustar nominalmente salarios de manera anual, ya que los propios (y desiguales e hipotéticos) incrementos por productividad, más la fricción operada por los vaivenes del nivel de ocupación, darán a las fuerzas de mercado (operando libremente) la impronta necesaria para alcanzar el nivel salarial promedio "óptimo". O algo así.

El gobierno argentino puede mostrar esta conquista populista como un logro heterodoxo en el afán por recuperar el mercado interno. La disociación entre el IPC y la nominalidad del salario.
Esto hace que en Argentina el IPC no sea el ancla del salario. Los convenios ajustan por la "sensación térmica del bolsillo", por el "índice supermercado" de las mucamas de Moyano. Y el salario mínimo vital y móvil también. Y las jubilaciones y asignaciones, también. Cierran con ajustes probablemente superiores a la variación del valor de los consumos.

No cumple (el índice de precios trucho que elabora el INDEC) la función de colaborar en la recomposición de los márgenes de rentabilidad, compensando los efectos de la ley de rendimientos decrecientes, a partir de contener o aminorar los costos de mano de obra de las empresas de manera paulatina.

Cosa que debería hacer, para que la economía por fin crezca (o se estanque) de manera discreta, estable, sostenible, y sin que tantos negritos consigan empleos en negro o de baja calificación, que al fin y al cabo para lo único que les sirven es para sacarlos de la desocupación por poco tiempo, hasta que se termine de ir todo a la mierda cosa que va a ocurrir inexorablemente, el año que viene no pero por ahí el otro.

jueves, 27 de septiembre de 2012

El 7 de diciembre no tiene que pasar nada

Foto: Clarín

Mientras arrecian las demandas por "Freedom of speech", se sigue desarrollando una nueva escaramuza de la "batalla cultural".

El tema de la ley de medios y el emplazamiento del 7 de diciembre a través de la verdadera cadena nacional que es el Futbol para Todos, principal herramienta de comunicación del kirchnerismo, que podría pensar en ir prescindiendo de todas o buena parte de las demás, ocuparon espacios centrales en las discusiones.

Y yo que me considero un buen polemista pero en diferido quiero hacer unos apuntes sobre el tema. Perdón si ofendo con el abuso de la primera persona y la buena consideración que tengo de mí mismo.

La primera cuestión saliente en el parte de batalla es que Clarín está siendo exitoso en una de sus tácticas: instalar la idea de que los únicos medios con una línea editorial distinta a la que dicta el gobierno son los apenas doscientos no sé cuántos que pertenecen al grupo empresarial, uno de los más grandes de la Argentina.
Esta cuestión implica que la bolsa del kirchnerismo mediático se vea superpoblada hoy por gente como Feinman, González Oro, Mariano Grondona, Majul, y muchos otros más, que cometen la atrocidad de no trabajar para ninguna de las señales que emiten a través de licencias públicas otorgadas para su explotación al Multimedios Clarín. Ni los medios del empresario y diputado Francisco De Narváez parecen salvarse de la volteada.
Algo bastante difícil de justificar, pero que viene entrando como por un tubo a partir de la falacia de que "el cacerolazo del 13 de septiembre sólo fue cubierto por TN", a pesar de que en mi caso personal, me enteré del mismo a través de Telefé. Y haciendo una rápida recorrida por los demás canales de noticias y abiertos creo que no hubo ninguno que soslayara el tema. Ni siquiera el 7.
Probablemente no le dieron (los demás canales) la trascendencia de acontecimiento histórico que la avidez febril por encontrar fisuras en la cohesión social amplia que se mantiene como base de sustento político del gobierno, hizo que le dieran Canal 13 y TN (con mayúsculas, para ponerlos a la altura de la proeza republicana que vienen llevando adelante, de mostrar el "cacerolazo").

Una disgresión respecto del "cacerolazo". Los primeros atisbos de cacerolazo en la Argentina tenían una identificación simbólica muy importante. Las cacerolas, elementos de cocina familiar, vacías y golpeadas, significaban la incorporación a las protestas de las madres de familia que no tenían con qué llenarlas para darles la comida a sus familias (disculpen señoras, los roles sociales, la simbología y las representaciones son preexistentes a mi posteo). No es motivo de asombro entonces que se insista tanto con que ahora el cacerolazo lo hace gente con poder adquisitivo suficiente como para viajar al exterior o destinar parte de sus ingresos al ahorro. Es un elemento político de importancia crítica ese como para no señalarlo continuamente.

En otro punto en que Clarín avanza en la consecución de modestos porotos (pero porotos al fin) es la idea también a punto de instalarse de que la adecuación del multimedios a lo dictaminado por la ley implica el silenciamiento de esa voz disonante que es Clarín en la monotonía del "relato" oficial emitido y reproducido por todas las demás señales que no son Clarín.
Uno escucha al señor Aguad, por ejemplo, sostener que él no quiere perder la posibilidad de "elegir". Una pelotudez galopante que hay que estar muy distraído para no darse cuenta que apunta a legitimar una serie de negocios de dudosa legitimidad, como los relacionados con la competencia desleal que implica ser concesionario de licencias así como también dueño de la empresa que brinda el soporte por el cual las señales concesionadas se transmiten.
Quiero decir: después del 7 de diciembre o cuando corno sea que se aplique definitivamente la ley de medios, el Grupo Clarín va a seguir siendo el grupo de medios más importante de la Argentina, con las licencias para operar las señales más vistas y oídas por la mayor parte del público, y una voz de alto impacto en la conformación de la opinión pública. Y está bien que sea así. Hay que defender ese elemento (la significancia discursiva de Clarín) al menos como posibilidad de que ocurra.

viernes, 21 de septiembre de 2012

El fondo de desendeudamiento, según el presupuesto 2013


Leer los análisis de los diarios de hoy sobre el presupuesto 2013 es enterarse de que vivimos en un país distinto del de ayer.

Los achaques al gobierno vuelven a basarse en la subestimación del crecimiento y de la recaudación, que superará los gastos, lo cual dejará fondos excedentes para que el gobierno use discrecionalmente, justo en un año electoral. El déficit fiscal creciente y la caída de la actividad es una preocupación del pasado para los analistas. Lo cual no implica que necesariamente esto deje de ocurrir en la realidad. Pero...

Un punto de notorio interés es el del fondo de desendeudamiento. Que se constituye con plata que el BCRA presta de sus reservas, a cambio de un título de deuda (una letra) que le da el Tesoro. Se usan (los dólares del fondo) para pagar vencimientos de deuda del estado nacional.

Los principales vencimientos del año que viene (aparte de los intereses que liquidan los demás títulos y bonos) son: BONAR VII, 2400 millones de dólares, BODEN 13, 400 millones de dólares (con este sí termina definitivamente el corralito) y Discount, unos 900 millones de dólares.
Además está el cupón PBI, que dispara pagos en relación al crecimiento de la economía. Este año si el PBI crece más del 3,26% el tesoro tendrá que pagar a los tenedores de estos instrumentos la cifra de 3500 millones de dólares. Si crece menos, esos pagos no se efectúan. Es aproximado este valor, porque depende de cuál sea el número final de crecimiento y del tipo de cambio, ya que muchos de estos cupones son nominados en pesos, por lo cual se pagan en pesos. Pero lo fundamental es que si se crece menos de 3,26% este año, el que viene no se pagan esos 3500 millones de dólares aproximados.

La cuestión es que en el Presupuesto se prevé la creación del Fondo de desendeudamiento por unos 8 mil millones de dólares. Es decir, el Tesoro prevé, y por ende lo presupuesta, tener que pagar esos 3500 millones de dólares (los vencimientos, aún en ese caso, serían inferiores a los más de 10 mil millones que habría que terminar pagando en 2012).
La decisión sería avalada con los criterios más ortodoxos. Es una actitud lógica y responsable hasta para una economía doméstica la de prever el gasto más alto. En todo caso, si sobra plata mejor.
Esto, sin embargo, genera malestar en quienes observan la posibilidad (dan por hecho en realidad) que los excedentes del fondo, a partir de que la economía crezca por debajo del 3,26% este año, se usen para financiar gastos en divisas, como obras de infraestructura del sistema eléctrico o inversiones de YPF, operaciones autorizadas según la última reforma de la Carta Orgánica del Central.

Al menos admiten que estos fondos no pueden monetizarse (es decir transformarse en pesos para pagar gastos corrientes), lo cual les quita la preocupación de que sean usados "con fines electorales". Lo cual deja un poco de dudas respecto de la utilización de esos dólares para pagar vencimientos de bonos en pesos. Pero bueno.
Lo más saliente de todo sin embargo es que de cumplirse la hipótesis planteada, tendríamos que reconocer que se diluyen parcialmente  las presiones cambiarias, y que el año que viene aparece la posibilidad de recomponer reservas por parte del central, ya que si bien la relación entre reservas de respaldo y base monetaria se flexibilizó respecto de lo que proponía la ley de convertibilidad antiguamente, esto no implica que no haya ciertos parámetros entre los cuales establecer la ratio, y que si bien el nivel óptimo es decidido discrecionalmente por el Central, éste tampoco puede desentenderse del todo de las expectativas del mercado.

Digamos que las perspectivas de las cosechas de soja y maíz (a pesar de que los precios serán más bajos que hoy), una proporcionalmente menor exigencia de la balanza energética, las revaluaciones a las que se someterán las economías emergentes, y la devaluación del dólar que revalúa la parte de reservas conservada en otros activos, además de la continuidad de algunas restricciones a la compra de divisas (remisión de utilidades, seguimiento de la contratación de servicios, cargos en las compras con tarjeta en el exterior, pesificación compulsiva del mercado inmobiliario, y otras) va a hacer que el panorama para la recomposición de reservas por parte del central sea mejor, lo cual brinda la posibilidad de darse ciertos lujos en la previsión sin demasiada culpa ni aversión al riesgo.

Argentina sigue cargando a la capacidad de acumulación por vía comercial la falta de crédito externo. Una decisión en parte obligada, en parte soberana, y que mejora más las perspectivas futuras de la economía nacional. En los objetivos figura en primer orden la posibilidad de vencer para siempre al fantasma de la restricción externa a futuro. Con alguna restricción interna en el presente. Curioso en un gobierno acusado de populismo y demagogia.

martes, 18 de septiembre de 2012

Para ahorristas: tranquilos, no vendan.

Moody´s, una de las "prestigiosas" calificadoras de riesgo que operan en los mercados financieros mundiales, rebajó de estable a negativa la calificación de las perspectivas de la economía argentina.

Las argumentaciones son ridículas: la falta de arreglo con el Club de Paris, la nacionalización de YPF sin indemnizar, los datos cuestionados del INDEC (que no son tan creíbles como las calificaciones de Moody´s), y los "diversos controles a las importaciones", tal como señala Ámbito.

Lo que está haciendo Moody´s es recomendarles a los ahorristas que se desprendan principalmente de los cupones PBI y tangencialmente de algunos otros como los Boden o los Bonar. Seguramente algunos fondos de inversión extranjeros, tan solidarios con los países cuyas perspectivas plantean problemas, estarán agazapados esperando las ventas. Les encanta acudir al rescate de países en problemas, comprando los bonos y cupones (baratos eso sí, el mercado es así) que las calificadoras veladamente recomiendan vender a partir de la emisión de pronósticos que generan pánico en los incautos o los permeables a leer como mala cualquier noticia.
El fanatismo filantrópico de los financistas no tiene límites.

Las repercusiones políticas, tampoco. Porque los mismos dirigentes que antes, cuando las calificadoras no aparecían tan impresentables para la opinión pública nacional, se mostraban preocupados ante este tipo de novedades, hoy no abandonaron las funciones.
Después de haber callado ante la maniobra especulativa y hasta protestar por la insuficiencia de las "inversiones extranjeras", el día que el gobierno anuncie el pago de algún vencimiento de bonos, darán un giro inesperado y en un rapto de fervor revolucionario (e inocua oposición discursiva a ciertos sectores marginales del establishment financiero) aprovecharán para decir que les están pagando a "fondos buitres" de dudosa procedencia con los ahorros de todos los argentinos. Carrió lo hizo, ante la cancelación del Boden 12.

La demanda penal consiguiente, con la que amenazan y rara vez cumplen, no debería dejar afuera a los que hacen silencio cómplice o directamente avalan estas maniobras abusivas amparadas en el diferencial de información del cual algunos analistas "especializados" y dirigentes políticos suelen ser arietes imprescindibles del entramado.


viernes, 14 de septiembre de 2012

La movilización

La primera impresión es que la movilización fue bastante masiva.
Yo me burlaba ayer de algunos amigos y conocidos opositores, diciendo por ejemplo que para no politizar la protesta habían decidido no llevar gente.
Bueno, me taparon la boca. Porque en cantidad de personas la movilización fue importante.

Pero, a partir de ahí vi y escuché cierta tendencia a evaluar los hechos con el esquema usado en el 2008. Creo que es un error garrafal.
Decir por ejemplo que el Gobierno tiene que tomar nota de lo que está pasando, que no tiene que ser autista, etc., me parece que no aplica en esta situación.

Lo de ayer, más allá del detalle de las cantidades, no aporta gran novedad. Gente a la que no le gusta el Gobierno manifiesta un poco más ruidosamente que otras veces que no le gusta el Gobierno. Y nada más.
En todo caso podría señalar un mayor activismo por parte de gente no vinculada a la actividad política? Sí, por ahí.

Pero no hay un sujeto social que exprese un conflicto real, concreto. ¿Cuál es el conflicto? ¿Cuál es el reclamo? Una infinidad de tópicos, a los que algunos participantes le otorgan aleatoriamente prioridad sobre los otros, sin que ninguno sobresalga en el escrutinio final. Podríamos agrupar esa cantidad de reclamos en un concepto más genérico: "no nos gusta el Gobierno". Bastante lógico en el ámbito de gente que no votó al gobierno por expresar ya desde hace mucho tiempo un fuerte rechazo hacia él.

Quiero decir con esto que lo de ayer se parece bastante a una catarsis colectiva, de gente que no está satisfecha con el gobierno por motivos preexistentes a las elecciones del año pasado. No hay (como si hubo en el 2008) una amenaza a la ruptura de la correlación de fuerzas.
Desde hace bastante, entiendo que los consultores distinguen un escenario político de más o menos estas características en Argentina: un núcleo duro de oposición al gobierno (de alrededor del 30% de la población), una base de sustento más firme para el gobierno (de alrededor de otro 30% de la población) y un 40% restante de mayor volatilidad en sus alineamientos.
Ese 40% restante está fuera de la escena registrada ayer. No es interpelado mayoritariamente por los hechos ni los reclamos.

En el 2008 la irrupción de un sujeto político (el nuevo sujeto agrario tal se lo bautizó pseudo-científicamente) realmente movió, atrás de un reclamo concreto, el tablero de las representaciones políticas. Y en el caso de que Cristina hubiera "depuesto su actitud confrontativa" tenía un interlocutor válido, representativo del conflicto, claramente identificado, con el cual sentarse a negociar una salida, a consensuar.

Supongamos que hoy alguien previera una situación de conflicto político de magnitud y decidiera resolverla con esa posición. ¿quién se sentaría en la "mesa de diálogo"? Esto es tal vez lo más peligroso, en cuanto a la estabilidad del sistema.

A mí me resulta increíble que un tipo que quiere ser presidente dentro de tres años (me refiero a Macri) señale como algo positivo que el reclamo fue "sin banderas políticas". Es ridículo. Debería lamentarse de su incapacidad para capitalizar políticamente el descontento.

Creo que la interpelación más fuerte es a los dirigentes opositores, a su incapacidad de articular una representación política del descontento, para canalizar institucionalmente los reclamos, y en todo caso transformarlos en plataforma electoral.

Pero pedirle al gobierno que se encargue de solucionarle los problemas a la oposición me parece ya un exceso.

jueves, 13 de septiembre de 2012

Relaciones carnales eran las de antes

Les gusta últimamente, a algunos referentes de la izquierda, decir que Argentina está profundamente alineado en materia de política internacional con EEUU.

En un debate televisivo (en el programa de Sylvestre) uno de los participantes llegó a decirle a Lucas Carrasco que el alineamiento era comparable al de los años de las "relaciones carnales".
Habrá algunos motivos como para abonar esta idea, calculo. Por ejemplo, los convenios de defensa sobre adiestramiento militar, o las posturas contra Irán,  en todo lo relacionado al campo conceptual que los yanquis caratularon con el nombre de "terrorismo" (incluidas algunas cosas positivas como ciertas recomendaciones del GAFI sobre lavado de dinero).

Por un lado resulta que estamos aislados del mundo.
Nosotros... junto con los EEUU, con los que mantenemos relaciones carnales.
Hay una situación difícil de compatibilizar entre los discursos más de derecha, que aluden al aislamiento argentino, y los discursos de izquierda ya mencionados.

Ahora bien, si nos enfocamos un poco en el contexto económico encontramos que la afirmación sobre las "relaciones carnales" es no sólo temeraria, sino irracional.
Dejando de lado la a esta altura medianamente lejana aunque ultra trascendente negativa argentina a integrarse en el ALCA, nunca del todo valorada como un acto soberano de un grupo de países relativamente pobres y con escaso peso mundial ante el intento de imposición de la hasta entonces indiscutida potencia mundial dominante, que seguía en realidad a un largo historial de imposiciones mansamente avaladas, cosa que hoy es vista como un hecho menor por parte de algunos comentaristas que forman parte de fuerzas políticas que no gobiernan ni siquiera un centro de estudiantes universitario, pero sin embargo pretenden dar cátedra acerca de cómo se lucha contra (y se vence a) el establishment económico internacional.

Hoy mismo el país enfrenta diversos conflictos en el plano internacional.
En materia comercial, con las denuncias cruzadas ante la OMC, por proteccionismo. Que en gran medida responden a la intención de Argentina de empezar a modificar un esquema de relaciones comerciales en el cual siempre fue más concesivo que demandante, o que al menos en los resultados terminó conviniéndole mucho menos que a sus "socios". Lo cual le vale además ser excluido del régimen de preferencias arancelarias, motivo por el cual ciertos productos pagarán aranceles mayores para entrar a los EEUU.
Las políticas comerciales, no sólo acá sino en cualquier parte del mundo, responden a criterios pragmáticos. No es casual ver que un país como EEUU aplica infinidad de barreras para-arancelarias, mientras divulga los ideales de la libertad económica por otros países, más débiles económicamente hablando. La intención es promover un esquema comercial al cual maximizarle las ganancias. Para EEUU.

Enfrentar esa impronta, desde un país como Argentina, con la intención pragmática de minimizar pérdidas al menos, es algo bastante más difícil que pontificar con gesto canchero al estilo de Claudio Lozano en los canales de cable.

Pero en el plano financiero la contrariedad del establishment internacional para con las decisiones argentinas es donde más visible se hace. Argentina se ha salido de los canales de circulación de los flujos financieros. No toma crédito externo, no refinancia sus deudas, no acomoda las variables con la vista fija en percibir flujos inversores de portafolio, computables en la cuenta de capital.
Esto le vale además enfrentar presiones diversas, respecto de la regularización de la deuda con el Club de Paris, cuyos negociadores parecen querer ya no solamente incluir al FMI en el arreglo con la famosa revisión  anual de cuentas prevista por el artículo IV, a la que se someten la totalidad de los países miembros salvo algunas excepciones como Argentina (no sé si quedan otras), sino también a los fondos buitres, aquellos fondos de inversión que compraron por chaucha y palito los bonos argentinos en default a partir de 2002, a tenedores que influidos por las calificadoras de riesgo salieron desesperados a vender, y que se negaron a entrar en los canjes con quita del año 2005 y del año 2010, y hoy litigan en estrados estadounidenses.

Las presiones no se reducen a eso, sino que a partir de los fallos del CIADI a favor de empresas como Azurix o Blue Ridge, en los que se condenó a Argentina a indemnizarlas por la devaluación, es decir, no haberles garantizado desde el estado la rentabilidad en dólares, ignotas sociedades sospechables de ser fuentes de lavado de activos o al menos de oscurecimiento de los derechos de propiedad, y tal vez de evasión y elusión fiscal, reclaman cobros por haber tenido participación en segundo o tercer grado de las sociedades que operaron las empresas privatizadas en los 90. Y también aúnan fuerzas con los "acreedores" de la Task Force Argentina para presionar ante los organismos internacionales de crédito, consiguiendo por ejemplo, que el partido republicano haya impuesto su voluntad de votar contra Argentina  en los directorios del BM y el BID para la liberación de fondos de los créditos que forman parte de compromisos contraídos hace años.

Toda esta batería de complicados enfrentamientos y maniobras para postergar la aplicación de sanciones y perjuicios para que un tonto diga livianamente en un programa en el cable, recostado sobre la mesa, que estamos como en las "relaciones carnales", e intente dar cátedra de cómo se enfrenta a los poderes instituidos. Tomatelas, salame.

viernes, 7 de septiembre de 2012

El lobby por la devaluación, y el peligro del dogma.


Techint pide devaluación.
Y automáticamente todos nos trenzamos en discusiones en relación a si la industria se beneficiaría o no con una devaluación, que si los costos de mano de obra inciden más o menos en el costo total, si los costos en insumos importados tienen o no mayor peso, o si el problema son los impuestos, amortizaciones, etc.

Y la verdad que más allá de la tinta que gastemos en sacar cuentas, la respuesta no va a ser nunca unívoca. Porque sectores industriales hay muchos, con distintas perspectivas, más o menos integrados productivamente hablando con empresas que operan en el extranjero, más o menos ligados al comercio exterior a partir de la incidencia que lo exportable tiene en su facturación, etc.

Conformémosnos con ver la ecuación sencillita, de almacenero, del señor Techint.
Vende tubos sin costura para la industria petrolera. Exporta la mayor parte. Cobra en dólares, por la venta de un insumo básico que a partir de la expansión del mercado promete ir aumentando su precio internacional.
Sea cual sea la composición de sus costos, incida más o menos el costo de insumos importados, una devaluación del 30% (por decir un número) le da plena ganancia. Dólares a liquidar por más cantidad de pesos, que sólo parcialmente se le irán en más costos.

La situación se replica para las exportadoras de cereales y oleaginosas. Que atraviesan un momento sumamente prometedor. Aumento de los commodities agrícolas llegando a precios record. Sin correlato en el comportamiento de sus costos.
Sumarle una devaluación a estas perspectivas es netamente ampliar los márgenes de rentabilidad del sector. Además de previsiblemente aumentar los saldos exportables.
Esta rentabilidad extra goteará también a los productores pero sobre todo a los rentistas, propietarios de tierras. Tanto unos como otros hoy cuentan con buena rentabilidad resultado de la cuentita: precio - retenciones * TC (una parte se la queda el dueño dela producción, otra parte el dueño de la tierra que cobra alquiler).

El tema no merece una gran discusión. En mayor o menor grado la devaluación le brinda protección a todo el espectro productivo. Aún a los que viven del mercado interno, que se sacan de encima una buena parte de la competencia importada.

Ahora bien, el punto no pasa por ver solamente los aspectos positivos de la devaluación (que suelen ser positivos para un número reducido e interesado de personas), sino también los aspectos negativos.
La estructura productiva de la Argentina, con la incidencia trascendente de la producción de materias primas alimenticias, en un contexto de alza internacional de precios de commodities agrícolas sin viabilidad política de desacople interno, brinda una oportunidad excepcional para acelerar los traspasos a precios de góndola, absorbiendo inflación importada y recalentando más la ya más que tibia inercia inflacionaria local. Riesgo de entrar en una espiral inflación-devaluación, sólo cortable a partir de una monumental recesión. Que sacaría temporariamente de la cancha a los industriales más dependientes del mercado interno, a la espera de una pronta recuperación.

El tema es que cuando hablamos de devaluación en estos términos nos referimos a lo que podría pasar con el precio de dólar, de liberarse el mercado cambiario, en momentos en que se volvieron patentes los desequilibrios entre oferta y demanda de divisas, motivado por una conjunción increíble de factores que derivan principalmente en el sobrecalentamiento de ésta última (hecho sobre el cual las políticas monetarias expansivas no son neutras). Es decir, una devaluación brusca exagerada, con rebote de mediano plazo, y convergencia tardía después de hecho el daño.

Pero la negativa a ceder ante propuesta tan poco gratificante en sentido colectivo no puede transformarse en el abrazo parejo de los contendientes a dos dogmas: megadevaluación o ancla cambiaria.

El tipo de cambio nominal puede seguir siendo administrado, aunque acelerando un poco el ritmo devaluatorio (cosa que funcionó así hasta 2010) con un toquecito de ortodoxia monetaria y fiscal.

Las políticas económicas y la decisión de usarlas como herramientas son puramente pragmáticas. Déjense de joder de una vez con que Keynes era de izquierda.

jueves, 6 de septiembre de 2012

Tipo de cambio múltiple II

La presidenta defendió el tipo de cambio oficial, diciendo que no está retrasado. Es una forma de defender las medidas de control de cambios, sin las cuales el mercado cambiario oficial no se hubiera reducido a una expresión mínima, no se hubiera operado la multiplicación de tipos de cambio y por lo tanto el valor oficial del dólar no andaría en 4,65 (y subiendo de a dos o tres centavos por mes, y no más).

Lo hace, por motivos inconfesables. Porque más allá de algunos escasos intentos desubicados por instalar una épica del control de cambios, la verdad es que ese tipo de medidas, que son antipáticas para sectores grandes de la población, salvo en contadas excepciones, no son tomadas con agrado ni se las puede justificar con tono revolucionario. De hecho, en 8 años de "lucha contra el neoliberalismo" no se había avanzado sobre ese esquema, por un motivo muy simple: no hacía falta.

Salvo algunas cositas, como el impedimento a la remisión de utilidades a grandes empresas, el resto no tiene relación con el enfrentamiento a poderes dominantes en el terreno de lo económico, y si bien pone la lupa sobre algunos negocios ilegales, habilita por otro lado la proliferación de negocios paralelos de chantas que aprovechan la volada para mexicanear a otros chantas (y así como no da para celebrar el negocio de algún vivo que filtra dólares desde el mercado oficial al paralelo, tampoco da para condolerse de la victimización de algunos cambistas, corredores de bolsa, consultores financieros, asesores comerciales, agentes de turismo, operadores inmobiliarios e "importadores" de electrónica y repuestos de automóviles, todo con el mismo talonario de facturas apócrifas, a los que se les dificulta el negocio por culpa de la AFIP).

Lo que intento decir es que cobrarles 15% a las compras con tarjeta en el exterior, o impedir la compra de dólares para ahorro son medidas que se toman a partir de una necesidad. Falencias del esquema. Que se expresan en el sostenimiento de un valor oficial para el dólar, que sin esos controles se volvería insostenible. Cosa que no ocurría en años anteriores.
Ahora bien, la serie de controles son todas medidas que encadenadas tienen la misión de sustituir en puntos focalizados lo que una devaluación brusca generalizaría.
El punto a dilucidar de por qué Cristina defendió entonces el valor del dólar oficial, y el virtual esquema de tipo de cambio múltiple, es cuáles son los motivos para evitar una devaluación.

El primero, creo yo, tiene que ver con el encarecimiento de la deuda externa que supondría, justo en un año con vencimientos elevados (causa que aportó motivos de peso para que los dólares no alcancen).

Pero hay otro además: el viento de cola. Con los precios de los commodities agrícolas aumentando a niveles récord (cosa que será aprovechada en la próxima campaña), y sin viabilidad política para aumentar las vías por las cuales se absorbe parte de la renta que se genera por ese simple aumento de pecios sin correlato en los costos, si a eso se le sumara un aumento del tipo de cambio de un 30 o 40% la transferencia de recursos hacia los sectores de la producción primaria y las multinacionales exportadoras sería monstruosa, además de que por la vía del precio interno real de las materias primas se habilitaría un buen canal para que la devaluación se traslade con poca mediación a precios de góndola (ya bastante calentitos por otros factores), lo cual podría constituir un paso hacia la espiral de devaluación-inflación, que a los niveles de 20 o 25% anual hasta ahora se pudo evitar.

Ahora bien, poner un canal de contención para no llegar a ese punto no puede ser más que una medida de coyuntura.
El año que viene pinta mucho mejor para el mercado cambiario, por más ingreso de dólares y angostamiento de algunas de las vías de salida. Pero no va a ser suficiente si no se empieza a reacomodar algunos otros parámetros. Por lo menos, avancemos en la reducción de subsidios, reacomodemos precios y liberemos al fisco de tener que atender ese tema aumentando los adelantos transitorios del BCRA.

Pensaba hablar de Techint, y me extravié. Queda para el próximo posteo.

miércoles, 5 de septiembre de 2012

La violencia en el fútbol

Para variar, vamos a tratar de pelearnos un poco con cierta visión "progre" del problema de la violencia en el futbol.

Encaro el asunto por el lado de la formación de un campo discursivo, al que podemos etiquetar con la frase "violencia en el futbol". Analizar cuáles son los hechos que se inscriben en dicho campo es decisivo, cuando de modo aparente todos estamos de acuerdo con que la "violencia en el futbol" es un "flagelo" que hay que "erradicar" (y la seguidilla de lugares comunes puede seguir hasta pasado mañana).

Es la presidenta la que se ha constituido en la delimitadora principal del campo discursivo del que hablamos, desde el momento que decidió (con buen tino) encarar este problema, que es claramente de orden político. Y retomando (la presidenta) un tópico lejano en el tiempo, de que la popular es de los pobres y la platea de los ricos, se encargó de señalar hechos de violencia que ocurren en las plateas del futbol argentino, para desactivar el estigma que recae sobre las populares, que son el lugar que dominan las barras bravas, actores identificados como responsables principales de la violencia.

Bueno, esta identificación de espacios con la intención de inscribir cualquier hecho violento dentro del mismo campo de discurso me parece irremediablemente una mentira. Involuntariamente justificatoria del accionar de las asociaciones ilícitas que dominan el futbol argentino, además. Casi que es usada como maniobra distractiva por algunos pícaros. Mientras discutimos la falacia de si la culpa la tienen exclusivamente los pobres, o si también los ricos participan del tema, los entramados oscuros de negocios ilegales proliferan incontrolados.
Lógico que uno puede suponer que no está bien que los plateistas escupan a los rivales que se acercan a sacar un lateral, o que les tiren cosas al banco de suplentes del contrario, ni que se agarren a trompadas por si hay o no que putear a tal jugador propio.

Pero todos esos hechos "terribles" de violencia no forman parte del mismo campo en el que articulan acciones las barras bravas. Que no son pobres, aunque militan en la popular. Son lúmpenes. Culatas de los mafiosos verdaderos. Ampliaremos.

El periodismo deportivo, en relación a la violencia, se puso muy amariconado. Todo aquel que jugó al futbol alguna vez, aunque más no sea que en forma amateur sabe que el futbol es un ámbito propicio para cierta violencia, y que tampoco es cuestión de rasgarse las vestiduras por los insultos y las escupidas. Que, repito, están mal, y me cuesta entender que es lo que lleva a un tipo a comportarse con tal grado de estupidez. Pero eso no es ni por asomo un tema de estado en el que deba intervenir la presidenta, ni ninguna institución estatal. La seguridad privada de los clubes es suficiente.

Ahora, la violencia de los barras, que se agarran a tiros, es en realidad un simple accesorio de un comportamiento mafioso generalizado a varios actores de la actividad, entre los que se encuentran dirigentes, empresarios, intermediarios, representantes, futbolistas, y barras bravas, que en los casos de mayor sofisticación hasta pueden reinventarse en alguno de los roles antes citados. El punto clave de la cuestión son los entramados de negocios, que convierten a los clubes en lavaderos de plata, donde se arman sociedades ad hoc que facturan servicios truchos, y cobran porcentajes de pases de jugadores, que después son inscriptos en clubes extranjeros en los que nunca jugaron para fugar las divisas de las transferencias y evadir impuestos (esto lo investigan AFIP y UIF ahora, y está muy bien), maniobras todas que vacían a los clubes, que en la actualidad son financiados además por plata del estado, que paga por la televisación a la AFA, que como sabe que cuenta con esa promesa de pago les adelanta a los clubes plata a cobrar por derechos de televisación futuros, mediante cheques diferidos a canjear en la financiera de la que es dueño determinado dirigente, en la que seguramente además se vende dólar "blue" obtenido en los pases de jugadores al exterior parcialmente declarados.
Los barras, con su violencia, son parte integrante y en rol secundario de ese campo. ¿Querés terminar con la violencia de las barras? Atacá ese entramado. Cortales el chorro de la guita. Vas a ser progre sin quererlo, fijate, porque los que manejan esos negocios son todos millonarios. Y garcas.
Sin necesidad de escándalo por dos viejos que se agarran a piñas en la platea por Riquelme.

Hace unos días, la vi a Florencia Arietto (la nueva encargada de seguridad de Independiente) en el programa del doctor Castro, con Raúl Gámez como invitado también, hablando de estos temas. Personalmente le tengo mucha fe a Florencia, porque la considero una persona muy capaz y con mucho coraje.
Pero escuchaba algunas de las ideas de Gámez. Que despotricaba contra "Hinchadas Unidas Argentinas", y decía además que no le podía creer a un gobierno que había organizado eso, que ahora fuera a combatir a las barras.
Yo no soy moralista. Pero digamos que el fracasado proyecto de incluir a los barras reinventándolos a partir del aprovechamiento de sus cualidades de liderazgo, cuyo summum fue precisamente Hinchadas Unidas Argentinas, tenía una idea muy similar a la que Gámez pregonaba en aquella época. El modelo que se aplicó en Vélez, por ejemplo, cuando decidieron darles el manejo de los quinchos a los barras (en Vélez no se "combatía" a los barras en épocas de Gámez como él dice ahora, el proyecto era distinto). Reinsertar a los barras en la vida práctica de los clubes, desde un rol de colaboración, a partir de explotar sus cualidades. El modelo auto-referencial del que Gámez hacía gala más de una vez (él mismo había sido jefe de la barra durante los 80). Esa idea ingenua, con la que personalmente yo comulgaba, hay que admitir que fracasó rotundamente.
No está bien, sin embargo, hacerse el tonto con el resultado puesto, como si nunca se hubiera participado de eso.

Y menos intentar sacar un rédito político mezquino (no sé si lo sigue siendo, pero Gámez era puntero del radicalismo, incluso en sus épocas de barra, gracias a lo cual viajó a "hacerle el aguante" a la selección argentina en el mundial de México 86, donde formó parte del grupo de barras que se pelearon con los hooligans ingleses, un hecho de violencia "repudiable" que dejó una "muy mala imagen de Argentina en el exterior" y por supuesto nos comenzó "a dejar aislados del mundo", todo esto, claro, no dicho por mí, que me chupa un huevo todo eso, sino por los periodistas de la época, que se escandalizaban por cosas parecidas a las que escandalizan a Gámez hoy).
Porque Gámez señalaba en el programa de Castro los vínculos políticos de las barras. Innegables. Pero hacía hincapié en el oficialismo.
Cuando en realidad dichos vínculos son de carácter transversal. Afectan a todos los partidos políticos. Intentar partidizarlos en el discurso está mal. Digo yo, que a veces me hago el republicano también.

Para cerrar algo que no tiene que ver con nada: agradezco a Lucas Carrasco la invitación a su programa de radio, del que participé como invitado el lunes pasado.

lunes, 3 de septiembre de 2012

La restricción a las importaciones y el parate de la industria


Uno de los tópicos más gastados sobre la coyuntura económica actual es el del control a las importaciones. Las alrededor de 600 posiciones arancelarias afectadas por las licencias no automáticas, que burocratizan, demoran y por lo tanto encarecen los ingresos de mercadería importada.
No sólo a productos finales de consumo, sino a algunos bienes intermedios, insumos para la producción.

En las cercanías del "día de la industria" el tema vuelve a tomar trascendencia. Porque se dice que ese elemento es el que determina que no todos los miembros de la UIA quieran alinearse políticamente con el Gobierno, y que dentro de la unión haya diferencias provocadas por este punto.
Al parecer, las restricciones a las importaciones, demorando y encareciendo el ingreso de bienes intermedios  importados habría provocado cierta parálisis en algunos procesos y líneas industriales, lo cual habría sido decisivo para que lo números de crecimiento de estos últimos trimestres no fueran los mejores para el sector en general (con suerte diversa intrasector).

Sin embargo, no es tan fácil de digerir la especie. Porque cuando hablamos de las quejas, hablamos de industriales que llamativamente comparten dos reclamos: el malestar por las licencias no automáticas, y las dificultades por la  pérdida de competitividad cambiaria (el famoso pedido de devaluación).

Ahora bien, solicitar una aceleración del ritmo de devaluación es justamente pedir un encarecimiento generalizado de los bienes importados, incluidos los insumos que forman parte del grupo de las 600 posiciones arancelarias sometidas a licencias no automáticas.

Para entendernos claramente, las licencias no automáticas son una forma de focalizar en determinados bienes lo que una devaluación mayor generalizaría a todos, absolutamente todos los bienes importados.
Por lo tanto es curioso que quien le echa la culpa de su parate al encarecimiento o la demora en el ingreso de bienes intermedios importados pida al mismo tiempo como solución una medida que le dificultaría más aún el acceso a dichos bienes intermedios, o incluiría en la lista de las restricciones a alguno bienes exceptuados de las licencias no automáticas.

Los problemas de la industria están más claramente enfocados en la caída de la demanda, sobre todo la externa (alimentos y bebidas es el sector industrial con mejor performance en medio del proceso generalizado de estancamiento, y este es un dato para mirar).
Esto puede deberse a pérdida de competitividad por precio, debida a la apreciación cambiaria. Es lo que sostienen algunos analistas. Puede ser.
Podemos incluir también que dicha pérdida de competitividad por alza de costos no es compensada con mejoras en la productividad, que bajen paralelamente los costos que aumentan por apreciación cambiaria.

Pero el factor que principalmente incide es la merma de la demanda a nivel mundial. Y particularmente, la caída estrepitosa de la actividad brasilera (que devino también en controles a las importaciones que afectaron a productos argentinos, pero que no surgen de una actitud de revancha como suele cómodamente afirmarse, sino de necesidades internas de volcar al mercado propio los excedentes no colocados por vía de exportación, o al menos a no perder cuotas de mercado interno con productos de países competidores; ningún gobierno puede darse el lujo de ser tan principista, ni se va a poner a tomar decisiones para que se vean plasmados los intereses declamados por El Cronista Comercial; en materia económica lo que rige es el pragmatistmo).

Las líneas de producción no van  funcionar aceitadamente, mientras no haya a quién venderle lo producido. De modo que una caída brusca de la demanda externa lógicamente provoca cambios en las perspectivas, modificaciones en los inventarios que harán tarde o temprano que las líneas de producción tomen otros ritmos o incluso queden paradas un tiempo. La falta de insumos no es más que un chivo expiatorio, que al mismo tiempo le permite a quien lo utiliza ponerse en papel de víctima para negociar en mejores condiciones la obtención de beneficios.