Les gusta últimamente, a algunos referentes de la izquierda, decir que Argentina está profundamente alineado en materia de política internacional con EEUU.
En un debate televisivo (en el programa de Sylvestre) uno de los participantes llegó a decirle a Lucas Carrasco que el alineamiento era comparable al de los años de las "relaciones carnales".
Habrá algunos motivos como para abonar esta idea, calculo. Por ejemplo, los convenios de defensa sobre adiestramiento militar, o las posturas contra Irán, en todo lo relacionado al campo conceptual que los yanquis caratularon con el nombre de "terrorismo" (incluidas algunas cosas positivas como ciertas recomendaciones del GAFI sobre lavado de dinero).
Por un lado resulta que estamos aislados del mundo.
Nosotros... junto con los EEUU, con los que mantenemos relaciones carnales.
Hay una situación difícil de compatibilizar entre los discursos más de derecha, que aluden al aislamiento argentino, y los discursos de izquierda ya mencionados.
Ahora bien, si nos enfocamos un poco en el contexto económico encontramos que la afirmación sobre las "relaciones carnales" es no sólo temeraria, sino irracional.
Dejando de lado la a esta altura medianamente lejana aunque ultra trascendente negativa argentina a integrarse en el ALCA, nunca del todo valorada como un acto soberano de un grupo de países relativamente pobres y con escaso peso mundial ante el intento de imposición de la hasta entonces indiscutida potencia mundial dominante, que seguía en realidad a un largo historial de imposiciones mansamente avaladas, cosa que hoy es vista como un hecho menor por parte de algunos comentaristas que forman parte de fuerzas políticas que no gobiernan ni siquiera un centro de estudiantes universitario, pero sin embargo pretenden dar cátedra acerca de cómo se lucha contra (y se vence a) el establishment económico internacional.
Hoy mismo el país enfrenta diversos conflictos en el plano internacional.
En materia comercial, con las denuncias cruzadas ante la OMC, por proteccionismo. Que en gran medida responden a la intención de Argentina de empezar a modificar un esquema de relaciones comerciales en el cual siempre fue más concesivo que demandante, o que al menos en los resultados terminó conviniéndole mucho menos que a sus "socios". Lo cual le vale además ser excluido del régimen de preferencias arancelarias, motivo por el cual ciertos productos pagarán aranceles mayores para entrar a los EEUU.
Las políticas comerciales, no sólo acá sino en cualquier parte del mundo, responden a criterios pragmáticos. No es casual ver que un país como EEUU aplica infinidad de barreras para-arancelarias, mientras divulga los ideales de la libertad económica por otros países, más débiles económicamente hablando. La intención es promover un esquema comercial al cual maximizarle las ganancias. Para EEUU.
Enfrentar esa impronta, desde un país como Argentina, con la intención pragmática de minimizar pérdidas al menos, es algo bastante más difícil que pontificar con gesto canchero al estilo de Claudio Lozano en los canales de cable.
Pero en el plano financiero la contrariedad del establishment internacional para con las decisiones argentinas es donde más visible se hace. Argentina se ha salido de los canales de circulación de los flujos financieros. No toma crédito externo, no refinancia sus deudas, no acomoda las variables con la vista fija en percibir flujos inversores de portafolio, computables en la cuenta de capital.
Esto le vale además enfrentar presiones diversas, respecto de la regularización de la deuda con el Club de Paris, cuyos negociadores parecen querer ya no solamente incluir al FMI en el arreglo con la famosa revisión anual de cuentas prevista por el artículo IV, a la que se someten la totalidad de los países miembros salvo algunas excepciones como Argentina (no sé si quedan otras), sino también a los fondos buitres, aquellos fondos de inversión que compraron por chaucha y palito los bonos argentinos en default a partir de 2002, a tenedores que influidos por las calificadoras de riesgo salieron desesperados a vender, y que se negaron a entrar en los canjes con quita del año 2005 y del año 2010, y hoy litigan en estrados estadounidenses.
Las presiones no se reducen a eso, sino que a partir de los fallos del CIADI a favor de empresas como Azurix o Blue Ridge, en los que se condenó a Argentina a indemnizarlas por la devaluación, es decir, no haberles garantizado desde el estado la rentabilidad en dólares, ignotas sociedades sospechables de ser fuentes de lavado de activos o al menos de oscurecimiento de los derechos de propiedad, y tal vez de evasión y elusión fiscal, reclaman cobros por haber tenido participación en segundo o tercer grado de las sociedades que operaron las empresas privatizadas en los 90. Y también aúnan fuerzas con los "acreedores" de la Task Force Argentina para presionar ante los organismos internacionales de crédito, consiguiendo por ejemplo, que el partido republicano haya impuesto su voluntad de votar contra Argentina en los directorios del BM y el BID para la liberación de fondos de los créditos que forman parte de compromisos contraídos hace años.
Toda esta batería de complicados enfrentamientos y maniobras para postergar la aplicación de sanciones y perjuicios para que un tonto diga livianamente en un programa en el cable, recostado sobre la mesa, que estamos como en las "relaciones carnales", e intente dar cátedra de cómo se enfrenta a los poderes instituidos. Tomatelas, salame.
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