miércoles, 5 de septiembre de 2012

La violencia en el fútbol

Para variar, vamos a tratar de pelearnos un poco con cierta visión "progre" del problema de la violencia en el futbol.

Encaro el asunto por el lado de la formación de un campo discursivo, al que podemos etiquetar con la frase "violencia en el futbol". Analizar cuáles son los hechos que se inscriben en dicho campo es decisivo, cuando de modo aparente todos estamos de acuerdo con que la "violencia en el futbol" es un "flagelo" que hay que "erradicar" (y la seguidilla de lugares comunes puede seguir hasta pasado mañana).

Es la presidenta la que se ha constituido en la delimitadora principal del campo discursivo del que hablamos, desde el momento que decidió (con buen tino) encarar este problema, que es claramente de orden político. Y retomando (la presidenta) un tópico lejano en el tiempo, de que la popular es de los pobres y la platea de los ricos, se encargó de señalar hechos de violencia que ocurren en las plateas del futbol argentino, para desactivar el estigma que recae sobre las populares, que son el lugar que dominan las barras bravas, actores identificados como responsables principales de la violencia.

Bueno, esta identificación de espacios con la intención de inscribir cualquier hecho violento dentro del mismo campo de discurso me parece irremediablemente una mentira. Involuntariamente justificatoria del accionar de las asociaciones ilícitas que dominan el futbol argentino, además. Casi que es usada como maniobra distractiva por algunos pícaros. Mientras discutimos la falacia de si la culpa la tienen exclusivamente los pobres, o si también los ricos participan del tema, los entramados oscuros de negocios ilegales proliferan incontrolados.
Lógico que uno puede suponer que no está bien que los plateistas escupan a los rivales que se acercan a sacar un lateral, o que les tiren cosas al banco de suplentes del contrario, ni que se agarren a trompadas por si hay o no que putear a tal jugador propio.

Pero todos esos hechos "terribles" de violencia no forman parte del mismo campo en el que articulan acciones las barras bravas. Que no son pobres, aunque militan en la popular. Son lúmpenes. Culatas de los mafiosos verdaderos. Ampliaremos.

El periodismo deportivo, en relación a la violencia, se puso muy amariconado. Todo aquel que jugó al futbol alguna vez, aunque más no sea que en forma amateur sabe que el futbol es un ámbito propicio para cierta violencia, y que tampoco es cuestión de rasgarse las vestiduras por los insultos y las escupidas. Que, repito, están mal, y me cuesta entender que es lo que lleva a un tipo a comportarse con tal grado de estupidez. Pero eso no es ni por asomo un tema de estado en el que deba intervenir la presidenta, ni ninguna institución estatal. La seguridad privada de los clubes es suficiente.

Ahora, la violencia de los barras, que se agarran a tiros, es en realidad un simple accesorio de un comportamiento mafioso generalizado a varios actores de la actividad, entre los que se encuentran dirigentes, empresarios, intermediarios, representantes, futbolistas, y barras bravas, que en los casos de mayor sofisticación hasta pueden reinventarse en alguno de los roles antes citados. El punto clave de la cuestión son los entramados de negocios, que convierten a los clubes en lavaderos de plata, donde se arman sociedades ad hoc que facturan servicios truchos, y cobran porcentajes de pases de jugadores, que después son inscriptos en clubes extranjeros en los que nunca jugaron para fugar las divisas de las transferencias y evadir impuestos (esto lo investigan AFIP y UIF ahora, y está muy bien), maniobras todas que vacían a los clubes, que en la actualidad son financiados además por plata del estado, que paga por la televisación a la AFA, que como sabe que cuenta con esa promesa de pago les adelanta a los clubes plata a cobrar por derechos de televisación futuros, mediante cheques diferidos a canjear en la financiera de la que es dueño determinado dirigente, en la que seguramente además se vende dólar "blue" obtenido en los pases de jugadores al exterior parcialmente declarados.
Los barras, con su violencia, son parte integrante y en rol secundario de ese campo. ¿Querés terminar con la violencia de las barras? Atacá ese entramado. Cortales el chorro de la guita. Vas a ser progre sin quererlo, fijate, porque los que manejan esos negocios son todos millonarios. Y garcas.
Sin necesidad de escándalo por dos viejos que se agarran a piñas en la platea por Riquelme.

Hace unos días, la vi a Florencia Arietto (la nueva encargada de seguridad de Independiente) en el programa del doctor Castro, con Raúl Gámez como invitado también, hablando de estos temas. Personalmente le tengo mucha fe a Florencia, porque la considero una persona muy capaz y con mucho coraje.
Pero escuchaba algunas de las ideas de Gámez. Que despotricaba contra "Hinchadas Unidas Argentinas", y decía además que no le podía creer a un gobierno que había organizado eso, que ahora fuera a combatir a las barras.
Yo no soy moralista. Pero digamos que el fracasado proyecto de incluir a los barras reinventándolos a partir del aprovechamiento de sus cualidades de liderazgo, cuyo summum fue precisamente Hinchadas Unidas Argentinas, tenía una idea muy similar a la que Gámez pregonaba en aquella época. El modelo que se aplicó en Vélez, por ejemplo, cuando decidieron darles el manejo de los quinchos a los barras (en Vélez no se "combatía" a los barras en épocas de Gámez como él dice ahora, el proyecto era distinto). Reinsertar a los barras en la vida práctica de los clubes, desde un rol de colaboración, a partir de explotar sus cualidades. El modelo auto-referencial del que Gámez hacía gala más de una vez (él mismo había sido jefe de la barra durante los 80). Esa idea ingenua, con la que personalmente yo comulgaba, hay que admitir que fracasó rotundamente.
No está bien, sin embargo, hacerse el tonto con el resultado puesto, como si nunca se hubiera participado de eso.

Y menos intentar sacar un rédito político mezquino (no sé si lo sigue siendo, pero Gámez era puntero del radicalismo, incluso en sus épocas de barra, gracias a lo cual viajó a "hacerle el aguante" a la selección argentina en el mundial de México 86, donde formó parte del grupo de barras que se pelearon con los hooligans ingleses, un hecho de violencia "repudiable" que dejó una "muy mala imagen de Argentina en el exterior" y por supuesto nos comenzó "a dejar aislados del mundo", todo esto, claro, no dicho por mí, que me chupa un huevo todo eso, sino por los periodistas de la época, que se escandalizaban por cosas parecidas a las que escandalizan a Gámez hoy).
Porque Gámez señalaba en el programa de Castro los vínculos políticos de las barras. Innegables. Pero hacía hincapié en el oficialismo.
Cuando en realidad dichos vínculos son de carácter transversal. Afectan a todos los partidos políticos. Intentar partidizarlos en el discurso está mal. Digo yo, que a veces me hago el republicano también.

Para cerrar algo que no tiene que ver con nada: agradezco a Lucas Carrasco la invitación a su programa de radio, del que participé como invitado el lunes pasado.

1 comentario:

Anónimo dijo...

la violencia en el futbol se termina suspendiendo el campeonato al primer hecho de violencia que involucre hinchadas.