lunes, 10 de septiembre de 2018

Boby

No me molesta tanto el lenguaje violento, resentido, apuntalado por una feroz mezcla de ignorancia y soberbia, que confunde etiquetas, algunas despectivas, como "cartonero", "chorro", "vago", "planero", "señora que reparte sanguches a los hijos en la Bristol", etc. en una mescolanza inasequible a la realidad y que comparte características como "grasiento" o "mal oliente".
Me molesta mucho más la inversión de términos, la voluntaria confusión conceptual. Por la cual concluimos de manera mayoritaria que un tipo que cobra una fortuna comparado con lo que se gana en otras actividades (de parte de empresas que reciben pauta estatal en carretilla, dicho sea de paso) por hablar boludeces durante tres horas diarias, que llega a ese su trabajo en auto importado con un aire acondicionado que no le permite transpirar ni cuando hace 40 grados de temperatura, sea alguien postulado como prototipo de quien "se rompe el culo laburando", que con "sus impuestos" mantiene al resto.
Los que se rompen el culo laburando son los que arrastran un carro tracción a sangre juntando cartones, revuelven bolsas de basura, se cuelgan a los árboles a cortar paltas y las llevan en cajas en el tren para venderlas en Plaza Flores, se levantan a las 4 de la mañana, se meten en el barro para llegar a la ruta por donde pasa el colectivo y limpian baños durante 8 horas, o se curten la piel al sol levantando paredes.
Los que andan en auto alemán, toman champagne francés, comen salmón noruego, vacacionan en Uruguay siempre y en Europa o Nueva York a veces, condescienden al snobismo de usar fragancias importados, o se visten con ropa italiana se identifican más con la etiqueta (por ahí falsa) de garca que de laburante.
Y, lamentablemente, gracias a algunas desafortunadas decisiones del gobierno se están haciendo pagar sus berretines con el aumento del precio de la leche y el pan, desatados por la devaluación que se originó debido a que demandamos más dólares que los que generamos genuinamente para sostener la oferta.
Así que aprovechemos esta funesta oportunidad de volver a encauzar los discursos sobre dónde están los que laburan y quienes son los que parasitan a los otros con gustos pseudo sofisticados.
El título del posteo? Mi vecino tenía un perro que se llamaba Boby, en honor a un tal Echecopar.

jueves, 6 de septiembre de 2018

Servicios públicos, exportación y dólar

Internacionalizar los precios de los servicios públicos suponía una transferencia neta de recursos desde las clases media y media-baja hacia diversas empresas del rubro energético. Empresas con propiedad atomizada. Sociedades que controlan sociedades que controlan sociedades...
Fondos de inversión, sociedades off shore, etc. Cuando los dividendos del "pagar lo que vale" se empezaran a distribuir, había una posibilidad muy cierta de que se fueran por la canaleta de la formación de activos externos, más conocida como fuga. Pasó y está pasando todavía. Y no es que la formación de activos externos vive solo de eso, pero algo colabora.
Pero además, al inicio del "proceso de corrección de los desequilibrios heredados", decretaron la no obligatoriedad a los exportadores de liquidar los dólares que se computan en el registro de exportaciones (con lo cual los flujos reales de dólares comerciales son probablemente peores todavía a lo que indica la deficitaria balanza comercial).
Si a esto se suma que, paralelamente, se aplicaron restricciones monetarias y fiscales que iban a impactar en el nivel de actividad, es fácil concluir que una economía que se contrae, y cuya moneda probablemente se devalúe por menores ingresos dólares y mayores egresos, no genera incentivos para la inversión sino para la fuga.
Durante un tiempo pudo cerrarse esta brecha de carencia con dólares prestados. Tarde o temprano, a la avalancha de vencimientos de deuda se iría a sumar el corte del flujo por falta de márgenes para seguir endeudándose.
La salida del cepo y la corrección de precios relativos (independientemente de lo que se piense de ellas) no fueron exitosas sino un fracaso espantoso, condenadas principalmente por el error de timming de estos expertos usureros.
Si en algo tenían que ser graduales era en la liberación de la cuenta de capital y en la unificación del tipo de cambio. Y no solamente implementaron un shock, sino que además lo trasladaron al ámbito del comercio exterior, desligando a la exportación del compromiso de nutrir de dólares la plaza local, legalizando e incentivando, de alguna manera, prácticas ilegales como la subfacturación. Un expolio adicional.
Nada les podía salir bien.
El primer paso obligatorio para un reestablecimiento de la calma sería emplazar en 90 días la liquidación de dólares por exportación.