lunes, 28 de febrero de 2011

Burocracia sindical


La detención de Pedraza volvió a dejar si no sobre el tapete sí en alguna zona cercana la cuestión de los sindicalistas-empresarios.
Por eso, no estaría mal pensar sobre el tema, para tratar de aclarar algunas diferencias que en el ámbito de la moral republicana se vuelven difusas.

Un dirigente sindical es un representante corporativo de los intereses de los trabajadores (como clase, aunque mediada por el concepto de "gremio"). Su accionar (que puede comprender incluso su actividad empresarial paralela) debe juzgarse desde allí. Y sólo desde allí. Ocurre, tal vez, que ser empresario, al mismo tiempo que sindicalista promueve un conflicto de intereses que determina que un tipo, en tanto cuide el primero de sus roles atente contra el cumplimiento del segundo. Es bastante posible que sea así, estoy bastante de acuerdo con ese razonamiento. Pero es, justamente, un razonamiento que intenta surcar en profundidad el tema, más allá del "a priori".

Un dirigente sindical que consigue mejorar el standard de vida de sus representados, que posibilita que mediante convenio se les pague más la hora, o que se le reconozcan beneficios extra, que fiscaliza que todos sus representados sean puestos en blanco, que les brinda patrocinio ante conflictos laborales individuales, que les mejora las prestaciones de las obras sociales, que les facilita el acceso a turismo social de calidad, etc., es un dirigente que cumple en buena medida con las exigencias del lugar que los trabajadores le asignaron.

Estos rasgos cualitativos de calificación son, desde ya, de carácter subjetivo. Las subjetividades que deben juzgar, entonces, el accionar de sus dirigentes son precisamente las de sus representados.
Y tienen (los representados) el derecho, incluso, de legitimar o no que sus dirigentes sean ricos, amasen grandes fortunas, cobren honorarios, manejen sus fondos con cierta discrecionalidad y hagan negocios.

También éste (el de decidir el carácter de sus representantes) es un derecho laboral. Abstenerse, por favor, de subestimaciones, con el fin de justificar que algún "indeseable" siga al frente de un gremio.

Tienen (los representados) el derecho de crear, a través de sus representantes, el espejo que refleje la imagen tal como se quieran mirar.

Ni siquiera creo que pase por una cuestión de que "les importa" o "no les importa". Galeano dice que "los pobres" no "le toleraban" los lujos a Evita. Sino que se los festejaban. Eran (esos lujos) el símbolo de una reivindicación de clase.
Es, el sindicalista "poderoso", la expresión simbólica de un "querer ser" de la clase trabajadora.

Yendo a un terreno más práctico: quien conoce algo de negociación sabe que en ese ámbito (para escándalo frankfurtiano) lo material expresa lo simbólico. Quien da ventaja desde lo material, arranca la negociación abajo.
Digamos, si dos tipos van a negociar algo, y uno viene con un BMW y el otro con un Fiat Palio, el segundo va a tener que extremar sus cualidades persuasivas o sus "picardías truqueras" para al menos empardar.

Ya ni siquiera tiene validez la discusión sobre "la burocracia". Porque las complejidades actuales de la representación de las demandas obreras requieren, casi como una necesidad, de los servicios de un grupo de tipos rentados (y bien), con capacidades "de escritorio", y no de "laburantes" que pongan el lomo "al par que sus compañeros".

O en todo caso, no hay, creo por lo menos, elementos para asumir a priori que un "laburante" con buenas intenciones sepa desempeñar su función mejor que un burócrata. Y viceversa. Digo: el "laburante", si (y sólo si) es efectivo, aplausos. Si no, su ruta... Lo mismo para el "burócrata".

Reconozco lo personalísimo de esta opinión.

Pero aún con la duda, deberíamos cuidarnos bien de "no hacerle el juego a la derecha" (ejem) en estos temas, y asumir definitivamente que son los trabajadores a través de las instituciones que se dan como forma de representación quienes deben decidir estas cosas, y no sus "intérpretes" con opiniones de raigambre histórica, o tipos con supuesta autoridad de hecho (o sea autoritarismo) para definir roles sociales. Cosa que hacen (definir roles sociales) siempre de acuerdo a su propia conveniencia. O a la conveniencia de la clase a la que representan. Representación que ejercen, por otro lado, sin tener que enfrentar a tipos ajenos a su profesión que les marquen la cancha diciendo, por ejemplo, que "no está bien que el editorialista de un diario sea rico".

5 comentarios:

anibal dijo...

Estoy de acuerdo en general y muy de acuerdo con el tema de la "burocracia", pero hay un detalle no menor que no tenés en cuenta. La explicación de que los dirigentes sindicales estén en sus cargos desde hace muchos años, no puede descansar solamente en que "hacen bien su trabajo". Para que los tipos estén ahí desde hace treinta años es necesario que las normas electorales dentro de los sindicatos lo incentiven o al menos lo faciliten. Y esas reglas como todas, bue, son discutibles. En mi opinión, al igual que en el sistema político en general, la posibilidad de reelección es buena porque incentiva a los funcinarios a hacer bien las cosas. Pero cuando vamos a reelecciones indefinidas, ahí la cosa cambia.

Además, no todo es posibilidad o no de reelección. El sistema uninominal de congresales en EEUU permite/se da a menudo que haya tipos que estén treinta años en sus bancas. Con nuestras listas sábanas no es tan fácil.

Me parece que cuando se habla de "democratizar los sindicatos" se alude más a estas cuestiones que a cuestionar si los ñatos representan realmente o no a los laburantes

Mariano dijo...

Aníbal: son muy interesantes tus acotaciones.

Particularmente, tengo una duda. No alcanzo a entender por qué una estructura política sería menos democrática en tanto permite la reelección indefinida de autoridades, si en definitiva las reelecciones se legitiman en el voto de los mandantes.

Distinta es la cosa cuando (y en el sindicalismo hay bastante) se echa mano, desde la conducción, de algunas trampas que tienden a limitar la participación o a desvirtuar los procesos (aclaro solamente a los fines de desideologizar la cosa que los gremios conducidos por gente que forma parte de la CTA no están exentos de ser señalados como practicantes de este tipo de estrategias).

Me parece que hay instituciones a las cuales la reelección indefinida lse sirve hasta como un mecanismo de autodefensa.
Digamos, si tengo a Agustín Tosco como conductor del gremio de Luz y Fuerza, en virtud de la defensa de qué bien supremo debería mandarlo a cuarteles de invierno y reemplazarlo por algún tirifilo que, en capacidad, no le llegue ni a la rodilla?

El secreto está en hacer política. En ese cuadro ningún impresentable puede perdurar indefinidamente.
No creo que haya que tenerle demasiada inquina a la reelección indefinida. Es una apreciación particular, que estoy dispuesto a revisar si se me insta con argumentos que me parezcan interesantes.

Un abrazo, y gracias por comentar.

DP dijo...

http://eldiablosellama.wordpress.com/2011/02/25/pedraza-preso-los-sindicatos-y-la-“gobernabilidad”-en-argentina/

Bob Row dijo...

Mariano: tu descripción de la política sindical es muy plausible para -en todo caso- una discusión formal.
Pero si Pedraza está preso no es por burócrata sino por contratar criminales. Es el aspecto práctico del "método" usual para asegurarse la reelección indefinida (más allá de que los nombres pueden rotar dentro de un mismo grupo). Un abrazo.

Mariano dijo...

Bob: por supuesto, pero mirá que la mención a Pedraza es simplemente para introducir en tema. No hay ni medio atisbo de justificación de mi parte de su conducta.
justamente, a eso me refería con el "hay que diferenciar".
un abrazo