El paso de los días permite tomar las cosas con mayor frialdad.
Kirchner tiene una forma de manejarse que lo hace poner un ojo en lo propio y el otro en lo ajeno. Mira alrededor y se preocupa de que ninguno (oficialista, opositor) asome demasiado la cabeza. Como si en el reparto equitativo de fortalezas y debilidades entre sus posibles contrincantes, estuviera la fuente de su propia acumulación. No es una crítica.
Se habla mucho de "lo que hay que cambiar" para volver a la senda del posible triunfo. Que si "recuperar a los sectores medios", que si "profundizar el modelo", que si "comunicar mejor", etc., etc., etc.
Tal vez, menos pretenciosamente, se podría abandonar este rasgo estilístico (reconociendo la apertura de una etapa que exige modificaciones al patrón que llevó al éxito en otros tiempos). No es mucho pedir. Una simple modificación que no implica renunciar a las aspiraciones presidenciales, ni "entregar" el paquete con moño de regalo y todo en las manos de otros. Sino, simplemente, permitir jugar con autonomía a otros dirigentes, para que acumulen de acuerdo a su propio estilo.
Contener la heterogeneidad en un mismo espacio, y permitir que cada uno pueda armar, para medir fuerzas en el futuro y definir los liderazgos.
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