sábado, 4 de junio de 2011

Hacer los deberes.


El relativo orden macroeconómico que ha sabido sostener el kirchnerismo a lo largo de 8 años, es un mérito innegable, a juzgar por la comparación con experiencias pasadas y muy cercanas, muy vívidas, de la historia nacional.

Pero, este orden macroeconómico es efectivamente relativo. Hay una inflación demasiado alta, lo cual genera tensiones en los canales institucionales de distribución del ingreso (principalmente: paritarias y negociación de SMVM; el "pacto social" quedó en la nada una vez más). Indexaciones de contratos informales, con diferencia entre sectores que el estado puede regular y otros en los que no.
Por su parte, los "pilares" del "modelo", léase superávit gemelos, viven de amenaza en amenaza, y el tipo de cambio alto, prioritariamente la ventaja competitiva que la política cambiaria ofrece, también está en permanente discusión, con horizonte de "límites" y esas cosas.

Así y todo, ninguno de estos problemas alcanza para subvertir lo que es un tránsito ordenado por el crecimiento constante del PBI, apuntalado en la demanda interna, y el círculo virtuoso hasta ahora indestructible entre ésta y la generación de empleo.

Como resultante además se destaca una notable baja en los factores de riesgo en cuanto a exposición al endeudamiento externo, tanto en el sector público como en el privado. Mérito innegable de la actual administración, que trasladó los focos conflictivos a otros sectores, pero que le dio mayor sustentabilidad y genuinidad a la financiación del crecimiento y a la acumulación de capital.

Pero, el tema central ya deja de ser entonces cómo estabilizar la macroeconomía.
La discusión hoy pasa más por definir cuál será la estrategia de acumulación, qué sectores la encabezarán, qué relación tendrán con el Estado a partir del grado de intervención que éste tenga y qué estrategia se promoverá respecto de la relación integración al mundo-mercado interno.

Todas estas cuestiones exigen de decisiones importantes. Es cierto que en algún punto el Gobierno parece dar algunos indicios. Principalmente, la facilitación del ingreso de empresas argentinas (capital privado) en el sector energético y de los servicios públicos básicos (privatizadas), la tímida construcción de herramientas de financiación del capital productivo entre las que destaca la nacionalización de los fondos que administraban las AFJP, la firme decisión de colocar directores estatales en empresas emblema de lo que se llamó en algún momento, gracias a Basualdo y Ferrer, "oligarquía diversificada" como SIDERAR, Acindar, Aluar, Siderca, etc.

En este último caso, sin embargo, es necesario todavía establecer una estrategia, para dejar más en claro qué es lo que se pretende de esas empresas y de sus producciones. Hablamos de empresas que producen insumos para determinadas actividades industriales y de infraestructura muy importantes, que han sabido subirse a un proyecto de integración del país con el mundo a través de la exportación primaria y de este tipo de bienes. Y que han sabido desarrollar competitividad a nivel mundial. Pero el divorcio entre esta estrategia de negocios sectorial y el desarrollo de un mercado interno consumidor y productivo han hecho que el crecimiento de unos derivara casi al mismo tiempo el estrangulamiento de otros sectores altamente generadores de empleo.

Por todo lo cual una de las necesidades clave que se presenta es la de integrar esas producciones competitivas con los sectores elegidos para liderar el proceso de acumulación.

Si finalmente se confirma que las actividades serán las mencionadas en el plan estratégico 2020, habrá que determinar cuáles organizaciones se colocarán en el centro. Particularmente abogaría por las Pymes.

Pero para que ello sea posible hay muchas tareas a llevar a cabo: la facilitación de acceso al capital es fundamental (un banco de desarrollo); la gestión para integrar producciones locales pero con el fin de abaratar costos, también;  la necesidad de darle previsibilidad al abasto de energía (invertir fondos públicos en energías no renovables, por ejemplo); y seguir mostrando una férrea decisión de considerar que el Mercosur es prioritario, pero siempre y cuando no signifique crecimiento dispar en favor de Brasil.

Un "detalle" a definir también es el del vínculo del estado y el capital (este nuevo capital emergente) con el sindicalismo.

Que la actual conducción de la CGT no haya tal vez comprendido cuál sería la mejor forma de expresar esos intereses no implica de ninguna manera que la solución sea abrirle las puertas a sectores del sindicalismo acostumbrados a actuar sinérgicamente, en tándem, con esas empresas que caracterizamos como parte de la "oligarquía diversificada", y que han aportado sus esfuerzos a la integración del país al mundo con los criterios de los grandes sectores ligados a la exportación de bienes básicos.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Por favor, qué manera de perder el tiempo....

Una pregunta: ¿cómo hicieron SIDERAR y ALUAR para ser competitivas internacionalmente?
Después de formular la respuesta te podés pegar un tiro tranquilo.

Eso de apostar al efecto realimentado del mercadointernismo es una mentira, ningún país se desarrolló así, ni siquiera China que tiene 1.200 millones de habitantes, esto es, un mercado impresionante que permitiría cualquier fantasía.

Un detalle para pensar: SIDERAR y ALUAR importan el 100% de los mierales que utilizan en sus procesos productivos. Para pensar.

(Alcides Acevedo)

Ricardo dijo...

Lo que decís es que "salimos del infierno y el purgatorio" y ahora tenemos que seguir escalando.
Un Banco de Desarrollo me parece fundamental para lo que viene.

Muy buen post.

Daniel dijo...

Muy bueno.