Clarín publica hoy una columna de Felipe de la Balze: ¿Qué futuro le puede esperar al dólar?
Hace (el autor) un recorrido rápido por las monedas mundiales más importantes (en tanto mayor confianza generan) que pueden postularse como "competidoras" del dólar en la coyuntura actual, en que ésta última empieza a mostrar debilidad, lo cual le quita de a poco las virtudes que la convierten en unidad de cambio y reserva de valor a nivel mundial.
El uso de la palabra "competidoras" es sintomático porque le da centralidad a las ventajas que obtiene un país que logra instalar su moneda como moneda mundial.
De la Balze es explícito en este punto: menciona el "señoraje" (por ser el emisor de moneda), la emisión de deuda a menor tasa y el ahorro del costo de cambio (no necesitan los estadounidenses comprar y vender divisas para comerciar con agentes de otros lugares del mundo). Los servicios financieros brindados en casi todas partes del mundo por entidades estadounidenses son una fuente de ingresos importante para su economía.
En ese recorrido, en el que va punteando ventajas y desventajas de otras monedas en el mundo para darle competencia al dólar, termina De la Balze previendo un futuro de multipolaridad, en que otras monedas ganarán terreno en el comercio y en el ahorro mundial, pero sin eliminar al dólar todavía.
Pero, si bien no es algo que dependa enteramente de sus decisiones ¿cómo es que EEUU convalida que esto ocurra, parcialmente, mientras que China no avanza de manera más decidida a absorber las ventajas que ofrece ser el emisor de la moneda de reserva mundial, unidad de cambio aceptada, aparte, en el comercio internacional?
Una de las claves está dada por algo que señala Jorge Castro en su nota en el mismo diario: la productividad norteamericana es fuertemente superior a la china.
Así y todo, ha sufrido (EEUU) una pérdida de competitividad, que le ha provocado sobreendeudamiento, pérdida de empleo y esporádicamente (y en conjunción con otros factores) recesión.
La causa principal: la excesiva valuación de su moneda.
Es por ello que las decisiones anti-recesivas que toma la FED conllevan automáticamente una devaluación del dólar.
Por su parte, el diferencial de productividad señalado por Castro, anticipa que la economía china, y sus sectores productivos no podrían tolerar una revaluación demasiado fuerte de su moneda (el banco central chino se resiste a esta revaluación del yuan, que es lo que le aconsejan los organismos multilaterales y el propio EEUU).
Por ende, más allá de los motivos que podríamos llamar estructurales, la propia actitud china conspira contra el avance en la instalación del yuan como moneda de cambio y reserva mundial.
De la Balze termina diciendo:
"La clave está en la capacidad de los EE.UU. para equilibrar sus cuentas públicas y fortalecer su competitividad internacional."
Por tratarse de "la clave" es bastante diifusa. Porque EEUU está actuando en conocimiento de la situación. Pero lo que previsiblemente le está costando es conjugar el equilibrio de las cuentas fiscales y el fortalecimiento de su competitividad. Son hoy, cuestiones casi incompatibles.
Y en tanto sigan haciendo prevalecer la segunda (cuestión lógica teniendo en cuenta su prolongada recesión y su alto desempleo) el debilitamiento del dólar continuará.
En definitiva, estamos en plena guerra de monedas, entre un país que quiere abandonar las posiciones ventajosas de ser la máxima potencia mundial, y otro que no quiere todavía asumir su reemplazo.
En los márgenes, los latinoamericanos observamos la necesidad de plantar bandera propia en la futura y previsible multipolaridad monetaria. En principio, abandonando la ultradependencia del dólar. En eso está la UNASUR, en reunión urgente convocada por... Santos.
Cuestión difícil y no exenta de costos, pero que hay que decidir, antes que otros lo decidan por uno.