martes, 12 de julio de 2011

Relatos


El admirable Luciano (Desierto de ideas) analiza con su estilo particular algunas incidencias relacionadas con las elecciones porteñas.
Y toca lateralmente un tema que otros amigos ya trataron. Por ejemplo, Omar.

Es el de la inseguridad. Tema en que, como se sabe, las fuerzas con pretensiones progresistas andan flojas.
Concuerdo totalmente con esta apreciación. Incluso, creo que muchas veces el pretendido progresismo se pone a una injustificada defensiva con el asunto. Y termina de algún modo defendiendo (sin intención) la no-sanción de las violaciones de la ley. O al menos así resulta percibido y comprendido su discurso.

Pero el punto que quiero tratar no es ese.
Yo quisiera discutir con mi amigo Luciano sobre otra cosa.

El macrismo, en este aspecto (seguridad), tampoco puede mostrar pergaminos de ejecutor.
El ejemplo es justamente el que Luciano señala: la creación de la Policía Metropolitana.
Cuya incidencia real, física, en la vida de los porteños (así, en general, dejando de lado por un rato los casos puntuales, excepcionales, de "Cacho" y "María") oscila entre mínima y nula.

La creación de la Metropolitana le dio al macrismo, no la posibilidad de mostrarse ejecutivo, sino que aportó decisivamente en la justificación de un "relato". Que se impuso sobre otro con holgura.
Ayudado, aunque a algunos les parezca incomprensible (a mí, para nada) por el "escándalo" de las escuchas. Delito sospechado, gravísimo para las jerarquías judiciales y políticas. Que a la mayoría de los vecinos, los que votan mayoritariamente, les importa nada. Y les sirvió para confirmar, en muchos casos, que "a Macri no lo dejan".
Si es "verdad" o no, importa poco en este aspecto. El relato quedó configurado. Inevitablemente vencedor.

Macri disfrazó 200 tipos de policía y los sacó a dar vueltas en algunos pocos barrios, en patrulleros rimbombantes de luminosidad. Para la gran mayoría de los porteños, en cambio, la Metropolitana es apenas un spot televisivo. Y una promesa, tal vez.

Paralelamente logró complementar esta estrategia de marketing, con la idea de que tales señores carecían de poder de policía. Que estaban simplemente para dar "sensación de seguridad", sin poder actuar.
No pueden desalojar el Indoamericano, una vez desalojado no pueden evitar que se les vuelvan a meter.
No pueden, porque el poder está en otro lado.

Fue eficaz, el "relato", a la hora de patear la impotencia propia al campo de la falta de voluntad ajena. Que más que falta de voluntad es, en realidad, desorientación.

Y aprovechó, para darse forma definitiva, del rol ficticio que sus propios detractores le asignaron: ser "facho".
Ahí está el que haría justicia con los delincuentes, el "duro". Al que no lo dejan.

En este tema, el ejecutor, el que resuelve los problemas, no está.
Está el que intenta conservar la potestad, sin poder atinar a darse cuenta para qué la quiere.
Y el que denuncia la situación. Y se sigue mostrando como la promesa futura de orden. Más por la comunicación ajena que por los esfuerzos propios.

En esta guerra de denunciantes (el que denuncia al "facho" y el que denuncia al "que no quiere y no lo deja"), ganó el que montó el relato más eficaz. El que le acertó a las necesidades psicoanalíticas de los porteños: explicarnos por qué no se puede.

1 comentario:

Luciano dijo...

Está bien lo que decís, la incidencia de la PM es baja sobre la vida cotidiana del electorado, por lo menos por ahora. Pero la decisión concreta de crearla fue una medida que hay que enlazar con un reclamo que era muy fuerte, y que los gobiernos previos a Macri maenjaron con dilación. Esa negación hizo más eficaz que nunca la decisión de Macri de crear la PM. Mucha gente lo vió como el comienzo imperfecto, una promesa seguro, una respuesta a algo de lo que nadie se hacía cargo por prejuicios. Y si esta PM no mejora con el tiempo, no tengas dudas que el electorado se lo va facturar a Macri, no tengas dudas.

Abrazo