martes, 28 de noviembre de 2017

¿Por qué baja el dólar?

La eliminación de los precios de referencia para las exportaciones es en realidad una medida complementaria de la más medular: la eliminación de la obligatoriedad para liquidar divisas provenientes de exportación.
Hoy por hoy, los exportadores no tienen obligación de vender los dólares que cobran. Los precios de referencia cumplían la misión de darle una herramienta de control al estado para fiscalizar que no se hicieran trampas.
Si Urquía vendía algo que valía 10 no podía liquidar 9 dólares. Como ahora no liquida nada, o mejor dicho, si quiere liquida y si no quiere no, no tiene razón de ser el precio de referencia de lo que vende.
Estas modificaciones son, según el ideario liberal, un incentivo para la mayor exportación. Cuanto más libertad tiene el exportador para hacer lo que quiera con sus excedentes, más incentivado se verá a exportar.
El tema es que mientras tanto, la Argentina ya cuenta con un déficit de cuenta corriente de unos 20 mil millones de dólares anuales. Es decir, salen más dólares que los que entran.
A eso hay que sumarle la fuga posterior, que con estas disposiciones se acentúa (para entender la cuestión contable: el exportador vende por 100 dólares, eso se anota como crédito en la balanza comercial, ahora bien como no trae esos dólares y los deposita en una cuenta en Luxemburgo, eso se anota como débito en la cuenta financiera; o sea, las medidas no hacen caer los montos de exportación pero aumentan raudamente los montos de fuga).
Ese rojo financiero con el que se maneja la economía argentina se cubre con deuda, mayormente tomada por el estado.
La paradoja es que las medidas para incentivar las exportaciones restan dólares a la dinámica económica de la Argentina en el corto plazo (con la promesa supuesta de que en un futuro las exportaciones se expandirán) y esa carencia de dólares genuinamente generados se suplanta por dólares provenientes de deuda que son un pasivo que pronto generará nuevas salidas de dólares en el momento de pagar sus vencimientos.
Por ahora, el ajuste monetario en base a tasas de interés elevadísimas (y LEBACS) hace que la demanda de dólares interna sea moderada (no se ahorra en dólares porque hay mejores instrumentos en pesos), lo cual resulta un incentivo empresarial para endeudarse externamente también: tomás deuda en dólares a 8% de interés anual, y con la bicicleta de las LEBACS ganás un 27% en dólares, o sea, pagás el crédito y te quedás con una diferencia sin invertir nada.
Toda esta conjunción de factores hace que en este momento, coyunturalmente, la cotización del dólar esté estable e incluso tienda a bajar.
Pero las causas estructurales que llevan a periódicas restricciones externas lejos de desactivarse, se están fortaleciendo.
Y así es que cuando estas causas estructurales encuentran un contexto coyuntural propicio puede producirse un shock, en cuyo caso los voceros oficiales de la aplicación de estas políticas le echarán la culpa a la inestabilidad de la moneda local, aunque nunca dirán que ellos contribuyeron a inestabilizarla aún más fortaleciéndola artificialmente con recursos prestados.
La diferencia, en Argentina, entre economía populista y economía "seria" es que la primera distribuye recursos a los sectores populares de forma insustentable. Y los segundos, en cambio, construyen edificios de fastuosos negocios financieros, más insustentables todavía.

jueves, 16 de noviembre de 2017

Reforma laboral, reforma tributaria : el silencio es salud

Respecto de la reforma laboral mi opinión es un poco difusa.

Considero que lo peor del proyecto es la creación de AGNET. Una agencia estatal, controlada en la práctica por entidades privadas de salud (como las prepagas) y semiprivadas (como las obras sociales) que tendría atributos suficientes para modificar a su antojo el Programa Médico Obligatorio, es decir, la lista de prestaciones que obligatoriamente dichas entidades deben cubrir (sin costo adicional) a sus beneficiarios.
En este punto, los dirigentes sindicales y Belocopitt tienen exactamente el mismo interés.


Por otro lado, está la reforma tributaria. Que contiene en rol estelar la reducción de aportes patronales. Que ya dijimos muchas veces, significa que las entidades de salud (prepagas y obras sociales) reciban menos guita en concepto de aportes, por cada trabajador.
Existe entonces el riesgo potencial de que las prepagas y las obras sociales, al recibir menos plata, determinen sin oposición qué programa de salud deben cubrir y cuál no.


Para decirlo claramente: nos ponen a discutir horas extra y cálculo de indemnizaciones mientras nos condenan a pagarnos el tratamiento del cáncer o la operación de corazón. O cosas menores, como la medicación en un embarazo o las pastillas anticonceptivas de la planificación familiar.


Pero además, esto se da mientras encaran la creación del CUS (cobertura universal de salud), un "beneficio" para quienes no tienen obra social ni prepaga. Consiste en que se puedan atender en hospitales públicos y tener cubierto un listado de prestaciones mínimas.
O sea, lo que ya existía desde tiempos de Ramón Carrillo, pero acotado a lo más básico.
El "beneficio" es claramente un perjuicio, una reducción de cobertura gratuita.


En síntesis: vamos hacia una descomposición potencial del Programa médico obligatorio (PMO) que es el complemento tercerizado de las prestaciones públicas que brinda el sistema de salud universal ideado por Ramón Carrillo, que conforman en conjunto lo que serían las prestaciones sanitarias de un estado de bienestar, el cual debería ser orgullo para todos los argentinos.
Y su reemplazo por un sistema privatizado, más parecido al que desde países vecinos expulsa enfermos críticos hacia la Argentina para poder atenderse dignamente a pesar de no contar con plata.
Júbilo, seguramente, en reductos progresistas como el programa de Lanata: ya no vendrán bolivianos a atenderse a nuestros hospitales.
La xenofobia, mientras tanto, la vamos a tener que pagar entre todos en la cuenta de los remedios.


martes, 7 de noviembre de 2017

UVA: si la vas a hacer, hacela bien

El gobierno está autorizando por estas horas la securitización de hipotecas UVA.
Esto consiste básicamente en que los bancos otorgantes de créditos hipotecarios, que son públicos básicamente, puedan colocar esas hipotecas en el mercado. Otras entidades pueden comprarlas, en formas de paquetes, con valores acordados con la calificación de riesgo que les otorgan a esos paquetes las calificadoras, de acuerdo a la evaluación de solvencia de los titulares de los créditos.
Empezó la timba, señores. Esa timba que provocó la crisis de las "subprime" en EEUU hace unos 10 años, no sé si recuerdan. Pero no fue la timba lo que dejó a la gente sin casa, sino los sistemas de créditos hipotecarios, que por las propias amortizaciones dejaban a los tomadores sin posibilidad de pagar, es decir, sin casa.
Nosotros supimos mucho respecto de bancos quebrados, de rescates estatales para que los bancos no quiebren, etc.
Detrás de eso está la otra realidad. El que tomó crédito que se vuelve impagable por el sistema de actualización del valor se queda sin casa. La pesadilla de la casa propia.
En Argentina, la vedette de la securitización son los créditos UVA. Sobre los cuales ya se está llamando la atención sobre cómo se encarecen gracias a los mecanismos de actualización del valor.
Un ejemplo, mencionado en una nota de Tiempo Argentino, traído por el analista financiero Cristian Buteler.
Crédito de 1 millón de pesos a 240 meses. Con la actualización, después de los primeros 19 meses, la cuota pasó de los 7915 pesos iniciales a 11268. Pero lo notable es que el capital adeudado, a pesar de la cancelación de 183.775 pesos, aumentó a 1.402.641, un 40% más. Lo que prefigura aumentos exponenciales en las próximas cuotas.
Esta disfuncionalidad del crédito UVA se atribuye a la alta inflación. Yo discrepo.
La inflación obviamente infla nominalmente los valores. Pero el problema es que el sistema de actualización UVA está pensado para garantizar una tasa de interés positiva del 5% aproximadamente. O sea, el crédito (cuota y capital) se actualiza por inflación + 5%. Anual.
Todo el riesgo inflacionario se traslada al tomador del crédito, pero además está garantizado un suculento retorno para el financista, de 5% anual desinflacionado, es decir, real.
Con inflación 0 (y aumento de salario 0) el crédito se vuelve impagable igual.
Digamos, la inflación complica, es cierto. Pero el problema con estos créditos es que los riesgos y los costos de la nominalización los trasladan al eslabón más débil de la cadena.
Y esto no tiene que ver con el contexto, sino con una decisión ideológica.
El que acumula capital y lo presta tiene garantizado su negocio.
Y ahora que tenemos la securitización, que les permite a los bancos vender paquetes de hipotecas para desprenderse de la exposición crediticia o atarla a otras inversiones, incluso el estado, llegado el caso, saldrá como prestamista de última instancia, a solucionar cualquier problema.
Porque si la vas a hacer, hacela bien

sábado, 4 de noviembre de 2017

Boudou

En esta página, a veces, defendemos lo indefendible. Y vamos más allá. Creemos, incluso, que es una forma de hacer justicia. O al menos colaborar a que existan los convenientes contrapesos que impidan los avasallamientos.
Tenemos tendencia, los seres humanos, a tirar al bebé, junto con el agua sucia del baño.
Obviamente, no tenemos los elementos para decir si Boudou es chorro o no. Sabemos lo que es público sobre Chicone. No vamos a abundar en ello. Y tenemos la sospecha de que es un muchacho rápido. Al que una noche en la cárcel le basta para vender los barrotes de la celda. A dos empresas distintas.
Ahora bien, dicho eso, también queremos acordarnos del "otro Boudou". Que es, para nosotros, el de la audacia mayor de los 12 años de kirchnerismo. Con la cual se compró a Néstor y se ganó el rechazo de massita, por el cagazo que le hizo pegar. Recordemos que Massita (aunque hoy quiera negarlo escondiéndose) es quien acercó a Boudou al kirchnerismo, quien hizo las presentaciones de rigor cuando no lo conocía nadie. Digamos todo (como dicen los militantes de Cambiemos).
Hablamos (de esa audacia mayor a la que hacíamos mención antes de disgregarnos con personajes insignificantes por cobardes) de la reforma de las jubilaciones.
Boudou fue quien tuvo la idea extraordinaria de poner fin a la estafa de las AFJP.
Dio forma al SIPA, el sistema jubilatorio de reparto que permitió alcanzar la cobertura universal. Recuperó para ANSeS los aportes jubilatorios, con los que antes se quedaban los bancos, y también los fondos acumulados para capitalización (los aportes de años de los trabajadores activos) cuya renta servía para pagar comisiones a bancos y brokers financieros, además de inflar cotizaciones de acciones de empresas, como las del Grupo Clarín, en lo que fue un choreo del que nadie se preocupó con indignación, probablemente porque el mismo Grupo Clarín lo silenció.
Con esa renta recuperada, hoy se pagan asignaciones, se otorgan PROCREAR, se dieron créditos varios para fomentar el consumo popular o para jubilados a través de la tarjeta ARGENTA.
Y además, gracias a la recuperación de los aportes por parte del Estado, se pudo mejorar las jubilaciones, con la ley de movilidad cuya fórmula polinómica Cambiemos hoy quiere eliminar para reemplazarla por otra que dé menos aumentos.
Y Cambiemos también pudo mejorar las jubilaciones de 1 millón de jubilados gracias a la reparación histórica.
Todo eso, incluso aspirar al 82% móvil al que alguna vez aspiró nuestra oposición, hasta que lógicamente fue gobierno, se pudo hacer, gracias a la idea y decisión de Boudou.
No es que creamos que algunos tienen derecho a robar por haber tomado decisiones correctas alguna vez, ni nada de eso.
Sí nos llama la atención que habiendo muchos que robaron, y roban actualmente (repito señora: roban actualmente) los únicos que vayan presos son los que se pelean con los bancos (o con las compañias energéticas).
Independientemente de ello, desde acá no pedimos clemencia para con nadie.
Solamente expresamos que, mientras la Justicia independiente (es decir, la que responde al ala dura de Cambiemos) decida tal vez fusilarlo, nosotros vamos a estar acá acordándonos de que Boudou (tal como le gusta a la señora Ocaña) recuperó una parte muy importante de lo que los financistas o propagandistas de Cambiemos (que hoy posan de vara moral) le robaron a los argentinos durante muchos años.

miércoles, 1 de noviembre de 2017

El "policiísmo"

Cambiemos tiene una base de sustentación política en la aceptación que genera en una amplia capa de las clases medias. 

Esta aceptación tiene un núcleo cultural, que voy a dar en llamar "policiísmo". Es, a mi parecer, cierta tendencia a considerar positivo que adoptemos, todos, como cuerpo social, prácticas de procedimiento policíaco para ordenar la vida social.

Por ejemplo, la habilitación de líneas telefónicas para denunciar vecinos que actúan de modo incorrecto, la decisión de acotar las potestades de los centros de estudiantes en los colegios, la implementación de protocolos para "ordenar" las protestas sociales, la desacreditación de dirigentes sindicales "que no laburan" y de las licencias formales e informales que se toma cualquier trabajador priorizando su vida íntima a su vida productiva, la emisión de permisos estatales para manifestaciones, las revisiones de documentación personal para ingreso y egreso de determinado lugar o incluso en los colectivos.
Ni hablar de ciertos ensayos discursivos que promueven "educar a la gente" para que no tenga hijos si "no debe".


Podría seguir.
Hay cierta forma teórica de entender a las sociedades modernas, como una dialéctica entre las prácticas de los derechos (lo que podemos llamar "estado de derecho") y las prácticas tendientes a imponer obligaciones y limitar expresiones individuales.
Claramente, el "cambio" es, en este sentido, una avanzada del estado polícíaco sobre el estado de derecho.


Lo expresaría a través de un lema que tiene un historial larguísimo: "tus derechos terminan, donde empiezan los de los demás". La potencia de la palabra "terminan" en esa frase, es la clave política.
Alguna vez, con algún conocido, nos burlábamos de esa frase diciendo: tus derechos terminan donde empiezan los de Amalita Fortabat".


Ya ni siquiera ese lujo casi marxista podemos darnos, de ridiculizar la "igualdad" que propugna el republicanismo. Como si todos fuéramos iguales y tuviésemos los mismos derechos en esas sociedades de ricos y pobres.
Hoy nos encontramos pensando en que nuestros derechos terminan cada vez más cerca de donde empiezan. El control policíaco que nos dice "esto no se puede hacer" de a poco va invadiendo terrenos que habían logrado en estos últimos tiempos cierta emancipación.