Igualmente, siempre es necesario aclarar que no todas las medidas implementadas actualmente (o próximas a implementarse) tienen vocación de permanencia. Hay, en el ejercicio del control estricto, un fuerte componente de coyuntura. De incertidumbre ante la aparición de un período crítico a nivel internacional con consecuencias de difícil previsión.
Más allá de eso, me parece que sí hay algunos lineamientos que cargan con la voluntad de provocar reformas estructurales.
Un ejemplo: el modelo de negocios de empresas multinacionales de rubros con alta dependencia tecnológica.
Estas multinacionales, que desarrollan su actividad como proveedoras de equipamiento específico para la explotación petrolera o minera, por ejemplo, o desarrollan otro tipo de bienes de capital con orientación a la racionalización del uso energético ya sea en cuanto a la eficientización de los procesos productivos, ya sea en consumo final, funcionan como oficinas importadoras, principalmente.
Tienen una balanza comercial individual altamente deficitaria, buen nivel de facturación, con amplios márgenes de ganancia (30%, más o menos), y una remesa de utilidades casi total hacia sus casas matrices.
Este modelo de negocios tiende a desaparecer en las condiciones actuales (o al menos eso pretende el Gobierno). El punto crítico está dado por la incapacidad en el corto plazo del aparato productivo nacional de reemplazar estos bienes específicos y complejos, siendo que encima algunas actividades básicas son sumamente dependientes de ellos.
La dificultad que enfrenta este modelo de negocios no se da solamente en la demanda de dólares que ejerce para importar lo que vende, sino en lo que es el principal punto de apoyo para la radicación de la filial en terreno local: la demanda de dólares para remesa de utilidades.
El lugar desde donde el gobierno quiere plantear la pelea es en la reinversión de una parte suculenta de las mismas, con la pretensión a mediano plazo de tender inclusive, a través de lo reinvertido en producción local, a ir equilibrando la balanza comercial individual. Cortar el drenaje de divisas del sector por la vía financiera, y aprovechar ese cambio para sustituir importaciones.
El escollo para que esta reformulación de los planes de negocios pueda ser exitosa está dado en los incentivos que puedan tener esas multinacionales para desarrollar procesos productivos en el país.
Recordemos que esta adecuación sería de vital importancia si se pretende generar cambios estructurales. En caso contrario, Argentina debería "soportar" que las empresas continúen con el modelo de negocios que tienen en la actualidad, o en su defecto complicar los procesos de las industrias a las que alimentan, privándolas por ejemplo de un acceso a tecnología imposible de conseguir por otra vía. Dependemos (como aparato productivo) en muchos casos de dotación externa de capital.
Aparte queda el costo social que implicaría el retiro de estas empresas (algunas de estas oficinas de importación tienen un plantel de 200 empleados, donde se recaba información específica para alimentar las áreas de desarrollo de productos, áreas de marketing y publicidad, departamentos de ventas, área de recursos humanos, servicios jurídicos y contables, etc.).
Por eso, en algunos casos, sería conveniente que el compañero Guillermo Moreno utilizara su mano más sutil. No débil, pero sutil.