Entonces, que el Senado apruebe por
Pero no puedo ponerme de acuerdo con quienes, teniendo responsabilidades menores critican a los trabajadores de AGR por la decisión tácticamente equivocada de ejercer un avance en el conflicto que mantienen con la empresa de un modo políticamente inconveniente.
Los simpatizantes del oficialismo nacional podemos friamente hacer cálculos sobre conveniencias tácticas, simplemente porque estamos pensando en algo que está fuertemente mediatizado respecto de nuestra realidad cotidiana: que gane Cristina en octubre.
Entonces, que 50 tipos bloqueen la salida de Clarín nos parece que está mal. Porque verdaderamente está mal, en función de ese, nuestro objetivo.
Por cierto, ninguno de nosotros dejará de comer al día siguiente, si Cristina pierde uno o dos puntos en intención de voto. Digamos, ponemos en juego, de manera palpable y cotidiana muy poco.
No deberíamos confundirnos.
Los muchachos de AGR tienen otras prioridades. Muy valederas. Son tipos que se están peleando con un grupo empresario muy poderoso, poco afecto a cumplir con las leyes, con amplia cobertura "institucional". Mafias empresariales. No se puede llamar de otra forma a tipos que arman estructuras de matones y técnicos que los liberan de cumplir con las leyes que los incomodan por la vía de la prepotencia, el apriete o la elusión. Evadir las leyes es, para ellos, una forma de ejercer el poder. Que rescata para el ámbito reducido de "los propios" la espectacularidad puesta en juego por los monarcas. Ahí está la fascinación que Gelblung profanó contando públicamente, cuando narró su encuentro (que fue colectivo y con manifiesta disparidad) con Magnetto, el rey.
Mafias empresariales, decía. Me molesta que algunos compañeros sean tan rápidos de concepto para identificar, por ejemplo, a las mafias sindicales, pero les de entre miedo y respeto llamar a estos tipos por lo que son: empresarios mafiosos.
Decía, entonces, que los muchachos de AGR llevan un conflicto adelante desde hace 8 años (o quizás más) contra estos personajes, contra su prepotencia. Ponen el cuerpo. Fracasan. Están cansados. Arriesgan su vida familiar, renuncian sin saberlo quizás al confort burgués. No voy a caer en la ingenuidad melodramática de hablar de la comida de los hijos, etc., porque no sé si realmente es así. Pero sospecho que no debe ser envidiable, aún cuando lo básico estuviera resuelto, entrar todos los días en territorio hostil y ponerle la cabeza a los cascotazos.
El deber, entonces, es no confundir.
No le pertenecen "al proyecto" sus voluntades. Simplemente coincidieron. Encontraron, por primera vez, la oportunidad de apoyarse en alguien que puede darles algunas herramientas con las cuales emparejar un poco la pelea tan desigual. Sabrán, supongo, lo valioso que tal apoyo les resulta y lo inconveniente de perderlo.
Pero, repito, no nos confundamos. Sus prioridades son lógicamente otras. Es obligación del "proyecto", en todo caso, contener sus voluntades. Y no de ellos aportar "al proyecto" gratuitamente.