miércoles, 14 de agosto de 2013

Después de las primarias

El "vasco", señalando su pauta ideal de incremento salarial

Pasaron las primarias.
La primera conclusión es que el oficialismo perdió, más allá de los números.
Para un extranjero, digamos español, podría resultar insólita esta conclusión, dado que el partido con despliegue nacional, presencia en todos los distritos y más cantidad de votos en la suma de todo el país es el Frente para la Victoria. Derrotado en varias provincias, pero a manos de estructuras políticas distintas.

Sin embargo los argentinos no podemos hacernos los europeos. Nuestros alineamientos son circunstanciales, los bloques legislativos y su composición son circunstanciales y las lealtades son circunstanciales. Y los contextos pesan mucho. Entonces para los radicales su elección puede ser auspiciosa, aunque es infinitamente más magra la cosecha de votos que la del FPV. Sin embargo, el oficialismo con estos resultados cede poder de un modo que le complica severamente la gestión de gobierno, la autonomía decisoria.
Es la realidad.

Por ahí sería necesario mantener la calma hasta que los resultados se confirmen en octubre. Vuelvo a decir como otras veces (a pesar de que en esta oportunidad hice un intento fallido) que no me caben a mí esas responsabilidades, y no tengo por qué cargar con mochilas no acordes a las nulas dignidades de que soy portador.
Hablo gratis, con todo lo bueno y todo lo malo que eso tiene.

El escenario de los próximos dos años será señalado por todos los analistas como de transición, casi seguramente. Habrá tensiones en cuanto a la gobernabilidad, se le pedirá al gobierno desde polos de poder político emergentes (con cierto anclaje en poderes fácticos, como todos) la capitulación en algunos temas en que el gobierno fue hasta acá especialmente tenaz. Un clásico, que para los habituados a interesarse en cuestiones políticas desnuda (y brinda la posibilidad de explicar con claridad a todo el mundo) la imbecilidad de los planteos sobre hegemonías y perpetuidades, creídos ingenuamente por las mayorías, usados con oportunismo por las minorías que juegan su partido en el reparto del poder.
Tal vez, no hay una instancia mejor que la actual para poner en claro la rusticidad de los análisis que se escuchan a veces, en boca incluso de expertos, que tienden a pensar en permanencias fácticamente imposibles. Ya pasó con algunos "monstruos" de nuestra historia reciente como el menemismo y el duhaldismo. Fantasmas eternos, de duración demasiado corta para cualquier historiador, de trascendencia testimonial.

El "kirchnerismo" puede preverse que correrá suerte similar. Y no hablo de cierto ideario que construyó algún tipo de agrupamiento y alineamiento político, en identificación simbólica y real con el "kirchnerismo". Eso seguramente seguirá estando, y será un factor de poder con (o contra) el cual operará el que tenga vocación de construir algo en la política argentina en los próximos años. Tal vez incluso haya una posibilidad de que se conforme algún espacio con vocación ganadora, capaz que más leal a ese ideario que lo que el kirchnerismo es. En el mejor de los casos (para quienes tienen este anhelo) nacerá el Urribarrismo. Pero nadie gobernará para Cristina después de 2015. Y nadie será el candidato de Cristina nunca más después de octubre.
Es necesario decirlo, creo, porque no estoy seguro de que esto que parece tan obvio para los habituados a pensar en política se vea con tanta claridad.

Ahora bien, la transición que previsiblemente se abrirá a partir de octubre, se verá cruzada por un elemento sustancial.
Reducir la nominalidad de la economía, que es la base de la inflación, que es la base de la pérdida de competitividad, que es la base de la amenaza de restricción externa, que es la base de las presiones devaluatorias y la fuga de "capitales" (vamos a decirle así).
Pero que es también la fuente de la que se nutren las mejoras en el poder adquisitivo de amplísimos sectores de la población (por magras e insuficientes que se las pueda caracterizar ahora, subidos a la ola de impunidad discursiva que brinda la victoria electoral).

La cuestión, que no fue saldada cuando se creía que lo sería (recordar la sintonía fina), queda pendiente: la lucha por el ascenso en la escala de consumo de los sectores más postergados frente a la lucha de los empresarios de nivel intermedio por recomponer sus márgenes de rentabilidad. Y la lucha de los sindicatos por usar el impuesto a las ganancias como factor aglutinador de los salarios medios y altos con los empresarios pymes.
Alguien tendrá que cumplir los compromisos tácitos que el estado burgués contrajo con la burguesía. Esto es: reducir subsidios y aumentar tarifas de servicios públicos, y bajarle el tono a la discusión salarial convenciendo que la pauta de aumento en paritarias deberá ser por un par de años menor a la inflación.

Y volvemos sobre un tema. El gobierno no quiso o no pudo hasta ahora llevar a cabo esta última tarea. Los aumentos salariales siguen superando la inflación informada por los privados. Pero puso en funcionamiento una herramienta absorbente de poder de compra salarial, que se convirtió en moderadora parcial de expectativas, y terminó por ser redistributiva al interior de la clase asalariada: el impuesto a las ganancias.
Está entonces esta herramienta para usarse en sentido inverso (y con redistribución regresiva al interior de la clase asalariada): aumentar el monto no imponible del impuesto a las ganancias severamente, de modo de compensar a los salarios medios y altos por la no percepción de incrementos salariales acordes a la inflación real. O sea, aspirar los bolsillos de los salarios más bajos, de los que reciben transferencias estatales, etc. sin tocar demasiado al sujeto de representación sindical (el asalariado medio y alto) que como decíamos, recibirá menor incremento salarial nominal (como todos, incluídos los jubilados, incluídos los beneficiarios de asignaciones), pero le dejarán de retener impuesto a las ganancias.

La hipótesis de bajar la inflación sin bajar la nominalidad del salario y de las transferencias estatales (asignaciones, jubilaciones, pensiones) no la tomamos en cuenta, por fácticamente imposible.

Bueno, entonces, la disputa de los próximos dos años entre los candidatos a la sucesión y Cristina, será esa. Quién se hace cargo de hacer el laburito.  Un tema que puede generar tensiones muy grandes. Veremos.

Un saludo y mis felicitaciones a algunos muchachos que estarán muy contentos por los resultados, en especial a Omar y Luciano.

5 comentarios:

Alcides Acevedo dijo...

Mamita, cuanto desconcierto ¿nominalidad?
Qué fácil es regalar jubilaciones y asignaciones por hijo emitiendo moneda a dos manos... total... la culpa de la inflación es de los oligopolios...

Muchachos: no se dieron cuenta, este gobierno corrupto nos llevó al abismo a propósito.... con los más "dulces" cantos de sirena.... a la hora de la verdad habrá que pagar, y será mucho, pero ustedes siguen soñando, pobres imbéciles.

Ricardo dijo...

Excelente, como siempre.
Desde ya apuesto mis morlacos a que no le van a torcer el brazo a Cristina para que haga el trabajo sucio. Hay que ver, como decís, qué grado de conflictividad genera y cómo se traduce eso socialmente.

Abrazo.

Erkekjetter Silenoz dijo...

Una pregunta si no entendí mal
¿No le parece poco/bastante injusto el sistema propuesto?

Recordemos que tenemos un 7 de desocupación y 1/3 de laburantes en negros.

El impacto de suba de tarifas ¿no lo van a sentir mucho más los de menores recursos, en la base y encima sin sindicalización?

Saludos

Mariano Grimoldi dijo...

Erkekjetter Silenoz: sí, estoy hablando justamente de eso. Estoy hablando de que el triunfo de la idea de normalización del país a medida de la UIA implica estas cosas, estas contradicciones.
Se vota en contra del kirchnerismo para radicalizar algunos resultados negativos del esquema kirchnerista.
Es la triste realidad, o al menos y para no ser tan pedante, lo que veo yo de la realidad.
Un abrazo.

anibal dijo...

Pero hay un punto intermedio, no? Congelar en términos reales los subsidios, de modo de congelar también en términos reales el mínimo no imponible. Y mandarse alguna reforma impositiva liviana, donde solamente se fije el mínimo en los niveles actuales, se acomoden un poco las escalas (que es lo más importante) y se establezca una fórmula de actualización.

El riesgo de no hacer esto es que la nominalización te lleva a que en dos años estén alcanzados por ganancias hasta el 4to decil, y no hasta el 2do como hoy. Y ahí sí, vas a tener un problema