sábado, 10 de agosto de 2013

Capoeira con la oligarquía

Mi ex-amigo Omar (que no me da más bola desde que lo empecé a criticar a Massa) levanta una muy ingeniosa frase de Esteban Schmidt en una columna para la revista Rolling Stone Argentina.
Tardará en volverse tolerable para los kirchneristas el fin del kirchnerismo, hay muchas figuras públicas involucradas en el soporte emocional, mucho pibe para la liberación enganchado laboral y enamoradamente a la causa de la declamación nacionalista y la capoeira con la oligarquía

Y yo, que formo parte de lo viejo y no me quiero sumar a lo nuevo todavía, entiendo en la brillantez metafórica de la "capoeira con la oligarquía" una injusticia.
El hecho de saber que Esteban Schmidt es radical y Omar está con Massa me ayudaron a delinear algún comentario malicioso.
Pero vamos despacio.

Como corolario de que por fin Massa se haya puesto a dar alguna definición aunque más no sea que a través de la adopción de lugares comunes, como sucedió según lo trascendido en la reunión que los empresarios le armaron hace poco, se puede volver a discutir sobre ciertos temas que habían quedado sepultados.
Primero, y perdón por la disgresión, vuelvo a hacer hincapié en el orden de los factores: los empresarios llevaron a Massa a hablar ante ellos, y no "Massa reunió a empresarios". Pongamos en claro dónde reside el poder, y cómo se presta o se ofrece prestar si uno es bueno y hace las cosas bien.

Lo que Schmidt ingeniosamente plantea, entiendo yo, es una chicana. El kirchnerismo en sus más altas esferas, hace un juego de amagues, un baile, con la oligarquía (ese poder permanente que el kirchnerismo volvió a poner en debate después de años de creer que había sido apenas una fantasía, un mito creado por quienes necesitaban fabricarse un enemigo). Y ese baile, que de lejos parece una pelea, confunde a quienes lo miran a distancia.
Mientras, aprovechando la previsible confusión, todos hacen su negocio.

El tema, por otro lado, es que la chicana proviene de un radical. Que es un partido acostumbrado a tener una relación lúdica con la oligarquía.
De jugar al teto. En el rol del que se agacha para dejarse hacer el amor.

Y digo que es injusta esta caracterización, porque la relación del kirchnerismo con esa oligarquía no fue inocua, ni económica ni socialmente. Y deja algunas modificaciones estructurales en la escena nacional. Que tal vez no tengan la envergadura que le gustaría a la izquierda revolucionaria, pero que existen.

Y a tal punto existen que dan pie para que aparezcan dirigentes opositores (el coyunturalmente más saliente hoy es Massa) que nos proponen que nos quedemos con la parte de baile que tiene la capoeira, y que la transformemos en una tierna lambada. Por la cual evitemos la restricción externa que generan ambiciosos planes de industrialización diversificada y con desarrollo de tecnología (que le quedan hoy tan truncos al kirchnerismo como le quedaron a Perón), y "profundicemos el modelo" de asociación con Monsanto para el desarrollo de la agroindustria, del cual el kirchnerismo puso alguna piedra inicial, pero también algunos obstáculos en cuanto a reconocimiento de patentes (con intención tal vez de apropiarse para la nación de cierto valor intelectual aplicable en el futuro), remisión de utilidades, intervención estatal en el comercio exterior, etc.

Por eso, está perfecto que pensemos que el motor del desarrollo argentino tenga que ser la agroindustria, con valor agregado biotecnológico para la producción de alimentos y otros productos (medicinales o energías alternativas) a base de materias primas agrícolas. Tal vez sea lo más razonable, lo menos costoso en términos de desequilibrios de balanza de pagos. En fin, tal vez valga la pena dar un debate sobre este tema y vincularlo con la relación con China, con EEUU, con África.

Ahora, lo primero que les pedimos a nuestros contrincantes es que dejen de lado la táctica del arrebato de consignas de izquierda, para corrernos con que no nos peleamos del todo con la oligarquía si lo que ellos plantean sencillamente es hacer el amor con ella.

6 comentarios:

Lic. Baleno dijo...

Schmidt nunca puso comida en su plato por militar en un partido, por eso lo dice.

Daniel dijo...

Una huella de doce años, bien profunda es una huella bien profunda. Qué mas hay que explicar? El significado que eso representa para la conciencia puede multiplicarse sin dificultad por diez. Un siglo más de influencia.
Leé Omar:

ESTO ES INEXORABLE.

En cuanto al supuesto reemplazo del supuesto ido. Quién es?
Massa?

Hablemos en serio.

Anónimo dijo...

Es extraño pero me remite al viejo "una finta dentro de otra finta, dentro de otra finta": un arte que es entrenamiento de defensa personal aplicable en momentos extremos, pero que cuando uno ve el entrenamiento parece un juego y un baile.

Porque la capoeira es un arte que parece una danza para poder practicar una arte marcial y entrenarse contra la dominación por parte de los oprimidos.
Aún hoy el que practica capoeira puede aprovechar ese entrenamiento en su defensa.

De inocuo, nada.

Por lo demás concuerdo: si todo hubiera sido puramente declamativo por parte del gobierno contra la oligarquía, no se explica las reacciones generadas.
Nadie en su sano juicio responde una declamación con un real.

Y acá hubo y hay respuestas reales.

Saludos
Ladislao

Comandante Cansado dijo...

Es muy, muy bueno el post.

oti dijo...

Lo que más temen de CFK, no es tanto los cambios estructurales que se hicieron, sino las intenciones que manifiesta para el futuro, que, en esencia, se pueden resumir en que sea la concepción y ejecución de un Estado soberano el que decida sobre los excedentes económicos y el interés colectivo. Esto es lo que la oligarquía más teme, que esa idea y práctica se hagan realidad.

Mariano T. dijo...

Con solo no perseguir al sector agroindustrial, en dos o tres años la restricción externa esta morigerada, al extremo de que el desarrollo industrial se hace más viable que ahora.
La estructura desequilibrada esta sobre todo en las mentes. Y tiene su solución como la tienen todos los laberintos, por arriba.