viernes, 25 de febrero de 2011

Argentina y el precio del petroleo.


Los acontecimientos en Libia, que son rebote de lo que pasó en Egipto, que aparecieron después de lo que pasó en Túnez, generan suspicacias.

El tema es, principalmente, el precio del petroleo.

Hay, según parece, un fuerte movimiento especulativo.

Si bien no estaría faltando petroleo (al menos todavía) se registra una demanda del mismo que podríamos llamar artificial. Tipos con guita se posicionan en  futuros de petroleo especulando con una suba de precio ante una futura e hipotética escasez, ya que de mantenerse los conflictos bélicos pueden quedar inutilizados los puertos, o suspenderse las actividades de las multinacionales en los países afectados, o incluso ser, las cuencas, blancos militares.

Un dato que resaltan los analistas es la excepcional diferencia de precios entre el barril de Brent y el de WTI.
El de Brent (Inglaterra) le sacó más de 10 dólares de diferencia al WTI (Texas). Cosa extraña, porque suele ser al revés. El WTI es habitualmente más caro que el Brent, ya que la diferencia es lo que hace viable la importación yanqui de Brent.
El fenómeno excepcional se atribuye a que el mercado europeo estaría dando una señal de mayor robustez en la demanda de combustibles que el norteamericano. Evalúan (los operadores del mercado) que Europa recupera sus niveles de consumo post-crisis más rápido que EEUU, donde el uso de los automóviles ha decrecido mucho, al parecer. Igualmente, ya conocemos la eficacia predictiva de "los mercados", de modo que todo esto más vale tomarlo con pinzas.

Para Argentina, la suspicacia se levanta en torno a lo que pueda pasar, primero con los acuerdos comerciales que Cristina firmó con los países del norte africano. Como los mismos contaban entre las ventas más suculentas a las de alimentos, sería muy difícil que en el corto plazo se cortara el chorro, debido a que ningún gobernante nuevo, por "revolucionario" que quisiera ser, podría viabilizarse cortando el suministro de alimentos...

Otro tema es el precio del petroleo. El punto más destacado está en la balanza comercial energética de la Argentina. Por ahora y hasta 2010, superavitaria. Se dice por ahí que la situación podría provocar alguna complicación adicional a la baja del superávit comercial que se evidenció en enero y que se proyecta para todo el año.
El problema para Argentina no son los precios, sino los volúmenes. La creciente demanda podría obligar a importar más combustibles. El efecto precio afectará tanto a nuestras importaciones como a nuestras exportaciones de petroleo y combustibles derivados de él. Más allá de que cruzado con la variable de los volúmenes el efecto no sería neutro, tampoco es algo con tanta incidencia.

De hecho, por alguna cuestión casi misteriosa, también se especula con la posibilidad de que mejoren (más todavía? mmm...) los precios de los commodities agrícolas. Lo cual, en principio, mejoraría la situación comercial de Argentina. En términos de ingreso de divisas, claro.
Empeoraría, paralelamente, la cuestión de la apreciación cambiaria y con ella el temor regional a convertirnos en repúblicas petro-sojeras.

Igualmente, conviene no ser tan drástico. Ni darle mucha trascendencia a pronósticos desmesurados en cuanto a precios de combustibles. Ni confiarse tanto en los mecanismos de "traspaso" del aumento de los combustibles al precio de la soja.

2 comentarios:

guille dijo...

Mariano, así no va, tomar los datos y no revolverlos para que te de un coctel explosivo para la argentina.
Nunca te van a llamar para reemplazar a Pagni.
Saludos.

Udi dijo...

Maestro: se acuerda cuando hace más de dos años (plena 125) le batí en AP que la guerra comercial por la regulación de los flujos internacionales de petróleo era una parte solamente de la crisis de sobreproducción y consiguiente deterioro de los términos de intercambio para los productores de bienes a favor de los productores de comodities ?
Bueno, Ud. lo explica mejor...
Y, tiene razón, un aumento en cuentas a pagar por importaciones energéticas, se compensaría con una pequeña - y hasta saludable, diría - devaluación del peso, cuya fortaleza, que en los '90 era alabada como virtuosa, parece que ahora no conforma del todo a nuestra burguesía gatafloresca...