Me parece interesante reflexionar un poquito más sobre lo ocurrido en la Cámara de Diputados esta última semana.
Aclaro nuevamente que el tortazo de Camaño es, para mí, un hecho risueño, anecdótico, insignificante en sí mismo. El valor que tiene, lo absorbe del contexto. El hecho en sí es usado, una vez ocurrido, como símbolo. Pero su significación se remite al resto de los acontecimientos. Los visibles y los no tanto.
Asumo entonces, que no me motiva el más mínimo escándalo un sopapo. Y hasta me parece lógico que cada tanto pase alguna cosa así. No me parece una "vergüenza". No es un "horror" nelsoncastrista.
Se discute, se chicanea, se dicen cosas fuera de lugar, se produce una escalada, y a alguno (el que menos aguante tiene, o el impotente que sabe que ya perdió) se le va la mano. Cosa de más o menos todos los días en cualquier ámbito. Alguna vez tiene que pasar en el Congreso.
Por el otro lado están los dichos de Kunkel. Otra vez reitero lo dicho varias veces. Hay sectores del oficilismo que emplean distintas varas, con el mismo diferencial entre sí que el que les critican a las que emplean los opositores. Si alguien de la oposición hubiese dicho algo parecido del esposo de alguna compañera, y ésta respondía con un bife ¿qué hubiésemos pensado? La "distinta vara" es elemento frecuente en cualquier evaluación, y no es patrimonio de ningún "bando" en particular.
Ahora bien, las respuestas que desde el oficialismo se dan ante el "efecto castañazo" se inscriben en un campo más amplio que el de si está bien o mal pegar un sopapo en medio de una discusión. Debate que, por otro lado, ni a los enfervorizados por la ética pública les resulta demasiado convincente.
La clave del tema pasa por una Camaño que responde con un tortazo, no tanto a la provocación de Kunkel (que está habituada seguramente a ellas) sino por la impotencia que le generó el fracaso en un punto en el que tal vez no sabe digerirlo bien: la conspiración.
Repasando los hechos vemos a Camaño como figura estelar del "escándalo", que se afianzó sobre dos ejes: el mediático (Carrió-TN), y su reconducción institucional. En este último plano Camaño tomó la posta. Es la presidenta de la Comisión que juzga de algún modo el accionar de los Diputados.
El asunto es que la apuntada directa por todo el operativo fue Patricia Fadel, vicepresidenta segunda de la Cámara. Aquella a la que Hoton llamó para pedirle que la presione.
Hay una bala con el nombre de Patricia Fadel, colocada en la recámara del arma que manejan algunos francotiradores opositores desde principìos del período legislativo. Apuntaron a sacarle el cargo en aquel momento. No es difícil deducir que lo mismo hubiese pasado si prosperaban las denuncias.
Habrá que ver quién o quiénes podían aspirar a ocupar ese espacio si quedara vacante, para entender tal vez por qué jugaron el rol que jugaron en todo este proceso algunos jugadores. Está bien, las cosas son así.
Pero bueno, el que conspira y fracasa, va al muere.
Camaño surtió a Kunkel y dio pie para que esa ley no escrita se cumpla. La quieren hacer renunciar a la presidencia de la comisión. Se me hace que es lo más justo.
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