viernes, 7 de septiembre de 2012

El lobby por la devaluación, y el peligro del dogma.


Techint pide devaluación.
Y automáticamente todos nos trenzamos en discusiones en relación a si la industria se beneficiaría o no con una devaluación, que si los costos de mano de obra inciden más o menos en el costo total, si los costos en insumos importados tienen o no mayor peso, o si el problema son los impuestos, amortizaciones, etc.

Y la verdad que más allá de la tinta que gastemos en sacar cuentas, la respuesta no va a ser nunca unívoca. Porque sectores industriales hay muchos, con distintas perspectivas, más o menos integrados productivamente hablando con empresas que operan en el extranjero, más o menos ligados al comercio exterior a partir de la incidencia que lo exportable tiene en su facturación, etc.

Conformémosnos con ver la ecuación sencillita, de almacenero, del señor Techint.
Vende tubos sin costura para la industria petrolera. Exporta la mayor parte. Cobra en dólares, por la venta de un insumo básico que a partir de la expansión del mercado promete ir aumentando su precio internacional.
Sea cual sea la composición de sus costos, incida más o menos el costo de insumos importados, una devaluación del 30% (por decir un número) le da plena ganancia. Dólares a liquidar por más cantidad de pesos, que sólo parcialmente se le irán en más costos.

La situación se replica para las exportadoras de cereales y oleaginosas. Que atraviesan un momento sumamente prometedor. Aumento de los commodities agrícolas llegando a precios record. Sin correlato en el comportamiento de sus costos.
Sumarle una devaluación a estas perspectivas es netamente ampliar los márgenes de rentabilidad del sector. Además de previsiblemente aumentar los saldos exportables.
Esta rentabilidad extra goteará también a los productores pero sobre todo a los rentistas, propietarios de tierras. Tanto unos como otros hoy cuentan con buena rentabilidad resultado de la cuentita: precio - retenciones * TC (una parte se la queda el dueño dela producción, otra parte el dueño de la tierra que cobra alquiler).

El tema no merece una gran discusión. En mayor o menor grado la devaluación le brinda protección a todo el espectro productivo. Aún a los que viven del mercado interno, que se sacan de encima una buena parte de la competencia importada.

Ahora bien, el punto no pasa por ver solamente los aspectos positivos de la devaluación (que suelen ser positivos para un número reducido e interesado de personas), sino también los aspectos negativos.
La estructura productiva de la Argentina, con la incidencia trascendente de la producción de materias primas alimenticias, en un contexto de alza internacional de precios de commodities agrícolas sin viabilidad política de desacople interno, brinda una oportunidad excepcional para acelerar los traspasos a precios de góndola, absorbiendo inflación importada y recalentando más la ya más que tibia inercia inflacionaria local. Riesgo de entrar en una espiral inflación-devaluación, sólo cortable a partir de una monumental recesión. Que sacaría temporariamente de la cancha a los industriales más dependientes del mercado interno, a la espera de una pronta recuperación.

El tema es que cuando hablamos de devaluación en estos términos nos referimos a lo que podría pasar con el precio de dólar, de liberarse el mercado cambiario, en momentos en que se volvieron patentes los desequilibrios entre oferta y demanda de divisas, motivado por una conjunción increíble de factores que derivan principalmente en el sobrecalentamiento de ésta última (hecho sobre el cual las políticas monetarias expansivas no son neutras). Es decir, una devaluación brusca exagerada, con rebote de mediano plazo, y convergencia tardía después de hecho el daño.

Pero la negativa a ceder ante propuesta tan poco gratificante en sentido colectivo no puede transformarse en el abrazo parejo de los contendientes a dos dogmas: megadevaluación o ancla cambiaria.

El tipo de cambio nominal puede seguir siendo administrado, aunque acelerando un poco el ritmo devaluatorio (cosa que funcionó así hasta 2010) con un toquecito de ortodoxia monetaria y fiscal.

Las políticas económicas y la decisión de usarlas como herramientas son puramente pragmáticas. Déjense de joder de una vez con que Keynes era de izquierda.

2 comentarios:

Mariano T. dijo...

No solo esta el costo de hacer algo. también esta el costo de no hacerlo.
Una aceleración de la tasa de devaluación no aumentaría la inflación?

Mariano dijo...

Es posible que sí, Mariano. Aunque no depende solamente de cómo se mueve el cambio nominal eso.
Por ese motivo, la aceleración de la devaluación tiene que compensarse con otras decisiones.
Algunos sencillos, ortodoxos, de política fiscal y monetaria, que son de corto plazo.
Y después está la búsqueda de de desarrollar encadenamientos productivos, incorporar tecnología y mejorar el acceso a la energía.
Saludos