miércoles, 27 de noviembre de 2013

Vindicación del nuevo equipo económico (un acto de fe)


Nosotros venimos insistentemente tratando de ofrecer algunas explicaciones que por un lado aporten al trazado de algunas líneas de continuidad coherentes que conviertan a las medidas salteadas que va tomando el gobierno en la actualidad en un "giro ortodoxo" (concepto que elegimos con escaso rigor estético ni científico), y por el otro lado oficien como una justificación desde la racionalidad que dirige las decisiones (independientemente de los posicionamientos ideológicos o tácticos).

Partimos de una base: muchas de las cosas que se deciden hoy marcan un claro contraste con consignas que tendieron a convertir ciertos pragmatismos en dogmas, en épocas más dulces del relato kirchnerista,

Provocados por las preguntas de un querídisimo amigo nos lanzamos entonces a escribir con pretensiones de mayor seriedad, aunque en la misma tónica de lo que lo veníamos haciendo.
Dichas preguntas son: ¿Y cuál es el sujeto social? ¿A qué parte de los argentinos beneficia? ¿Para qué? ¿Por qué?

El nudo central de toda la complicación que se expresa en la actualidad de la economía argentina es el tipo de cambio.
La reversión de un proceso de ingreso de divisas superior al demandado que ponía al BCRA en la obligación de absorber dichas divisas comprándolas con pesos emitidos, parte de los cuales eran posteriormente esterilizados, pero que así y todo esto promovía ciertos desequilibrios que en conjunción con un crecimiento de la actividad productiva y la incitación al consumo que significaban por un lado las bajas tasas de interés, la alta liquidez y la capitalización de la misma por amplios sectores sociales con consumo atrasado provocaba la emergencia de ciertas presiones inflacionarias que a duras penas encontraban algún dique.

Ese proceso murió: no tanto como se preveía por el factor exógeno de la reducción de liquidez de dólares en el mundo (los términos de intercambio siguen siendo buenos y las tasas de interés bajas), sino porque algunos desequilibrios operados por la incoherencia en el funcionamiento de distintos estamentos de gobierno así lo determinaron.
Así, mientras se aumentaba el ritmo de emisión monetaria y había una inflación de 25% se mantenía con escasas variaciones el tipo de cambio nominal y el consiguiente abaratamiento del dólar en la plaza local se combatía restringiendo cualquier válvula de escape de los excedentes de pesos sin acertar con la implementación de herramientas de ahorro en pesos que suplieran lo que la compra de divisas para atesoramiento o las importaciones o las remisiones de utilidades hacían.

Ojo, no digo que fueran esas medidas improcedentes, sino que no consiguieron aceitarse coherentemente para que los pesos que sobraban en algunas carteras no provocaran explosiones, o al menos se dejara de surtir de pesos esas carteras atiborradas.

La consecuencia de todo esto fue que la economía argentina empezó a demandar más dólares de los que podía hacer ingresar. Y las arcas del banco central que durante varios años se habían ido llenando de dólares tuvieron que responder ante esta situación.

Digámoslo de esta manera: se llegó a un punto de fuertes presiones devaluatorias, para las cuales las herramientas con las que la autoridad monetaria había sabido contenerlas durante unos años, ya no estaban tan fuertes ni eran tan inexpugnables como antes.

La dicotomía que se plantea entonces para el administrador del tipo de cambio es la devaluación brusca que el mercado incita, la resistencia a la misma generando incluso ciertos problemas en cuanto a sobre-apreciación cambiaria, y cuando ya no da más, la formación de una brecha cambiaria especial para la sustracción de excedentes productivos volcados a la especulación.

En este contexto, hay la posibilidad de que se produzca una devaluación brusca, si la autoridad monetaria cede ante las tendencias del mercado, hasta que la oferta y la demanda de divisas se equilibre en otro valor, más alto, del dólar. Supondría esta opción una transferencia de ingresos brutal, en contra de aquellos que percibimos ingresos fijos en pesos. Nada que no sepamos.

Ahora, la voluntariosa postura de la autoridad monetaria de resistir esta tendencia de mercado, también comporta peligros gigantescos: por un lado la pérdida de reservas, vendidas a precio vil a los demandantes (ahorristas, empresas que remiten utilidades o dolarizan excedentes por las dudas, turistas argentinos en el exterior, etc.) en un subsidio indirecto dado a agentes económicos con importante capacidad de acumulación. Por otro, si el proceso inflacionario continúa y el tipo de cambio nominal se mantiene fijo o se devalúa a un índice menor a la inflación, se produce una apreciación real del tipo de cambio que sostenida en el tiempo se puede terminar de comer el colchón de competitividad cambiaria, con riesgos grandes para la producción y el empleo, y más primarización (más todavía!!!!) del aparato productivo, con un sector primario integrado al mercado global y desintegrado internamente.

Y si vamos un poco más allá, hasta podemos imaginarnos la resignación en el mediano plazo a un esquema de sobreapreciación cambiaria en el cual los dólares resignados por vía comercial (a partir de que lo importado es más barato que lo nacional, mientras que lo que exportamos tiene por la cuestión del precio también menos demanda) deban ingresarse por la cuenta financiera de la balanza de pagos, es decir, a través de fuerte endeudamiento tanto público como privado, tanto por la vía del crédito como de la inversión, dejando a la economía sobre expuesta a los vaivenes del ritmo financiero global, factor exógeno, imposible de manejar con las palancas de la administración estatal.

De manera tal que en este abanico de posibilidades francamente hostiles para los argentinos con ingresos fijos en pesos, ya sea por pérdida de poder adquisitivo (devaluación), ya sea por riesgo de pérdida de empleo (y pérdida de poder adquisitivo en el largo plazo por reducción de salarios a partir de la aparición del "ejército laboral de reserva") y austeridad fiscal, el gradualismo para evitar cualquier brusquedad, la combinación de herramientas propias de las distintas "soluciones" y el aprovechamiento de algunos márgenes que existen es una variante menos grave, tal vez.

Así, podemos promover cierto ingreso de divisas por cuenta financiera, vía toma de créditos o vía facilitación de inversiones, pero al mismo tiempo aceleramos la devaluación del tipo de cambio mientras usamos herramientas financieras para bajar el paralelo de modo que la brecha se achique y por ahí termine desapareciendo pero nunca cediendo a la devaluación brusca que espera el "mercado" (por no decirles por su nombre: los grandes exportadores de granos, Techint y Aluar), y hacemos un poco de disciplina fiscal aumentando las tarifas netas que pagan algunos usuarios privilegiados de distritos privilegiados del país hoy subsidiados en unos 200 mil millones de pesos anuales, lo cual absorbería algunos recursos monetarios que hoy solamente embolsan los bancos, y a esto lo matizamos con la revisión de los balances (acción legitimada gracias a acciones que llevó a cabo Guillermo Moreno en su gestión) para evaluar costos y márgenes de rentabilidad., todo lo cual relajaría las presiones inflacionarias para que la aceleración de la devaluación no se traslade demasiado rápidamente a costos y se coma la escueta competitividad cambiaria obtenida por uan módica y gradual modificación del tipo de cambio.

Es decir, y resumiendo, en lugar de tomar dos cucharadas de uno sólo de los horribles remedios, tomar una y una, para tratar de algún modo de que se neutralicen entre sí los más nocivos de los efectos colaterales.
Estamos en el subóptimo. No se viene una jauja redistributiva. Pero no son tampoco despreciables los indicios de que el hambre de ajustes no es voraz, y que impactarán parcialmente sobre todos los sectores sociales, sobre todos los agentes de la economía y lo más levemente que se pueda, y no solamente sobre los asalariados y de manera brutal.




1 comentario:

Erkekjetter Silenoz dijo...

Ja ja.... bueno don Mariano, después de todo el cumpa Lucas le sacó lo mejor de Ud. te despachaste con un análisis muy interesante

Pero a mi me parece que el vértice que origina todo el problema antes que el tipo de cambio es la restricción. Debido a como bien decís y de acuerdo a toda la experiencia anterior histórica bien descripta por los estructuralistas.

Lo que no veo es que la inflación sea causa de la restricción por que convengamos que la “década ganada” no fue tironeada por exportaciones industriales. De hecho el “giro a la derecha” pasa por arreglar la situación para algún futuro reforzamiento de las reservas vía algún revoleo o endeudamiento, en principio y en apariencia, para obras y empresas

Por supuesto, la inflación es algo que se debe bajar y mejorar la apreciación cambiaria si algún sector con un potencial exportador pero superavitario se está trabando por este motivo pero no se si es una condición para justificar una devaluación para todo el mundo.

Y desde el punto de vista heterodoxo, al revisar las cadenas de valor se estaría enfocando recién ahora en una de las causas de inflación, la puja distributiva que no sólo es entre obreros y patrones sino inclusive entre las distintas empresas desde el productor hasta la góndola digamos.

Saludos