Capitanich fue nombrado jefe de gabinete (sí, ya fue jefe de gabinete de Duhalde, también, con poco éxito).
Es gobernador, justicialista, de una provincia del litoral recuperada para el justicialismo durante la "década ganada". Y se auto-proclama como presidenciable.
Es lógico pensar que su perfil será más alto que el de Abal Medina, en consonancia con una leve retirada de la figura presidencial como único eje de la toma de decisiones y de la exposición pública que la hace acreedora de todos los beneficios y deudora de todos los costos políticos al mismo tiempo.
Además, Capitanich es economista.
Y los cambios en el gabinete tienen una impronta económica notable.
Hay una reconfiguración total del esquema de autoridad en materia económica.
La conclusión sencilla de los cambios, desde la llegada de Fábrega al BCRA, hasta el ascenso de Kicillof, y principalmente la salida de Moreno (que más allá de las especulaciones sobre cuestiones ideológicas que su reemplazo pueda desatar, no embocó casi ninguna a lo largo de todo el año; ampliaremos), el nuevo IPCN con aval del FMI, y la creación del ente de normalización de deuda que dirigirá Lorenzino es la de un giro ortodoxo.
Fábrega es señalado como una persona con ideas más ortodoxas respecto de política monetaria.
Y el devenir de la política monetaria dependerá principalmente de la política fiscal. De la búsqueda de equilibrios.
Repito: Capitanich es economista. Y gobernador. Y los gobernadores juegan un rol muy importante en relación a lo que es la materia fiscal. Hay que diagramar nuevos acuerdos, para que el peso del reordenamiento de las cuentas públicas no dependa exclusivamente del recorte de subsidios económicos, sino que probablemente habrá que negociar nuevos términos de financiamiento de los pasivos provinciales, y algún esquema distinto de transferencia de recursos (aparte de los coparticipables, que son intocables).
Una addenda sobre los fracasos de Moreno en el año:
La tarjeta de crédito estatal para sueprmercados y casas de electrodomésticos no existe, es cierto, pero las tarjetas tradicionales se vieron obligadas a renegociar comisiones con los comercios, bajando las mismas. El fracaso no es tan rotundo en los resultados, si no se hubiese puesto la vara tan alta.
Los CEDINES y BAADE fueron un fracaso rotundo desde donde se los mire. En su faceta de instrumentos para el blanqueo fueron prácticamente ignorados. El mercado inmobiliario se manejó a los mismos niveles que lo venía haciendo, con prescindencia de los CEDIN. Los BAADE sólo acumularon promesas de ingreso de divisas en blanco (una vez olvidada la concesión del blanqueo), que probablemente ya no se cumplan.
El congelamiento de precios y los acuerdos posteriores no fracasaron. Dieron lo que podían dar. El que creyera que una medida así podía dar resultados positivos que no fueran breves en el tiempo es un iluso. Funcionaron cómo podían funcionar. Sin medidas adicionales iba a terminar como terminó, como una medida represiva de las presiones inflacionarias, que una vez superada iba a terminar en una aceleración del ritmo de aumento de los precios.
De todos modos, se interprete como se quiera interpretar su alejamiento, los costos de que siguiera en el gobierno eran demasiado elevados. Y los beneficios muy escasos.
2 comentarios:
simple lo del napia.
espero que no lo extrañemos igual
Incluís el ascenso de Kicillof dentro de un giro ortodoxo?
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