miércoles, 1 de mayo de 2013

Máxima


La asunción de Máxima y Guillermo como reyes de Holanda puso de moda en nuestro país a las reflexiones sobre un tema que a nuestra realidad la afecta de modo permanente, mucho más fuertemente que la tangencialidad con que solemos asumirlo, pero que a partir de algunos acontecimientos aparentemente fortuitos (mmmm), como que el futuro rey de Holanda se emperne a una argentina en lugar de una paraguaya, pasó a tener una importancia cotidiana y farandulesca desmedida. Hablamos de la monarquía.

Cuando el furor por la asunción de Francisco como máxima dignidad de la monarquía teocrática del Vaticano venía amainando, apareció esta resurrección del orgullo patrio de la que no se privaron ni oficialistas ni opositores ni los que critican lo malo y apoyan lo bueno, ni la presidenta, que descolocó a unos y a otros esta vez, tanto como cuando dejó en orsai a los que pretendían instalar un enfrentamiento con el régimen teocrático del Vaticano. Por ahora, la reedición de la final del 78 pero en el terreno político no se producirá. Todavía no "lo´ vamo´ a reventar".

Apuntalada en la transmisión en directo de la ceremonia de asunción, participamos de una especie de regresión al siglo XV, muy ajeno a nuestras tradiciones y costumbres, pero altamente ligado a la mitología construida en base a la importación de productos educativos y culturales formativos de la niñez. El sapo de hoy se transforma en rey, con ayuda del fotoshop. Es altamente notable cómo la capa y el cetro siguen conservando su funcionalidad decisiva en la construcción del poder monárquico. Ampliaremos.

Más allá de la espectacularidad como base de legitimación sobre la que se apoya la continuidad monárquica, se me ocurren algunos otros puntos a tratar sobre el tema.

Desde posiciones emparentadas con la izquierda ideológica se suele abundar en críticas a los monarcas porque "viven rodeados de lujos con la plata del pueblo, y no hacen nada". No comparto en lo más mínimo.

El hecho de que los monarcas cobren importantes sumas como gastos de representación no modifica sustancialmente las finanzas de ningún estado. El peso de esos gastos en los presupuestos estatales no es significativo, y no se distancia tanto de los gastos de representación que benefician a otros poderes de esos estados monárquicos constitucionales. Me hacen acordar, los planteos, a la fallida venta del Tango 01. De todos modos, ninguna facción dominante y conocedora de las cuestiones de guita, la gasta al pedo.

O sea, es falso que los reyes no hagan nada. Ayer asumió el jefe de los lobbystas de Shell, por ejemplo. Deberíamos sacar cuentas sobre qué cantidad de guerras civiles se desataron en África por causas cercanas a decisiones de monarcas colonialistas aún en los siglos XIX y XX, o cuántos viajes de reyes hemos recibido en Argentina para tratar cuestiones relacionadas con los flujos financieros emanados de los negocios españoles en el país.

En las monarquías constitucionales, los reyes juegan un rol central en la economía del poder. Son un poder del estado afianzado en relaciones venéreas de corte endogámico (ligado, este corte endogámico, a la continuidad de lo que antiguamente se representaba con los títulos nobiliarios) hoy un poco más relajado y abierto a las tenencias de acciones de empresas estratégicas. Esta situación le da garantías de continuidad a posicionamientos ideológicos conservadores.
Son el contrapeso ideal para la amenaza reformista de los poderes asamblearios o electos por voluntad popular.
Las muchedumbres participan en la elección de sus representantes, y las castas se reservan el acceso monopólico a ciertas palancas de la toma de decisión a través del sostenimiento de las monarquías.

Ahora bien, por lógica de la propia legitimación del poder monárquico, la presentación suele ser más suntuosa. El poder se legitima en la "sangre", por un lado (fantasiosamente azul) y la espectacularidad, por el otro.  El embeleso de la capa y el cetro, o la corona, son figuras centrales en la legitimación del poder monárquico. El rey es magnánimo, fuerte, y además tiene una familia con tres "rubiecitas preciosas". Y gracias a una argentina! La cenicienta no fue pensada con tanta complejidad y buen tino.
El fin es, de nuevo, reservarse para una casta acotada, el acceso a ciertas palancas de la toma de decisiones que permiten salvaguardar de los ímpetus reformistas a cierto colchón de privilegios sobre los que (camuflados constitucionalmente) se asienta el ordenamiento socio-económico.

En Argentina, donde carecemos de monarcas, no nos hemos privado tampoco de colocar en el contrato social emanado de conflictos irreconciliables, firmado sobre papeles ensangrentados, y en medio de pujas de facciones con representatividad limitada, mecanismos análogos, propios de la forma republicana de gobierno y su división de poderes (que es lo que eligieron quienes detentaban por la fuerza la representatividad de todo el arco social, con las exclusiones deliberadas propias de cualesquiera de estos procesos).
El rasgo endogámico, aristocrático, perpetuo, antireformista del poder judicial oficia este "equilibrio" constitucional con un fuerte sesgo conservador del status quo.
Aún cuando echa mano a recursos como el control de constitucionalidad difuso, que siendo vendido como un arma democrática de defensa del pueblo, en la realidad es un privilegio de clase del cual las mayorías están totalmente excluidas.

9 comentarios:

Norberto dijo...

Fuera de tema, feliz día!!!!
Nunca menos y abrazos

Ricardo dijo...

Como siempre, Mariano, gran texto.
Abrazo.

Comandante Cansado dijo...

Está muy bien. Ahora, las complejidades de cada caso hace que no sean republicanos quienes en otro contexto lo serían. En Bélgica casi no hay republicanos francohablantes no por orgullo monárquico ni nada que se le parezca (si algo no son los belgas es creídos), si no porque el republicanismo se interpreta como ponerles una alfombra roja a los separatistas flamencos. Un kilombo padre.

Mariano Grimoldi dijo...

Comandante: no insistas. Nunca voy a entender qué es Bélgica, jajajajaja.
Un abrazo.

Comandante Cansado dijo...

Jaaaaaaaaaaa. ¡Ya podés ser belga!

Eduardo dijo...

Salvo situaciones excepcionales (la España post franco por ejemplo), las cuestiones relacionadas con la realeza europea son mas bien cuestiones de farándula, ante que politicas.
Europa no necesita de una realeza que sirva de contrapeso para frenar impulsos populares.
Acaso Francia, Alemania o Italia (paises sin realeza) han corrido por izquierda al resto de los paises con realeza? No me parece...

La legitimidad esta dada por una cuestion mas bien parece, de tradicion y de sentimiento nacionalista.
No se necesita mucho mas.

Mariano Grimoldi dijo...

O sea que el estado sostiene a la farándula? Y nosotros nos quejamos del futbol para todos...

Eduardo dijo...

Efectivamente. El Estado sostiene la farandula real.
Acaso es novedad? Es un de los principales argumentos de la izquierda europea para oponerse a la monarquia...

Y sino veamos un contraejemplo. En los ultimos 50 años, cuando un monarca europeo tuvo algun grado de influencia importante en los asuntos políticos del pais.
Hay un solo caso nomas: El rey de España durante la transicion democratica española.

Mariano Grimoldi dijo...

Eduardo: no se puede subestimar la función que cumplen las investiduras en la constitución de la economía del poder. Y la farandulización de la monarquía también cumple su rol.
Sinceramente, no le encuentro la vuelta a la idea de que se pueda pensar a la monarquía como algo apartado de la estructuración jerárquica en las relaciones de poder. Desde la articulación de los negocios que financian la política, el lobby de las inversiones nacionales en el exterior, ciertas funciones diplomáticas de peso merecedoras de opacidad en el tratamiento, y hasta cuestiones simbólicas con efectos en lo cultural disuasivas de tendencias reformistas, por ejemplo, el mismo hecho de que ser de izquierda en europa no sea desarticular el proceso de acumulación de capital sino pensar que hay que terminar con la monarquía. Funciones parecidas a la que desempeñan en algunos casos los presidentes en países como Italia y Alemania, que tiene presidentes con mandato largo y un proceso de elección de opacidad, entre un círculo cerrado. Podríamos abundar por ejemplo respecto de la cámara de lords en gran bretaña y cómo la familia real tiene una opinión de peso en ese círculo. En fin, me parece que el boludeo farandulesco es un elemento más que hace a la legitimación del poder real, de alguna forma.
Saludos