Las notas de Jorge Castro en Clarín de los domingos son altamente recomendables. Con mucha diferencia, lo mejor del multimedios, por estas horas víctima de una nueva avanzada de la dictadura que, lejos de conformarse con haber neutralizado la capacidad de presión del Grupo, sus ejercicios destituyentes y su rol disciplinador del sistema de decisiones políticas nacional, intenta además despojarlo o al menos limitarlo en algunos de sus negocios, lo cual ya constituye un claro atentado contra la libertad de prensa y la independencia periodística. Recomiendo esta innovadora pieza de (auto) publicidad no tradicional como muestra de lo dicho.
Hoy dedica su espacio (Castro) a la descripción de un cuello de botella que se le está provocando al esquema económico de la India. En el abastecimiento de energía eléctrica. Por deficiencias en las redes de distribución, y también en la generación, debido a las dificultades para abastecerse de carbón (para centrales térmicas) a precios aceptables según la decisión del estado, que interviene fuertemente a través de control de precios, subsidios cruzados, y participación de entes estatales en la intermediación, con los cuales absorbe los déficit devengados de los controles de precios, al tiempo que promueve la dirección del crédito nacional hacia la financiación de esos déficit.
Presentado con un grado de dramatismo mucho mayor, es inevitable sin embargo asociar algunos de los problemas de ese esquema a los que afectan al sistema energético nacional argentino, sobre todo si lo comparamos con los comentarios de los analistas, más que con las consecuencias realmente palpables. Aclaro que Castro en ningún momento sugiere la comparación que en este caso corre por exclusiva cuenta mía, como lector.
El tema es que Jorge Castro es un analista demasiado sofisticado como para ser absolutamente funcional a los intereses políticos de una línea editorial desorbitada. Y deja algunos elementos adicionales en su análisis, que son también parcialmente asimilables a aspectos de nuestra realidad.
Primero, destaca la influencia que tiene la estructura desequilibrada de la economía india, con el sector de High-Tech en el sur del país, con un potencial cuya explotación máxima probablemente significaría la imposibilidad paralela de amplias capas de la población de ajustar parámetros de crecimiento sustentable que no les hagan perder el tren del desarrollo, tan fácilmente conseguible para aquellos que pueden vincularse directamente a los grados de competitividad de la actividad preponderante.
Este desequilibrio estructural es una causa principal en la necesidad de que el Estado regule, intervenga e intente administrar precios en el sector energético. No puede entenderse la acción "irracional" (desde el punto de vista de la lógica mercantil) del Estado, que mantiene precios artificialmente bajos a costa de pagar el precio del desequilibrio entre el auge del consumo y la demora en el acondicionamiento de las redes de distribución, y absorbe los déficit y afronta el pago de subsidios, sin prestar atención a la existencia de ese fuerte desequilibrio estructural y a las consecuencias disgregatorias que conlleva su afianzamiento profundo.
De ahí a evaluar la cuestión de la eficiencia en la intervención estatal hay un paso más largo. Pero Castro también lo da. Como yo lo quiero entender, de alguna manera legitima la decisión soberana del Estado indio de intervenir en el circuito.
Por un lado habla de la debilidad del estado indio frente a la existencia de actores que tienen comportamientos parasitarios (la calificación presente en la palabra parasitarios es mía). Nosotros en Argentina somos testigos de casos similares, con un régimen de propiedad en torno a las concesiones de servicios públicos que es claramente deficiente. Lo que Lucas Carrasco describe como parte del "lumpen-burguesariado".
Pero también enfoca a la influencia de causas políticas.
En primer lugar, salvando al régimen democrático de hacerle pagar alguna factura. En un punto que puede entenderse como algo arbitrario. Y centrando las responsabilidades en la debilidad del sistema político, en la inexistencia de partidos políticos fuertes capaces de conducir procesos de tomas de decisión sin quedar esclavizados a los lobbys.
Y también menciona a la descentralización que desconcentra los poderes de decisión en detrimento de la autoridad central y en favor de las decisiones estaduales (provinciales). Este aspecto es fácilmente asimilable a la realidad política argentina actual. Aunque supongo que Castro no estaría de acuerdo conmigo en este punto, ya que valora positivamente la descentralización.
En nuestro caso, nos animamos a afirmar que en Argentina asistimos a un proceso de re-centralización en materia de fiscalización sobre el sistema energético.
Y que es prácticamente imposible no juzgar que la descentralización política fue en este aspecto muy funcional a que la intervención estatal no fuera todo lo eficiente que se necesita para instalar un sistema energético que permita paliar parcialmente los efectos del desequilibrio estructural del que hablábamos antes y que compartimos, aunque con características distintas, con la economía india.
La centralización del proceso de decisión política y el régimen de propiedad de las empresas es lo que actualmente empezamos a revisar en nuestro país.
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