viernes, 3 de junio de 2011

La fórmula hiperinflacionaria, para polarizar la elección.

Ya se instala la fórmula Alfonsín - González Fraga.

La fórmula hiperinflacionaria: González Fraga era el presidente del banco central en el año 90, cuando se produjo la segunda estampida de precios. Antes de implantar la convertibilidad, Cavallo (ministro de Menem, que también fue ministro bajo el radicalismo) le hizo pegar un shoot en el orto. Republicanamente hablando. Por eso de la autonomía del banco central y la mar en coche.

González Fraga es un hombre que estuvo ligado a Lavagna, y que dejó de acompañar (crítica y externamente) al gobierno de Kirchner cuando el ex-ministro de economía se alejó (contra su voluntad, diga lo que diga ahora).

La lectura de que la UCR abandonó la pretensión de mantener un armado "progresista", de centroizquierda social-democráta para volcarse a la derecha es demasiado superflua.

En realidad, la UCR es un partido con muchos referentes de derecha (más incluso que los nuevos aliados puestos en cuestión), que en distintas provincias del país conformó frentes muy amplios para derrotar al PJ, de los que formaron y forman parte tradicionales partidos de derecha.

El padre del actual candidato a presidente, por ejemplo, mantenía un vínculo fluido con Duhalde, a quien nunca consideró un enemigo ideológico. Aguad es radical. Cobos fue perdonado un año después (cuando medía bien) de lo que había sido su expulsión de por vida. Corrientes la gobierna Colombi y Catamarca, (hasta diciembre) Brizuela del Moral. Su último candidato a presidente fue Lavagna. Antes De La Rúa, y antes Angeloz, que gobernó la provincia que después gobernó Mestre. Que era el padre del actual candidato a intendente de Córdoba. Todos unos comunistas bárbaros, eh. Como Christian Colombo o el Coty Nosciglia, los "agentes de inversión".

El radicalismo es, antes que nada,...pragmático (pero conservador; es decir, no para pasar a la ofensiva política, sino para no desaparecer; está en uso permanente de su instinto de conservación). Y esto lo ha hecho sobrevivir a las mil catástrofes (autogeneradas). Refugiándose en el reducto de las intendencias y las bancas legislativas. Aún a costa de esconder el pedigree radical (como cuando pusieron a Lavagna de presidente).

Lo que hay hoy, simplemente, es el intento por cumplir con un mandato. El de unir a la oposición. Y polarizar. A los golpes, si es necesario. Bajo amenaza, o chantaje. Pero unir (disciplinar). Decisión que tal vez no tenga origen en el seno de la UCR, que apenas acata. Porque le conviene.

No le creo a los fuegos de artificio de Duhalde. Se baja (de nuevo). Y Binner, antes que mandarse a una elección presidencial sin plata ni chances, va a privilegiar su provincia. Ya fue apretado: si se lanza se rompen los acuerdos provinciales, incluida Santa Fe. Fin de la novela.

Esto explica también que el PRO (de manera demasiado sumisa, aún a riesgo de auto-infringirse un daño irreparable) esté evaluando seriamente no presentar referencia nacional. Entonces, por fuera de los pretendidos "polos" quedan en pie solamente los díscolos: Rodríguez Saá y Carrió.  Ah, y Altamira. (No ninguneen a Altamira, kirchneristas; ¿qué pasa? ¿los asusta el crecimiento de la izquierda, unida por ley?)

Quedará por ver si los acuerdos superestructurales se traducen tan linealmente en votos. Si los votantes de De Narváez en el GBA, por ejemplo, unos cuantos de clase media y clase media baja, que sienten una necesidad inmensa de poner orden con mano dura, dejan de pensar que Alfonsín es un nabo, hijo de un ex-presidente "también medio nabo" (según su concepción), o aunque lo sigan pensando al menos lo voten. O si los radicales identificados con la social-democracia, o sea los que se creyeron el verso (con todo respeto), abandonan sus convicciones para darle el voto a un derechista como De Narváez, que por algún oscuro motivo parece que es "más de derecha" que el mismo Cobos, que el propio Sanz.