miércoles, 31 de agosto de 2011
Que me pregunten a mí
Muy bien.
Necesitaron una elección histórica, de 50% de los votos, para reconocer lo que desde acá (modestamente) sostenemos desde hace dos años (y desde otros espacios, antes).
Que la famosa inflación no puede analizarse haciendo abstracción del contexto. Y que en el marco actual, opera compensando (mal, tarde e ineficazmente) un esquema que se constituye en la transferencia de recursos desde la actividad rentística (ahorro en general) hacia el sector del trabajo.
Descubren hoy que:
-los trabajadores formales reciben aumentos de sueldo que superan la inflación, y que ésta es para ellos apenas una "cuestión de timing".
-que la movilidad jubilatoria hace que las jubilaciones le ganen a la inflación.
-que otros ciudadanos que reciben transferencias del estado también mejoraron su poder de compra en los últimos años (receptores de asignaciones, pensiones, etc.) .
Y que como consecuencia de ello, a pesar del dique de contención improvisado contra el "recalentamiento" que la entelequia "mercado" pone a través de los aumentos de precios, el consumo crece, y en los sectores populares con fuerza (cosa que era negada hasta hace poco).
Para la próxima (humildemente) que me pregunten a mí.
domingo, 28 de agosto de 2011
Consecuencias del 14 de agosto: el fin de la "batalla cultural"
Le damos ese nombre ("batalla cultural") al combate de resistencia que desde sectores militantes del oficialismo se le ofreció a la prepotencia del establishment comunicacional dominante (medios y periodistas con aparente derecho de opinión privilegiado).
El saldo del combate fue una victoria estruendosa de los primeros.
Las cinco tapas seguidas de Clarín ya no sólo no voltean gobiernos. Los fortalecen.
El daño es generalizado e irreversible para los discursos que postulan la independencia periodística como una virtud, o como una mera posibilidad siquiera.
En virtud de una victoria tan evidente y resonante, entonces, más vale tomar cautelosas previsiones. Retirarse ordenadamente del campo de batalla. Y evitar las persecuciones excesivas, que ponen en riesgo de caer en un "carrioísmo" al revés, con los visos de derrota futura segura que tal actitud promete a cualquiera.
Las peleas del Grupo Clarín con el Estado (sí, con el estado, no con el gobierno como falsamente se ha difundido; o mejor dicho, la tal disputa entre gobierno y grupo existía, pero solamente como cáscara de un conflicto central: el de un grupo económico que violenta el estado de derecho hasta convertirlo en prenda de su propia regencia ilegítima, y que encima simboliza, en un grupo, un accionar colectivo, coercitivo de la legitimidad política y democrática), esa pelea del Grupo Clarín con el Estado, decía, pasa a desarrollarse en fueros administrativo-jurídicos, donde habrá que definir cómo se reparte la guita de un negocio comunicacional que debe extinguirse tal como lo conocemos para dar paso a un nuevo orden, menos oligopólico.
Mientras, en el campo discursivo, la batalla deberá encararse hacia la corrección de las desigualdades geográficas y sociales que afectan el desarrollo conjunto de nuestro país y nuestra población. De manera impostergable.
Hay que dejar de pelearse con los periodistas, al menos por dos años. ;-)
Hay que reinventar al kirchnerismo. Incluso, para dotar de validez las victorias obtenidas. De qué sirve ganar, si no?
El saldo del combate fue una victoria estruendosa de los primeros.
Las cinco tapas seguidas de Clarín ya no sólo no voltean gobiernos. Los fortalecen.
El daño es generalizado e irreversible para los discursos que postulan la independencia periodística como una virtud, o como una mera posibilidad siquiera.
En virtud de una victoria tan evidente y resonante, entonces, más vale tomar cautelosas previsiones. Retirarse ordenadamente del campo de batalla. Y evitar las persecuciones excesivas, que ponen en riesgo de caer en un "carrioísmo" al revés, con los visos de derrota futura segura que tal actitud promete a cualquiera.
Las peleas del Grupo Clarín con el Estado (sí, con el estado, no con el gobierno como falsamente se ha difundido; o mejor dicho, la tal disputa entre gobierno y grupo existía, pero solamente como cáscara de un conflicto central: el de un grupo económico que violenta el estado de derecho hasta convertirlo en prenda de su propia regencia ilegítima, y que encima simboliza, en un grupo, un accionar colectivo, coercitivo de la legitimidad política y democrática), esa pelea del Grupo Clarín con el Estado, decía, pasa a desarrollarse en fueros administrativo-jurídicos, donde habrá que definir cómo se reparte la guita de un negocio comunicacional que debe extinguirse tal como lo conocemos para dar paso a un nuevo orden, menos oligopólico.
Mientras, en el campo discursivo, la batalla deberá encararse hacia la corrección de las desigualdades geográficas y sociales que afectan el desarrollo conjunto de nuestro país y nuestra población. De manera impostergable.
Hay que dejar de pelearse con los periodistas, al menos por dos años. ;-)
Hay que reinventar al kirchnerismo. Incluso, para dotar de validez las victorias obtenidas. De qué sirve ganar, si no?
sábado, 27 de agosto de 2011
El espinoso tema de los subsidios (2º capítulo): "señales de precios" e inversión: el caso de la generación de energía eléctrica.
Empezamos un intento de serie, en este post. En el que quisimos aproximarnos a una desconstrucción de la relación de las empresas de servicios públicos con la red de subsidios que pesa sobre los distintos eslabones de la cadena de producción y comercialización de los mismos.
Concluimos, parcialmente, que no son estas empresas las máximas beneficiarias. Que incluso denuestan el esquema. Preferirían otro, más ventajoso, no sólo para ellas, dicen, sino para todos los actores involucrados. Esto es siempre así. No nos resistimos demasiado bien a la tentación de cierto platonismo según el cual el bien común es la suma de los bienes particulares. Ni tampoco a esa malformación dialéctica de raíz ideológica opuesta que consiste en creer que si no favorece a las empresas una política es buena.
La realidad suele presentarse más compleja.
Vamos a centrarnos en la energía eléctrica.
El crecimiento vertiginoso de la demanda eléctrica de estos años genera dos problemas visibles, que a veces se confunden como uno solo.
Por un lado la red de distribución, que tiene que adecuarse a la modificación de los patrones de consumo. Este es un tema complejo. De muy fina ingeniería. Y en el cual es preciso enfatizar en las previsiones. Que, como decía Tu-Sam, pueden fallar. Y lo hacen a menudo.
Pero esa ingeniería necesaria para hacer llegar la energía eléctrica a los lugares en que se consume, funciona sobre una base: la producción de energía suficiente para abastecer la demanda.
Abandonamos, entonces, por un momento, la distribución (en sus distintos eslabones). Y nos centramos en el inicio de la cadena.
Suele culparse, desde los lobby, a la política de precios regulados por debajo del de equilibrio con compensación por subsidios, de no otorgarle al mercado (esa entelequia) las señales necesarias para su autorregulación. Y un emergente de esta situación sería la falta de inversiones, en general.
Que, en el ámbito de la generación de energía eléctrica significaría la falta de predisposición del capital privado por participar en la empresa de ampliar la base de generación y eventualmente colaborar en la modificación de la "matriz energética". Un tema aparte (el de la matriz energética) que ya tocaremos.
Este tema se presta a controversias.
Discusiones interminables sobre si se produce más o menos energía que hace 8 años. Lo cual no conduce a nada, porque los números que se miran suelen describir el volumen de energía que se vuelca al mercado, que no siempre está en relación directa con la capacidad instalada para generación. La situación queda mediatizada por muchos factores. Una cosa es la demanda total y otra distinta los picos de demanda. No toda la capacidad de generación funciona al mismo tiempo. Hay generadoras complementarias, que se reemplazan entre sí. Hay capacidad instalada reservada para contingencias. Y varias cuestiones más.
Lo primero que se pone en juego en la discusión es un modelo de gestión que no aparece cuestionado en la realidad. El mixto. Entre el Estado y las empresas.
Se supone, desde los lobby, que la promesa de obtención de mejores precios alienta la participación privada. Lo cual serviría para quitarle peso al Estado en la faena de propiciar las inversiones necesarias en generación.
La predisposición del capital privado para hacerse acreedor de la operación de una central generadora de energía es definida por el precio mayorista del producto. Dicen los analistas. Si los precios se regulan bajos, no hay predisposición a participar, ni en la construcción ni en la operación.
Un elemento que puede estar siendo frenado por esta situación es la obtención de energía eléctrica por algunas fuentes alternativas. Como la eólica. Cuya inversión es alta, y el repago de la misma necesita de precios más altos que el de otras fuentes.
Pero, respecto de esto, habría que observar primero cuál es la maduración de las inversiones en generación de energía. No vaya a ser que los supuestos problemas tengan inicio en el bajo nivel de inversiones registrado en épocas en que las "señales de precios" eran muy tentadoras.
La autorregulación del mercado a la que apuntan los lobbys (creemos desde acá, nuevamente) no es para solucionar hipotéticos déficits de oferta.
Cuando hablan de "señales de precios" tienen un objetivo fundamental: la moderación de la demanda. El precio como disciplinador del consumidor despreocupado. Que deja la tele pendida cuando va al gimnasio. O el aire condicionado funcionando mientras está en el trabajo, para encontrar la casa fresquita cuando llega a la tarde.
Es muy loable el esfuerzo por eficientizar el uso de energía. No discutimos ni eso, ni la eficiencia de los precios para solucionar estos inconvenientes.
Pero, es poco verificable (en la experiencia práctica, no en la imaginación) que la desregulación de precios favorezca las inversiones, al menos en materia de generación eléctrica.
Y ese era el punto que queríamos señalar, por ahora. Que el precio y la inversión en generación no se vinculan por relación alguna. Contrariamente a lo que a veces se sugiere.
Por lo demás, en la actualidad tampoco se verifican problemas en la relación consumo-generación, que aún en los recurrentes records de picos de demanda encuentran un acolchonamiento que permite todavía mantener cierta holgura. No pasa lo mismo en la distribución (pero ese es otro tema).
Por supuesto, continuará...
viernes, 26 de agosto de 2011
El espinoso tema de los subsidios
Subsidios. Al gas, a la luz, al agua. Para que los usuarios (principalmente, aunque no exclusivamente, los porteños; que de todos modos son los más beneficiados) paguen menos. Para que las boletas lleguen, a veces, con números irrisorios.
Este esquema beneficia, por supuesto, (por su universalidad) a mucha gente que estaría en condiciones de pagar la tarifa plena. Y a algunos otros que no. En el caso del gas, se provoca un desfasaje: el gas envasado es más caro que el gas de red, cosa que si bien tiene cierta lógica "de mercado" provoca un escándalo para la razón: el que menos necesita, en líneas generales, se beneficia más que el que más necesitaría el aporte estatal.
No sé por qué tanto escándalo. Si pasa siempre. El tema es que uno quiere creer que la intervención estatal debería corregir esas tendencias y no reproducirlas. Problemas de nuestras expectativas. Es que a veces no es tan fácil, tampoco. Digo, para disculpar (un poco) al estado. Que muchas veces se conforma con hacer lo que puede.
Un punto que (repetitivo) me encargo siempre de resaltar. El esquema de precios fijos por debajo del costo medio y compensación con subsidios no beneficia a las empresas. Que preferirían precios desregulados, o al menos con otro criterio de regulación (y no es necesario imaginarse nada; así lo expresan continuamente a través de sus lobbystas, a los que por la alquimia del eufemismo se suele mencionar como ex-secretarios de energía).
Tratemos de ser breves. Sería fácil si nos ayudara un gráfico con curvas de oferta y demanda. Del que carecemos.
Existe un elemento, que en la idealidad de mercado, se llama punto de equilibrio. Es aquel en que las cantidades ofrecidas y demandadas coinciden, a un precio que satisface las expectativas tanto de oferentes como de demandantes.
Ese precio de equilibrio (en la idealidad del mercado) tiene la particularidad de coincidir exactamente con el costo medio de producción de la empresa. Lo que le cuesta a la empresa obtener una unidad de producto (en promedio, incluidos los márgenes de rentabilidad). Lo que necesita cobrar, entonces, por cada unidad que vende.
El de los servicios públicos, sin embargo, es un mercado con falla (reconocida por la academia, ojo). Porque es un monopolio perfecto. Hay un solo oferente.
Con precios desregulados el oferente solitario podría darse el lujo de poner el precio que quiere (la demanda de servicios públicos tienen poca elasticidad por precio; son tan necesarios que no se puede postergar demasiado su consumo por más que la tarifa se vuelva demasiado alta).
Para solucionar este desequilibrio "natural" se regula. Con resignación empresarial. Pasa en todos lados. Y, aparte, lo avala la "academia".
Pero bueno, las empresas querrían que la regulación del precio se calculara con el precio de equilibrio. Es decir, con sus costos medios.
No es el caso. En Argentina, el Estado tiene otros planes.
Y cuando el estado regula el precio por debajo del de equilibrio (como en Argentina) ocurren cosas nuevas en el esquema que vimos hasta acá.
La primera: se estimula la demanda. Como al consumidor el producto le es barato, crecen las cantidades demandadas. Y, por ende, (y más tratándose de un servicio público) la necesidad de la empresa por esforzar sus niveles de inversión. Para ponerse a tono con la demanda, que los "expertos" califican de excesiva. Fijate. Sin querer, el lenguaje coloquial traduce a su manera esta inquietud empresarial: "ahora, cualquiera se compra un aire acondicionado". Para desgracia de Edesur.
Por ello, que el Estado les compense la diferencia de precio con subsidio (a un precio más alto, incluso que el de equilibrio) no pone a las empresas en situación ideal.
Quedan obligadas a mantenerse en el subóptimo de la demanda sobre-exigente, la inversión obligatoria, la exposición a multas, la "discrecionalidad" estatal (que las obliga a armar un fideicomiso y les dirige las inversiones).
El esquema vigente, que incluye compensación con subsidios en rol estelar, no favorece a las empresas. Sino a los consumidores. Es cierto, sin discriminar (sanamente).
Desde hace varios años llevamos adelante una lucha, invicta, por desactivar el lugar común.
Seguiremos una serie de posts sobre el tema, tratando distintas aristas.
Este esquema beneficia, por supuesto, (por su universalidad) a mucha gente que estaría en condiciones de pagar la tarifa plena. Y a algunos otros que no. En el caso del gas, se provoca un desfasaje: el gas envasado es más caro que el gas de red, cosa que si bien tiene cierta lógica "de mercado" provoca un escándalo para la razón: el que menos necesita, en líneas generales, se beneficia más que el que más necesitaría el aporte estatal.
No sé por qué tanto escándalo. Si pasa siempre. El tema es que uno quiere creer que la intervención estatal debería corregir esas tendencias y no reproducirlas. Problemas de nuestras expectativas. Es que a veces no es tan fácil, tampoco. Digo, para disculpar (un poco) al estado. Que muchas veces se conforma con hacer lo que puede.
Un punto que (repetitivo) me encargo siempre de resaltar. El esquema de precios fijos por debajo del costo medio y compensación con subsidios no beneficia a las empresas. Que preferirían precios desregulados, o al menos con otro criterio de regulación (y no es necesario imaginarse nada; así lo expresan continuamente a través de sus lobbystas, a los que por la alquimia del eufemismo se suele mencionar como ex-secretarios de energía).
Tratemos de ser breves. Sería fácil si nos ayudara un gráfico con curvas de oferta y demanda. Del que carecemos.
Existe un elemento, que en la idealidad de mercado, se llama punto de equilibrio. Es aquel en que las cantidades ofrecidas y demandadas coinciden, a un precio que satisface las expectativas tanto de oferentes como de demandantes.
Ese precio de equilibrio (en la idealidad del mercado) tiene la particularidad de coincidir exactamente con el costo medio de producción de la empresa. Lo que le cuesta a la empresa obtener una unidad de producto (en promedio, incluidos los márgenes de rentabilidad). Lo que necesita cobrar, entonces, por cada unidad que vende.
El de los servicios públicos, sin embargo, es un mercado con falla (reconocida por la academia, ojo). Porque es un monopolio perfecto. Hay un solo oferente.
Con precios desregulados el oferente solitario podría darse el lujo de poner el precio que quiere (la demanda de servicios públicos tienen poca elasticidad por precio; son tan necesarios que no se puede postergar demasiado su consumo por más que la tarifa se vuelva demasiado alta).
Para solucionar este desequilibrio "natural" se regula. Con resignación empresarial. Pasa en todos lados. Y, aparte, lo avala la "academia".
Pero bueno, las empresas querrían que la regulación del precio se calculara con el precio de equilibrio. Es decir, con sus costos medios.
No es el caso. En Argentina, el Estado tiene otros planes.
Y cuando el estado regula el precio por debajo del de equilibrio (como en Argentina) ocurren cosas nuevas en el esquema que vimos hasta acá.
La primera: se estimula la demanda. Como al consumidor el producto le es barato, crecen las cantidades demandadas. Y, por ende, (y más tratándose de un servicio público) la necesidad de la empresa por esforzar sus niveles de inversión. Para ponerse a tono con la demanda, que los "expertos" califican de excesiva. Fijate. Sin querer, el lenguaje coloquial traduce a su manera esta inquietud empresarial: "ahora, cualquiera se compra un aire acondicionado". Para desgracia de Edesur.
Por ello, que el Estado les compense la diferencia de precio con subsidio (a un precio más alto, incluso que el de equilibrio) no pone a las empresas en situación ideal.
Quedan obligadas a mantenerse en el subóptimo de la demanda sobre-exigente, la inversión obligatoria, la exposición a multas, la "discrecionalidad" estatal (que las obliga a armar un fideicomiso y les dirige las inversiones).
El esquema vigente, que incluye compensación con subsidios en rol estelar, no favorece a las empresas. Sino a los consumidores. Es cierto, sin discriminar (sanamente).
Desde hace varios años llevamos adelante una lucha, invicta, por desactivar el lugar común.
Seguiremos una serie de posts sobre el tema, tratando distintas aristas.
martes, 23 de agosto de 2011
Algunas particularidades de la post-devaluación
En un breve artículo en su blog, con expresivo título: "No hay un festival consumista", el economista Lucas Llach intenta desmitificar la idea de que el período post-devaluatorio haya traído una más equilibrada distribución funcional del ingreso en relación a la que había en la convertibilidad.
Textual:
“Con Menem el consumo era mayor como % del PBI. Es que la distribución del ingreso entre trabajadores y empresarios/rentistas/terratenientes era mejor.(...)Después vino El Modelo de la devaluación. Se recortaron de un gran tijeretazo los salarios reales. En comparación con la productividad, los salarios fueron siempre mucho más bajos que en los 90s. Esto fue bueno para la macroeconomía: las empresas fueron más competitivas, la economía creció y por lo tanto pudieron recuperarse los salarios reales, aunque siempre con una distribución del ingreso peor. (...)"Hay una parte de realidad en lo que dice Llach. Y me dispara una serie de reflexiones, aunque reconozco que con poco basamento "científico".
En principio, podemos periodizar la etapa posterior a la convertibilidad. En dos.
El primero, entre 2002 y 2007, donde el recorte abrupto en el poder de compra de los salarios por la mega-devaluación (no sólo atribuible a la decisión política de Duhalde, sino principalmente, a la depresión en que había caído la economía argentina con el fracaso de la convertibilidad) fue una realidad y provocó efectos en algún caso positivo, como la rápida recuperación de la economía. No sólo salarios destruyó la devaluación. También sinceró la reducción de activos y la pérdida de riqueza a la que nos había conducido la convertibilidad (parcialmente disimulada, hasta entonces, por la sobreapreciación cambiaria). Y licuó deuda.
El segundo, donde la ocupación de capacidad instalada que había quedado en desuso en la gran recesión ya está completa, la reducción del desempleo se vuelve más lenta, la competitividad por bajos costos ya no hace grandes diferencias a favor de la producción local, pero con salarios totalmente recuperados (y aún en mejores condiciones) en relación al período de convertibilidad.
Esta recuperación, sin embargo, no implica que la situación haya vuelto a ser igual que en la convertibilidad (o mejor dicho al momento previo al ingreso en la recesión final, es decir, 1997).
El nivel de empleo, la competitividad de la producción, y el perfil productivo adquirido por el país en uno y otro contexto son los elementos que marcan las diferencias.
Existe una buena porción de los asalariados que efectivamente han visto disminuir drásticamente sus ingresos reales en el período post-devaluatorio. Son cuadros medios, profesionales, personal administrativo, trabajadores de las áreas de marketing, recursos humanos, publicidad, del sector bancario, y del área de los servicios en general, empleados de las privatizadas; que mayoritariamente (sino totalmente) se encuentran en vínculo laboral mediante contrato de trabajo, sin protección de ningún convenio colectivo. Son culturalmente (no sólo económicamente hablando) de clase media, y, a pesar de la recuperación del nivel salarial a la situación pre-devaluación, es posible que todavía no hayan alcanzado (en paridad de poder adquisitivo) los niveles reales de ingreso de la década convertible.
Podemos incluir en este gran grupo a quienes comenzaron a participar del capital de la empresa (cobrando con acciones muy rendidoras los bonus o los retiros voluntarios). Parte también del sector rentístico.
Entonces, lo que evidentemente ocurrió en el tránsito de un "modelo" a otro, es un cambio en la distribución del ingreso al interior del sector asalariado.
Así es cómo, de la mano de un aumento real en la tasa de plusvalía (aunque sin corregir por impuestos y transferencias, lo cual podría modificar la situación aparente), se genera la inédita situación de que los trabajadores de fábrica, en el sector secundario, ganen (a veces sustancialmente) más que sus pares "administrativos" (que son los "fuera de convenio" que, como dijimos antes, forman parte del grupo de grandes beneficiarios, al interior de la clase trabajadora, del modelo de la convertibilidad y que no han visto recomponer sus salarios al nivel en que lo han visto crecer los "convencionados").
Los detalles inéditos se multiplican en la vida cotidiana. Personal jerárquico fuera de convenio que se queja de que sus subordinados ganan más que ellos, trabajadores del sector industrial que se desplazan en vehículo particular a sus lugares de trabajo, obreros de maestranza y limpieza que conocen Mar del Plata a los 40 y pico de años.
La recuperación, entonces, de los niveles de ingreso verificados en el último "buen" año de la convertibilidad nos traen a una situación en la que el desempleo viene con tendencia a la baja, la diversificación en el sector secundario es mayor, los salarios de ese sector son mucho mejores, hay mejor productividad y los niveles de consumo, si bien son menores como porcentaje del PBI alcanzan a sectores de la población que antes lo tenían vedado.
domingo, 21 de agosto de 2011
Tipo de cambio: las presiones de demanda sobre el dólar y su relación con los agregados monetarios
La Argentina no tiene hoy problemas con el ingreso de divisas. Se exporta más de lo que se importa, en niveles que rondarían los 10.000 millones de dólares anuales de saldo positivo.
Sin embargo, en estos últimos tiempos, lo que se supondría que constituiría un mecanismo de presión hacia la baja de la cotización nominal del dólar se dio al revés. El dólar ha tendido más veces a subir que a bajar, y obligó al banco central a pasar de su posición compradora a una posición vendedora en cualquiera de los mercados.
Incluso, ANSeS y Banco Nación colaboraron en algún momento vendiendo bonos en dólares (de los demandados en el mercado local para vender en el exterior y fugar divisas).
O sea, el ingreso robusto de dólares por la vía del comercio exterior se complementa con una demanda acelerada de dólares de argentinos que quieren constituir capital en el exterior o al menos fuera del sistema bancario.
Este elemento es confirmado por lo que los operadores del mercado de divisas describen como un aluvión de compras minoristas en los momentos de mayor presión.
A pesar de todo esto, la inercia inflacionaria del mercado interno hace que los argentinos nos apreciemos en términos reales, al igual que todos los países emergentes, como parte de un proceso mundial que ya nos encargamos varias veces de comentar.
Es decir, hay una apreciación real del peso frente al dólar, que en términos nominales, sin embargo, se traduce en un alza de la cotización de la divisa norteamericana.
Hay un canal, entonces, que está permitiendo que esos dos elementos, aparentemente opuestos, se complementen armónicamente.
En realidad, el mercado, a través de los agentes excedentarios del sector privado, esos que tienen capacidad de acumular pesos por encima de los que destinan a consumo están de alguna forma colaborando con la tarea del banco central de absorber excedentes monetarios.
Digamos, tanto la inflación como la demanda de dólares tienen un mismo motivo: hay plata en la calle.
Entonces, habrá que prestar atención a donde se está dando la vía del desequilibrio macroeconómico ortodoxo.
Y está en el hecho de que la ampliación de la base monetaria tiene un canal de conducción que es el fiscal. Principalmente a través de las utilidades que el BCRA le transfiere al Tesoro.
Este desequilibrio se corrige fácilmente: tapando vías de erogación fiscal. Ajuste de presupuesto.
Y hay un concepto en el cual se puede operar fácilmente. En Argentina se abonan valores irrisorios (en algunas regiones más que en otras) en combustibles, energía eléctrica, gas, agua potable. Subsidios estatales mediante, cuyo crecimiento en montos ha sido muy significativo a lo largo de 8 años.
Con ajustar sobre ese concepto, haciendo converger precios y tarifas con los valores que se pagan en nuestros países vecinos, y transformando en gasto privado lo que hoy es gasto público, es posible que se pueda operar una vuelta de tuerca hacia el equilibrio macroeconómico.
Que podría traer efectos positivos sobre la "fuga" de capitales, sobre las presiones sobre el dólar y sobre la inercia inflacionaria (a mediano plazo, y en un nivel de precios más alto producto del ajuste provocado por los aumentos de esos bienes básicos y su efecto multiplicador sobre otros precios).
Pero no sobre la apreciación cambiaria, que seguiría su curso además de sufrir un salto abrupto (de no mediar cambios bruscos en la situación internacional).
Esa apreciación cambiaria, en un contexto de inevitable menor expansión del mercado interno traería consecuencias negativas sobre la capacidad de ampliación y diversificación de la base productiva, con consiguientes consecuencias negativas lógicas en la generación de empleos.
Imitar a Brasil, Chile o Uruguay también tiene sus costos. Ya lo dijo Piñera: nada es gratis.
jueves, 18 de agosto de 2011
ANSeS y el fondo de garantía
Cuando se decidió sacarle a las AFJP el manejo de los fondos previsionales y concentrar tanto el flujo previsional (aportes) como las obligaciones (pago de jubilaciones) en la ANSeS, se revolucionó el sistema previsional e indirectamente se afectó el crecimiento del "incipiente mercado de capitales argentino".
El cambio de sistema, de "capitalización" a "reparto", implicó en primer término, que los flujos de aportes se afectaran al pago de jubilaciones actuales, siendo sustraídos del destino que le asignaban los brokers que, cobro de comisiones mediante, invertían la plata a nombre de las AFJP que, infaltable cobro de comisiones mediante, eran quienes administraban los fondos. Y quienes se comprometían a pagar jubilaciones cuando sus clientes (aportantes) llegaran a la edad sugerida por ley. Mientras tanto, invertían lo que la clase activa (que con el devenir de los acontecimientos se volvería cada vez más chica) aportaba mensualmente, descontado de sus salarios.
En medio de este mecanismo, y con ayuda de la inestimable colaboración de la cronología, se fue conformando un stock de capitales. Compuesto por los aportes acumulados. Invertidos en títulos, bonos, acciones, plazos fijos, etc. Esperando el día para ser afectados al pago de jubilaciones.
El corte abrupto de esa cadena significó que la ANSeS heredara, entonces, una buena cantidad de guita que se reservaba para pago futuro de jubilaciones (y que se bicicleteaba, en realidad, siendo el sustento del verdadero negocio financiero que era la inversión constante de los flujos, cuyo final es lo que enervó a los gerentes de AEA).
Como se instauró un sistema jubilatorio de reparto (bastante más generoso que el anterior, dicho de paso) esa masa de dinero quedó ahí. Sin afectación fija futura.
La guita está invertida en distintos instrumentos. Esos instrumentos constituyen, desde entonces, el Fondo de Garantía de Sustentabilidad (FGS). De ANSeS.
Este stock, por tratarse de papeles negociables, tiene una valuación técnica. Esa entelequia llamada mercado le asigna un valor de transferencia a cada uno de los papeles que tiene la ANSeS. Resultante de la oferta tentativa de los tenedores (hipotéticos vendedores) y la convalidación de la demanda (hipotéticos compradores).
Un párrafo aparte: cuando la ANSeS heredó esos fondos nos encontrábamos en medio de una situación mundial financiera muy complicada en la cual abundaban los que querían vender papeles y escaseaban los que querían comprar. Por lo cual los precios habían bajado mucho. Luego la situación se recompuso, y los precios volvieron a subir hasta un valor razonable.
Entonces, el FGS de ANSeS, si bien mejoró enormemente su valuación técnica desde que fue heredado hasta hoy, esto no se debió a la genialidad de ningún inversor, sino a cambios en las condiciones de mercado. Sólo cabría destacar, entonces, la habilidad de Boudou para proponer llevar a cabo la audaz maniobra, encima, en el momento más conveniente para el Estado.
El valor técnico de esas inversiones es el capital con que cuenta el FGS. Sustento de las finanzas del sistema jubilatorio. Son casi 200.000 millones de pesos. Un montón de plata.
Además, esos papeles devengan utilidades. Pagos de intereses o amortizaciones en el caso de los bonos de deuda, o dividendos en el caso de las acciones. Lo cual le genera a la ANSeS un flujo adicional.
Esa plata no se reinvierte (directamente). Lo que significa que el FGS no vaya ganando más valor. Y se vaya licuando módicamente, porque no capitaliza algunos de los valores que lo actualizan.
Ese flujo, en cambio, se invierte (a secas) en el pago de la AUH. Lo cual por alguna vía más indirecta todavía redunda en una mejora del otro flujo de ANSeS. El de aportes. Que compensa la no capitalización de utilidades. Por la vía más beneficiosa del fortalecimiento de la economía real y el mercado interno.
El FGS, por magnitud, es una herramienta financiera extraordinaria. Que puede ser aplicada al apalancamiento de actividades estratégicas, a la implementación de políticas anticíclicas en momentos recesivos, al fortalecimiento y diverisficación de la base productiva nacional.
Hoy, que surgen operaciones en torno de "agujeros negros" y "precipicios" sería bueno recordar que es factible revisar los informes mensuales sobre la evolución del Fondo, que se publican con acceso libre en la página de ANSeS (hay publicado hasta mayo) y que existe una comisión legislativa (Bicameral de control de fondos de la seguridad social) que audita los movimientos de este fondo y exige presentaciones periódicas de ANSeS sobre los mismos.
Independientemente de eso, sería una buena idea hacer evolucionar el FGS hacia una entidad reglamentada (con criterio sesgado hacia una postura conservadora financieramente hablando), con el fin de convertirlo definitivamente en una herramienta más para la consecución de los objetivos de desarrollo productivo que los argentinos necesitamos, pero con líneas directivas claras acerca de su marco y márgenes de acción. Y sobre todo, de los porcentajes precisos de afectación de fondos.
Entendemos, igualmente, que ese proceso no tiene otra posibilidad de ser que la paulatinidad. Que, de todos modos, exige el compromiso de llevarlo a cabo.
martes, 16 de agosto de 2011
Otras impresiones sobre la mejor elección nacional del peronismo desde la vuelta de la democracia
"Nadie es dueño de los votos", dijo Cristina. Y es la síntesis precisa del mejor análisis que se puede hacer sobre cualquier elección.
Porque, efectivamente, si algo tenemos que aprender es que nadie, cuando vota, encomienda su alma al votado, ni concesiona la administración de su voluntad por cuatro años.
Alguien se pregunta por ahí qué hubiese pasado si Macri se hubiera volcado decididamente por el apoyo a un candidato opositor. Y mueve a risa. Porque no hubiese pasado nada demasiado distinto de lo que pasó. El mismo Macri lo entendió así.
De La Sota no es dueño de la voluntad de quienes lo eligieron gobernador en Córdoba, ni Macri es dueño de la voluntad de quienes lo eligieron intendente, ni Del Sel es dueño de la voluntad de quienes no lo eligieron nada.
La causalidad es inversa, Macri no se jugó por ninguno, porque sabía que no podía influir demasiado, y tomando la distancia que tomó se resguardó de quedar incluido en la murga de los derrotados. Conservó lo que podía de la efímera gloria que le brindó la sobrevalorada elección porteña.
Pinedo obtuvo algo así como el 16% de los votos. Buen número, por depender del corte. Fuerte en la zona norte de la Ciudad; en el resto tuvo rendimientos entre dispares, discretos y malos. El "crack" Ritondo no pudo hacer con él los milagros que operó con Macri.
Porque, en realidad, no hay milagros posibles. Si bien el despliegue territorial es un elemento de acumulación política imprescindible, tampoco es aconsejable exagerar sus potestades electorales. En materia de resultados.
Tampoco (hay que decirlo) los intendentes supuestamente disconformes con la injerencia excesiva de la casa rosada en el armado de listas distritales tienen esa potestad. No hubo corte masivo de boleta, simplemente porque la masividad del corte de boletas no es algo que pueda decidir un intendente, cuya red de militancia (su "aparato") tiene una influencia limitada en los resultados electorales. Así fue en el 2009 cuando se los acusó a algunos de traidores por algo que, más allá de sus deseos íntimos (de los cuales no hay constancia), no hubiesen podido lograr. Así es ahora donde el voto a Cristina los supera, y en algunos casos los tracciona, y les permite soñar con conservar intendencias casi perdidas hace meses.
Así son las vueltas de la vida electoral. Las trincheras de resistencia a la boleta única son mutables. Un día están en el ejecutivo nacional, otro día pueden mudarse a la municipalidad de 3 de febrero. O Ituzaingó.
El peronismo, con Cristina de candidata, hizo la mejor elección nacional desde la vuelta de la democracia.
No hubo performance posible de candidato "atrapa todo" mejor que la del último domingo. No digamos en la realidad, sino en la imaginación siquiera.
No hay que confundir. Esta situación no es inmutable. No hay contrato firmado. Aún si lo hubiera no sería garantía de nada.
Pero hoy la realidad muestra esta foto. Los votos los sacó Ella. Solo por hoy. Pero los tiene.
lunes, 15 de agosto de 2011
Una sola puerta por blindar
En la previa a una elección, todos mentimos.
En especial, porque nadie puede prever a ciencia cierta qué dirá la realidad. Pero hacemos de cuenta de que sí. Mentimos los énfasis, entonces.
Después, los hechos se encargan de indultar algunas mentiras, pareciéndoseles, y de condenar a otras implacablemente. Como la del derrumbe inapelable del kirchnerismo póstumo, del menos famoso de los payasos mediáticos.
En cualquier caso, el que se cree sus mentiras, el que cree decir la verdad, el que supone que goza de una infalible capacidad de predicción corre riesgos de autoinfringirse daños irreparables. Ahora, o más adelante.
En esa tónica, hago mi juego. Humilde. Insignificante.
Y apelo: Es tiempo de enterrar el cadáver político de Duhalde.
Cuyo fantasma hizo algún que otro daño en la previa. Pero se reveló puro humo en la realidad contante y sonante. No hubo tsunami, ni avalancha, ni susto. Hasta sus amenazas pierden eficacia, y la actitud de algunos de sus laderos, fingiendo envalentonarse de manera directamente proporcional al estrépito del derrumbe, los deja en ridículo.
Hasta acá llegó la estrategia exitosa de hacer creer que es un "gran ganador", un verdadero "peligro" para la victoria segura, un tipo que fue casi invariablemente perdedor a lo largo de su carrera política. Con la cara de "yo la tengo más larga" de Barrionuevo ya no alcanza. Es el ocaso para alguien hasta cuyo último estertor se vuelve impotente.
La oposición (puede calcularse) procederá a replantear sus errores. Supongo que reconocerán, al menos en la intimidad, haberlos tenido.
Hasta ahora sólo han expresado la voluntad de llevar a cabo un reagrupamiento de cumplimiento imposible. Porque la ley lo impide.
Debieron haber pensado la posibilidad antes. Y aprovechar las primarias como tales. Sacar un 15% de los votos, de última, siendo con ese porcentaje el vencedor de uno o dos oponentes internos da una posibilidad de potenciar una candidatura, que con los desoladores guarismos actuales no existe.
Algunos ya señalan a Duhalde como el responsable de la fallida estrategia que torpemente se intenta corregir ahora. Cuando ya es imposible.
Se le abre una pequeña lucecita a la oposición, sin embargo, y es la que deberá blindar el oficialismo. Horadar con el recurso de "la hegemonía". Especial para asustar burgueses.
Dirán, probablemente, que de repetirse estos resultados en octubre el kirchnerismo volvería a controlar el Congreso (sea o no verdad). Y que eso constituirá un peligro para la paz de los argentinos.
La contrapartida de esta posible estrategia es que en el voto de ayer pueda percibirse también un "castigo" al "nuevo congreso", experiencia que constituyó la más desilusionante labor legislativa de la historia argentina probablemente.
Tal vez, entonces, haya una racionalidad oculta en el voto "hegemonizante". No lo sabremos por ahora.
De todos modos, a quienes equivocaron el camino sometiendo la campaña política a los avatares denunciadores del carpetazo mediático, a quienes leyeron la permanencia de una realidad polarizada (Cristina sí vs. Cristina no) que ya dejó de existir (precisamente el 27/10/10), a quienes equivocaron la conformación de fuerzas y alianzas (o su desconstrucción) como mecanismo de seducción de votantes, esa alternativa se les presenta como la única viable. Y no sin sacrificio.
Ya probaron mintiendo la debilidad del gobierno, y sólo obtuvieron el resultado de fortalecerlo como nunca.
Les queda tal vez volver a la estrategia opuesta, como último recurso.
El oficialismo debería prevenirlo. Porque todavía no se ganó nada.
viernes, 12 de agosto de 2011
Nada es gratis
Respecto del debate sobre el modelo educativo chileno, Piñera dijo una frase levantada en todos lados, y que generó discusiones: "Nada es gratis en esta vida; alguien tiene que pagar".
La frase es, en términos económico contables, estrictamente cierta.
Esto quiere decir (en el contexto en que fue empleada la frase) que en un sistema educativo en que la educación universitaria es brindada por el Estado como un servicio, de acceso gratuito al estudiante, los costos no se eliminan.
Es decir, sostener ese sistema es oneroso, y los costos se cargan en la cuenta del Estado. Lo costean los contribuyentes, los que pagan impuestos para financiar al fisco.
La decisión de organizar de esta forma la educación formal universitaria se fundamenta en el objetivo de facilitar el acceso a estudiantes de todas las clases sociales.
Aunque no conviene tampoco idealizar este modelo, que suele tener aristas muy regresivas, también. Porque el acceso a la educación universitaria pública no está relacionado solamente con contar o no con los recursos pecuniarios para solventar una carrera. Sino con otras cuestiones materiales, de infraestructura básica, posibilidad de formación primaria y media, disponibilidad de tiempo para estudio, etc., que termina por hacer que, por lo general, las universidades gratuitas se pueblen mayoritariamente de estudiantes de clases medias acomodadas, o incluso de clase alta. Con estudios solventados por todos los contribuyentes de manera pareja (pobres, ricos y de clase media).
Sin mencionar en este caso, la proliferación de kioscos "profesionales" en torno de la autonomía universitaria, fundamentada en la necesidad de mantener una investigación científica independiente de los intereses del capital. Que, si cuyos resultados no son aplicados al desarrollo tecnológico de fuerzas productivas, no sé qué ventaja tendría solventarlos..., pero bueno, no nos vayamos de tema.
Así y todo, el modelo cumple mínimamente con una facilitación del acceso a la educación universitaria un poco más democrático.
El modelo alternativo a este, el empleado en Chile, corta por el lado más "entrador" del debate.
Si estudiar tiene costos, que los pague el que estudia, directamente, y no todos los contribuyentes. Carreras aranceladas.
Expresado en los términos de Piñera, sin embargo, el argumento esconde deliberadamente la parte fundamental de la problemática.
En términos económicos, la cuestión pasa por la apropiación de los excedentes.
Vamos a proponer un esquema simplificador, con números ficticios. Que ni siquiera reflejan una proporción. Sirven para ilustrar un esquema de relaciones entre actores y excedentes económicos.
El costo de la carrera para un estudiante es de 50.
Cada contribuyente aporta al fisco 10.
Con el aporte de 5 contribuyentes, el estado paga la carrera universitaria de un estudiante.
Ese estudiante, en tanto contribuyente, aporta 10, y recibe como contraprestación un servicio que cuesta 50.
Se está apropiando de un excedente indirecto equivalente a 40.
Con el modelo arancelado mantenemos el mismo costo fijo de la carrera universitaria por estudiante: 50.
Incluso, podemos suponer que la claridad administrativa que aporta el gestor privado reduce estos costos, hasta 40.
El estudiante pagará el arancel de 40. Más el margen apropiado por el empresario que organiza el negocio para que sea eficiente, y que tiene una legítima voluntad de obtener un rédito por el cumplimiento de su función. Supongamos 15. Ya estamos en 55.
Como la organización de este negocio, y parte de su financiamiento devenga exenciones impositivas para quienes donen plata a las universidades para que mejoren el servicio, y aún las mismas universidades gozan, por su estructura organizativa (en Argentina, las universidades privadas son fundaciones), de un régimen impositivo especial y muy benévolo, la presión sobre los contribuyentes difícilmente sea sensiblemente menor por el hecho de que el estado no brinde educación superior gratuita. Los impuestos no son notablemente más bajos.
A esto, hay que sumar que los aranceles se vuelven demasiado altos para un estudiante, de manera que entran a jugar las entidades facilitadoras del acceso al dinero necesario para costear la carrera. Los bancos, que financian, en cuotas, los aranceles. Y se quedan, como corresponde, con un legítimo rédito por su servicio.
Digamos, 15 más. Ya tenemos 70, en total.
Si el costo, entonces, era de 40, hay un excedente de 30, apropiado por dos jugadores que en el modelo de Universidad no arancelada no existen: el empresario y el banco.
La defensa de este último modelo de apropiación de excedentes encara Piñera, con su frase: "Nada es gratis en esta vida".
En eso estamos de acuerdo todos. Pero el tema no pasa, como se dice habitualmente, simplemente por definir quién lo paga.
Sino, principalmente, quién lo cobra, quién se queda con la renta, quién se agenda los beneficios para sí.
miércoles, 10 de agosto de 2011
La infatigable fábrica de dólares
Una de las tres calificadoras de riesgo más importantes (S&P) le bajó la nota a los bonos del Tesoro de EEUU y se armó la podrida.
El hecho puede parecer insólito.
La calificación de deuda AAA fue pensada justamente para los bonos del Tesoro de EEUU. Alcanzar esa calificación para una deuda propia era convertirse en el paradigma de la solvencia. Si tenés AAA sos tan solvente como el Tesoro de EEUU. Que no puede nunca dejar de pagar sus deudas en dólares, porque tiene la máquina de fabricar dólares. Es el deudor absoluto. Tiene el poder de decidir cuánto valen sus deudas, si las valoriza o las licúa. Y de obligar a los demás a ser dóciles acreedores.
Por eso puede parecer insólita la baja en la calificación.
Puede pensarse que se trata de un apriete político, también. Para limitar a Obama, obligarlo a hacer recortes de gasto. Hacerle el juego a la posición republicana..., etc.
Pero hay un hecho de fondo.
Voy a usar un lugar común: el mundo está cambiando.
La ventaja de tener la máquina de fabricar dólares es tal, si y sólo si el dólar es demandado en el mundo como la única moneda que puede servir como reserva de valor y unidad de cuenta (para medir los precios de los commodities, por ejemplo).
Que S&P le haya bajado la nota a los bonos del Tesoro de EEUU, entonces, rompe con un tabú. Es también una forma de decirles a los ahorristas mundiales que los dólares deberían empezar a dejar de ser tan confiables. Por supuesto que los ahorristas (igual que el mundo con la Argentina) se les cagan de risa. Por ahora.
Varios países del mundo, varias regiones, comienzan a delinear herramientas para liberarse de la dependencia del dólar. Sus autoridades monetarias, digo. Que se ven enredadas, de a poco, en disputas provincianas y municipales ajenas.
Si bien todo esto, por ahora, a la confiabilidad que despierta la moneda norteamericana no le hace ni cosquillas, sí afecta al margen de maniobra de la FED.
Porque la única manera de que el dólar conserve su confiabilidad es manteniendo su abundancia.
Ni bien empiecen a escasear dólares (no sin trauma) los agentes empezarán a aceptar otros medios de pago, lentamente.
Por lo cual, hoy, la ventaja de EEUU, como deudor privilegiado, no pasa solamente por tener la máquina de imprimir dólares. Está condicionado a no dejar de usarla.
Hecho inédito, al que no habría que subestimar.
Eso es lo que anunció de algún modo la FED, ayer. No vamos a dejar de usar la máquina. Dijeron hasta 2013, pero podrían haber dicho, tranquilamente, nunca.
martes, 9 de agosto de 2011
Pagar deuda con reservas
El pago de la deuda pública en moneda extranjera a través del uso de reservas, según dicen los analistas, tiene un límite.
Repasemos.
La ley de convertibilidad nunca fue derogada. Sólo modificada en los artículos que marcaban la fijación del tipo de cambio (se eliminó el 1 a 10.000 -dólar contra australes-).
Por ello, se sigue considerando necesario que las reservas del banco central alcancen para cubrir, al menos, el total de la base monetaria. Al tipo de cambio vigente (que ya no es fijo, sino que se puede mover). La diferencia no es menor, pero tampoco es tan extraordinaria. Trataremos de explicarnos.
Cuando el BCRA acumula más reservas que las que necesita para respaldar la base monetaria, le queda un excedente, que se denomina reservas de libre disponibilidad. Se podían usar para pagar deuda a organismos internacionales. Facultad ampliada en el decreto del fondo de desendeudamiento de 2010.
Con las reservas de libre disponibilidad, desde entonces, se puede pagar cualquier tipo de deuda, con la sola operación de que el Tesoro Nacional las tome en préstamo (le da una Letra de tesorería al BCRA a cambio de la plata).
El límite que mencionan los analistas estaría dado, entonces, por dos motivos: las reservas de libre disponibilidad se gastan en pagar deuda, y la base monetaria aumenta por las medidas expansivas del BCRA (impresión de pesos).
Este doble movimiento sólo sería mitigado si el Central pudiera acumular más reservas de las que gasta (incluído el pago de deuda y la venta esporádica para sostener el tipo de cambio ante aumentos de demanda o bajas de oferta). Este año se muestra difícil para que esto ocurra.
La otra posibilidad es el toque al tipo de cambio. La opción que no existía en la convertibilidad original que era netamente restrictiva para la soberanía en materia de política cambiaria y monetaria.
Ante el agotamiento de las reservas de libre disponibilidad, o peor, si el nivel de reservas no alcanzara a respaldar el total de la base monetaria, el fusible que saltaría es el tipo de cambio. Si sube el dólar, la relación reservas - base monetaria se acomoda nuevamente.
Este movimiento (de hacerse deliberadamente) podría servir también para recuperar reservas de libre disponiblidad.
Pero... es inviable hoy (dejemos de lado por un rato la coyuntura del pánico especulativo en las bolsas del mundo). Porque la tendencia de largo plazo del dólar es a la devaluación. Por lo tanto, intentar encarecerlo artificialmente sólo es posible a costa de presionar al alza la inflación. No hay demasiado margen en este sentido.
Hay otro escenario posible que depende de que a lo mencionado se le agregue otro factor: la volatilidad. En el cual la devaluación sería viable (aunque no deseable).
En momentos de volatilidad (como es la amenaza del pánico mundial) las reservas pueden empezar a irse más todavía. Porque, paradójicamente, los particulares comienzan a demandar más dólares. Y el Central es el encargado de abastecerlos, a falta de oferta genuina.
En su defecto, podría permitir el salto del tipo de cambio del que hablábamos antes. Que en ese contexto particular, por diversos motivos (innecesidad de ampliar la base monetaria, probable contracción de la economía y principalmente de la demanda agregada) no aceleraría la inflación. Pero, por las características de los argentinos, aceleraría la corrida.
La decisión alternativa o paralela de los bancos centrales ante la volatilidad es fortalecer sus reservas vía crédito (operaciones de pase) para no perder poder de fuego. Por las dudas de que las corridas se vuelvan más fuertes.
Y así, llegamos nuevamente al tema de inicio.
Mantener a rajatabla, de forma obcecada, la decisión de efectuar los pagos con reservas no tendría sentido económico (tal vez sí político).
Frente a los vencimientos hay siempre dos opciones:
Tomar deuda externa para pagarlos.
O pagar con recursos propios.
En el caso de que existan los excedentes del fondo anticíclico (que Argentina decidió armarlo en su propio Banco central y que se llaman por la ley de convertibilidad reservas de libre disponibilidad) se puede echar mano de ese stock para pagar.
Si no existen, entonces hay que pedirlos prestados.
Es lo que terminará ocurriendo si el contexto termina por promover que las reservas de libre disponibilidad se agoten o no alcancen.
Aunque persistiera la idea de pagar con reservas a pesar de que tal stock ya no exista (estaríamos hablando del año que viene, recién) no podríamos evitar, sin embargo, el endeudamiento externo.
Porque lo más probable es que los costos ahorrados por evitar el endeudamiento externo del Tesoro, los termine cargando el Banco Central ante la más mínima volatilidad (o aún antes). O transformándose en devaluación más brusca de lo saludable y administrable. Pago a la cuenta de los ingresos fijos.
En ese punto y ante la eventualidad de tener que endeudar al Tesoro, el hecho de no tener un nivel de endeudamiento muy grande respecto al PBI o al valor de las exportaciones provee de un margen del cual carecen algunas potencias mundiales. Y está la opción de capitalizar a la Corporación Andina de Fomento o de crear el Banco del Sur, como alternativa a la recurrencia clásica al FMI o los mercados voluntarios.
La mala noticia es que (como pasa siempre) la opción ideal no existe. Pero eso ya lo sabíamos desde antes.
lunes, 8 de agosto de 2011
Pánico
Al final, quienes decían que los salvatajes masivos de los años 2008 y 2009 no iban a subsanar la crisis estructural, parece que tenían razón.
Dos años y medio después, vuelven a aparecer los temblores.
Ya no en relación a activos financieros bautizados entonces como "tóxicos", sino en relación a los títulos de deuda de los estados.
Que fueron los que hicieron el esfuerzo de endeudarse (más todavía) para soportar el peso de la inyección de liquidez que garantizó que los acreedores no perdieran la plata que habían (¿mal?) prestado, por culpa de la insolvencia de los beneficiarios de los créditos, que después de todo eran conminados a endeudarse para autofinanciar el consumo extravagante de poblaciones que producen menos de lo que necesitan para vivir.
Todo indica (otra vez) que la crisis es de endeudamiento. De sobre-endeudamiento, más precisamente.
Desequilibrio entre las acreencias y la capacidad de pago de los deudores. Exagerada valorización financiera, de papeles que representan una riqueza inexistente. En poder de acreedores que inflaron sus activos con el aire de la sobrevaluación cambiaria.
Un emergente de la aplicación de políticas obsesionadas por evitar la inflación de bienes. A costa de promover la inflación de activos financieros.
Para beneplácito de los rentistas. Hoy en inevitable bancarrota. Igual que todo el mundo.
Una buena devaluación inflacionaria es el camino que intentan seguir algunos, para licuar sus deudas. Con poca fortuna: sus acreedores son quienes tendrían que tomar la decisión de dejar de demandar (así se depreciarían) los títulos de deuda que salvajemente demandan. En defensa propia. Y de sus fuentes de trabajo (con las que se fabrican infinidad de pelotudeces de plástico y electrónicas, consumidas masivamente por sus deudores con nuevas promesas de pago verdes).
Del otro lado, ya están apostando a repetir la inyección de liquidez a través de la compra (por el BCE) de títulos de deuda impagables por parte de los estados emisores.
Todo inútil.
Mientras, cada vez más voces empezarán a pedir la negociación para repartir lo más equitativamente posible las inevitables pérdidas de un conteo ficticio de riqueza acumulado.
Refinanciación con quita de deuda, y abandono del euro, al menos de los países europeos menos favorecidos.
Reemplazo del dólar como unidad de cambio y reserva de valor.
Córdoba y la influencia del desarrollo de las fuerzas productivas en el voto de "la gente"
El análisis de los resultados electorales siempre es controvertido.
Y, a falta de capacidades necesarias para hacer una evaluación completa, uno puede refugiarse en la mención de dos o tres cosas, que le pudieran resultar llamativas.
El discurso victorioso de ayer, de De La Sota, por ejemplo.
Que marcó el nacimiento del "cordobesismo", al decir del electo gobernador. Con la más fanatizada y expresiva alocución de que los cordobeses eran el faro del desarrollo de la nación.
Frases que denotan lo que no todos los habitantes del país pueden darse el lujo de expresar: la intención de ganar "centralidad".
En esa arremetida desafiante y hasta pechadora De La Sota expresa lo que en algunas regiones (pocas) es visto con naturalidad: la grandeza del país les pertenece; su bienestar precede, en orden de prioridades, al del resto del país.
Lo cual, en determinados contextos, implica mostrar las lanzas para conservar lo que, en virtud de la necesidad de alcanzar un desarrollo integrado, alguien les quiera retacear. El "ismo" complementando el gentilicio provincial es un lujo que solamente las regiones natural y estructuralmente privilegiadas se pueden dar.
Es, además, manifestación de la voluntad de la pujante burguesía cordobesa, expresada en el discurso de un gobernador que lo traduce, a su vez, a un lenguaje que representa mayoritariamente a las distintas capas sociales, en sentido transversal, que en momentos de auge económico se sienten copartícipes, solidarias, del crecimiento.
De ahí, podemos pasar a decir que ayer Córdoba no eligió un gobernador, sino un futuro candidato a presidente y asistió, entonces, a un prematuro lanzamiento de campaña, que por ahora sólo sirve para marcar intenciones vocacionales pero que para cumplirse deberán esperar el desarrollo de muchos acontecimientos demasiado lejanos todavía.
Sin embargo, es bueno remarcarlo, porque los manuales de lugares comunes que emplean algunos analistas, que intentan ver patrones similares en el voto de "la gente", en distintos distritos, se queman en la hoguera de las pelotudeces ni bien uno empieza a ejercitar la profundidad en la mirada.
Me refiero, principlamente, a quienes sobrevaloran la existencia de un voto "racional" o varios tipos de voto ("el voto del campo", etc.) cuyas premisas de análisis pueden extrapolarse (como estructuras) a cualquier realidad local.
En el mismo sentido, es también necesario señalar que el candidato que el PRO en su conjunto señaló como de su preferencia, Aguad, terminó tercero y muy lejos de De La Sota, lo cual vuelve a demostrar que esta vez Córdoba se encargó de ridiculizar el gastado tópico de la "caja de resonancia", que a veces resuena y otras no, depende el contexto, que en general se dota de elementos mucho más influyentes que los resultados de elecciones porteñas, de alcance limitado.
De manera que la hipótesis más ajustada a este tipo de impresiones personalísimas, es que en las elecciones distritales prevalecen las particularidades, por encima de las estructuras que replican los lineamientos de análisis para elecciones distintas y territorios disímiles.
miércoles, 3 de agosto de 2011
Tierra
Leemos una nota de El cronista comercial, en la que se señala una suba del 30% en el valor de la tierra en el último año, en el norte de la Provincia de Buenos Aires y sur de Santa Fe. El dato es del INTA.
Pero se destaca un párrafo que asevera que las principales firmas inmobiliarias consideran que el aumento del valor de las tierras agrícolas se aceleró en los últimos años.
El fenómeno está estrechamente ligado al mayor rendimiento de cada dólar invertido en actividades productivas que usan intensivamente el factor tierra. Que, aunque pueda influir algún avance en materia de productividad, está directamente relacionado con el comportamiento de los precios de los productos obtenidos.
Es decir: aumenta el precio de la soja y el maíz, sube el valor de la tierra que se usa para producir soja y maíz.
Con ello, obviamente, suben también los alquileres.
Como sabemos, las retenciones impuestas por la Argentina modifican el precio del producto en el mercado interno. Hay un precio FOB, que es el precio que recibe el exportador antes de tributar y un precio FAS que es al que cotiza el producto descontadas las retenciones. O sea, el que en términos teóricos recibe el productor al vender su cosecha es el FAS.
Con retenciones móviles, el porcentaje de aumento del precio FOB no se traslada automáticamente al precio FAS, porque la suba de las retenciones le absorbe una porción.
Con retenciones fijas, como en la actualidad, el precio FAS aumenta en igual porcentaje que el FOB.
Esto es: con retenciones fijas el aumento internacional de precios tiene una incidencia mucho mayor en el precio interno que si hubiese retenciones móviles.
Por su parte, el precio interno de los productos es el que termina por definir (en relación a los costos) la rentabilidad de la actividad.
Para el caso, la rentabilidad en la producción de granos puede desarmarse en dos componentes: el valor agregado, y la renta de la tierra (alquiler).
En el caso de los productores que son a su vez propietarios de la tierra en la que producen, esta diferenciación no se muestra evidente.
Pero para quienes arriendan sí lo es.
La aceleración del aumento en los costos de alquiler a tono con el de los precios de los granos estaría indicando que la suba internacional de precios de los commodities agrícolas es capitalizada en mayor proporción por el sector que puede usufructuar la mejora en la renta de la tierra: o sea, el propietario.
Y que el agregado de valor es recompensado mejor por los aumentos de productividad.
Una forma eficaz de hacer esto último es el desarrollo de escala de producción que, al alcance de las manos de las firmas más grandes, permite mejorar la productividad promedio a través de la expansión de las explotaciones.
El incremento de los alquileres, por su parte, puede ser un gran aliado de esta expansión de las grandes firmas en detrimento de las pequeñas, ya que aquellas, al contar con rendimientos promedio superiores, pueden pagar mayores alquileres.
Durante la 125 hubo discusiones sobre este particular. La realidad ofrece la posibilidad de confirmar o no las estimaciones en la práctica.
Los entendidos Mariano T. y Antonio el mayolero sabrán ofrecer visiones más precisas (y remarcar lo que esté mal de este post, que no pasa de las hipótesis)..
lunes, 1 de agosto de 2011
El programa de Fantino: Martín Fierro a la obra surrealista
El programa de Fantino tiene un sesgo surrealista bastante marcado, en general. Ayer, le hicieron honor a su (breve) historia.
El enemigo elegido fue Sergio Marchi. Secretario general de Futbolistas argentinos agremiados. El sindicato de los jugadores de futbol.
Con la sola tibia defensa de Pasman le achacaron que no "parara el futbol" y (poco menos) que no liderara a los trabajadores (futbolistas) hacia la toma de la AFA y de los clubes mismos, recuperando para sí los medios de producción (los arcos, las pelotas).
De ser, en definitiva, servil con Grondona. Por ejemplo, por no definir un plan de lucha para que se paguen, al día, los contratos millonarios que los representantes les hacen firmar a los futbolistas con clubes casi fundidos, a los efectos de que las deudas devengadas sean canceladas con porcentajes de pases de otros futbolistas. Porque eso de que los "jugadores son lo más sano que tiene el futbol" que se lo vayan a contar a las suegras.
Igualmente, el summum del surrealismo llegó cuando se metieron con la situación del "negro" Cáceres.
Fernando Cáceres es un ex-zaguero de Argentinos Jrs., Independiente, River y Boca, que jugó en la selección (mundial 94) y en España.
Hace unos años fue baleado en la cabeza cuando manejaba su BMW en un episodio, en Ciudadela, que se supone que fue un intento de robo.
Se quejaban los panelistas (con Ruggeri como líder) de que Cáceres, que para ese entonces ya se había retirado de la práctica activa del futbol, haya estado internado en un hospital público (el Carrillo), y no lo hubiese atendido la obra social de los futbolistas (a la "que aportó durante 20 años").
Lo primero que hay que decir es que en el Hospital público (en el que supuestamente lo atendieron mal, según el informe difundido ayer) a Cáceres le salvaron la vida. A pesar de que entró casi muerto.
Después, que si Cáceres estaba retirado del fútbol, ya no aportaba más a la obra social, con lo cual es lógico que no tuviera más la cobertura. Pasa en todas las actividades.
Y por último, Marchi no tiene la culpa de que Cáceres no tuviera una cobertura de salud, que podía contratarse él, en razón de las actividades comerciales que desempeñaba al momento del intento de asesinato que sufrió, y que hacían que pudiera mantener, por ejemplo, un BMW (todo bien, no es por "vigilantear a Cáceres, pero a reclamos estúpidos respuestas acordes)
La actitud miserable de Ruggeri de pegarle a Marchi porque no les regala a los millonarios ex-futbolistas una cobertura de salud, que bien podrían pagarse es propia de un tipo compatible con una clásica y popular definición: "le toma la leche al gato".
Es cierto que la profesión de futbolista es muy particular. Que se "jubilan" jóvenes. Lo cual dificulta que, una vez jubilados, se les mantenga la cobertura médica. Y las realidades son dispares. Hay ex-futbolisas que necesitarían la asistencia.
Por lo cual, sería fantástico que los afortunados ex-futbolistas, en lugar de garronear para sí, se sensibilizaran con aquellos ex-colegas que no tienen la suerte de haber quedado "parados" después de abandonar la profesión y armaran una mutual, en todo caso, desde la cual podrían atender esas necesidades.
Pero, para hacerlo, tienen que poner plata del bolsillo propio, y no pedirles a otros que los financie. En el caso de algunos necesitarían quizás que les dieran una mano, para maniatar o asesinar al cocodrilo gigante que les custodia la billetera.
Me hubiese gustado ilustrar la entrada con un viejo tango de D´arienzo, cuya grabación no pude encontrar: "Garronero".
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