lunes, 16 de enero de 2012

Capital y trabajo

Vamos a dar vueltas de nuevo en torno de la "pelea" que entretiene a sectores del Gobierno con sectores de la CGT.

Parece más claro hoy que desde el oficialismo se llamó a Caló para que se levante del banco de suplentes y empiece el precalentamiento. Para entrar, a más tardar, en abril. Es la intención, veremos si se puede plasmar, porque el gobierno no juega solo en esto.
El potencial reemplazante de Moyano es un tipo mucho menos cuestionado que el actual secretario general de la CGT, en cuanto a honestidad, por ejemplo. Al menos será así hasta que se haga más conocido.

Pero esta situación que puede provocar algún entusiasmo en realidad no merece que se la asuma como una acción épica revolucionaria de combate a un quiste corporativo instalado en la central de trabajadores.
Nada indica que en el marco de la "sintonía fina" el hipotético reemplazo del ex-camionero por el metalúrgico redunde en grandes beneficios para el conjunto de los asalariados.

¿Cuál es la virtud que tiene Caló y con la que Moyano no cuenta, de modo tal que se convierta en el dirigente sindical favorito del Gobierno? ¿la honestidad? ¿su incuestionable pasado como genuino trabajador? ¿que no tiene negocios a su nombre ni de testaferros? ¿que no tiene actividad empresarial? ¿que no extorsiona a intendentes?

Respetuosamente, no creemos que ninguna de esas (si existiesen) definirían la cuestión de favoritismo oficial.

Caló, sin embargo (igual que Gerardo Martínez, por ejemplo), es un tipo cuyo perfil se encuadra mucho mejor en el contexto actual y los escollos y desafíos que este implica.
Principalmente, la moderación de la pauta de actualización salarial, de cara al inicio de las paritarias, especialmente para los gremios más grandes, o cuyos trabajadores mayores salarios perciben.

Una descripción esquemática podría ser la siguiente:
en el marco de una sociedad cuyo producto se obtiene sobre la base de un incuestionado modo de producción capitalista, el gobierno eligió que este capitalismo incuestionado tuviera determinadas características.
Y en lo que tiene que ver específicamente con la relación capital-trabajo, a grandes rasgos, promovió un modelo de mediatización de los conflictos de intereses entre ambos grupos (o clases), a través de la discusión institucionalizada entre corporaciones representantes de los intereses de uno y otro: sindicatos y asociaciones empresarias.
El gobierno (desde el Ministerio de Trabajo) se propone como el disciplinador de tal relación conflictiva pero institucionlizada.
En este proceso, y hasta ahora, en general optó por hacer mayores concesiones a la corporación que representa al trabajo que a la que representa al capital.
Entendiendo que existían los márgenes suficientes como para promover un incremento relativamente acelerado del poder adquisitivo real del salario sin poner en riesgo el patrón de acumulación de capital, que se abrió incluso a nuevos actores, de distintos sectores productivos, y no solo a los tradicionales (por ejemplo, las empresas binacionales, que piden subsidios en Argentina, y pagan impuestos en Luxemburgo), y realizando un bosquejo de proyecto a mediano plazo de desarrollo e integración productiva nacional y regional.

La modificación táctica de la postura del Gobierno, sin modificar el esquema, es debida a que tal vez ya no se considere posible mantener la tendencia expansiva sin generar algún colapso, lo cual sería peor en sus consecuencias que un leve ajuste, moderado y con cierta gradualidad, como el que incluye una pauta de aumento salarial por debajo del índice de inflación. El paso a una táctica defensiva. El diferencial de concesiones, entonces, pasará a favorecer coyunturalmente al capital.

Moyano no se encuadra en esta decisión. Caló, sí.
De allí el cambio de preferencias, y la legítima intromisión política en las definiciones de una organización autónoma.

1 comentario:

Daniel dijo...

"pasará a favorecer coyunturalmente al capital"

El tirar mucho de la soga -en el momento en que se pidió cierta adultez- también puede terminar favoreciendo al capital.
El grito por el 7 arriba del 18 % suena bien, pero no implica un posterior ajuste de ese 7 % plus por los formadores de precio.
La adultez completa sería sentarse a la mesa tripartita y empezar a mirar alejarse a la inflación.