La lectura que más me gusta sobre lo que pasó ayer es la de las perspectivas económicas.
Hay una serie de compromisos tácitos asumidos con el FMI, esa suerte de Normas IRAM del endeudamiento, habilitador de los flujos financieros necesarios para el funcionamiento de la economía argentina dentro del actual modelo económico, unos 50 mil millones de dólares anuales.
No es que los vaya a poner el FMI. El FMI aporta el sello de calidad. Sus informes positivos respecto de la marcha de la economía son la señal que esperan inversores de distinto tipo (bancos de inversión y sus clientes, bancos acreedores, fondos de inversión, etc.) para lanzarse a hacer negocios con los activos financieros nacionales (bonos, acciones de empresas, otorgamiento de crédito público y privado, inversiones en economía real incluso).
El sello de calidad te lo otorgan (el FMi y también sus tercerizadas, las calificadoras de riesgo) si les cumplís con una serie de imposiciones tácitas. En el diagnóstico que le hicieron a la Argentina, lo esencial es que se reduzca el peso del estado en la economía.
Atenti: no es una cuestión de déficit solamente, sino una cuestión de dimensiones. Aunque las cuentas públicas estuvieran equilibradas, amonestarían el sobresimensionamiento que invade el ámbito de acción del sector privado, absorbiendo recursos aprovechables para hacer negocios.
Piden recortes de gasto.
Que están más o menos pautados en una agenda de largo plazo.
La ley que naufragó ayer es apenas una pieza de un rompecabezas que conforma lo resuelto en el pacto fiscal, que a su vez responde al programa anual de reducción del déficit primario impulsado por Dujovne.
Es apenas la puntita. O una puntita más, como la de los servicios públicos. Que seguirán aumentando por encima de la inflación durante los próximos dos o tres años.
Lo que queda de todo esto, muy en el trasfondo que nadie aborda por ahora, es que leyes o medidas como esa serán recurrentes en los próximos años, ya que es condición sine qua non para que el esquema económico planteado por el capital financiero internacional asociado a los sectores productivos más capitalizados e integrados al circuito global no naufrague.
El presidente nos dijo hace poco que si no hacemos las cosas bien la economía explota. Lo piensa de verdad.
Porque se lo dicen desde el FMI. Si no hacen las cosas bien les va a pasar como en el 2001. Ajusten bien esta vez.
Uno de los primeros pasos (no digamos el primero, porque no lo es, pero estamos igualmente en una etapa incipiente de la retracción del estado de la economía que incluye privatizaciones varias, entre ellas la parcial del sistema jubilatorio) tropezó de manera que lo convierte casi en caída.
Por eso la sobredimensionada reacción de amenazar a los gobernadores con que no van a poder pagar sueldos y aguinaldos. O que lo van a sacar por DNU.
Porque para ellos se juega muchísimo.
Se juega la fantasiosa sustentabilidad de un modelo económico que podrá rendir frutos en países como Australia o Chile, pero que en un país de las características del nuestro es inviable, aún utilizando para colocarlo la más sanguinaria ortopedia disponible.
1 comentario:
Quieren asegurar el flujo de salida de los capitales, como en los '90, con la diferencia que ahora no hay ni siquiera mínimo derrame como en aquella década. La crisis económica y financiera de la globalización occidental ni siquiera se permite ese lujo.
Antes la seducción era el seguro de cambio (1 a 1), ahora el carry trade. En el mundo actual nada de eso garantiza algún efecto relativamente significativo sobre la economía real.
Publicar un comentario