viernes, 29 de noviembre de 2019

Retenciones y deuda

Macri tenía razón cuando decía que no se puede vivir de prestado. Lo hacía (erróneamente) apuntando al gasto público e indirectamente fomentando el criterio (también erróneo) de que los que nos obligan a vivir de prestado son los que el estado supuestamente subsidia.
Una gran parte de la clase media transita, así, en la inconsciencia de que el verdadero motivo por el cual Argentina vivió de prestado (sobre todo estos años en que el presidente decía que había que hacer lo contrario a lo que hacía realmente, que era endeudarnos) no son los "subsidios a los pobres", sino, en primer lugar, el berretín aspiracional muy difundido de demandar muchos dólares sin aportar ninguno.
Ese es el verdadero motivo por el cual la economía argentina padece la endemia del endeudamiento externo constante.
Aparecen en primer lugar las empresas que dolarizan sus excedentes en pesos, y que tienen sus precios dolarizados, es decir, sus utilidades no están sometidas al ajuste cambiario que padecemos todos los demás: exportadores de commodities, energéticas, mineras.
También los que gracias al monetarismo anómalo del BCRA lograron disfrutar del precio que, según esta teoría, es el único legítimamente regulado (aunque siempre para garantizar la renta bancaria), o sea, los bancos.
Y también algunos sectores de clase media y alta que atesoran dólares, ahorran en dólares, en la inconsciencia de que esos dólares no caen del cielo, sino que hay que generarlos, mientras obtienen sus réditos en actividades que difícilmente se vinculen con dicha generación.
La decisión de AF de cortar el flujo de ingreso de dólares prestados, manteniendo el control cambiario (cepo) tiene el objetivo de cancelar obligaciones en dólares, con divisas excedentes del superávit comercial.
Ojalá, para dicha cancelación, el Tesoro pueda comprar esos dólares (que obligatoriamente los exportadores deberán liquidar) con excedentes de recaudación.
En este último punto las retenciones pueden jugar un rol importante, aunque al mismo tiempo hay que cuidar que no afecten el desempeño exportador. Es decir, que el afán recaudatorio para tener superávit fiscal no nos complique el ingreso de U$S.
Porque es más importante garantizar el segundo que el primero. Dicho esto, estoy a favor de una suba de retenciones consensuada con el sector, que tome en cuenta variables como tipo de cambio y formación de precios internos (y no solamente limitada al agro -qué tal señores mineros cómo les está yendo?-).
Y en contra de una guerra abierta entre el gobierno y un sector productivo que puede cumplir un rol importante en lo que se viene, pero que no puede quedar exento de hacer el esfuerzo, poner el hombro y empujar del carro, como hicimos y hacemos todos los demás.

Ahora bien, si yo formara parte de esas negociaciones (para consensuar un nivel de retenciones apropiado, diferenciado por producto, que tenga en cuenta el nivel cambiario adecuado para el desempeño de las actividades económicas y también su influencia en la formación de precios de los bienes) puntualizaría en lo siguiente:
La experiencia de estos años neutraliza muchas de las estrategias de victimización de los representantes del agro.
Por ejemplo, se dedican a la exportación de commodities. Las devaluaciones que para la gran mayoría de la población fueron trágicamente perjudiciales en estos últimos dos años significaron una transferencia beneficiosa para quienes se mueven en la órbita de la exportación de commodities.
No pasa simplemente por un tema de ganancias, sino de formación de precios.
Mientras para todos los que trabajamos en otras actividades (y principalmente para los que percibimos sueldos en relación de dependencia) existe el ajuste cambiario, como marco para que el mercado opere las modificaciones de precios relativos que suponen las mencionadas transferencias, los actores que se mueven en la cadena de producción (o extracción) y comercialización de commodities, tienen un seguro de cambio que les garantiza ganancias relativas adicionales en caso de devaluación.
Entonces, en el caso de las retenciones, no hay una imposición adicional ya saldada con impuesto a las ganancias, sino una compensación por ganancias espurias (la "competitividad espuria" es algo que los ortodoxos mencionan habitualmente para definir lo que se logra con las subas del tipo de cambio, bueno, aplica al agro y sus utilidades perfectamente).
Por su parte, en lo que tiene que ver estrictamente con la formación de precios, y la intervención que a través del cobro de retenciones el estado opera sobre dicho proceso, lo cierto es que por ejemplo en el caso de los asalariados, hoy están cobrando compulsivamente alrededor de un 20% menos por la venta de su fuerza de trabajo. Hubo un ajuste forzoso sobre el precio del bien que venden, determinado por la desventaja de que no se trata de un commoditie (que cuentan con seguro de cambio subsidiado por el resto del país y el valor que agrega).
Las retenciones pueden aportar a que el proceso de formación de precios de algunos alimentos y bienes básicos no se vea tan sometido a los desequilibrios propiciados por un salto cambiario brusco. Son un elemento estabilizador en determinados contextos.
Todas estas cosas confluyen para mí irreversiblemente en la legitimación del instrumento llamado retenciones.
Cuál es el nivel adecuado para las mismas es algo que se tiene que definir técnicamente, pero deberíamos partir de la base de que ya no haya espacio para discutir la legitimidad del recurso.
Y lo que probablemente sí el estado debería ofrecerle al sector es un ámbito de revisión periódica de las variables, para ofrecer a su vez la flexibilidad de modificar los niveles en el caso de que fuera necesario para evitar perjuicios (no solo sectoriales sino colectivos).
Por último, también podría ayudar el deslinde de la guita cobrada en concepto de retenciones de la aplicación a gastos corrientes.
Podría en todo caso conformarse un Fondo, administrado por un ente del estilo del que administra el FGS, que en todo caso pueda suscribir bonos del estado (o sea, prestarle plata al fisco) con una parte del capital, pero que tenga como misión específica garantizar el proceso de desendeudamiento externo (hasta cumplir determinada meta).
Es decir, un verdadero Fondo de excedentes de recaudación aplicable a la cancelación de obligaciones externas.
Lógicamente, esa idea general debería plantear un montón de especificaciones de tipo técnico (hasta qué porcentaje de vencimientos, qué relación tendría con la refinanciación, etc.).
No creo que sea algo tan descabellado, al modelo se podría sumar la minería (ya lo dijimos), aunque no sé bien hasta qué punto la legislación vigente lo permitiría (la Corte suprema es permeable a fallar a favor de los reclamos de los particulares contra el estado, bueno no sé si de cualquier particular, pero en el caso de las mineras sí).
Ah, y una cuestión que hay que usar como moneda de cambio: el resultante de la negociación haría caducar inmediatamente esas insensatas retenciones planas de 4 pesos por dólar que puso Macri cuando el dólar se fue a 30 y pico.


jueves, 24 de octubre de 2019

Chau Lucas


Un comentario en una cuenta de tuiter sugería algo lamentablemente no tan sorprendente.
Notas de diarios on line lo confirmaban.
El domingo a la mañana (o a lo mejor el sábado a la noche) Lucas Carrasco había fallecido.

En estos últimos tristes años no tuve casi contacto con él: uno que otro mail, algún cruce de comentarios en tuiter, no mucho más.
Pero en otros tiempos la relación fue bastante más fluída.

No sé el detalle (no quise saberlo) de la causa penal por la cual recibió condena en primera instancia.

Lucas Carrasco se me fue transformando de a poco en un mito, más que en una persona.
Lucas era un fabulador de las más extraordinariamente verosímiles ficciones que formaban parte de su vida, era su propio personaje.
El Lucas que yo conocí no podía hacerte mal más que cagandote a puteadas, provocándote a que reveas tu pensamiento fácil, conservador, convidándote la irreverencia que le sobraba.
Lo recuerdo casi como un héroe cuando le encontraba a algunas cosas de dificultosa interpretación la vuelta de más que le permitía huir del casi lugar común de los que huíamos del lugar común con el recurso fácil de decir lo contrario.
Sorprendía con su inteligencia, con su capacidad para elaborar conceptos, para encontrar continuidades y rupturas donde nadie las veía, con la imaginación sobrehumana que le permitía elaborar una explicación coherente a partir de algunos hechos difusos o aislados.
Fue una de las personas más brillantemente inteligentes que conocí.
Y a la vez, el destructor de ese personaje carismático que él mismo construyó.
No sé cuántos "amigos" se le fueron convirtiendo en "enemigos" en el breve tiempo en que me relacioné con él.
Yo no pude nunca dejar de sentir un profundo cariño hacia él.
Me guardo para siempre el orgullo (con lo que me cuesta enorgullecerme) de haber recibido algunas demostraciones públicas de su respeto intelectual hacia mí, que no era mutuo, porque lo mío era más parecido a la admiración.

Chau Lucas, me quise despedir de vos así, como el amigo que no merecí ser.

lunes, 22 de octubre de 2018

Un relato


En un barrio porteño, que podría ser el de Flores, transcurren los hechos que, ordenados por la inteligencia y por la noción de causalidad, podrían constituirse en una historia. No disponemos de todos los pormenores sino sólo de algunos rasgos generales.
Hay un muchacho de unos 18 años que siendo chico atestiguó el abandono del hogar familiar por parte de la madre (reconstruyó una relación con ella más adelante, aunque muy precaria para los usos y costumbres). Se crió con el padre y con sus abuelos paternos, quienes fueron sucesivamente falleciendo. La última, su abuela, pareció esperar la conveniencia de que el muchacho cumpliera la mayoría de edad.
Heredó un amplio departamento de 4 ambientes, un poco venido a menos, y una deuda de 200 mil pesos de expensas.
Con la secundaria terminada, el muchacho intentó algunas changas, pero en la actualidad carece de trabajo y por ende de fuente regular de ingresos.
Es, para el paladar negro de la clase media vecinal (sobre todo la geriátrica) un vago.
La cuestión es que esa poco envidiable combinación de deuda heredada y falta de ingresos lo pone en una situación de debilidad ante el habitual revoloteo buitre. El consorcio ya le mandó cartas documento varias, ya se completaron varios pasos legales y, al parecer, es inevitable la inminente ejecución de la propiedad, que iría a remate.
Cuentan las “malas lenguas” (esas que pocas veces se equivocan) que el propio administrador del consorcio tiene algún interés especial en el remate, ya que le permitiría quedarse con un departamento de 150 lucas verdes, con apenas 5 (lo necesario para saldar la deuda de la unidad con el consorcio).
El pibe, obviamente, si esto se concreta quedaría en la calle (y sin empleo).
Hasta acá los hechos (o esas creaciones discursivas derivadas de la interpretación de los mismos). La  imaginación y cierto afán literario nos convidan a completar la historia con desenlaces posibles, haciendo hincapié ya no en las particularidades del caso sino en líneas generales de conductas esperadas.
Un tipo, poco importa quién, se queda con una propiedad de 150 lucas verdes, pagando por ella apenas 5 en un remate. El antiguo propietario se queda en la calle, con apenas 18 años.
Puede que unos años más tarde la vida los reencuentre en otra coyuntura, y el ya no tan muchacho le pegue un tiro en la cabeza al señor para sacarle la billetera.
Pero la vida es bastante renuente a la justicia poética, así que más probablemente el tiro termine dirigido a la cabeza de otra persona, ajena a estos pormenores.
Es posible también que el honorable señor del exitoso negocio de las 150 lucas, o algunos de sus silenciosos facilitadores o justificadores, reflexionen ante hechos así sobre lo “enferma que está la sociedad”. Los justificadores del pagar las cosas lo que valen pedirían, ante el caso, más policía para evitar que “nos maten como moscas”.
Y un corolario político: los partidos que intenten “reconciliarse con los sectores medios” para ampliar su base de representación tendrán que disponerse a naturalizar la ocurrencia de hechos como los narrados hasta la mitad “verídica” de la historia, y dar respuesta a la indignación que provocan las reacciones imaginadas por este humilde cronista.
He aquí los dilemas que hacen que a veces nos parezca preferible la especulación teórica a la práctica irreflexiva


lunes, 10 de septiembre de 2018

Boby

No me molesta tanto el lenguaje violento, resentido, apuntalado por una feroz mezcla de ignorancia y soberbia, que confunde etiquetas, algunas despectivas, como "cartonero", "chorro", "vago", "planero", "señora que reparte sanguches a los hijos en la Bristol", etc. en una mescolanza inasequible a la realidad y que comparte características como "grasiento" o "mal oliente".
Me molesta mucho más la inversión de términos, la voluntaria confusión conceptual. Por la cual concluimos de manera mayoritaria que un tipo que cobra una fortuna comparado con lo que se gana en otras actividades (de parte de empresas que reciben pauta estatal en carretilla, dicho sea de paso) por hablar boludeces durante tres horas diarias, que llega a ese su trabajo en auto importado con un aire acondicionado que no le permite transpirar ni cuando hace 40 grados de temperatura, sea alguien postulado como prototipo de quien "se rompe el culo laburando", que con "sus impuestos" mantiene al resto.
Los que se rompen el culo laburando son los que arrastran un carro tracción a sangre juntando cartones, revuelven bolsas de basura, se cuelgan a los árboles a cortar paltas y las llevan en cajas en el tren para venderlas en Plaza Flores, se levantan a las 4 de la mañana, se meten en el barro para llegar a la ruta por donde pasa el colectivo y limpian baños durante 8 horas, o se curten la piel al sol levantando paredes.
Los que andan en auto alemán, toman champagne francés, comen salmón noruego, vacacionan en Uruguay siempre y en Europa o Nueva York a veces, condescienden al snobismo de usar fragancias importados, o se visten con ropa italiana se identifican más con la etiqueta (por ahí falsa) de garca que de laburante.
Y, lamentablemente, gracias a algunas desafortunadas decisiones del gobierno se están haciendo pagar sus berretines con el aumento del precio de la leche y el pan, desatados por la devaluación que se originó debido a que demandamos más dólares que los que generamos genuinamente para sostener la oferta.
Así que aprovechemos esta funesta oportunidad de volver a encauzar los discursos sobre dónde están los que laburan y quienes son los que parasitan a los otros con gustos pseudo sofisticados.
El título del posteo? Mi vecino tenía un perro que se llamaba Boby, en honor a un tal Echecopar.

jueves, 6 de septiembre de 2018

Servicios públicos, exportación y dólar

Internacionalizar los precios de los servicios públicos suponía una transferencia neta de recursos desde las clases media y media-baja hacia diversas empresas del rubro energético. Empresas con propiedad atomizada. Sociedades que controlan sociedades que controlan sociedades...
Fondos de inversión, sociedades off shore, etc. Cuando los dividendos del "pagar lo que vale" se empezaran a distribuir, había una posibilidad muy cierta de que se fueran por la canaleta de la formación de activos externos, más conocida como fuga. Pasó y está pasando todavía. Y no es que la formación de activos externos vive solo de eso, pero algo colabora.
Pero además, al inicio del "proceso de corrección de los desequilibrios heredados", decretaron la no obligatoriedad a los exportadores de liquidar los dólares que se computan en el registro de exportaciones (con lo cual los flujos reales de dólares comerciales son probablemente peores todavía a lo que indica la deficitaria balanza comercial).
Si a esto se suma que, paralelamente, se aplicaron restricciones monetarias y fiscales que iban a impactar en el nivel de actividad, es fácil concluir que una economía que se contrae, y cuya moneda probablemente se devalúe por menores ingresos dólares y mayores egresos, no genera incentivos para la inversión sino para la fuga.
Durante un tiempo pudo cerrarse esta brecha de carencia con dólares prestados. Tarde o temprano, a la avalancha de vencimientos de deuda se iría a sumar el corte del flujo por falta de márgenes para seguir endeudándose.
La salida del cepo y la corrección de precios relativos (independientemente de lo que se piense de ellas) no fueron exitosas sino un fracaso espantoso, condenadas principalmente por el error de timming de estos expertos usureros.
Si en algo tenían que ser graduales era en la liberación de la cuenta de capital y en la unificación del tipo de cambio. Y no solamente implementaron un shock, sino que además lo trasladaron al ámbito del comercio exterior, desligando a la exportación del compromiso de nutrir de dólares la plaza local, legalizando e incentivando, de alguna manera, prácticas ilegales como la subfacturación. Un expolio adicional.
Nada les podía salir bien.
El primer paso obligatorio para un reestablecimiento de la calma sería emplazar en 90 días la liquidación de dólares por exportación.

viernes, 31 de agosto de 2018

Salario real (está pasando)

Empezaron a aparecer relevantes economistas (defensores del gobierno) que sinceran la "necesidad" de bajar el salario real (está pasando).
La excusa es que hay más de un 30% de la población excluida de los circuitos económicos formales y con un nivel general de salario real elevado es imposible incluirla.
La primera víctima de este razonamiento es la promesa de campaña cambiemista: crear empleo genuino y de calidad, no como el kirchnerismo que creaba empleo ficticio y de morondanga, empleo que, ni bien se tomaran medidas económicas serias y no populistas, desaparecería (está pasando).
Empleo de calidad con salario real bajo sería una innovación cambiemista, cuando no una alucinación afiebrada de alguien que pretende mejorar márgenes de rentabilidad violando los principios de lo razonable.
Seamos buenos y supongamos que la baja del salario real sería una concesión intermedia (una más) en nuestro tránsito de largo plazo hacia el desarrollo.
Aún así, la contradicción persiste, dado que el trabajo a generar (el que permitiría ensanchar la base productiva para incluir a los excluidos) sería el trabajo considerado de morondanga, artificialmente subsidiado por salarios bajos producto de la depreciación cambiaria que brinda competitividad artificial.
Pero bueno, llegado el caso de ponernos de acuerdo en todos estos planteos faltaría todavía un consenso adicional.
Por qué no replicar este argumento pero ya no para aplicarlo al nivel salarial sino a la tasa de rentabilidad de las empresas que conforman la cadena del rubro energético, los combustibles, o a la tasa de retorno de la inversión financiera?
Por qué, si con 30% de excluidos no es viable el nivel de salario real alto, sí lo sería la internacionalización de los precios (y por ende, de los márgenes de rentabilidad neta) del sector energético y de las naftas? Por qué es viable que el gas en boca de pozo tenga el mismo precio que en EEUU y el litro de nafta premium valga lo mismo que en Alemania, si no es viable que un trabajador calificado gane 3000 dólares mensuales?
O respecto de la tasa de retorno de la inversión financiera, que el gobierno se preocupó tanto por garantizar hasta que la estampida del dólar le pateó el tablero del "carry trade", ¿cómo se concibe que pueda generarse empleo que incluya a los excluidos con tasas de interés prohibitivas para la financiación de capital de trabajo?
Las excusas postraumáticas suelen resultar inconsistentes.


viernes, 24 de agosto de 2018

Espejo

Cuando era jovencito fui furiosamente anti-menemista.
Desde el aspecto ideológico lo sigo siendo. Una línea de coherencia hay entre esa oposición y la que se ejerce contra el gobierno actual, que es el conceptualmente más parecido de la etapa democrática vigente, junto al de De La Rúa, a los dos de Menem (aunque, en materia económica, es igual al plan Martínez de Hoz, tiene muchos contactos con Cavallo, discípulo de MdH).
Decía que fui furiosamente anti-menemista. Y ese anti-menemista furioso que fui se mira hoy en un espejo en el que no le gusta verse.
Fuimos irrespetuosos, persecutorios, anti-democráticos y gorilas, fuimos lanatistas, fuimos por momentos parecidos a las señoras que con desquicio gritan que la yegua se muera cuando les acercan un micrófono en alguna manifestación. Fuimos un poco todo eso, desde las formas.
No me arrepiento de haber sido anti-menemista, de haber considerado horribles sus decisiones en materia económica, pero me da un poco de vergüenza algunas de las formas que asumimos en conjunto.
Y entiendo que algunos menemistas de entonces estén hoy pensando que lo que le pasa hoy al kirchnerismo es un vuelto de aquello que les pasó a ellos.
Es lo que vamos a sentir quienes simpatizamos con el kirchnerismo cuando alguna justicia de algún momento histórico distinto se lleve por delante a varios de los que hoy señalan con el dedito de la moralina mientras hacen negocios inconfensables parapetados en el odio de una parte de la población, atenta a otras cuestiones irrelevantes.