lunes, 28 de noviembre de 2011

Efecto derrame: la variable de ajuste

Parece que muchas personas siguen interesadas en resolver si el recorte de subsidios implica o no un ajuste.
Desde nuestra óptica, la cuestión no presenta demasiada fertilidad para la discusión.
Así y todo ensayamos algún argumento.

Todavía no tenemos una dimensión exacta de cuál será el alcance definitivo de la poda. Ni de quiénes pagarán más y quiénes se verán beneficiados con alguna excepción parcial o total.
Seamos conservadores en el cálculo (a favor del gobierno) y pensemos que finalmente el recorte tendrá un sesgo de gradualidad acorde con la sensibilidad social que reclamamos desde acá.

Esto implicaría que, por efectos de la segmentación y la focalización, sean relativamente pocos los que se vean privados del subsidio que venían cobrando. Y todos ellos, gente con buenas posibilidades económicas de afrontar el gasto extra.
Estamos suponiendo que la segmentación y la focalización se hacen de manera eficiente. Cosa de la que, particularmente, dudo bastante. Como ejemplo, pensemos, cuántas boletas de Edesur y Edenor llegan efectivamente a nombre de quién la paga, y no del antiguo propietario de la vivienda, o del propietario (y paga el inquilino), y miles de ejemplos más. Cruzar este dato cotidiano con la posibilidad de que la focalización sea eficiente causa escozor. Pero ese es otro tema.

Hasta allí, incluso, podríamos avalar la hipótesis que desde acá sostuvimos en algún momento. La expansión por la expansión misma ya no promete ser tan efectiva como antes. Y se va por la canaleta de la demanda de dólares y los aumentos de precios. Puede ser.

Pero hay otro factor a tener en cuenta para definir cuánto podría resentirse el esquema de crecimiento. El efecto derrame.
Teoría vilipendiada justamente (la del derrame)... en tanto teoría. Ahora, negar los efectos del mismo, y aún la misma existencia del derrame en la dinámica de una sociedad capitalista, ya es otra cosa.

La verdad es que es muy probable que varias familias de clase media decidan ajustar sus gastos, por ejemplo, diciéndole a la piba que les hace la limpieza que venga dos veces por semana, y no tres. Y esta piba, entonces, tenga menos plata para comprarle remeritas y ojotas a los hijos en la estación Varela. A partir de lo cual el muchacho del puesto, si viera mermar las ventas, le diría a su sobrina que ya no necesita que le venga a ayudar... y así.
Eso es el efecto multiplicador. El derrame.

Que por bronca que nos de, existe. Y nos dio una mano en estos años de crecimiento a tasas chinas. Gracias a él, algunas personas dedicadas a actividades como la maestranza (forma elegante de limpieza) pudieron conocer Mar del Plata. A los 40 años.
En esos barrios donde vive la mayoría de estas personas, cuando la economía va bien se nota enseguida. Y se percibe y disfruta mucho más que en Caballito o Recoleta.

En sentido contrario, la dinámica propia de la circulación de bienes en las sociedades capitalistas hace que los costos siempre puedan ser transferidos hacia abajo. Absorbiendo, precisamente, las vertientes del derrame. Taponando selectivamente ciertas canaletas.

El tema no pasa por explicar que el recorte de subsidios a clases medias y altas es una medida de justicia distributiva. Porque el patrón distributivo, el patrón de acumulación, no está siendo puesto en cuestión ni modificado en lo más mínimo.

Hay, en cambio, una serie de medidas macroeconómicas que se avizoran, que tienden a poner en orden las cuentas fiscales. Sacar plata de la calle, a través del ahorro fiscal.
Esto equivale a ponerle "racionalidad" a la economía, hacer "como hacen los países serios", "corregir las distorsiones", y no sé cuántas cosas más que estuvimos escuchando durante varios años, y no de boca de quienes defendíamos precisamente.

Después podemos discutir sobre la necesidad o no de hacerlo. Sobre si no quedaba otra opción. O sobre si las concesiones hechas al capital en esta etapa eran necesarias para sostener la viabilidad del crecimiento.
Pero estamos ante una etapa de concesiones a la ortodoxia económica y a los dueños del capital. Por la vía del ajuste fiscal.

viernes, 25 de noviembre de 2011

El orgullo y el subsidio

Lucas es el más inteligente de todos. De todos, eh.
Todos es una palabra que se usa mucho al pedo. Nos acostumbramos a interpretarle ese significado engañoso. Decimos "todos", sabiendo que no nos estamos refiriendo a "todos" realmente, sino a algunos pocos.
Pero este no es el caso. Por esta vez, todos significa todos.

Hablando con él, siempre queda la sensación de que ya le pegó tres vueltas al razonamiento que uno dificultosamente va hilvanando con esa mezcla de perplejidad y orgullo que se siente cada vez que se realiza la (en mi caso, rara) proeza de la deducción.

Ahora, todo bien, pero la inteligencia no te da derecho a ponerme en evidencia así. Desafiarme a mí, justamente, a que descifre qué carajo significa este jeroglífico


y que lo use encima para calcular no sé qué cosa del cobre, la soja y el tiempo, no puede tener otra finalidad que dejarme en evidencia de que no entiendo nada de economía (imaginate de matemática financiera).

Si estás caliente porque te sacan los subisidios no te la agarrés conmigo, corazón.

Pero bueno, igualmente, y sin que venga mucho al caso me gustaría desarrollar un poco una idea inspirada en alguno de los 2 millones de comentarios que le escuché a Lucas sobre el tema subsidios, en los 4 o 5 minutos en que lo vi anoche.

La cuestión de la declaración jurada y la renuncia a los subsidios, generalizada, es un golpe a la autoestima de quienes necesitan los subsidios.

Es que hay una dinámica en las relaciones interclases (?), que dificultosamente se pueda representar en los cálculos algebraicos de los cuadros técnicos del ministerio de planificación.

A saber: los pobres no quieren ser pobres. Lo cual incluye la necesidad de ser asumidos como no-pobres entre los no-pobres.

Si renunciar al subsidio entonces es una gesta casi patriótica, es también una distinción de superioridad de clase.

Foucault sostuvo (en Historia de la sexualidad) que el tabú del sexo era un invento burgués. Que la aristocracia tenía la "sangre" para distinguirse. Y que la burguesía, por su carácter revolucionario (por la movilidad social ascendente le diríamos hoy, a lo mejor) no tenía, como clase, un factor distintivo de superioridad.
El pudor y el moralismo en torno al sexo fue constituido, entonces, como ese rasgo de superioridad que empezaría a distinguir a los burgueses de la chusma, mucho más abiertamente cogedora (el énfasis es más en "abiertamente" que en "cogedora").

En la Argentina de hoy, y por el probable plazo de unas semanas por lo menos, los pequeños burgueses podremos adquirir nuestro certificado de "sangre". Renunciando al subsidio.
Y de paso les infringimos una nueva herida narcisista a los pobres subsidiados, a quienes todavía ni siquiera supimos explicarles que la AUH no es un regalo, sino la forma de saldar hacia adelante (retroactiva nunca) una deuda que teníamos: todo el mundo la cobraba, menos los que también la cobran hoy.

Unas boludeces enormes las que se me ocurren cuando ando con pocas horas de sueño. Y bueno, después de todo para qué se va abrir un blog uno, si no para poder ejercitar la boludez sin complejos.

De todos modos, yo ya hice mi renunciamiento patriótico.
Total, las boletas las tengo a nombre de la verdadera dueña de casa: mi mujer.

miércoles, 23 de noviembre de 2011

La "sintonía fina" como clave de una etapa


Omar propone hoy un análisis sobre la "sintonía fina".
Es, para mí también, un eufemismo. En otro posteo había usado la frase "corrección de las distorsiones". Son, creo, equiparables. La autoría corresponde también a la presidenta. Fue la promesa de campaña que les hizo a los industriales.

Para profundizar un poco en lo que tenemos hasta hoy: hay un primer bloque de anuncios de medidas (o guiños que pueden entenderse como señalamiento de medidas que se tomarán en adelante) que son "ortodoxamente correctas". De reordenamiento de la macroeconomía. Son las que ponen contentos a Paolo Rocca o Fulvio Pagani. El combate a la inflación está incluido acá. En rol estelar.

A pesar de que pueda usarse como el dulce con el que se engaña a los pobres o a los trabajadores. "Caramelos de madera" solía decir el fallido pronosticador (pero certero en las metáforas) Jorge Asís.

Quienes leen este blog (y se lo toman en serio, lo cual es bastante más complicado) sabrán que sin simpatía ni júbilo venimos sugiriendo desde hace un tiempo que parecería estar llegando el momento en que estas decisiones se volverían inevitables.
Pero nunca negamos, aún cuando aceptáramos la "inevitabilidad" (tomar con pinzas, significan las comillas), que las consecuencias no serían del todo agradables.

La presidenta encabeza hoy, a mi humilde (humilde) entender, la puesta en marcha de un conjunto de decisiones que remiten a un consenso previo. Tácito. Del que participan todos los dirigentes políticos (oficialistas y opositores, con la sola excepción acaso de Altamira, que como apologista de otro modo de producción, alternativo al capitalismo, no comulga con su lógica). Y, sobre todo, los dueños del capital.

El consenso implica que el ritmo de crecimiento de la economía argentina, con inflación de más de 20% y actualizaciones salariales de casi 30%, ya no da más de lo que dio.
Y que el proceso de acumulación podría ser puesto en juego por ese esquema, si no se corrige (que en el último año, además, profundizó los desajustes porque la devaluación nominal fue muy baja, lo cual significó una importante apreciación real, mientras que otros países emergentes parecen revertir ahora el proceso de revaluación cambiaria).
A ese consenso remiten los ajustes, las correcciones, la sintonía fina. Especulamos acá.

Los cambios en la relación del Gobierno con la CGT, por otro lado, soy remiso también a analizarlos solamente en términos políticos.
Las tensiones de hoy son un emergente de la relación capital-trabajo. Y de las exigencias del proceso de acumulación. De su sustentabilidad, sin crisis, que es lo que vuelve inevitables las correcciones.
El gobierno, mediador en las pujas distributivas, hoy cambia su postura y cierra un poquito más con el capital de lo que lo venía haciendo en los últimos años.
No culpo a nadie. El objetivo fundamental, siempre, debe ser evitar los shocks.

Una salvedad: al interior de las facciones del capital las posiciones para la etapa no son unívocas. Están quienes hubiesen preferido una devaluación brusca, para toscamente capitalizar la recomposición de márgenes en el corto plazo.
Se impone la postura alternativa. Previa "corrección de las distorsiones", intentar rearmar el colchón que permita amortiguar el paso a precios de las devaluaciones. La devaluación brusca, aparte de desastrosa en términos sociales, hubiese sido ineficaz en el mediano plazo, mismo para la propia salvaguarda de la acumulación de capital. Se impone entonces la racionalidad de la administración del tipo de cambio, aunque con aceleración respecto del año que transcurre. Volver un poco al patrón kirchnerista de los primeros años.

Y un detalle, no menor. En medio de todas esas alusiones a la "sintonía fina" la Presidenta no se privó de incluir en la discusión a la suerte de las utilidades. No sólo la cuestión de cómo distribuirlas y si por ley o por paritarias una parte debería ser captada por los asalariados o no.
Habló de márgenes de ganancia, como elemento clave en la competitividad. Habló además de remesas al exterior.
Algo es algo. Para los tiempos que corren, bastante.

lunes, 21 de noviembre de 2011

Nueva etapa kirchnerista: "corrección de las distorsiones"


La magnitud que alcance la reducción de subsidios será decisiva.
Porque el recorte tiene implicancias en todo el esquema económico. Intentar venderlo como una mera corrección de una injusticia distributiva es un error.
Hay voluntad de recuperar el ortodoxo colchón fiscal, que (digamos) Néstor no se privó de usufructuar en sus años de gobierno.

Ya hablamos del efecto multiplicador de los pesos excedentes en manos de las familias que de recomponerse tarifas pasarán a dedicarse al pago de las mismas, actualizadas. Por lo tanto el efecto multiplicador se habrá neutralizado. O revertido.

El otro problema es el reacomodamiento de los precios de la economía. El lector y comentarista Riki Juarez nos había consultado algo relacionado con este tema.
Por supuesto que no estoy en condiciones de dar una respuesta definitiva.
Pero el factor de la "competitividad" industrial con los nuevos costos de energía (sobre diferenciación por tamaño de empresa y actividad, seguramente se trabajará) se entrecruzará con un elemento muy sensible: precios. Que es, además, salarios.

En viejos posteos lanzamos la hipótesis de por qué Moyano se había vuelto el principal enemigo de los dirigentes opositores más encolumnados con el capital (cuando clareaban los primeros amagues de la campaña electoral).

Significaba (Moyano) un escollo difícil de superar para el consenso que reinaba entre políticos, empresarios y el establishment en general. 
El ritmo de crecimiento de la economía argentina se volvía insostenible, y ponía en riesgo la sustentabilidad del proceso de acumulación (y concentración). Había que correr del medio a Moyano, para poder operar un reacomodamiento de precios y salarios. Vendido como plan de estabilización. Con corrección de distorsiones. Con planes presentables: fin de subsidios para ricos, estabilización de precios.

En dos etapas: primero reacomodamiento de precios de bienes y servicios distorsionados (aumentos). Después, moderación en la pauta de aumento salarial, seguramente recalentada por los movimientos de precios de la etapa anterior.

Un plan más racional de recomposición de márgenes que la tosca devaluación con la que en algunas facciones del capital se sigue simpatizando.

Este proceso, que surge de un explícito consenso entre la clase política y los dueños del capital, sin embargo, puede hacerse con diferentes ritmos. Y esto es lo que define qué grado de compromiso tiene con los intereses empresarios cada dirigente político en la etapa actual.

Para determinar, entonces, cuán cerca o cuán lejos se está en la actualidad de someterse a esa dinámica impuesta por los factores de poder más comprometidos con los patrones de acumulación de capital, habrá que medir cuán graduales pueden volverse las correcciones ortodoxas. Los ajustes.

El proceso, además, podría significar una buena forma de recuperar márgenes de acción para poder volver más eficiente un proceso de intervención estatal sin poner en riesgo la sustentabilidad en el tiempo. Es decir, evitando cualquier tipo de shock. De crisis.

Ahora bien, junto con esa corrección de las distorsiones (y me remito a palabras que la presidenta en un acto público usó ante empresarios como rúbrica de compromiso) que podrían indicarse como necesarias, no solamente es deseable que se actúe con gradualismo y con vocación intervencionista para decidir sobre quiénes debería cargarse el mayor o menor peso de las decisiones a los menores costos posibles.

También hay que pedir que se aproveche la coyuntura para corregir otras distorsiones de la economía argentina, en especial en las cadenas productivas.
Las empresas productoras de bienes básicos para el crecimiento de la producción industrial, con márgenes de rentabilidad extravagantes y con posición de mercado dominante, que les permite "operar" precios piden a gritos también intervención.
O el sector financiero, que usufructúa impunemente la informalidad de buena parte de la economía argentina.

Ahí reside la mejor oportunidad para darle algo de épica a la etapa que ya podemos bautizar como de "corrección de distorsiones", que no tiene aristas demasiado estimulantes para defender por ahora.  Y que se asume más como la inevitabilidad de un destino ya anticipado.

domingo, 20 de noviembre de 2011

La "opción negativa" en el caso de renuncia al subsidio


La Ley del Consumidor contempla el criterio de "opción negativa". Como señala acá Marcelo Canton, la situación remite al caso de la tarjeta Diners, que envió a sus clientes una revista e incluyó su valor compulsivamente en los resúmenes. Quien no quisiera pagarla (ni recibirla) debía renunciar expresamente por carta. La Justicia falló en contra de la firma, y después, por ley, quedó establecido que no se podía obligar a un consumidor a renunciar a un consumo que no había solicitado expresamente.

Esta situación, sin embargo y a pesar del insólito intento, no es comparable con la situación de los subsidios y el mecanismo de solicitud de los mismos a través de declaración jurada.

En caso de que un usuario no conteste la declaración jurada por la cual debe solicitar el subsidio, y por lo tanto perdería el beneficio automáticamente, no quedaría encuadrado en el tipo "opción negativa".
Porque en esta situación puntual, el usuario debe solicitar se le otorgue un beneficio. De manera tal que si no contesta la declaración jurada, se estaría absteniendo de solicitar un beneficio, el cual dejaría de otorgársele.

No se lo estaría obligando a renunciar a un consumo para no cobrárselo (cosa que sí se encuadraría en la "opción negativa").

La vía judicial, al menos por  este lado, está bloqueada.
De todos modos, les deseamos buena suerte.

viernes, 18 de noviembre de 2011

Los "retoques" al "modelo"


Decisiones de alto impacto mediático.
Tímida reducción de subsidios (por ahora), que puede ser un poco más grande en los próximos días, pero que difícilmente sea muy drástica.
El objetivo: mejorar las cuentas fiscales. Poner los ingresos en un nivel de equilibrio con los egresos, moderando estos últimos antes que ampliando los primeros.

Y algunas especulaciones:
El pedido de moderación sindical en la negociación salarial para las próximas paritarias, bajando las pretensiones nominales a un tope de 18% (con flexibilidad para negociar algún puntito más, calculo).
O la posibilidad de tomar deuda (por un porcentaje no mayor al 20% de los vencimientos del año próximo) para cerrar el programa financiero sin poner en riesgo las reservas, que de no mediar una brusca devaluación o un esquema que le vuelva a permitir al BCRA atesorar divisas en cantidades, casi seguro que no alcanzarían para cumplir con los pagos.

Son algunas medidas de tipo ortodoxo, de corrección de las "distorsiones", de recomposición de márgenes de rentabilidad, pero evitando al mismo tiempo que ésta recomposición se produzca por las peores formas. Por los caminos conocidos de las corridas al dólar, devaluación brusca, destrucción de stocks y riquezas, caída abrupta del poder adquisitivo y del consumo como freno parcial a la fuerza inflacionaria derivada de la devaluación, etc.

Medidas (las ortodoxas, correctoras parciales de "distorsiones") que pueden servir además para recuperar márgenes de acción. Para que la intervención estatal, generadora de "distorsiones", pueda ser más eficiente en materia de justicia social y redistribución del ingreso en períodos próximos. Y que incluso su implementación otorga márgenes de acción selectiva para redistribuir incluso los recortes y las pérdidas inevitables, como lo muestra el caso puntual de los subsidios.

La responsabilidad de gobernar un país es demasiado grande como para que un gobierno se detenga a preocuparse por batallas mediáticas por la instalación de sentido en torno de la palabra "ajuste". Chicanas sin sustancia y esquematismos paralizantes afloran en esa contienda de poca monta, divertida para nosotros, dilettantes opinólogos. Apenas eso.

Mientras en los ámbitos de tomas de decisión gana espacio cierto pragmatismo responsable.

Y por todo eso tal vez lo mejor sea tranquilizarse.
Mantener la frente alta, aún ante algún que otro renuncio, que así y todo, el periodo kirchnerista sigue (y si Dios quiere seguirá) albergando a los mejores gobiernos de los últimos 50 años. Por lejos.
Pero por eso mismo y para cuidarlo sería imperdonable fallar.

¿El fin de los subsidios? (sin cortes)




La entrada de ayer fue cercenada. Un caso de autocensura tardía.
Pero el amigo Omar se encargó de dejar registro escrito de algunas partes del posteo, víctimas de mi culposidad y arrepentimiento.


por todo esto es hasta esperable que el porcentaje de usuarios subsidiados tienda a volverse marginal. Y eso va a depender de algo que hasta ahora nadie especificó: qué criterios adoptarán Economía y/o Planificación para definir, a través del cruce de datos de ANSeS y AFIP, para determinar qué usuarios requieren subsidio y cuáles no.
El punto central: qué es considerado un ingreso bajo, que te haga merecedor de subsidio. 

En los comentarios, el lector Esteban llamó la atención sobre este particular, también.

Las líneas rescatadas por Omar hacían referencia a un caso hipotético, no imposible, pero que todavía permanece un poco lejos de ser oficializado.
La probabilidad de que el mecanismo de la declaración jurada obligatoria sea generalizado. Y que alcance a la totalidad de los usuarios del AMBA al menos en una instancia prioritaria.

Tengo igualmente la expectativa de que, como ha trascendido, la meta final sea reducir la cuenta de subsidios desde los algo más de 70.000 millones de pesos, hasta unos 50.000 millones en el primer tramo (1 año) de los ajustes, de modo tal que no sería necesaria una generalización tan amplia, ni un abandono deliberado de la prudente política de gradualismo.

Humildemente (cuándo no?), solicitamos con fervor que así sea.

jueves, 17 de noviembre de 2011

¿El fin de los subsidios?


Primero aclarar un punto: lo único que está confirmado es que se les cobrarán tarifas plenas de gas, luz y agua (con precio regulado, recordamos) a determinados usuarios. Bancos, casinos, principales industrias y usuarios residenciales que viven en countries de todo el país, y Barrio Parque y Puerto Madero en la CABA. Ahorro fiscal calculado (remarcamos: calculado) por recorte de subsidios: un poco más de 4.000 millones de pesos.
Un criterio con casi nulo cuestionamiento.

Un segundo punto a remarcar: el cuadro tarifario sigue vigente. No hay cambios. Solamente los mencionados usuarios quedarán exceptuados de percibir el beneficio de tener subsidiado un 70% aproximado del valor total de las tarifas.

Para el resto de los usuarios (la gran mayoría) se anunció también un programa de acción que va a modificar la relación de los mismos con las tarifas de servicios públicos y los subsidios. El programa se iniciará, con muy buen criterio, con 8 barrios de Capital y GBA, con un PBI per capita muy alto en relación al resto del país.

La idea que desde el gobierno se impone para reformular el enmarañado esquema es virar del criterio de subsidio a la oferta, al inverso de subsidiar la demanda. Focalizar el subsidio, al punto de personalizarlo.
No vamos a hacer valoraciones sobre algo que desconocemos, pero sí vamos a proponer algunos puntos para la discusión:

Primer punto: los subsidios a los servicios públicos nacen, no de la decisión de hacer justicia distributiva, sino de una posición más fríamente macroeconómica. Que consistía en bajar el precio pagado directamente por los usuarios en determinados bienes y/o servicios.
De manera tal que la modificación del contexto, gracias al alto crecimiento y a la recuperación general de la población de su poder adquisitivo en dólares, es lo que lleva al replanteo del asunto. Las tarifas de 2003 son inviables en la actualidad, porque por propio crecimiento de la economía, que implica también aumentos de costos de producción (el salario se cuenta entre ellos), el esfuerzo fiscal para cubrir la diferencia vía subsidios es inmenso.

Recortar subsidios es, entonces, reconocer que ya no se hace necesario mantener artificialmente más bajo el precio de los servicios afectados.
Como todo (llamémosle "derrame" si quieren) en cada intervención hay un efecto multiplicador. La plata que un usuario no gasta en tarifas la destina a la compra de otros bienes, que a su vez implican que al comerciante le aumenten las ventas, de modo que por ahí necesita un ayudante, lo cual hace que una persona que no cobraba sueldo hasta allí comience a cobrarlo, y así...
El recorte de los subsidios generalizado, también provocaría efectos contrarios en este factor multiplicador del que hablábamos.

Sin embargo, vinimos diciendo acá que ya se estaba volviendo más difícil de percibir el efecto virtuoso de las políticas expansivas, porque el poder adquisitivo extra en manos de clases medias y altas iba a aumentos de precios y (directa o indirectamente) a compra de dólares.
Otro elemento, entonces, para desestimar parcialmente el argumento del efecto multiplicador.

Ahora bien, cambiar el criterio de la universalidad por la focalización ya trae aparejadas algunas dificultades. Por ejemplo, en el cálculo de los subsidios a liquidar. Y sobre todo, en las previsiones.
Porque es muy difícil saber por anticipado cómo va a afectar el aumento de tarifas en los consumos de los usuarios, y cómo esto a su vez impactará en la ecuación microeconómica de las empresas, de modo que obtengan algún excedente extra que les permitiría afrontar ellas mismas el subisdio de las tarifas para quienes las necesiten. Un ejemplo mínimo.
Pero también la dificultad para ver de qué modo se disponen y financian las inversiones en infraestructura que permitan sostener el crecimiento diferenciado de la demanda entre los que pagan tarifa plena y los que siguen recibiendo subsidio. Temas muy complejos. Y repito: difíciles de prever. Nada, sin embargo, que no pueda atenderse con trabajo.

Un último punto: discutir en serio si se trata o no de un ajuste es perder el tiempo. Porque se trata casi de una cuestión gramatical.
Acá ya plantamos postura hace bastante: el objetivo de desarmar el esquema de subsidios es mejorar la performance fiscal, corregir el sesgo exagerado de la expansión (en términos ortodoxos). Esa es la realidad, que como se dice habitualmente, es la única verdad.

martes, 15 de noviembre de 2011

Super Moreno

Quienes leen habitualmente este blog saben que no soy muy partidario de seguir enfrascados en la disputa por el sentido contra el dispositivo mediático, también conocido como la "corpo", o en su defecto la cadena nacional de medios privados, también llamados medios hegemónicos o directamente grupos monopólicos (con indebido uso del plural).

Pero hay cosas que superan la paciencia de cualquiera.
No es que crea que una tapa de un diario pueda causar grandes efectos. Me desengañé bastante del poder de fuego de los diarios, que en algún momento creí invencible. Tampoco creo, en el otro extremo, que sus operaciones sean inocuas.
Aparte le agregué a mi concepción algunos elementos que antes suponía que no participaban de la mezcla: la casualidad y la estupidez.

Así, ruego que se entienda que mi comentario sobre esta nota de Clarín de hoy, no va más allá de ser una manifestación de perplejidad ante el alcanzado paroxismo de la pavada al cual no creía que fuera posible llegar con tanta fluidez, y con tanta necesaria complicidad de lectores cándidos.

Decir que Moreno (el polémico secretario de Comercio Interior Guillermo Moreno) pudo haber frenado los movimientos especulativos llamando por teléfono a las casas de cambio y a "operadores" de la city, para "ordenarles" (repito: ordenarles) que bajen la cotización del dólar informal (es decir, el que venden los arbolitos y las cuevas, en negro, sin que consten registros en ningún lado, a tipos que por lo general no pueden justificar sus ingresos y llevan a cabo estas operaciones a los fines de lavar plata), y que además se sugiera que con esos llamados Moreno logró amedrentar al pequeño grupo de supuestos especuladores, que en lugar de cagársele de risa en la cara abandonaron la conspiración urdida en las sombras y decidieron (los operadores!!!!) bajar el precio del dólar marginal, como si el precio del dólar marginal fuera decidido por tres o cuatro tipos que se miran entre sí y dicen: ¿a cuánto lo cobramos hoy?... No. No se puede creer.

Y hago hincapié en la teoría conspirativa de la especulación contra el tipo de cambio, entendida como el accionar mancomunado de pocos agentes que se pusieron de acuerdo para hacer valer sus ventajosas capacidades de actuar para desestabilizar las intenciones del gobierno en materia de política cambiaria, no porque yo crea realmente que estas cosas suceden así, sino porque es lo que se desprende de la opinión de un tipo que dice que Moreno con unos cuantos llamados telefónicos durante una tarde puede conseguir tal proeza.

A quienes se crean esta fábula, sin embargo, cabe hacerlos entrar en razón, demostrándoles no ya la candidez extraordinaria y la credulidad suprema de la que son lamentablemente capaces, sino la estupidez más grande de denostar al "super héroe" que con uno o dos teléfonos fue capaz, en medio día, de desactivar la operación especulativa urdida en las sombras por grandes especuladores que intentaron hacer subir bruscamente el tipo de cambio para recomponer márgenes de ganancias a costa de restarle poder adquisitivo a los salarios en general.
A un tipo así, en lugar de denostarlo, criticarlo "por sus modos", habría que hacerle un monumento.

Por supuesto, si (y sólo si) toda esta fábula fuera cierta...

viernes, 11 de noviembre de 2011

Un guiño a Mancuso


Escuché, hace poco, un chiste sobre Scioli. Un chiste irrelevante. Hacía referencia (no me lo acuerdo bien) a algo que habitualmente, y en serio, se dice sobre Scioli.

Que no es "progresista". O que es "de derecha". Incluso, para algunos esquemas de análisis político, vale aclararlo, las dos cosas (no ser "progresista" y ser "de derecha") son lo mismo.

Yo, por mi parte, me declaro inocente de tal prejuicio. Las virtudes intrínsecas del progresismo a mi carácter pendenciero le pasan totalmente desapercibidas. Y las alusiones a la derecha, en sí mismas (quiero decir, como meras alusiones), tampoco me asustan.

Por algunas cuestiones que no vienen al caso supe hace poco que la decisión aprobada por ley, y por voluntad expresa de Scioli, de que tanto los hospitales públicos, las obras sociales y las prepagas se hagan cargo sin costo para los pacientes de los tratamientos de fertilidad en la provincia de Buenos Aires, al menos en el tramo que afecta a las prepagas, se cumple. Funciona bien.
Una decisión bastante audaz, no exenta de cierta simpatía católica chupa-cirio (con la salvedad de que no cae en el fundamentalismo de considerar que si el hombre y la ciencia tienen que intervenir se contraria la voluntad de Dios), no con mucho rédito político (pensemos que son pocas las familias que requieren tratamientos como esos), pero que apela a una sensatez en cuanto a la fundamentación que inhibe la posibilidad de que nadie se caliente mucho por hacerle lobby en contra.

Decisiones como esa, en algunas provincias con gobiernos "progresistas", no se consiguen. Tal vez, porque sus mandatarios estén más preocupados por la organización de los soviets. O más verosímilmente, porque sean más permeables al lobby de las empresas de salud, grandes financiadoras de cuadros políticos "propios".

Aparentemente, anda deambulando por algunas comisiones del Congreso un proyecto de ley nacional sobre el tema.
En cualquier caso, el ex-motonauta y ex-menemista, hombre de "derecha", y ferviente católico, habrá sido el pionero en la instauración de un derecho que pone en pie de igualdad frente a un tema tan sensible a las familias pobres y a las familias ricas.
Con cargo al Estado para el primer caso; con cargo a las empresas de salud, en el segundo.

Sin caer en alabanzas desmedidas al sciolismo, que (como dicen algunos amigos míos) no existe, usamos el caso para poner, una vez más en cuestión ciertas ideas que, por esquemáticas, no siempre se ajustan del todo a la realidad.

jueves, 10 de noviembre de 2011

A favor (un poco) de los subsidios


Artemio López, en uno de sus habituales arranques de populismo irredento, llama la atención sobre algo que acá señalamos oportunamente (aunque ya no podamos localizar dónde): el efecto multiplicador de los subsidios. O para decirlo mejor, de la plata que queda en los bolsillos de los consumidores, lista para ser gastada en otras cosas, gracias a que los subsidios liberan (a los mencionados consumidores) de tener que aplicarla en los gastos subsidiados.

Casi que por ese esencial motivo puede considerarse a la poda en los subsidios como un ajuste. ¿Para qué engañarnos con eufemismos?
Inisistimos una vez más entonces, para ver si podemos evitar que cunda la confusión.
El problema principal con los subsidios es el elevado monto alcanzado, y su tendencia al crecimiento casi exponencial, que los vuelven fiscalmente insustentables en el tiempo.

Ahora, esto no quiere decir que la decisión de empezar a recortar no tendrá costos. No sólo políticos. También económicos.

Un tema más ,que a nadie parece ocurrírsele a la hora de debatir el asunto. Es falso que los subsidios se concentran en el AMBA exclusivamente.
Un caso concreto: las transferencias que el Estado hace a la empresa ENARSA para que financie la compra de gas licuado y su regasificación sin que esto impacte en las facturas; o las compensaciones que la misma empresa paga a las generadoras y distribuidoras de alta tensión para sostenerles los costos de generación que no se traducen en el precio que el consumidor final paga por KW. Por lógica, nadie puede saber en la instancia de generación o de regasificación qué usuario de qué localidad terminará consumiendo el producto una vez que este llegue a boca de domicilio. De manera que si estos montos en subsidio dejasen de ser aplicados el impacto redundaría en aumentos tarifarios para todo el país. Y probablemente en una proporción mayor en algunos lugares del interior que en la CABA. La economía tiene esos caprichos.

En resumen, ¿puede pensarse seriamente que la eliminación de esos subsidios no impactará de lleno en los precios que afronten no solamente los ciudadanos de la CABA y el GBA, sino los de todo el país (incluso los consumidores de garrafas)?

La eliminación total de los subsidios es una idea afiebrada que solamente puede ser levantada por medios de comunicación afectos al sensacionalismo.

Desde acá proponemos, no solamente la gradualidad, como principio rector mantenido a rajatabla, sino la necesidad absoluta de sostener algunos subsidios, aún cuando el proceso de reformas en el esquema estuviera concluido, con la finalidad superior de compensar las diferencias estructurales que hacen, por ejemplo, que en condiciones de lo más amigables para con las leyes del mercado, cualquier servicio público salga, por razones estrictamente económicas, más barato en Recoleta que en Formosa.

Sabemos de la futilidad de nuestra recomendación. Estamos seguros de que el Gobierno tiene clarísimo esto, y sin hacerle caso al lobby irresponsable, así lo hará.

martes, 8 de noviembre de 2011

Ideas apuradas sobre los "polémicos" subsidios


Ahora que los comentaristas de la realidad nacional andan preocupados (y difunden su preocupación) porque aparentemente los viajes en colectivo van a ser casi tan caros como un dólar, se discuten alternativas sobre cómo seguir implementando algún tipo de subsidio, que eficientice la forma en que el Estado llega con recursos a quienes los necesitan.

Hubo, hace tiempo, discusiones respecto de los subsidios universales, y su contraposición con los subsidios focalizados.
En algún caso particular, me acuerdo de haber discutido sobre una nota que había publicado Zaiat en Página 12.

El asunto sobre los subsidios está dado principalmente en la sustentabilidad fiscal. El incremento del gasto en subisdios es exponencial.
Con tarifas congeladas, y costos subiendo (con todos los precios de la economía, incluidos los salarios) entre 20 y 30% anual, la proporción del precio del producto subsidiada es cada vez mayor. Por eso solo, la parte subsidiada aumenta proporcionalmente más que los costos.
A esto se suma, en algunos casos, cierta elasticidad de la demanda del producto, que se intensifica en el caso de que el valor de la tarifa disminuya en términos reales. A más consumo, un cargo adicional a cubrir por subsidio.

Y el tema está en definir quién paga el engrose de la cuenta.

Una de las variantes esgrimidas sugiere la posibilidad de dejar de subsidiar a las empresas para que cubran costos no cubiertos por la tarifa, y pasar a darles subsidios directos a los consumidores en estado de necesidad.
Esta estrategia de focalización tiene, sin embargo, problemas que en una primera mirada permanecen tal vez ocultos.
Primero, la implementación es más costosa. Hacer la distinción entre los que necesitan y no, es, en un principio, económicamente costoso.
Pero eso es lo de menos. Porque hay que sumarle el costo político de la discrecionalidad. La experiencia del intento de 2009 debe haber servido. No puede decidir Edesur a quién le cobra más y a quién menos.
Igual, también hay que ser consciente de que costo político va a haber. Los mismos que putean contra los subsidios van a putear contra los aumentos de tarifas (cuando los haya, cosa que todavía no está confirmada)

La mejor sugerencia (inútil, porque más allá de las olas que hacen los diarios y la TV, en el Ejecutivo el tema está bastante claro, por suerte) es aplicar a rajatabla la gradualidad como principio, aún en sentido universal.
No se puede pasar de la fiebre del subsidio a la fiebre de la eliminación de los subsidios.
Con solamente disponer un incremento en los precios al consumidor del mismo porcentaje en que suben los costos ya los subsidios disminuyen en términos reales, como porcentaje del PBI y del gasto del estado.

Si a eso se le puede sumar, en el caso de los servicios públicos, algún cargo extra relacionado con la valuación fiscal de la propiedad, por ejemplo, macanudo.
Pero en el caso de los boletos la diferenciación se vuelve más complicada.

jueves, 3 de noviembre de 2011

Subtes


La decisión de traspasar el manejo de subtes y premetro de Nación a la Ciudad de Buenos Aires promete la aparición de debates fabulosos.
El tema es imposible de pensar sin vincularlo con la cuestión de fondo: los subsidios, que hacen que los usuarios paguen directamente mucho menos de lo que pagan indirectamente y en conjunto todos los argentinos (no sólo los usuarios). Unos 700 palos anuales.

A partir de eso, el debate que se avecina puede volverse apasionante, en tanto las aristas que toca son infinitas.
Particularmente, intuyo que los planteos del gobierno de la ciudad, y de muchos vecinos de la misma, van a ser inamovibles (o casi). Van a pedirle con firmeza a Nación que les pase los recursos (provenientes de rentas generales) para seguir subsidiando el boleto. Los recursos que "les corresponden".
Es que después de despotricar contra la política de subsidios, e incluso hacer campaña electoral con ello, no van a querer ahora hacerse cargo de ser considerados los dueños de la tijera que tanto pidieron.
Y uno puede entender que hay cierta racionalidad en esa postura defensiva. Junto con un desagradable acostumbramiento al llanto y la victimización.

En cuanto a la "justicia" de que Nación siga poniendo recursos para subsidiar el subte o que los subsidios (si quiere) los pague la Ciudad, los argumentos posibles son también variados. La discusión sobre cuestiones técnicas y legales puede tornarse infinita, o terminar derivando hacia un punto en el cual, al rato, nadie sepa bien cómo se llegó hasta ahí ni de dónde se partió. Doscientos años de historia de nuestra organización nacional tallan en la cuestión.

En definitiva, la clave pasa por reconocer otra cuestión, previamente.
Salvo que alguien crea todavía en la existencia de la idea platónica de Justicia, o se remonte a la ficción del derecho natural, todos más o menos deberíamos coincidir en que los ordenamientos jurídicos surgen de disputas, y son el resultante de las imposiciones más o menos arbitrarias de los ganadores de tales disputas.

Sobre esa base, la fuerza de los fundamentos que remitan al "cumplimiento de leyes que datan de 1999" o al artículo de la Constitución que habla específicamente del traspaso de facultades pierden algo de fuerza.
Y cobra importancia la cuestión pragmática.

El Estado Nacional debería volcar los recursos que recauda a la corrección parcial de las diferencias estructurales. O al menos a eso deberíamos empezar a aspirar.
De modo que la pregunta más pertinente en este caso es: un distrito como la Ciudad de Buenos Aires, con un presupuesto tan grande (en vías de ampliarse por aumentos programados de impuestos) ¿necesita que se vuelquen recursos que podrían aplicarse en otras provincias no tan beneficiadas?

Sería lógico que la discusión sobre esos recursos fuera abordada por todo el país, y no solamente por la porción interesada, que los genera parcialmente y los disfruta completos (ya que, recordamos, en Formosa no hay subtes).
La decisión discutible de que esos fondos hayan sido aplicados a eso, no debería dar derecho, tampoco, de continuidad a futuro.