La comparación contrafáctica con Venezuela, devenida en única herramienta autojustificatoria, es una de las ridiculeces más autodenigrantes para el gobierno.
Venezuela es un país absolutamente dependiente de sus exportaciones de petroleo y derivados. Con los dólares que ingresan al país por esa vía, tiene que arreglárselas para importar medicamentos y alimentos, amén de cualquier otra cosa, por ejemplo insumos y bienes de capital para su industria petrolera y de combustibles.
Todos sus problemas económicos tienen como base el hecho de que no consiguen quién les preste los dólares que les faltan, debido a la caída de sus exportaciones, situación que se inició con el descenso abrupto del precio del petroleo y que continuó cuando esa caída en sus activos los dejó sin financiamiento para sostener un buen nivel de actividad. Hoy, que el petroleo se recupera, la producción de petroleo en Venezuela sigue descendiendo, lo cual los coloca al borde del default, cosa que EEUU aprobaría de buen grado porque podría significar una buena posibilidad para incautar los activos de PDVSA fuera de Venezuela.
Esto no tiene nada que ver con lo que pasó en Argentina, un país con una estructura productiva mucho más diversificada, pero que, a causa de las políticas liberales del actual gobierno corre el albur de que sus exportaciones se vayan primarizando cada vez más, es decir que dependamos en el futuro del ingreso de divisas proveniente de las exportaciones del complejo agrícola-ganadero. Antes de hablarnos de Venezuela deberían hacer algo para revertir esta tendencia, que profundizaría mucho algo que ya han "logrado", incrementar el déficit comercial a valores record.
Si a esto le sumamos el hecho de que multiplicaron la rentabilidad del sector energético incrementando tarifas y dolarizando el precio de los combustibles, y que esto deriva en que esas empresas dolaricen y fuguen sus ganancias sin hacer ingresar dólares para inversión tal como prometieron, que liberaron la remisión de utilidades para todas las empresas multinacionales, que exceptuaron del cumplimiento obligatorio de liquidación de divisas para los exportadores (cerealeras, frigoríficos, mineras, petroleras), y que por último desregularon el flujo de capital financiero, brindando además atractivas tasas de 40% en pesos manteniendo un tipo de cambio virtualmente fijo, todo en base a una aceleración del endeudamiento público que hace crecer exponencialmente los vencimientos de deuda anuales, motivo por el cual la salida de dólares se multiplica en todos los frentes sin que haya ninguna previsión de entrada genuina de dólares, por todo esto sumado, nos pusieron ellos mismos al borde de un colapso de nuestro sector externo, sólo regulable a través de corrimientos del tipo de cambio que aceleran fuertemente el proceso inflacionario, decidido cada vez que los grandes jugadores del mercado de capitales estiman que esa paridad cambiaria es insostenible y deciden hacer toma de ganancias para volver a entrar en otras condiciones y repetir en el futuro la operación.
Es decir, nos parecemos mucho más a Venezuela ahora que antes. La única diferencia es que nos podemos seguir sobreendeudando y que vamos a ir regalando de a poco nuestros activos como garantía de que las generaciones futuras devuelvan lo que nos prestan.
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