Se habló bastante de la nominación de Forster para este cargo, creado ad hoc.
Y se puede discutir sobre dos ejes: primero el ad hominem, dando vueltas sobre el nombramiento mismo de Forster. Cosa que no le puede interesar más que a alguien con espíritu farandulesco.
Y después el institucional: la creación del cargo, por qué, para qué.
Algunos de los que agarraron por este último camino, o por una combinación de ambos, volvieron a sacar a relucir el infundado y creo que fingido temor (es que soy bueno en el fondo) a que desde el estado se pueda generar un proceso que derive en una suerte de pensamiento único. Momento en el cual, casi obligatoriamente, hacen la correspondiente mención a 1984. La novela más citada que leída de Geroge Orwell. Que no leímos, porque ya nos la contaron los analistas políticos.
En este punto cabe una disgresión. Los mismos analistas preocupados por la confrontación y la falta de consenso que nos hace perder "oportunidades históricas" (que se diferenciarían de las oportunidades no-históricas) muestran a su vez un temor estúpido a la instauración de un pensamiento único. O sea, de un tipo extremo de consenso. El problema con que se topan estos analistas es la incapacidad de articular un discurso que supere el estadío infantil de centralidad del yo.
Lo que interpreto es que llaman "consenso" a aquel acuerdo consistente en que los demás asuman como propias sus ideas (las de ellos). Y denuestan entonces cualquier tipo de consenso fundado en la renuncia a algunas de sus convicciones. La historia de la humanidad (la de las oportunidades) es una seguidilla de hechos como estos. Agradezcamos a Dios estar atravesando una oportunidad (histórica) de las escasísimas en que el arribo a consenso excluye el uso de la violencia y la eliminación física del que se niega a consensuar. Bah, no, no agradezcamos nada, si en realidad no es así.
Por supuesto, nuestras valoraciones de esas oportunidades (históricas) en que los consensos son alcanzados (es decir, son sofocadas más o menos violentamente las disidencias) depende en muy buena medida de si quedamos del lado de los consensuadores o de los consensuados. Repito: la Historia (esa seguidilla de oportunidades) es básicamente eso.
Volvemos entonces a pensar sobre el cargo: la Secretaría de coordinación estratégica del pensamiento nacional.
Y acá nos ponemos en críticos. No sin caer en contradicciones.
Si creyéramos en su existencia seríamos acérrimos enemigos del pensamiento único y del consenso, aunque no de la negociación, que consiste en una renuncia temporaria a la convicción de alcanzar determinados objetivos de manera inmediata. La clave está en la palabra temporaria. Y en la anulación de la inmediatez. En esa imposibilidad llamada consenso la renuncia es perpetua y absoluta. El conflicto es el intento por apropiarse de la inmediatez. La negociación es apenas dilación. Es mucho. Administrar las dosis de negociación es un arte político.
Por eso, a la secretaria de coordinación estratégica del pensamiento nacional le criticamos su futilidad antes que nada.
No hay riesgo de pensamiento único. Nos parece bárbaro que Forster o quien sea se ponga a organizar congresos de filosofía nacionales, arme cátedras paralelas en determinadas carreras, intenten motivar debates sobre qué es el ser nacional, etc.
Pero todas estas actividades no lograrán seguramente escapar a una máxima que me parece innegable a esta altura y en virtud de las experiencias pasadas en la materia: que todos los procesos de cambios culturales profundos ocurren por fuera de lo institucional. La potencia de los elementos que posibilitan estos cambios se diluye a medida que los mismos son institucionalizados, sometidos a una estrategia, cargados de responsabilidades tácticas, disciplinados a la consumación de objetivos dependientes de un plan de operaciones, sometidos a auditorías de avance gestión, analizados bajo los standares de control de calidad.
De manera tal que la secretaría y los procesos institucionales que por ella sean emanados, muy probablemente se transformen en artefactos de funcionamiento en el mejor de los casos aceitado y que compongan una maquinaria prolija, pero con poca incidencia real.
Quienes vivimos de cerca el devenir de los blogs K somos más o menos conscientes de lo que ocurrió. La mejor performance de este colectivo se dio cuando no era un colectivo, cuando de manera dispersa. unidos apenas por cierta afinidad de pensamiento e impronta de acción y aprovechando un ambiente común varias personas se apropiaron al mismo tiempo de herramientas disponibles y ocuparon espacios vacantes para dotar de sentido algunas sensaciones que andaban necesitando una expresión más o menos coherente, un discurso; o varios. Todo intento por convertir eso en un canal de comunicación institucional creo que fracasó. Pero por inútil. Y anuló por ahí la potencia comunicativa de la herramienta que probablemente y de todas formas iba a caducar igual, por culpa del tiempo, implacable, que le quitó la oportunidad histórica, para dársela a otros. No tenemos derecho a esperar otra cosa de parte del tiempo que esas infidelidades.
La idea de armar esta secretaría tal vez quede en la historia como el intento de un gobierno por armar un contra Tinelli de carácter institucional.
El super secretario de coordinación estratégica del pensamiento nacional en las sombras, de todos modos, sigue teniendo todas las de ganar a la hora de difundir en grado prioritario una cosmovisión, una forma de entender el mundo. No necesita el reconocimiento institucional de función y por eso la desempeña con una eficiencia inexpugnable.
Está de todos modos institucionalizado, pero de manera discreta, no forma parte del eje preocupante del pensamiento único. Lo ejerce, con la inconsciencia de quién no sabe bien a qué lo dedican. Y por ende, es efectivo. Sospecho que Orwell tenía profundamente razón, pero nos lo contaron mal.
2 comentarios:
Mariano, estimado, creo que llegó la hora de decirlo: ¡Orwell era un tremendo pelotudo!
Salute !
entiendo a lo que vas con un "contra tinelli" pero bastardeas, capaz sin querer, el intento de balancear su influencia que, ademas a veces se sobre y a veces su subestima
Publicar un comentario