lunes, 25 de noviembre de 2013

El menos regresivo de los ajustes posibles

Hay un inocultable giro ortodoxo de parte del gobierno en materia económica (al menos en cuanto a las intenciones, por ahora no del todo plasmadas en hechos pero en aparente camino a realizarse).

La suba de los precios de los combustibles intenta resolver el subsidio relativo que el sector privado otorgaba indirectamente (instado por la regulación estatal de precios) al consumo de las clases medias y altas. No es muy progresivo en materia distributiva decidir una transferencia de recursos desde las clases medias que dejan de usufructuar un excedente para que lo embolsen las petroleras, con el cual se supone que reconocerán las "señales de precios" necesarias para mejorar sus niveles de producción.

Pero el diagnóstico queda matizado, si tenemos en cuenta que este subsidio pueda ser identificado como responsable de que la balanza comercial energética sea deficitaria en tan alta medida, lo cual se convierte en un motivo innegable de las presiones devaluatorias que surgen de una módica oferta de dólates en relación a la demanda generada por la mantención del nivel de vida medio de los argentinos, la matriz productiva y su escasa autonomía para abastecer el consumo que dicho nivel de vida demanda, y la matriz distributivas que determina la existencia de nichos excedentarios que derivan parte del capital acumulado a la conversión a moneda fuerte (en tanto no identifican al peso como tal).

Hay también en danza una idea un tanto más imaginativa, aunque de limitado alcance (en el sentido que no es la solución al problema de la escasez de combustibles líquidos genuinamente producidos en el país). Esta idea consiste en cambiar el esquema de importación y exportación. Es decir, desistir de importar combustibles líquidos para empezar a importar petroleo nigeriano del tipo Bonny light, que es parecido en densidad a un petroleo neuquino conocido como Medanito (así se conoce a la zona de donde se extrae). Este petroleo liviano, de acuerdo a las características de las refinerías argentinas, permite un rendimiento mayor a la refinación, es decir, con menos petroleo se obtiene mayor cantidad de producto. Con lo cual se sustituiría importación de naftas y gas oil, por importación de crudo (lógicamente más barato por el menor valor agregado) lo cual dejaría saldos exportables mayores de crudo, que de alguna forma financiarían en parte la importación. 

En estas condiciones, ya habíamos dicho acá que si bien el giro ortodoxo comporta un montón de decisiones que no son simpáticas de tomar, lo cierto es que la alternativa de mantener el actual sesgo heterodoxo, que básicamente consiste en sostener políticas expansivas en materia fiscal y monetaria, tampoco resulta progresivo a nivel distributivo, en tanto el círculo virtuoso que funcionó muy bien durante varios años empieza a mostrar un andamiaje más averiado, en el cual el combustible inflacionario ya no determina incrementos retroalimentados entre ingresos, consumo, producción y empleo.

Por otro lado, mientras se acelera el proceso de devaluación administrada gradual (muy menor al pretendido por ciertos agentes de la economía con representantes claros en el campo de la política) se empiezan a plasmar las acciones tendientes a que se abran flujos de ingresos de divisas por la cuenta financiera, que como ya se ha dicho muchas veces, son (sean inversiones, sean créditos) siempre deuda, en el sentido que significan como contrapartida ineludible un egreso de divisas parejo (más intereses o renta de la inversión) a futuro.
En todo caso, hay una tendencia a sacarle peso relativo en las cuentas externas nacionales al factor productivo real para dárselo al factor financiero.

Y aún así, con todas estas acciones pragmáticas, que desmienten algunos proclamados objetivos de la "década ganada", la verdad es que tampoco se ven alternativas opositoras que promuevan "soluciones" muy distintas a las actuales. Digamos, a lo sumo los economistas de la oposición pueden subirse a lo que también ya dijimos acá: la heterodoxia consiste en hacer lo que marca la ortodoxia pero 10 mil millones de dólares después.

Lo que suponemos que indefectiblemente deberá pasar antes de fin de año, es una decisión a contramano de estas propuestas. Y es la transferencia de recursos para compensar a los sectores de menores ingresos por las subas de precios de los últimos meses. Esa inyección de plata no es lo que económicamente más convendría para poner en orden ciertas cuentas. Pero en el corto plazo es absolutamente necesario hacerlo.
El gobierno seguiría, así, todavía a la izquierda de cualquier otra opción.
El menos regresivo de los ajustes posibles.

2 comentarios:

Daniel dijo...

Más que esclarecedor, Mariano.

jfc dijo...

Como dijo Contradicto en la mak, Creo que la vida es una sola. Y hay que vivirla.
Creo que lo que hay que hacer es gobernar.
Regalar muñecas y triciclos a mansalva.
Visitar hospitales y besar pibes.
Dar puntapiés iniciales y regalar juegos de camisetas.
Comer asados con los compañeros hasta que el colesterol diga basta.
Y entregar pensiones no graciables hasta que Melconián muera de un ataque de odio y envidia diciendo boludeces en TN.

Chávez y Néstor me amparan.