martes, 1 de febrero de 2011

Crecer era fácil (perder competitividad también)

A raíz de la entrada anterior, podemos reflotar un viejo posteo, que interviene con lo que se discute. Suerte?

Los Kirchner tienen culo. La soja a 400 dólares y la tasa de la FED en casi cero les da una situación envidiada por todas las administraciones anteriores. Justo Argentina, país campeón en sufrir la restricción externa, goza, gracias a la situación descripta, de inundación de dólares. Sobran dólares en el mundo, y nosotros producimos y vendemos en grandes cantidades commodities que están históricamente caras en dólares.


¿Es realmente así? Empecemos comparando la situación actual con la del fin de la convertibilidad.

La convertibilidad era un esquema de tipo de cambio fijo y bajo, nacido como forma de contener una hiperinflación. En esas condiciones, los productos importados se volvieron una ganga para los ingresos fijos dolarizados de los argentinos. Lo nacional, era más caro. El sesgo del esquema fue netamente importador.

Para completar el cuadro, Argentina necesitaba el ingreso de muchos dólares para mantener los altos niveles de importación requerida, sobre todo para consumo. Esos dólares necesarios, no iban a entrar (era previsible) por vía de comercio exterior. Porque, por el mismo motivo que era ventajoso importar, era desventajoso exportar. Los productos nacionales eran relativamente más caros que sus competidores extranjeros.

Durante los primeros años, los dólares vinieron vía inversión extranjera directa (con gran ayuda de las privatizaciones). Pero cortado ese chorro hubo que recurrir a otro: el endeudamiento estatal. El déficit de las cuentas públicas se convirtió en el complemento perfecto para una situación que se volvió inmanejable. Una economía que se achicaba, la actividad cada vez era más baja, la recaudación caía.

Así, el Estado se endeudaba en dólares, que el BCRA le cambiaba por pesos para que cubriera sus gastos. Los dólares que el Estado tomaba prestados, entonces, eran vendidos baratitos a quienes quisieran comprar (un dólar un peso, re-barato, cobro el aguinaldo y me lo gasto en Miami).

En ese esquema, que los precios de los granos hubiesen sido del doble, o que las tasas de interés internacionales hubieran sido casi nulas se habría convertido en una bendición. El Estado no hubiese terminado entrando en el círculo del endeudamiento irremontable.

¡Cómo De La Rúa no va a envidiar a los Kirchner! Claro, si hubiese salido de la convertibilidad no hubiese tenido tampoco el problema…

Pero, hay que notar primero que tal estado de cosas ya no sigue vigente desde 2002 (¿ya nadie se acuerda del 2001?).

Argentina abandonó el tipo de cambio fijo. Devaluó un 300% y abandonó la convertibilidad. Y entonces, el sesgo importador fue corregido por un sesgo sustitutivo de importaciones, y en segunda instancia exportador. Este esquema plantea otro objetivo: la competitividad de la actividad industrial (genéricamente hablando, para no complicar más la cosa). Producir acá lo que antes comprábamos afuera, y fomentar, de rebote, el empleo.

El tema es que desde un principio nos encontramos con un escollo.

Argentina tiene ventajas comparativas excelentes debido a su dotación de recursos para desarrollar la actividad agropecuaria. Pero las ramas industriales que más mano de obra absorben no cuentan con tal competitividad. El tipo de cambio alto es la ayudita que necesitan para producir más barato (en dólares) que sus competidores extranjeros.

Ahora bien, justamente los precios internacionales excepcionales de las commodities plantean un nuevo desafío: cómo mantener un tipo de cambio competitivo para la industria, sin que los dólares que aporta el agro presionen a la baja.
Esa es la explicación de las retenciones, esa es la explicación de la emisión de pesos del BCRA y de la absorción por vía de Letras y Notas (a veces criticadas por convertirse en un negocio fácil para los bancos), y esa es la explicación también de la inflación.

¿Es culo, entonces? Cada momento aporta sus especificidades y sus desafíos.
Igual que la virgencita de Caacupé, el precio de la soja te arregla por un lado y te jode por el otro.

Como todo, bah, porque la política económica es una frazada corta.

1 comentario:

el pincha dijo...

gracias... clarísimo