martes, 3 de junio de 2014

El Rey Juan Carlos abdica y complica aún más a Boudou



Alejandro Bercovich, columnista semanal en lo de Wainrach en Radio Metro esbozó, en su columna de hoy, un ejercicio de admiración por el "gesto" de Juan Carlos. El rey de España. Que abdicó. Abdicó.

Lo señalo porque el snobismo argentino, consistente en exacerbar obscenamente la pavada sensacional de que en otros países del mundo (por lo general occidentales y un poco más ricos que Argentina y, de paso, con nombre glamorosamente exótico, aunque para ser sincero, este no sería el caso en este punto) las cosas que ocurren son mejores que las que ocurren acá, se alinea bastante bien con la bajada de línea esbozada por Bercovich.

Dijo, palabra más o menos, que el rey Juan Carlos debió abdicar al sentir su conciencia acosada por las denuncias de corrupción que pesaban sobre su yerno (que llevan unos 5 años más o menos). Y lo hizo para intentar re-legitimar la autoridad monárquica, que por esas mismas sospechas de corrupción se encontraba mermada.

Y remató con una manifestación del más puro snobismo: algo así como que la cosa era muy distinta a la que se vivía en Argentina, en que un vicepresidente está acusado y citado a declarar en una causa por corrupción y continúa en su cargo.

Así que deberíamos desprender de las opiniones de Bercovich, sin riesgo de violentarlas, que la situación española implica una superioridad de orden moral respecto de la de Argentina.

Parece que el hecho de que un señor al que se le otorga socialmente y por acuerdo contractual tácito las potestades de rey, legitimando tal otorgamiento en una supuesta elección divina que se sustenta en el hecho de que la dignidad sanguínea de tal señor es de carácter distintivo y superior a la de la casi totalidad del resto de los mortales, lo cual los convierte (al resto de los mortales que por azar o elección residen en el territorio sobre el cual el susodicho rey se atribuye la soberanía) en sus súbditos, sobre los cuales pesa la obligación de pagar tributo para mantener sus fabulosos stándares de vida, acordes a los esperables para la preciosidad de su sangre, de tipo especial, que ostenta este caballero tan superior a todos nosotros, cosa totalmente fundamentada (si no Dios no se hubiera permitido elegirlo); decía que el hecho de que este caballero decida abdicar (abdicar!!!!!), es decir, renunciar no a sus majestades que son de tipo vitalicio, sino simplemente al ejercicio temporal del poder, que salvo honrosas excepciones también suele confundirse como de carácter vitalicio, delegándolo en su sucesor natural (sucesor natural), o sea su legítimo heredero, es decir su hijo (varón y mayor, en ese orden), que si no es que la reina se mandó alguna cañita al aire con tanta mala leche como para quedar embarazada de algún súbdito, cosa imposible que haya ocurrido porque confiamos ciegamente en la envergadura moral de su majestad la reina, si no el rey no la hubiera elegido como su esposa (así como dios lo eligió a él como su representante), entonces, decíamos, el actual príncipe y próximamente rey tendrá la misma dignidad sanguínea que su padre, gracias a dios (gloria a dios!), o mejor dicho, gracias al grandioso gesto de Juan Carlos, que actuando en nombre de dios eligió otro rey para España, anticipándose apenas unos años a su inevitable muerte, lo cual implica el detalle menor de que ya el rey no será el suegro del corrupto que lo hizo abdicar sino apenas un cuñado, todo eso parece, decíamos, de una superioridad moral aplastante, empequeñecedora, respecto de nuestra catadura, la de los argentinos, que tenemos un vicepresidente sospechado de corrupción que no quiere abdicar... digo, renunciar.

Y sí, este país no da para más, hay que irse. A España, que tiene un rey como la gente, no como los corruptos de acá.

4 comentarios:

Ricardo dijo...

Buenísimo, el texto.
Ahora, una consideración nomás: lo de la “envergadura" para hablar de la moral de la Reina es malicioso. No se condice con la natural y divina condición histórica ni con el comportamiento que, desde siempre, desde que nuestro Señor decidió —sabiamente— señalar a vicarios suyos para gobernar la Tierra (y cuya divinidad se transmite sanguíneamente)... bueh, no se adónde iba. Sólo que la Reina, seguro, sólo se la prestó al Rey. Dicho así chabacanamente. Por lo de la superioridad moral que menciona Bercovich y todo eso.
Muy duro todo. Durísimo.
Lloramos.

Udi dijo...

Mire, Mariano, tengo ciertas sospechas que un antepasado mio fue ajusticiado sumariamente por dedicarse al comercio de caballos. Parece que le faltaban los títulos de propiedad de los mismos, vaya usted a saber. Bueno, la verdad es que parece, sólo parece, ya que hay datos que asegurarían que en realidad el ahorcado era otro, no mi antepasado. Es la primera vez que cuento esto, es que me da algo de vergüenza...en fin.
Ahora, digo yo: ¿Qué tiene para enorgullecerse ser un Borbón, que cuenta con una prosapia de ladrones y asesinos certificados?
Yo me cambiaría el apellido, creo.
Salute !

uno dijo...

Es cierto Udi, a veces se pasa por alto que Luis XIV era de esta misma familia. Pobre España, ojalá algún día tengan su tercera república, con mejor suerte que las anteriores.

Carlos G. dijo...

Eh! pero ésto El Gran Nelson ya lo había mencionado, con su cásica mirada torba y su típica cara de "qué asco me da todo esto".
El que salga último que apague la luz!