jueves, 27 de febrero de 2014

El patrón del mal

El concepto narcotráfico, por distintos motivos, ha invadido en los últimos tiempos diversos distritos de nuestra vida cotidiana. El último fue el del entretenimiento, de la mano del éxito de la serie a la que alude el nombre del presente post.
Los diarios nos señalan el avance del narcotráfico en nuestro país, los periodistas citan investigaciones, de las existentes y de las falsas, que concluyen que el país cada vez se integra en un rol más protagónico a un negocio de alcance global, los funcionarios oscilan entre las contradicciones propias y la enunciación de ideas no del todo moldeadas respecto de modificaciones en el aparato jurídico que nos liberen del "flagelo de la droga".
Estoy tentado de decir que así como la serie que emite canal 9 y la figura de Escobar Gaviría, la "problemática" de la droga y el narcotráfico en su nivel más grandilocuente es una moda. Una exageración totalmente temporal de un fenómeno existente, de un proceso dinámico de desarrollo de una actividad económica, que se diluirá en medio de un acostumbramiento generalizado a la presencia de un par de crímenes semanales en los policiales de los diarios y los noticieros.

Por eso, mejor tomar el tema desde alguna arista un poco más interesante, y menos relevante tal vez en el plazo más corto.
El asunto pasa por la ilegalidad del consumo de drogas. La arbitrariedad jurídica, la discrecionalidad legislativa ha dado que en este tiempo y espacio confluyan por un lado la prohibición del consumo (y como correlato, de la producción y la distribución) de determinados productos manufacturados de origen agrario por razones de salud pública e higiene social,al mismo tiempo que la vida social y la idiosincracia le otorgan cierto prestigio a los efectos de ese mismo consumo en algunos nichos o grupos sociales, lo cual deriva en un considerable grado de deseabilidad que en términos económicos constituye demanda, o sea, oportunidad de negocios.

De manera tal que las figuras más relevantes del narcotráfico son, en sentido estricto, empresarios exitosos que a fuerza de aprovechar estas condiciones favorables comandan multinacionales (clandestinas, lo cual sobrevalúa su éxito), que hábilmente abarcan el negocio en sentido vertical, y que cuentan con un margen de maniobra que les permite aumentar su rentabilidad a niveles escandalosos simplemente por el hecho de que la prohibición legal revalúa la administración de la dificultad y el riesgo de operar. Este detalle decisivo es el que hace que el ejercicio de la violencia y la impiedad para administrar reprimendas sea un rasgo diferenciador de estos sujetos, respecto de los empresarios de la legalidad que tienen un sentido menos desarrollado de la frontalidad.

Con los flujos de dinero surgidos de la renta extraordinaria los más hábiles de estos empresarios se juegan a hacer política. Intentan aprovechar espacios que por impericia el estado legal (que en el campo de los deseos se pretende omnipresente) deja vacantes, para extender redes de contención social, generar empleo (de dudosas condiciones, pero que a falta de algo mejor...) y satisfacer demandas sociales asociadas a factores materiales y simbólicos. Esta construcción política la llevan a cabo a los fines de torcer la correlación de fuerzas que define la continuidad del aparato jurídico.
El estado nacional burgués surgió más o menos de procesos similares. a partir de la utilización de los excedentes de actividades ilegales como el contrabando, para la construcción de proto-instituciones que fueron dando respuestas a los interrogantes que a los pobladores se les generaban a partir de las carencias que las instituciones formales no alcanzaban a paliar. 
En definitiva, un proceso al final del cual la mafia ilegal terminó por imponerse a la mafia legal, lo que por la correlación de fuerzas favorable le permitió establecer un nuevo orden jurídico sustituto del aparato jurídico que normaba la vida social hasta entonces, y que a partir de ese momento le daría legitimidad a las fuentes de acumulación de capital otrora ilegales.

Para neutralizar este potencial movimiento histórico la burguesía debería condescender a asimilar a estos empresarios con mala prensa, pero que así y todo no tienen nada que envidiarles en sentido moral a los "honorables" empresarios que tuvieron la aptitud biológica de heredar el "expertise" en negocios que la arbitrariedad histórica del estado no mantenía bajo prohibición estricta en ese momento.

Sería complicado, porque dificultosamente señores honrados como los Blaquier, los Roca o los Bulgheroni, así como los herederos de la señora Lacroze, se permitieran compartir cenas de camaradería con personajes de tan dudosa moralidad como el efímeramente famoso Mameluco u otros pobladores de countries de la zona norte. 

En estos pormenores se juega el futuro de la legalización de la producción y comercialización de drogas. Aunque lamentablemente, la escasa capacidad de las burguesías de darse una visión de largo plazo, de supervivencia de clase puede terminar dejando sin conducción eficiente al ineludible proceso.

13 comentarios:

Pablo D dijo...

Me tomo la libertad de decir que me siento parte íntegra de este post, el cual, por supuesto, suscribo en su totalidad.
Vale agregar que, por todo lo aquí dicho, la despenalización del consumo es también un enfoque incorrecto del asunto, en tanto no soluciona el carácter de fuente de delictividad del comercio de estupefacientes, que deviene no de la calificación jurídica de la compra sino de la de la venta. Es decir, no interviene sobre los costos que agrega a lo que sería el normal proceso de producción de las sustancias: debe conservar la estructuración que le permite eludir las prohibiciones. Lo que, además, insiste en colocar al consumidor en contacto con el delito.
En definitiva, el delito asociado al comercio de drogas, que es lo único por lo que debe preocuparse el Estado, en tanto el consumo hace a la libertad individual de cada ciudadano, sólo se solucionará a través de la legalización del negocio. Lo cual, por otro lado, reportaría el beneficio adicional de que los laboratorios pudieran experimentar con una sustancia que deja de ser clandestina para conservar los efectos que agradan a los consumidores, pero mejorandola en sus aspectos nocivos, lo que hoy resulta imposible dado que el asunto es ilegal.

Mariano Grimoldi dijo...

Es así Pablo, sos parte del post, porque de conversar con vos de este tema me surgieron las ganas de escribir (que hacía rato que no lo hacía).
Igualmente, por más que sea legalizado (y estoy de acuerdo con lo que decís) el delito no queda eliminado. Como bien lo demuestra el accionar de laboratorios e intermediarios en el negocio de los remedios legales.
Lo que queda abolido por ahí es la crudeza del delito y el desafío constante a las potestades del estado.
Un abrazo.

Mariano Grimoldi dijo...

Bue, no solamente por las ganas de escribir, sino que también tomé algunas opiniones tuyas ;-)

Largus dijo...

No creo que el delito disminuya porque se legalice el negocio de la droga. Creo que, en primer lugar, la cadena de comercialización de la droga tiene bien aceitado los mecanismos de operar en la ilegalidad. ¿Porque habría de abandonar esa estructura? ¿Se imaginan al dealer de la tribuna de Chacarita pagando impuestos y someterse a la inspección bromatológica por vender droga? ¿Por que habría de ceder el poder que tiene actualmente? En segundo lugar la droga estaría todavía más al alcance de todos que lo que actualmente está, por lo cual no entrañaría ninguna dificultad drogarse. Luego habría que invertir en campañas de concientización y hacer leyes similares a las que se hicieron con el tema del tabaco (agrego que me parece una incoherencia por un lado perimir todo lo posible el consumo de tabaco y por el otro permitir el uso dondequiera de la marihuana. Tengo amigos que piensan que la marihuana es buena mientras que el tabaco es malo; yo creo que los dos hacen daño al organismo). Y tercero, de ser legal el negocio deberíamos consensuar con países vecinos para evitar contrabando. Seríamos 'seguro' un país productor (no de la materia prima, si del producto final) y no creo que se pueda evitar la tentación de vender a países donde no es legal.

Mariano Grimoldi dijo...

Está bien Largus, pero vamos por partes.
la legalización baja indefectiblemente los precios. Por eso desaparece el negocio marginal. Lógicamente no se elimina definitivamente el delito que rodea la actividad. Se lo domestica un poco.
Vale la comparación con los laboratorios o con las exportadoras de granos, o los ingenios azucareros o las papeleras o las cementeras o las grandes siderúrgicas, o las mineras o las petroleras. Que, si e proceso deasimilación es exitoso, los productores y vendedores de drogas se conviertan en esa misma clase de facinerosos es inevitable. Serán un poco más discretos criminalmente hablando que en la actualidad, en que ser sanguinario y espectacularizarlo es un rasgo distintivo que les da poder. Al contrario de lo que ocurre con los delincuentes "honorables" de los que hablábamos recién.
Pero por supuesto, todo proceso de asimilación a la legalidad de algo ilegal trae algún que otro enfrentamiento algún que otro derramamiento de sangre. Son cosas que pasan. Se llama historia dicho proceso.
Sin querer parecer demasiado cínico, es inevitablemente así.

Respecto de las consideraciones de salud pública, la verdad que no sé.
Soy de los que piensan que todo puede hacer mal y todo puede hacer bien. Es ideológica la decisión de a qué darle más importancia, si a los efecto nocivos o a lo positivos.
Un abrazo

Mariano Grimoldi dijo...

Y una aclaración más. Yo no creo que el consumo de droga tenga un vínculo directo con el desarrollo de otros delitos.
Por ejemplo, que la droga hace que los pibes al robar sean más violentos, que roben para comprarla.

Se trata en algún punto de un mero recorte estadístico.
O quizás es al revés. El consumo de drogas y otras actividades ilegales como el robo se vinculan,justamente porque forman parte del mismo campo semántico de la marginalidad.
Por poner un ejemplo tuyo, Largus. Si no se vincula el robo con el consumo de tabaco, es simplemente porque nadie se toma el trabajo de hacer esa estadística, por irrelevante.
Aunque es muy probable que muchos de los que roban, con el producto de su actividad compren, entre otras cosas, cigarrillos.

Mariano Grimoldi dijo...

Roban para comprar cigarrillos. Aparte de drogas, o LCDs. Roban para comprarse cosas.
Pero a nadie se le ocurriría prohibir los LCD para que los delincuentes no roben para comprárselos.
Habrá otros motivos para prohibir el consumo de drogas. Ese no.

Ricardo dijo...

Subscribo el post (excelente, como siempre).
Además de todo lo expuesto, hay pruebas suficientes que indican que las políticas represivas fracasaron. Y por suerte no nos toca, pero la oportunidad para la intervención en política interna que genera el narcotráfico en Colombia, por ejemplo, nunca es deseable. Preguntarle a los chinos, después de la guerra del opio.

Largus dijo...

Con respecto al último comentario, creo que para poder relacionar delito con drogas primero hay que establecer una hipótesis de causalidad. Vincular tabaco con robos más violentos no creo que de un resultado relevante aunque haya correlación positiva porque hasta donde yo se el tabaco no causa alucinaciones o activa la violencia de una persona. Capaz que vincular alcohol con violencia si es relevante (por algo muchas veces no se vende alcohol en eventos de multitudes) y creo que vincular drogas como la cocaína o el paco con violencia también es relevante. Son drogas que pueden hacer que la persona sea violenta o la exacerbe. (Aclaro que cuando intento generalizar conozco que la media +- un desvío estándar es el 66% de los datos aprox; o sea hay toda una gama de grises entre los extremos)
En cuanto a que las políticas represivas del consumo tienden a fracasar, si es verdad. Pero no veo claramente el beneficio de permitir el negocio para bajar la delincuencia. ¿Quién sabe funcionaría un modelo a la Holandesa, crear un espacio para drogarse en paz? ¿Permitir pero discriminando entre drogas "pesadas" (cocaína, paco, etc.) y "poco pesadas" (marihuana)?

Largus dijo...

Puedo pensar como paralelo en el negocio de las armas. Es un cadena que opera en la legalidad, sin embargo la venta clandestina de armas es enorme y el delito vinculado a ello también.

Mariano Grimoldi dijo...

El negocio ilegal de las armas no se constituye en relación al permiso para la compra de armas legales sino en base a la prohibición.
La verdad que a mí no me interesa hacer un alegato demasiado contundente en favor de la legalización de las drogas.
Me interesa más señalar las arbitrariedades, los infortunios y las violencias que subyacen a los órdenes jurídicos y a la conformación de nuestras opiniones.
Saludos

Largus dijo...

Entiendo tu posición. Este es un muy buen post como disparador de debate.
Saludos

Mariano T. dijo...

Estoy totalmente de acuerdo con la legalizacion total, y que el negocio pase a las farmacéuticas, que nos podran garantizar que haya en cada farmacia, dosis de heroina o cocaina de alta calidad a precios menores al paco, incluyendo iva y algun impuesto especial para tratar adictos.
Chau narcotráfico! No los vamos a extrañar.
Por lo demas la comparacion con empresas legales es una profunda imbecilidad, dicho con todo respeto.