martes, 9 de julio de 2013

Trigo

Hay un problema evidente con el trigo. Que llevó el kilo de pan a valer 20 pesos en la panadería. Que hizo subir el precio de las facturas "por encima del del asado".

Y hay hipótesis. Muchas.
Una causa lejana: la dependencia que la estructura productiva argentina y el marco de inserción de la misma en los mercados internacionales tienen de la producción (y potencial exportación) de materias primas agrícolas.

Dependencia estructural que en este período largo de los últimos 10 años sufrió un cimbronazo: los excepcionales altos precios internacionales de los comodities. Que si bien es evaluado como un ciclo que alguna vez terminará, los de tipo agrícola parece que muestran una resistencia mayor a entrar en la etapa descendente, si los comparamos con los minerales.
Y la proporcionalidad inversa respecto del precio del dinero estadounidense no se viene cumpliendo bien en este caso. Porque el precio del dinero empieza a aumentar  (y pregúntenle a la bolsa de San Pablo si esto no tiene consecuencias para los "emergentes", o pregúntenle a Vale si las perspectivas del precio del hierro siguen siendo tan auspiciosas para sus proyectos), y entonces los precios de los comodities deberían empezar a bajar. Sí, pero no todos al mismo ritmo parece.

En ese contexto aparecen las condiciones locales. La moderada intervención estatal traducida en dos elementos principales: retenciones elevadas y diferenciales para el producto y sus derivados como mecanismo para mantener más bajo el precio interno del producto en comparación con la referencia internacional (hoy en el trigo sin moler es del 23%, lo cual indicaría un precio FAS teórico, o sea el que los acopiadores le pagan a los productores, en torno de un 25% menor al precio FOB, que es el que los exportadores reciben antes de tener que pagar las retenciones).

El otro elemento son los permisos de exportación, los ROE. La idea en este caso es garantizar un stock de trigo en molienda para el abasto del consumo interno, y manejar desde las agencias estatales los excedentes, sin intervenir la renta del exportador, aunque sí sometiendo su autonomía decisoria.
Este último elemento surge de una previsión estratégica opuesta a la que plantearían las multinacionales: se pone la prioridad en conseguir el stock necesario para el abasto del consumo interno. Y lo que sobra se exporta. Lógicamente, esta restricción al libre funcionamiento del mercado, sumada a la presión sobre los precios que ejerce el esquema de retenciones, determina que el ajuste se produzca por cantidades.
Los incentivos a la producción, al acopio, a la exportación que brinda el contexto internacional y la estructura productiva histórica de la Argentina son intervenidos por el estado en función del objetivo de asegurar la provisión interna a un precio acorde a la capacidad relativa interna de consumo.

Lo que ocurre es que justamente los ajustes por cantidad terminan desatando presiones en sentido inverso. El pacto que funcionaría en condiciones libres de mercado entre los eslabones de la cadena se rompe. Los exportadores y acopiadores tienden en primer término a pagar precios aún inferiores a los productores. Y con su capacidad para manejar los stocks, pueden hacer faltar o sobrar trigo, según sus necesidades de precios, en caso de estar en rol comprador o en rol vendedor.

Es decir, el factor esencial de todas las presiones que se dan sobre los precios radica en la tensión históricamente profunda entre abasto del mercado interno, con exportación de saldos, o el esquema contrario que aunaría a toda la cadena (en detrimento del resto de las actividades productivas y del poder de consumo del salario en relación a los precios relativos de los alimentos) y que consiste en maximizar volúmenes productivos a partir de la conquista de mercados externos. Con el consabido acople de precios internos y externos, que en momentos de auge de los mismos derraman grandes ganancias en todos los eslabones de la cadena productiva y comercializadora, con consecuencias muy variadas sobre la capacidad de consumo interno, y en términos secundarios sobre otras cuestiones como el nivel de empleo, etc.

Como yo lo veo, las tensiones de estos últimos días, son avatares de los más comunes, no muy distintos a los que se produjeron en algún momento en la cadena de la carne (donde la tendencia hoy es a que los volúmenes exportados retrocedan como proporción de los volúmenes consumidos internamente, lo cual supone que en el horizonte pueda verse alguna presión para un ajuste de precios internos), y que el Gobierno ha resuelto seguir manteniendo sin tomar decisiones de intervención más profundas como sería la monopolización en manos estatales del acopio y comercio de trigo, e incluso la producción de harina.

Así que en resumidas cuentas las opciones son tres:
-Monopolio estatal en la cadena de acopio, comercialización de trigo y producción y comercialización de harina (lejos de plasmarse).
-Mercado liberado con ajustes de precios convalidando precios relativos elevados, a la cola de los precios internacionales.
-Mercado intervenido, con tensiones recurrentes, y subas y bajas de precios, que desorientan tanto a los actores como a los consumidores, y por qué no, a los analistas que tienen que cambiar periódicamente la dirección de sus declaraciones.

Lo que sí dejó de ser un argumento aceptable es que la incidencia de un cambio en el equilibrio de precios sea mínima para el consumidor final. Diría más: es potenciada en los restantes eslabones de la cadena. Y se derrama sobre el precio de las galletitas, los fideos, las pre-pizzas, las milanesas rebosadas, etc.

De todos modos, no veo tampoco que haya incidido directamente (por ahí sí de manera indirecta, y no por acción de los productores) en este momento la promesa de armar un fideicomiso para transferirles a los productores lo recaudado por retenciones (que debería empezar a operar en la próxima campaña). Pero me parecería más eficiente para los fines buscados que ese fideicomiso, directamente hacer un monopolio estatal de la comercialización de trigo, que financie con los menguados saldos de exportación los subsidios a los productores.

9 comentarios:

Mariano T. dijo...

El tema pasa por una regla que descubrí el año pasado, que se aplica al trigo, carne, y cosas futuras:
Cuando en un bien transable que se exporta se maneja con el sistema de control de exportaciones (Consumo y saldo exportable), la producción disminuye hasta que el saldo exportable tiende a desaparecer. Cuando pasa algo, falta para el mercado interno (carne en 2010 o trigo este año), lo que nunca hubiera pasado con libertad de mercado.
Si el estado monopoliza un cereal, lo que va a suceder es que se va a dejar de sembrar, sobre todo si hay opciones, ya pasó con el IAPI.
La intervención del Estado estos 5 años generaron dos problemas:
1) El trigo acá dejó de ser un commodity, un "cash crop", para ser un cultivo que podía no tener compradores durante uno o dos meses
2) Más allá de la retención del 23%, se generó un descuento adicional de monto similar o mayor, que iba a manos de exportadores y molineros.
No es de extrañar que un 30% del área de trigo haya desaparecido y otro 30% haya pasado a cebada, un cultivo que era menos rentable pero con mercado cash.

Mariano T. dijo...

Hay una cuarta solución a las que postulaste, además de dejar todo libre y que el precio interno sea el internacional menos retenciones y el mercado ajuste cantidades.
Si con esto les da nervios, alcanzaría con que el gobierno compre 2 millones de toneladas(en Enero durante la cosecha), y las venda al mercado interno en el segundo semestre(2 MT es el 80% del consumo en ese período), con lo cual se garantiza el control del precio en el momento en que puede haber más especulación.
Eso implica que el trigo tenga precio y demanda todo el primer trimestre, que es cuando el productor quiere vender. Y se acaban los roces.
Si no pueden manejar logísticamente 2MT, ni hablemos de propósitos más ambiciosos que pueden terminar en un desastre.

Mariano Grimoldi dijo...

Mariano: leí tu post, un rato después de haber publicado éste. Hay algunas coincidencias de diagnóstico.
Dos cosas: no sé si habría retracción de la oferta ante una situación de monopolio estatal en el caso de que el estado garantice un precio mejor (y lo puede hacer tranquilamente) al que garantizaron en los últimos años las multinacionales oligopólicas. Teniendo en cuenta, además, la mayor importancia financiera del trigo que la de la rentabilidad misma de la cosecha, el estado tiene margen como para promover los desembolsos de acuerdo a esas necesidades, sin tener por eso que poner más.
En relación al esquema que proponés vos, le veo demasiado esfuerzo y recursos al servicio de mantener los márgenes de rentabilidad de las exportadoras. En eso, el esquema coincide con el de Moreno.
Un saludo

Mariano T. dijo...

Bueno, me parece que si mover 2 millones de tn es demasiado esfuerzo, mover 16 o 18 que implica un monopolio estatal sería mucho más complicado

Mariano Grimoldi dijo...

Sí, en eso tenés razón

Mariano Grimoldi dijo...

Bah, pero hablamos de trigo nada más, no son tantas toneladas.

Mariano T. dijo...

Deberían serlo. Antes de Moreno eran 16, y con los avances que ha habido deberíamos estar entre 18 y 20.

oti dijo...

Mariano T, te recuerdo algunos datos adicionales para tener en cuenta y, así, comprender la lógica del gobierno en cuanto a la intervención en el mercado del trigo.

Esto ya lo discutimos no pocas veces hace años, pero vale la pena refrescarlo ahora, dado que tenemos una perspectiva que antes no teníamos.

Primero separemos 2 períodos: uno, el de después de la devaluación hasta el comienzo de los controles; otro, desde el comienzo de los controles hasta el año pasado.

En el primer período posdevaluatorio y anterior a los controles, teníamos, medido en volúmenes, una producción de trigo que crecía 30%, unas exportaciones que crecían 66%, unos % de exportado sobre producción que llegaban al máximo de la historia (75% aproximadamente), por un lado.

Por otro lado, teníamos una molienda anual que crecía 3,8% en 4años (2003-2006), un consumo per cápita que declinaba un 5,75%, y el saldo interno per cápita más bajo de la historia, durante ese primer período.

Ahora bien, la evolución en el 2º período (a partir de 2007)poscontroles, es la siguiente:

Mientras la producción y las exportaciones declinan, aunque con altibajos, la molienda anual aumentó hasta un 25% (2011 vs. 2006); el consumo per cápita de harina de trigo un 20% (2010 vs. 2006), a pesar de que las exportaciones de farináceos pegan un salto en 2007.

Entonces están claras las 2 lógicas y sus resultados.

A mi me parece que llegamos a un punto en que el Estado tiene que profundizar su intervención, centrándose en las empresas que dominan el comercio exterior, y otorgando facilidades y subsidios a los productores pequeños, si es que quiere resolver los problemas que hay ahora.

Mariano T. dijo...

Los consumos de harina estan sobreestimados por la exportación de esa mercadería, que en 2012 fue record y alcanzó al 20% de la molienda.
Los números importantes de la estadística es lo que se siembra y lo que se cosecha, que viene en picada. Probablemente se agudice si el estado interviene más, porque probablemente lo haga con sesgo antiproductivo.
Las estadísticas oficiales también nos dicen cosas. Un stock al fin de campaña normal puede ser a lo sumo de 1 millón de toneladas, y en manos de molinos, exportadores, etc, no en productores, que sabemos que tienen la necesidad de vender el trigo, primer grano cosechado, más temprano que tarde.
El stock al 1/12/2009 fue de 4,2 MT, al 1/12/2010 de 4,01, y al 1/12/2011 fue de 5,1. Eso significó 3 años seguidos en el que el productor no tuvo liquidez con el trigo, y que una parte significativa de la cosecha vieja quedó "de clavo" al iniciarse la cosecha nueva. Recién se corrigió el segundo semestre de 2012, cuqndo ya era un hecho que teníamos la siembra más escasa en 110 años.