lunes, 8 de agosto de 2011

Pánico


Al final, quienes decían que los salvatajes masivos de los años 2008 y 2009 no iban a subsanar la crisis estructural, parece que tenían razón.

Dos años y medio después, vuelven a aparecer los temblores.
Ya no en relación a activos financieros bautizados entonces como "tóxicos", sino en relación a los títulos de deuda de los estados.
Que fueron los que hicieron el esfuerzo de endeudarse (más todavía) para soportar el peso de la inyección de liquidez que garantizó que los acreedores no perdieran la plata que habían (¿mal?) prestado, por culpa de la insolvencia de los beneficiarios de los créditos, que después de todo eran conminados a endeudarse para autofinanciar el consumo extravagante de poblaciones que producen menos de lo que necesitan para vivir.

Todo indica (otra vez) que la crisis es de endeudamiento. De sobre-endeudamiento, más precisamente.
Desequilibrio entre las acreencias y la capacidad de pago de los deudores. Exagerada valorización financiera, de papeles que representan una riqueza inexistente. En poder de acreedores que inflaron sus activos con el aire de la sobrevaluación cambiaria.
Un emergente de la aplicación de políticas obsesionadas por evitar la inflación de bienes. A costa de promover la inflación de activos financieros.
Para beneplácito de los rentistas. Hoy en inevitable bancarrota. Igual que todo el mundo.

Una buena devaluación inflacionaria es el camino que intentan seguir algunos, para licuar sus deudas. Con poca fortuna: sus acreedores son quienes tendrían que tomar la decisión de dejar de demandar (así se  depreciarían) los títulos de deuda que salvajemente demandan. En defensa propia. Y de sus fuentes de trabajo (con las que se fabrican infinidad de pelotudeces de plástico y electrónicas, consumidas masivamente por sus deudores con nuevas promesas de pago verdes).

Del otro lado, ya están apostando a repetir la inyección de liquidez a través de la compra (por el BCE) de títulos de deuda impagables por parte de los estados emisores.

Todo inútil.

Mientras, cada vez más voces empezarán a pedir la negociación para repartir lo más equitativamente posible las inevitables pérdidas de un conteo ficticio de riqueza acumulado.
Refinanciación con quita de deuda, y abandono del euro, al menos de los países europeos menos favorecidos.
Reemplazo del dólar como unidad de cambio y reserva de valor.

2 comentarios:

Ricardo dijo...

El diagnóstico es ese. El tema es cómo seguir hacia adelante y que los acreedores acepten perder.

En el 2008 charlaba con un amigo economista y me decía que él no hubiera utilizado los salvatajes, sino que hubiera dejado que cayeran, por imbéciles.

Mariano dijo...

Es jodido el tema Ricardo.
Porque siempre encuentran la forma de cargar las pérdidas en cuentas ajenas.
Un abrazo