lunes, 15 de agosto de 2011

Una sola puerta por blindar


En la previa a una elección, todos mentimos.
En especial, porque nadie puede prever a ciencia cierta qué dirá la realidad. Pero hacemos de cuenta de que sí. Mentimos los énfasis, entonces.

Después, los hechos se encargan de indultar algunas mentiras, pareciéndoseles, y de condenar a otras implacablemente. Como la del derrumbe inapelable del kirchnerismo póstumo, del menos famoso de los payasos mediáticos.
En cualquier caso, el que se cree sus mentiras, el que cree decir la verdad, el que supone que goza de una infalible capacidad de predicción corre riesgos de autoinfringirse daños irreparables. Ahora, o más adelante.

En esa tónica, hago mi juego. Humilde. Insignificante.

Y apelo: Es tiempo de enterrar el cadáver político de Duhalde.
Cuyo fantasma hizo algún que otro daño en la previa. Pero se reveló puro humo en la realidad contante y sonante. No hubo tsunami, ni avalancha, ni susto. Hasta sus amenazas pierden eficacia, y la actitud de algunos de sus laderos, fingiendo envalentonarse de manera directamente proporcional al estrépito del derrumbe, los deja en ridículo.
Hasta acá llegó la estrategia exitosa de hacer creer que es un "gran ganador", un verdadero "peligro" para la victoria segura, un tipo que fue casi invariablemente perdedor a lo largo de su carrera política. Con la cara de "yo la tengo más larga" de Barrionuevo ya no alcanza. Es el ocaso para alguien hasta cuyo último estertor se vuelve impotente.

La oposición (puede calcularse) procederá a replantear sus errores. Supongo que reconocerán, al menos en la intimidad, haberlos tenido.
Hasta ahora sólo han expresado la voluntad de llevar a cabo un reagrupamiento de cumplimiento imposible. Porque la ley lo impide.
Debieron haber pensado la posibilidad antes. Y aprovechar las primarias como tales. Sacar un 15% de los votos, de última, siendo con ese porcentaje el vencedor de uno o dos oponentes internos da una posibilidad de potenciar una candidatura, que con los desoladores guarismos actuales no existe.
Algunos ya señalan a Duhalde como el responsable de la fallida estrategia que torpemente se intenta corregir ahora. Cuando ya es imposible.

Se le abre una pequeña lucecita a la oposición, sin embargo, y es la que deberá blindar el oficialismo. Horadar con el recurso de "la hegemonía". Especial para asustar burgueses.
Dirán, probablemente, que de repetirse estos resultados en octubre el kirchnerismo volvería a controlar el Congreso (sea o no verdad). Y que eso constituirá un peligro para la paz de los argentinos.
La contrapartida de esta posible estrategia es que en el voto de ayer pueda percibirse también un "castigo" al "nuevo congreso", experiencia que constituyó la más desilusionante labor legislativa de la historia argentina probablemente.
Tal vez, entonces, haya una racionalidad oculta en el voto "hegemonizante". No lo sabremos por ahora.

De todos modos, a quienes equivocaron el camino sometiendo la campaña política a los avatares denunciadores del carpetazo mediático, a quienes leyeron la permanencia de una realidad polarizada (Cristina sí vs. Cristina no) que ya dejó de existir (precisamente el 27/10/10), a quienes equivocaron la conformación de fuerzas y alianzas (o su desconstrucción) como mecanismo de seducción de votantes, esa alternativa se les presenta como la única viable. Y no sin sacrificio.
Ya probaron mintiendo la debilidad del gobierno, y sólo obtuvieron el resultado de fortalecerlo como nunca.
Les queda tal vez volver a la estrategia opuesta, como último recurso.

El oficialismo debería prevenirlo. Porque todavía no se ganó nada.

2 comentarios:

Luis Quijote dijo...

Déjelos, Mariano, déjelos que entre ellos, se matan solitos.

"Siéntate a la puerta de tu casa a esperar, y verás el cadáver de tu enemigo pasar."

Daniel dijo...

Muy bueno.