martes, 10 de septiembre de 2013

La cultura

Ayer Cristina anunció que la sede de la Secretaría de Cultura de la Nación dejará de estar emplazada en el lujoso edificio de la distinguida avenida Alvear, en una zona de la ciudad de Buenos Aires anacrónicamente aristocrática, oxímoron compuesto por nobles monumentos arquitectónicos que son lo único que queda en pie del sueño snob de ser la París de Sudamérica, meta final perseguida ávidamente por las generaciones intelectuales fundadoras de nuestro estado moderno. Así nos va, diría una vecina de clase media si no estuviera tan ocupada en echarle la culpa a los peronistas de todo lo malo que supuestamente le pasa al país.

Decía que la Secretaría de cultura de la nación, esa entidad inútil e innecesaria, dejará de ser el pintoresco recordatorio que los ricos usan como chivo expiatorio para no hacerse cargo de que el estado les pertenece en todas y cada una de sus dependencias, existe por ellos, y son ellos los máximos beneficiarios de su existencia.

La futilidad manifiesta de la Secretaría de cultura de la Nación pasará a desarrollarse en un ámbito menos propicio a la representación que nos hacemos de ella (la cultura): un centro cultural, austero arquitectónicamente,  sin los fastos de la modernidad recoleta, pero con rampas para discapacitados y visibilidad de la burocracia, más parecido a un CGP, ubicado en la Villa 21 de Barracas, relativamente cerca de donde Macri quiere poner el nuevo Centro cívico, motivo por el cual anda en conflicto con el Borda.

No vamos a meternos demasiado con la trascendencia material de la mudanza. Solamente decir que en un proceso de urbanización, la decisión de mudar una dependencia pública al corazón del territorio a urbanizar soluciona una parte grande del tema. Porque el estado gasta parte de los excedentes de la economía, del producto social, simplemente para funcionar, independientemente de las transferencias de ingresos que son su razón de ser. Volcar esos excedentes (pequeños en comparación con la magnitud del producto, pero existentes al fin) en un barrio postergado y dejar de hacerlo donde no hace falta, es algo más transformador de lo que pueda parecer en un primer vistazo. Al menos a los ojos de los habitantes del barrio subrepticiamente beneficiado con la decisión, tan carentes no sólo de excedentes mínimos volcados por el estado (tampoco por los privados) y hasta a veces ni siquiera acreedores de las transferencias de ingresos que les corresponderían.

Así, con todo lo dicho, la decisión es estruendosa en materia justamente cultural. Simbólica.
Acá alguna vez mencionamos la idea de mudar la secretaría a Jujuy o Catamarca. Cristina superó esa idea, con ésta hasta ahora poco valorada, creo yo.

Pero es un paso esencial para desconstruir un entramado histórico mediante el cual las clases dominantes convencieron a las clases subalternas de que sus manifestaciones culturales, la "alta cultura", son motivo de interés público. No queremos abundar, pero es infinita la cantidad de elementos que cruzan el accionar y las responsabilidades estatales, con estas características. Cosas de ricos y para ricos, asumidas plenamente y sin discusión, como de interés público (es decir, que las tenemos que pagar entre todos, que es eso lo que significa en la crudeza de la administración). El solo hecho de poner una base mínima como para que algún día se empiece a discutir esta cuestión tan intrincadamente aferrada a nuestras más profundas convicciones ya merece un homenaje.

Y estoy tentado de decir que decisiones como éstas valen mil sapos. Que cualquier persona con ideas de izquierda podrá chicanear variadamante con Chevron, con Monsanto, con Barrick Gold, con los Qom. Con todas aquellas cosas que diferencian en casi nada (o en nada, si se quiere, no lo vamos a discutir acá) al kirchnerismo de cualquier otro gobierno previo o de cualquier otro potencial reemplazante.
Y sí. Pero la historia no va a dar la chance de explicar con tanto lujo de detalle.
Y si alguien (aparte de fesibuc) algún día se preocupa por hacer una reconstrucción biográfica sobre mí, quiero dejar bien en claro que yo, antes que nada, soy partidario del gobierno que re-estatizó las jubilaciones y mudó la secretaría de cultura a una villa. Los populistas, en definitiva, somos así.

6 comentarios:

Udi dijo...

En dos palabras: Bri llan te !!!
Saludos

Udi dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Erkekjetter Silenoz dijo...

Excelente..
Suscribo una por una..

Saludos don Mariano

Ricardo dijo...

Y que en 10 años no tomó una sola medida para cagar a los laburantes.
Me gustó el post.

Abrazo.

Alcides Acevedo dijo...

Sí claro ¿por qué no se van todos los peronistas a vivir a la villa y nos dejan tranquilos? no, mejor, váyanse a vivía Bolivia (su verdadera patria)

Pero bueno, están desesperados, un día anuncian la imputabilidad de los menores... al otro proponen llevar a los wachiturros al Colón... mamita... ¿por qué no redireccionan la programación de todos esos canales K de TV trucha hacia el público villurca, eh?

Pero claro, no debemos olvidar: Perón trajo la villa, la obra más perdurable del General.

Comandante Cansado dijo...

Qué buen post, viejo. Filoso y ajustado.