martes, 31 de enero de 2017

Balanza Comercial +

El año 2016 la balanza comercial (diferencia entre exportaciones e importaciones) cerró con superávit de 2200 millones de dólares aproximadamente.
Un resultado mucho mejor al de 2015, de déficit de casi 3.000 millones de dólares.
Es decir, unos 5.000 millones de dólares mejor.

Dicho así, es motivo de festejo chicanero para quienes se enrolan en la ideología liberal. La apertura económica mejora el balance entre exportaciones e importaciones, contrariamente a lo que se supondría.

El dato, sin embargo, es para tomar con pinzas.
Porque se da (la diferencia) por dos motivos: por una suba mínima de las exportaciones (1,7% no en cantidad de producto vendido sino en plata, lo cual puede tener que ver con algún efecto precio, por ejemplo) y una baja más importante de las importaciones: casi 7%.

En cuanto al aumento en las exportaciones se pueden decir varias cosas: primero, el punto de comparación es bajo por un hecho puntual. Las exportaciones en los últimos meses de 2015 fueron muy bajas debido a la expectativa de cambio de gobierno (y la promesa de devaluación).
Y aún teniendo en cuenta esto, hay que decir que el aumento drástico en las exportaciones se da en materias primas (el campo) con más de 30% de mejora. Y se registran caídas en combustibles, manufacturas de origen industrial y (menos) manufacturas de origen agropecuario.

Para ser claros, ganamos más dólares exportando, pero exportamos productos de cada vez menor valor agregado. Las exportaciones tienden a concentrarse en un sector, que encima no es generador de empleo.
La baja en las importaciones, por su parte, también deja tela para cortar.Por un lado, aumenta lo gastado en bienes de consumo final (o sea, productos terminados).
Y decreció notablemente la importación de bienes intermedios (usados para la producción), repuestos de bienes de capital y combustibles.
O sea, en el rubro importación se ve claramente que la baja en la misma no está asentada en la sustitución de productos extranjeros, sino justamente en los menores volúmenes de actividad económica industrial.

Un dato que sí es positivo: mejoraron (2%) las importaciones de bienes de capital (maquinaria para la producción). Rubro en el que influye mucho la maquinaria agrícola.
En definitiva, en un año en que se devaluó la moneda en un 60% las únicas exportaciones que se vieron incentivadas son las de materias primas. Al mismo tiempo que tanto los datos de exportaciones como importaciones dan cuenta de una merma en los volúmenes de producción industrial.

Es posible que, a medida que se produce la inexorable revaluación cambiaria (inflación y tasas de interés altas y dólar quieto), esta tendencia se vaya consolidando.
Primarización de la producción y caída de la actividad industrial.
Déficit o superávit comercial dependerán de los famosos términos de intercambio, o sea, los precios.
En cualquier caso, la abundancia o carencia de dólares en la economía dependerá más de operaciones financieras (fuga de divisas, ingreso de inversiones para bicicletear, deuda contraída o deuda a pagar) que de la balanza comercial.
Como en los 90. Que no volvieron para nada eh.

sábado, 28 de enero de 2017

Ahora 12 (+ i)

La excusa para promover la eliminación de las "cuotas sin interés" es la necesidad de sincerar el costo del dinero, el costo del financiamiento.

El interés es una función de la variable de tiempo, que se aplica sobre el valor del dinero.
Las "cuotas sin interés" significan entonces una "distorsión". Básicamente sería: si te cobro en cuotas te estoy prestando indirectamente plata. Si te cobrara todo junto, yo agarro la plata que me das por ese bien y la pongo a producir, lo cual me devengaría ganancia. La tasa de interés es un sucedáneo de esa ganancia cedida por el prestamista. 

Con las cuotas sin interés la "naturalidad" del interés permanece oculta. Y se invierte su carga, porque se la suma al precio del bien, generando un aumento artificial del precio.

Todo muy lindo.
Pero en la práctica, la finalización de la distorsión se puede cerrar de dos modos distintos:
-puede bajar el precio del bien en efectivo, considerando que el costo de financiamiento ya estaba incluido en el precio, en cambio ahora, que se cobra el interés sobre las cuotas, se puede eliminar ese recargo implícito.


-O puede mantenerse el precio del bien en efectivo y sumarse a las cuotas el adicional por concepto de interés.
Es obvio cuál de las dos posturas se impondrá.


Hay un aumento de precios encubierto, entonces, que no se verá reflejado en las estadísticas del INDEC, porque técnicamente no será considerado aumento de precio, sino sinceramiento de la tasa de interés implícita.
Y como tal, impacta negativamente sobre las expectativas de consumo.


Es decir, se trata de una medida que apunta a transferir recursos desde el ámbito productivo (producción-consumo) hacia el ámbito rentístico (ahorro-finanzas).

Veamos que al usar el concepto "ámbito" lo que se intenta es no puntualizar en ningún sector social. El mismo trabajador que consume puede también ser ahorrista. Lo que sí es necesario aclarar que mientras el ámbito de la producción y el consumo es universal (o casi), el otro ámbito, el del ahorro y las finanzas es más exclusivo.

La conducta buscada es que, antes de emprender la compra en cuotas, el interesado posponga su consumo para destinar ese dinero al ahorro, y consuma el bien en efectivo una vez que haya juntado la plata.
El tema es que no podés tener esa conducta racional si, por ejemplo, se te quema la heladera.
De manera tal que en la transición, lo que termina pasando en primer orden es que se contrae (más todavía) el consumo.
Es decir, al frío le meten hielo.


Son medidas de poco impacto. Pero se suman una tras otra, todas en la misma dirección. La sumatoria final da recesión, en un primer acercamiento. Y en un análisis más profundo propende, en el largo plazo, a la concentración de los recursos.

viernes, 27 de enero de 2017

"Trump es medio peronista"

Con todas las posturas que muestra Trump, respecto de suspender acuerdos de libre comercio (rediscutir Nafta, salir del TTP), y su mirada proteccionista en relación a la producción industrial norteamericana, se podría decir que es un "enemigo" de la ortodoxia económica, aperturista.
Sin embargo, los "mercados" no se estarían haciendo eco de esto. El índice Dow Jones sigue subiendo sin inmutarse por el arribo al poder en EEUU de un supuesto "anti-mercado" ¿por qué?
Porque no es así.

Al mismo tiempo que Trump intenta rediseñar los vínculos comerciales de EEUU con el resto del mundo, lo cual incluye los sistemas de preferencia en los que se enrolan el biodisel y los vinos argentinos, también propone, fronteras adentro, un plan de recuperación de la competitividad muy pero muy regresivo.
Por ejemplo, planea bajar el impuesto a las rentas de las empresas de la actual alícuota del 35%, al 10%.


Se replantea el cumplimiento de diversas regulaciones ambientales y laborales, lo que (en este segundo caso) implica una desregulación mayor de la contratación y descontratación de personal (del comer y descomer empresarial, en palabras del ministerio de trabajo de la Argentina).
Y también una reducción del gasto público vinculada con un retiro del estado de los lugares del sector privado que conquistó.


Propone, en definitiva, bajar costos empresarios por la vía de la reducción de impuestos y las regulaciones laborales, recomponiendo márgenes empresarios que supuestamente incentiven la inversión, para poder competir en precio con la producción de países con salarios más bajos.
Las similitudes de Trump con Cambiemos no están solamente en la forma en que encaran el "problema" de la inmigración.